• La Macarena volvió a los escenarios con Doña Bárbara, que presentó en el Teatro Municipal a finales del mes pasado, y con la que quiere recorrer el país. Por los momentos, visitará Maracay. Además, en julio estrenará una adaptación de La Cenicienta. La artista venezolana conversa sobre su trayectoria, las dificultades de hacer flamenco en pandemia, las academias de formación y la fusión con géneros urbanos. Foto principal: Erick Rodríguez

Hay un taconeo que la precede. En el ambiente estalla una melodía voluntariosa, a ratos dulce, que anuncia la llegada definitiva, como un designio. Enmarcada en vuelos y palmas, no solo se ha ganado el título de bailaora. Ella, Diana Patricia Cubillán, es una artista completa. Es también –no puede dejar de serlo– la Macarena. 

Va ligada inexorablemente a una de las canciones más populares de la década de los noventa, esa que dice que el cuerpo es pa’darle alegría y cosa buena. Un tema, compuesto por la agrupación de flamenco Los del Río y versionado hasta por Bad Bunny, que hoy en día tiene más de 4.700 versiones, según cifras de la Sociedad General de Autores y Editores citada por Vogue México.

Diana Patricia subió recientemente al escenario del Teatro Municipal para presentar, en tres funciones, su versión en danza de Doña Bárbara. Ya la había estrenado en 2003 y la presentó en otras dos ocasiones; pero ahora, dice la artista para El Diario, siente que logró su propósito. 

Diana Patricia, La Macarena
Foto: Erick Rodríguez

—¿Cómo viviste ese regreso al escenario?

—Ha sido como volver a tener oxígeno y respirar por mí misma. Porque sí, es verdad, uno ha tenido eventos privados, pero no es lo mismo estar en una tarima que en el Teatro Municipal. Yo quería volver a presentar Doña Bárbara en un teatro que fuera añejo, rancio, que tuviera ese carácter, esa personalidad. Para mí Doña Bárbara es un personaje muy importante porque fue mi primer atrevimiento de hacer una historia completa. En 2003 yo comencé a coquetear con él, hice un par de escenas, empecé a probarme a mí misma. En el flamenco hay muchos géneros que cuentan emociones, pero no cuentan historias completas. Yo quería hacer algo que fuese nuestro y ahí estaba Doña Bárbara esperando por mí.

Fue maravilloso aquel primer encuentro porque fue decirme: claro que es factible, claro que se puede hacer. En 2005 lo llevé al Teatro Teresa Carreño, un poquito más grande, y en esta oportunidad creo que ya está completo. Emocionalmente, personalmente, profesionalmente tiene todos los ingredientes que yo quería que tuviese y creo que el público lo recibió de la forma.

—¿Qué te iba pidiendo el espectáculo a lo largo de los años?

—En este momento de mi vida, de mi carrera profesional, creo que ya tengo todas las herramientas para hacer –y a lo mejor suena un poco agresivo o fuerte– lo que plenamente me nazca. Yo quería que esa violación que se ve en el espectáculo fuera esa violación. Que más allá de que el público diga: ‘Guao, qué fuerte que nos la está presentando en la pantalla y luego viene al escenario y la vuelve a mostrar’, yo quería que fuera así. Me faltaba tener esa intensidad completa.

A lo largo de mi carrera y de mi formación, he sido de estas artistas que dicen: si hay que llorar, hay que llorar; si hay que gritar hay que gritar; y si hay que moverse hay que moverse. No hacer esas cosas a medias, tímidamente. O ir explorando. No, ya la exploración pasó. Ya está el plato servido y esto es lo que hay en su totalidad, muy intensamente, muy fuertemente y muy abiertamente. 

—¿Y cómo te sientes en este punto de tu carrera? 

—Me siento feliz. Feliz en mayúscula, resaltado, en negrita. Primero porque, como te lo digo, artísticamente creo que uno ya está totalmente hecho. Y no es que no falten cosas por hacer; sí, claro, sueño con hacer muchas cosas porque de todas las experiencias uno aprende y se va nutriendo con herramientas negativas y positivas  para así ir avanzando. Pero sí, creo que también el público ya conoce a la Diana Patricia que soy, la artista completa. Porque no quiero que me sigan etiquetando solamente como bailaora. Es artista totalmente. 

—¿Cómo influyeron en tu trabajo los primeros años de pandemia? ¿Cómo adaptaste la danza y la formación al encierro?

—Horrible. En pleno proceso de montar Cenicienta, que era primera vez que me acercaba a un cuento infantil, porque siempre lo mío es muy intenso: un muerto, una cosa, un personaje con carácter… nos agarra la pandemia. Y fue como si me hubieran apagado la máquina del Titanic por completo. Me quedé en shock y dije: cómo hacemos. Nos pasó a todos. Cómo dar clases a través de una computadora, con un wifi deficiente con el que empiezas  –imagínate tú– a sacar un paso para el que necesitas la sonoridad y la ejecución tacatatá-tacatá y eso se quedaba congelado y la alumna me decía: ‘Te oí el , pero no te oí más nada’. Horrible. Horrible.

Yo no salía de la casa. Vivo en un apartamento, entonces los vecinos de abajo me decían: ‘Sí, te queremos mucho, pero por favor ya no estés taconeando’. Me prestaron el salón de fiestas y entonces los vecinos de enfrente… un proceso del que hoy día uno se ríe, pero en su momento fue un drama. Tú te preguntabas: cómo continúo trabajando, cómo sigo. Nos la fuimos ingeniando y volvimos a la academia y ahí vamos. Sí, se perdió mucho alumnado porque muchas no quisieron ir bajo este sistema, muchas entraron en pánico, no quieren volver a la escuela, y es comprensible. Otras nos dijeron: nosotras nos atrevemos a ir con máscara, con careta, con escudo, con todas las cosas que empezamos a usar. Y así fue. Hasta que ahora fuimos rompiendo las barreras y estamos con cierta normalidad, si se quiere. Todos vacunados, manteniendo el cuidado igual, pero ya sabemos que es una situación que atraviesa todos los ámbitos y con la que tenemos que seguir viviendo. Luego de este shock, fue decir: ‘Hay que continuar’. Pero no empezamos con las niñitas, sino con las adultas que era más fácil de manejar. Y por eso volvió Doña Bárbara, gracias a Dios.

Diana Patricia, La Macarena
Foto: Erick Rodríguez

—¿Y en qué personaje estás trabajando ahora?

—A mediados de julio estrenamos en el Teatro Municipal esa Cenicienta. Aprovechando que es el mes de los niños, queremos darles ese regalo de fin de año escolar y comienzo de vacaciones. Por supuesto, ya no tengo cara de Cenicienta (risas), voy a ser Lady Tremaine y me lo estoy gozando. Voy buscando la caracterización para que ese público infantil cuando vaya adore la Cenicienta, pero también a la madrastra. Le estoy dando un giro: es muy mala, pero después no tanto. Y seguimos trabajando para llevar Doña Bárbara a otros lados.

Como sabemos, hacer espectáculos en nuestro país es bastante cuesta arriba y es un trabajo de hormiguita. El público no se imagina el tesón, la constancia, la perseverancia que hay que tener para poderles presentar las obras. Entonces, estaremos a finales de julio en Maracay, que es la primera ciudad confirmada. Y seguimos trabajando por otras que queremos visitar.

Las escuelas de flamenco y la formación actual

—¿Cómo has visto el nivel y variedad de las academias de flamenco? Hubo un momento en que abundaron las escuelas, muchas niñas querían bailar flamenco, había espectáculos todos los fines de semana. Entonces, apartando los años de pandemia que nos afectaron a todos, ¿cómo se ha comportado esa dinámica en tiempos recientes en el país?

—Es lo que acabas de decir: hubo un momento en que había demasiadas escuelas de flamenco. Había gente muy muy muy buena; y había gente muy muy muy mala. Como lo dije yo muchas veces: en un tiempo estuvimos como plagados de buhoneros de flamenco. De gente que iba, te decía dos tonterías y ya eso era dar clase. Eso nos hizo mucho daño. Hoy en día lo veo con bastante preocupación, porque hay algo que se llama redes sociales, coreografías de TikTok, de Instagram, y todas estas plataformas en las cuales la inmediatez se hace presente y las nuevas generaciones creen que todo lo que sea danza es a través de esa inmediatez.

Eso de: agarro una coreografía, máximo 3-4 cuentas de 8, y muchas veces están en tiempos musicales que no son los correctos porque están fuera de música… entonces creen que así van a aprender flamenco, y que en una hora o media hora se sabrán la primera sevillana. Eso es imposible. Imposible.

Hay géneros de la danza que requieren una dinámica como de deportista: comenzar por la técnica, ensayar, volver a repetir, hoy te salió la jugada, mañana no, hoy te lesionaste, tienes que estar en recuperación”.

Entonces la danza de verdad, de formación, requiere de tiempo, constancia, perseverancia. Ahorita estamos atravesando eso, y no digo que sea imposible de superar, pero es un trabajo de hormiguita volverle a decir al público y a las audiencias nuevas: si te gusta esto, es trabajo y constancia en el tiempo. Pero existe, en el mundo entero, como una pausa en el flamenco. 

—Más allá del fenómeno redes sociales, que es relativamente reciente, ¿qué otros factores inciden en esta pausa mundial?

—El flamenco no es una actividad económicamente fácil de manejar, un par de tacones te cuesta un dinero importante, una falda, ir a una clase. El Rocío Estudio de Flamenco por muchos años tuvo un sistema de becas  y llegamos a tener 24 alumnas becadas. Pero la situación nos ha obligado a tener que cerrar cada vez más este sistema. Entonces, creo que también la parte económica nos ha afectado un poco. Hay muchos géneros actuales para los que no necesitas vestuario, no necesitas zapatos, no necesitas nada. Puedes hacerlo con unos zapatos normales y con cualquier ropa que lleves, creo que también eso nos ha restado un poco de seguir creciendo o por lo menos mantenernos en el tiempo. 

MACARENA
Foto cortesía | Diana Patricia

¿Crees que se puede hacer una proyección sobre el futuro cercano del flamenco en Venezuela?

—Creo que es como que me pongas enfrente una bolita de cristal (risas). Qué te puedo decir yo: que Diana Patricia seguirá trabajando con El Rocío Estudio Flamenco, a pesar de las adversidades, de los contratiempos. Con mayor cantidad de alumnas, con menor cantidad de alumnas. Pero seguimos trabajando en lo que nos hace felices, en lo que –como lo digo yo– no es un hobby. Hubo un momento de ese buhonerismo que te comentaba que muchas lo vieron como un hobby que era rentable. Para mí nunca fue así.

Para mí siempre ha sido la seriedad del profesional, como un arquitecto, como un ingeniero, como un médico que tiene una oficina y tiene que seguir laborando y haciendo un proyecto en esto que decidió fuese su profesión y  para lo cual estudió. Esa es mi proyección. Pero a nivel país, oye, ojalá pudiéramos hacer muchas cosas, en mi cabeza hay miles de sueños, hay miles de propuestas. Pero necesitamos alianzas, crear plataformas que nos den un piso sólido para poder seguir creciendo.

El flamenco y la fusión

—Sobre el tema de la fusión, los remix, las colaboraciones, las mezclas entre géneros, formas de bailar… ¿cómo ves estos fenómenos? Plasmados en figuras como La Rosalía o C Tangana.

—Yo lo veo y lo apoyo. El flamenco rancio, el flamenco de verdad, genuino, tiene un público muy elitista. Estas nuevas fusiones, estas nuevas generaciones lo hacen más ligero, más digerible y, pues, es maravilloso, porque nos trae público a los que hacemos flamenco tradicional, rancio, autóctono, purista, pero que también nos gusta acercar al público a todo. Creo que nada en exceso es perfecto. Hay que ir buscando esa balanza y este punto satisfactorio para uno como profesional y, por supuesto, para el público, que es el que hace que uno siga manteniéndose en la palestra. 

Macarena
Foto cortesía | Diana Patricia

La Macarena del mundo

—¿La “Macarena” todavía te acompaña, te persigue? ¿Las nuevas generaciones se relacionan con ese nombre y lo que ha sido?

—Totalmente. Mi nombre de pila es Diana Patricia. Mi nombre artístico: Diana Patricia. Y la vida se encargó de darme los apellidos que son La Macarena del Mundo. Ya eso es parte de mí y lo llevo con el estandarte bien en alto. Y si me reconocen por ser La Macarena, pues chévere. Y si hurgan un poquito más y saben que detrás de ello hay un artista, pues mejor todavía. 

—¿Y la gente te pide bailar “Macarena”? ¿Lo bailas?

—Lo bailo. Y muchas veces llego a un restaurante y ponen la “Macarena” hechos los locos (risas) Entonces, no me importa bailarlo. Lo que hoy en día sí me molesta, y siempre lo digo cuando alguien me contacta para una entrevista, es que, por favor, no me vayan a pedir que les eche el cuento de “La Macarena”. Porque después de veintyalgo de años no me pueden decir eso. Mi amor, entra a Google y ahí la historia que más te guste esa es. Quédate con esa y disfrútala. 

—Hay estadísticas en Internet de lo que ha logrado la canción en los distintos ranking.

—¿Qué es lo único triste? Que no tengo toda la plata que se ganaron los señores Del Río (risas) ¡Es lo más triste de toda esta historia! 

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