• El dramaturgo y cineasta publicó su primera novela, Nada nos pertenece, con Oscar Todtmann Editores. En entrevista para El Diario, cuenta cómo profundiza en la memoria de una generación que aprendió a sobrevivir en un país bajo la ley del más fuerte

“Los objetos solo actúan como una extensión de nuestro deseo y voluntad. No son crueles por naturaleza”, explica el escritor venezolano Samuel Rotter Bechar en su novela Nada nos pertenece. Con esta línea inicia un viaje a lo largo de los siglos a través del garrote de vera, un arma usada por el tirano Lope de Aguirre, y que pasó de generación en generación, siempre con el mismo desenlace sangriento. Sin embargo, más que el objeto en sí, eran sus portadores quienes cargaban la maldición de su conducta violenta.

Esto es apenas un fragmento de la vasta trama que Rotter abarca en su ópera prima, publicada por Oscar Todtmann Editores a principios de mayo de 2022. En sus páginas confluyen el presente y el pasado como un círculo de pasiones, lutos y dilemas que se repiten con diferentes personajes. Un trauma que al propio país le cuesta superar.

Nacido en Caracas, pero con seis años residiendo en Madrid, España, ha dedicado su vida a contar historias. Es profesor, dramaturgo y productor audiovisual, con un doble grado en Literatura y Filosofía en el Bard College de Nueva York, Estados Unidos. En su carrera figuran dos obras teatrales de su autoría. También está acreditado como guionista, productor y director de un cortometraje, así como coescritor de una película en postproducción. 

Bautismo de fuego

En entrevista para El Diario, Rotter confiesa que a pesar de su carrera previa, el título con el que prefiere identificarse es el de escritor. En su adolescencia soñaba con ser poeta, aunque luego cambió los versos por el encanto de la ficción. Afirma que desde entonces se propuso escribir una novela, siendo Nada nos pertenece un trabajo que inició a los 20 años de edad y fue macerando hasta su forma final.

“Al ser mi primera novela, tardé mucho en por fin lograr el resultado que buscaba, y en paralelo fue que más adelante empecé a concebir esta pasión por el cine y por el teatro. Irónicamente presenté una obra de teatro incluso antes de publicar mi primer libro; sin embargo, ante todo me considero un escritor antes de un director o un productor audiovisual”, cuenta.

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El autor pasó más de cinco años desarrollando su historia, a la par que incursionaba en otros proyectos. Posteriormente estuvo un año de edición bajo la asesoría del escritor José Urriola y la coordinación editorial de Luna Benítez. Una misión ejecutada entre Madrid, Ciudad de México y Caracas. Rotter afirma que no tenía apuro por publicar, tómandose su tiempo para encajar cada pieza del rompecabezas que es su narrativa.

“Hay un dicho que me gusta mucho, que dice que no existen los escritores prodigio, la escritura es una habilidad que toma tiempo desarrollar y más bien implica leer muchísimo”, comenta. En este sentido, reconoce que todavía se encuentra bajo un proceso de continuo aprendizaje con el que busca pulir su escritura. “Ojalá esta novela sea la peor que he publicado en mi carrera, ese sería mi sueño”, agrega. 

Una matrioshka 

Durante la presentación virtual de su libro, Rotter señala que le gusta jugar con los elementos narrativos de sus obras, paseando por los terrenos de la metaficción. Esto converge en un experimento de tres partes que repentinamente cambia de narrador, para revelarse como cuento contado dentro de un relato, y que luego se convierte en un diario lleno de cuestionamientos existencialistas.

Al respecto, Urriola compara el libro con una muñeca rusa con varias tramas contenidas en su interior, y donde el tiempo se convierte en un mecanismo de la memoria. “Como si se tratara de un juego de matrioshkas, la estructura de esta novela nos va mostrando progresivamente una historia que calza dentro de otra que a su vez calza dentro de otra historia más grande”, declara.

Para construir este coro de narrativas donde el protagonista parece cambiar en cada capítulo, Rotter explica en su presentación que buscó abordar la misma historia desde diferentes perspectivas, basado en las personalidades que cada personaje erigió mientras eran escritos. 

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A su vez, cada uno de ellos, y su manera de vivir y oponerse al régimen venezolano, reflejan las diferentes reacciones que Rotter tuvo ante la situación política y social que vivió, y los sentimientos disonantes que se generaron mientras avanzaba el deterioro nacional. Desde el pacifismo de Mónika Steiner, al extremismo revolucionario de Carlos Solórzano.

El ciclo de la violencia

En la historia, el personaje de Carlos hereda el legado sangriento del garrote de vera. Todo se desarrolla en la que quizás es la época más violenta en la historia de Venezuela desde la Guerra Federal: el presente. Tiempos de protestas reprimidas entre perdigones y lacrimógenas, de violaciones de derechos humanos por parte del Estado y el para nada celebrable récord de tener varias ciudades entre las más violentas del mundo. La maldición del tirano Aguirre sigue vigente en cada uno de nosotros.

“Lamentablemente pienso que el ser humano es, sin lugar a dudas, un ser cíclico. Por más que los contextos históricos cambien, nuestras esencias han permanecido relativamente similares estos últimos siglos, y es increíble también lo cortas que resultan las memorias históricas y generacionales”, indica Rotter.

Entre los fenómenos que se repiten a lo largo de la historia venezolana, enumera varios. El caudillismo, el mesianismo y la violencia son algunos. Para él, las similitudes entre la época colonial, la republicana y la actual son más grandes de mucha gente se imagina. Otro factor que no menciona, pero que está presente en el libro, es el desarraigo. Esta contradicción entre aferrarse al apego para luchar por el país, o simplemente abandonarlo a su suerte, se ve plasmado en estas líneas de Mónika:

“Parte de mí desea castigar esa tierra con el olvido. La otra, sin embargo –inspirada en la irracionalidad que valora el amor, la compasión, la ternura, la lucha y la reivindicación– quiere que nos agarremos las manos, lloremos nuestros muertos y continuemos luchando por esta esquina del planeta”.

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Samuel Rotter narra el ciclo de la violencia y el desarraigo
Foto: Cortesía

La generación resignada

Rotter afirma que no tiene la potestad para hablar en nombre de una generación. Sin embargo, al plasmar sus propias experiencias y sentimientos durante las olas de protestas que sacudieron Venezuela en la década de 2010, su libro inevitablemente se convierte en testimonio de la época que le tocó vivir. Si bien lo que ocurre en el libro es ficción pura, parte de una fuente de experiencias que casi la hacen sentir autobiográfica.

“Al final es una representación simbólica de una sensación que tanto yo como mis compañeros tuvimos creciendo en el país durante esos tiempos tan difíciles. Particularmente ese sentimiento de impotencia, el que hagas lo que hagas, la realidad a tu alrededor va a cambiar, lo quieras o no. Que no había manera de formar la vida que realmente estabas buscando para ti mismo. Era un proceso de constante adaptación, y al final de sometimiento”, asevera.

Más allá de la violencia, el autor cuenta que también buscó profundizar en el impacto psicológico que deja el país en su juventud. Como migrante, también buscó hacer hincapié en esa condición errante, pariente del desarraigo. Asevera que su intención es desmitificar el aura de romanticismo que en los últimos años ha tenido la migración para los jóvenes. “No es necesariamente un viaje de oportunidades, de progreso y de mejora. Es también una experiencia muy difícil de soledad, de inestabilidad mental”, agrega.

Diferentes lenguajes

Mientras gestaba Nada nos pertenece, Rotter cultivó la escritura en otros formatos, con guiones para cine y teatro. Fundó junto a Carolina Perelman en 2019 la empresa Producciones Nau, con la cual ambos han desarrollado todos sus proyectos en las tablas y la pantalla.

En el campo teatral, escribió y codirigió con Perelman la tragicomedia existencialista Claridad (2019) y también escribieron Un recuerdo después del Holocausto (2022), esta vez dirigida solo por la dramaturga. En cine, escribió y dirigió el cortometraje surrealista El malentendido (2020), además Confesiones, cinta dirigida por Perelman y que se estrenará en 2023.

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Durante la presentación, el escritor dijo que se inició en ese mundo como una manera de apoyar a su pareja; sin embargo, ahora se ve haciendo obras por el resto de su carrera. Destaca que, a diferencia de la literatura, tanto lo escénico como lo audiovisual poseen su propios lenguajes. Son mundos diferentes en los que la soledad del autor contra el teclado se cambia por el trabajo en equipo.

“Yo asocio lo literario, o al menos en las primeras fases más creativas, con un trabajo introspectivo muy profundo y de mucho tiempo. Por supuesto que más adelante acabas colaborando con las personas de la editorial, pero por mucho tiempo estás tú solo con la historia. En cuanto concierne lo audiovisual y lo escénico, realmente no tienes cómo hacer tú solo una obra de teatro o una película. Requiere un montón de personas y de capital, que a diferencia de la literatura, también puede ser una gran limitante”, dice.

Futuros proyectos

Nada nos pertenece actualmente está a la venta en la librería Casa Tomada de Bogotá, Colombia. Para ese país y Uruguay a través de Amazon. En Caracas, el libro se puede adquirir en las librerías Kalathos, Insomnia, Alejandría, El Buscón, Vizcaya y Sopa de Letras. También está disponible en el interior del país en la librería Aerolector del Aeropuerto Internacional de Maiquetía; Nacho, en San Cristóbal, Táchira; Librerías Latina, en Puerto Ordaz, Bolívar y Tecniciencias (las de Caracas y Valencia).

Por su parte, Rotter además de trabajar en la postproducción de Confesiones, está planificando una gira de Un recuerdo después del Holocausto. Anuncia que se presentarán en  Madrid el 4 de septiembre de 2022, y luego viajarán a Estados Unidos, donde tendrán dos funciones el 10 y 11 de  septiembre en Miami.

Ya con la experiencia de ver su primer libro en las estanterías, Rotter adelanta que ya trabaja en su próxima historia, para seguir sumando títulos a su tan anhelada faceta de escritor.

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