• Ángel Martínez e Israel Labrador tienen algo en común. Ambos perdieron a sus esposas y tuvieron que aprender a convivir con sus hijas, logrando mantener una familia feliz solo con dos. En el Día del Padre, El Diario reconoce las historias de dos padres que asumieron por su cuenta los retos de la crianza

Venezuela, quizás como el resto de América Latina, es una sociedad matriarcal. Es común que en gran parte de las familias sea la mujer quien se encarga de la crianza de los hijos, muchas veces solas y sin otro soporte que el de su propio esfuerzo. Aunque esta realidad es sumamente vigente, también hay historias que transcurren en sentido contrario. Hombres que, por diferentes motivos, asumen el reto de la paternidad sin el apoyo de sus familias.

Como en las películas, muchos padres salen cada día a trabajar luego de llevar a sus hijos a la escuela, acompañarlos a las reuniones con sus maestros y armas maquetas en las noches para la tarea. De la misma forma en que lo hacen las madres solteras, ellos también asumen el reto de la crianza con temple, incluso bajo circunstancias totalmente adversas y propias de los tiempos actuales, como sortear la crisis socioeconómica del país, o la crudeza de la migración.

En celebración del Día del Padre, El Diario presenta dos historias de hombres venezolanos que, contra la adversidad, debieron aprender a criar solos a sus hijas.

Ángel Martínez, un aprendizaje sin fronteras

Cuando el amor de un padre vale por dos
Foto: Cortesía

En sus redes sociales, Ángel Martínez comparte cada día con su hija Ainoha, de nueve años de edad. Ambos viven actualmente en Buenos Aires, Argentina, y manejan juntos una cuenta de Instagram y Facebook que sirve como blog. Allí publican recetas, bailes y viajes, así como su cotidianidad. Recientemente Ainoha cumplió años, y lo celebró mostrando con una sonrisa sus regalos: camisetas de sus animes favoritos y una torta con globos.

Es el primer cumpleaños que pasa sin su mamá. Priscilla Madero falleció a finales de 2021 a causa de una larga enfermedad. Para ese momento la familia vivía en Guyana, donde habían emigrado años atrás por el trabajo de ella. “Feliz pre-cumpleaños, mi vida. Tu mami desde el cielo también lo celebrará”, aparece en la descripción de otro video, con imágenes de los tres.

Para Ángel no ha sido fácil no solo con el duelo por la muerte de su esposa, sino además llevar completamente solo el peso del hogar. Comenta a El Diario que gracias al home office estaba acostumbrado a pasar gran parte del día con su hija, además de encargarse de las tareas domésticas como cocinar o limpiar. Sin embargo, para él todo pasaba por un trabajo en equipo, y para labores como maquillarla para un disfraz de Halloween o salir con sus amigas, era mamá quien se hacía cargo.

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“Todo lo consultaba con Priscilla. Siempre tuvimos un acuerdo sobre la forma en la que íbamos a criar a nuestra hija. Lo difícil es tomar decisiones solo, sin saber si lo estoy haciendo bien o no, sin tener el apoyo de mi esposa”, indica.

Un helado

Cuando el amor de un padre vale por dos
Ángel y Priscilla, con su hija Ainoha. Foto: Cortesía

Ángel relata que cada vez que necesitaban decirle algo que podía hacer sentir mal a su hija, primero solían llevarla a comer helado. El día que Priscilla falleció, Ángel fue a buscar a Ainoha a casa de una amiga con la que se estaba quedando. Explica que se estacionaron frente a su escuela, donde se armó de valor para darle la noticia. Sin llantos, solo dejó caer dos lágrimas y al preguntarle cómo se sentía y qué quería hacer, le respondió: “Vamos a comer un helado, papá”.

Al principio le preocupaba la falta de reacción por parte de su hija, el estoicismo con el que asumió la pérdida de su madre. Señala que habló mucho con ella y asistieron juntos a varias sesiones de terapia en el psicólogo. Allí aprendió que no todos los niños manejan el dolor igual, y que ella llevaba su propio duelo aunque no lo manifieste externamente. “Hay que dejarla con su proceso. Hay que estar pendientes, sí. Conversamos, expreso mis sentimientos frente a ella para que se dé cuenta de que es normal, pero no la puedo forzar”, dice.

Reconoce que Ainoha, en ese sentido, se ha convertido en su principal apoyo emocional. Al punto de ser ella quien lo consuela con un abrazo cada vez que se siente deprimido. “Ha sido más fuerte de lo que cualquiera puede pensar”, destaca.

Siempre acompañados

Durante el tratamiento de Priscilla, Ángel contó con el apoyo de varios vecinos y amigos ante la falta de familia por estar en otro país. En los días posteriores al funeral, estuvieron presentes con diferentes gestos, desde cuidar a Ainoha cuando él debía salir, ayudarles a pasear al perro, o simplemente llevarles la bolsa del mercado. Los describe como “ángeles que aparecen en tu vida”, resaltando a Ana, una señora colombiana que los acompañó en todas las etapas de la enfermedad.

Unas semanas después viajaron de regreso a Venezuela. Allí ambos pudieron reencontrarse con su familia y sanar juntos. Ángel afirma sentirse agradecido porque siempre contó con el apoyo de diferentes personas. A comienzos de 2022 volvieron a hacer las maletas, esta vez con destino a Argentina. Allí los recibió un amigo en la ciudad de Avellaneda, donde inscribió a su hija en la escuela. Aunque no tuvo problemas con el trabajo, sí admite que la parte más complicada fue conseguir vivienda, tardando alrededor de 20 días en conseguir un alquiler en la capital.

Ya con unos meses en Buenos Aires, siente que están adaptados. Ainoha está en cuarto grado en la misma escuela de Avellaneda, por lo que todos los días deben madrugar y viajar varios kilómetros. No obstante, afirma que todavía no planea inscribirla en otra escuela más cercana, pues la niña es feliz allí. “Ya ha tenido muchos cambios”, acota. En cuanto a él, señala que tiene muchos menos amigos que en Guyana o Caracas, por lo que debe enfrentar todo solo. Desde lo doméstico, hasta el lidiar con su propia melancolía.

“La soledad golpea mucho. Mi hija se va a la escuela y yo me quedo en casa. Trabajar online es una gran ventaja porque puedo atender las necesidades de mi hija, pero no poder compartir con otras personas y tener esa distracción te hace pensar cosas y comienzan a llegar momentos tristes. Comienzo a extrañar la compañía de mi esposa”, explica.

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Aun así, afirma que muy difícilmente se ve en el futuro con otra pareja, al menos de manera formal. “No creo que vuelva a tener una relación estable como la que tuve. Mi relación fue maravillosa, fueron 20 años increíbles, y si pudiera volver a vivir todo tal cual, lo viviría”, sentencia.

De cara al futuro

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Foto: Cortesía

Otro reto que Ángel ha tenido que afrontar es el hecho de aprender, siendo hombre, aquellas cuestiones que las niñas generalmente solo hablan con sus madres. “Lo hace un poquito más complicado, pero no es una barrera. Hay cosas que son muy íntimas y en las que no puedo adentrarme tanto, pero sí puedo servirle como cierta guía y buscar el apoyo externo de médicos o expertos”, indica.

Suspira al tocar el tema de la adolescencia. Aún faltan algunos años para que Ainoha llegue a la pubertad, pero asegura que lo importante es confiar en los niños y que vivan su proceso. Compara la educación en casa con una vacuna, ya que al tocar algún tabú, más que restringirlo sin peros, se debe mostrar como es y explicar por qué es malo, para que el joven desarrolle su propio criterio. 

“Los padres están para darle herramientas a los hijos, más ellos deciden cuál es el camino que van a tomar. Mostrarles lo bueno y lo malo, y les aconsejan cual es la mejor manera de vivir, pero la decisión final es de ellos. Uno puede tratar de corregir alguna mala decisión, pero sigue siendo de ellos”, opina.

Su mensaje para Ainoha:

“Le diría que luche por sus sueños, que se esfuerce para que obtenga las cosas que quiera, pero que no se olvide de vivir. Al final la vida es corta y llena de sorpresas, y no sabemos cuando pasan las cosas. Siempre y cuando sienta que ha vivido feliz, que lo ha hecho bien, no importa en qué momento pasen las cosas, si siente que está completa y logró las cosas que quería. Sin dejar de ser feliz ni de vivir. Esta etapa la superaremos en el algún momento y la veremos diferente”.

Israel Labrador, con perseverancia y fe

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Foto: Cortesía

Cuando su hija Yazmely tenía apenas un año y cuatro meses de edad, Israel Labrador perdió a su esposa. Fue un duro golpe para él, quien reconoce que vivió momentos muy oscuros de los que tuvo que aprender a sobreponerse. “No conocía de nada, me desesperé. No conocía de Dios”, comenta a El Diario.

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Dos décadas después, a sus 52 años de edad se aferra mucho a la fe al momento de hablar, ya que afirma que fue lo que le salvó. También resalta lo orgulloso que está de su hija, quien actualmente es comunicadora social. Reconoce que fue el impulso que lo llevó a esforzarse para procurarle una vida mejor. 

Admite que se requiere mucho coraje para afrontar los retos de la paternidad, pero que la misión divina que se encomendó fue la de acompañar a su hija en todos sus objetivos y victorias y la aceptó pese a su propia situación personal. “Yazmely me daba mucho valor. Me caía y volvía a parar, y eso me ayudaba para que las cosas salieran bien”, rememora.

En casa

Israel reconoce que contó con bastante apoyo en su tarea. Su madre lo ayudaba en casa para cuidar a su hija cuando le tocaba irse a trabajar. Más adelante, en la adolescencia, su hermana también se incorporó para acompañarla en su desarrollo y las cosas que él desconocía.

Aclara que aunque tuvo otras relaciones y luego dos hijas más, nunca trató de imponerle una madrastra. “No era igual. Ella a veces también me dice que le hizo falta su mamá, pero ya (estoy)  más tranquilo porque sé que todos venimos a un propósito. Para las personas que crean que no se puede hacer esto, les digo que no es imposible”, resalta.

Por su parte, explica que su rol principal fue el de servir como apoyo y tratar de guiarla desde su propia experiencia de vida, como al momento de afrontar sus primeros novios o los problemas en la escuela. “No hay que decirles no lo hagas, pero sí invitarlos a pensar bien”, aconseja.

Una sociedad diferente

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Foto: Cortesía

Para finales de los años noventa, Venezuela era una sociedad diferente. Israel recuerda que en más de una oportunidad se vio en problemas al ver que no había zonas para cambiar bebés en los baños de hombres, o que muchas actividades parecían estar reservadas solo para mamás. Ese factor de dejar toda la crianza en manos de la mujer todavía sigue presente, aunque en ese momento era mucho más evidente.

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Admite que en su momento fue duramente juzgado por criar solo a su hija. Continuamente recibía comentarios sobre lo que debía y no debía hacer, aunque con el tiempo aprendió a ignorarlos y solo escuchar las críticas cuando fueran constructivas. “Como las crié, solo Dios sabe qué hice bien y qué mal, y solo él puede juzgar”, agrega.

Describe todo como un proceso, una lucha constante que mantiene hasta la actualidad, 28 años después. “La sociedad le da la fortaleza en todos los aspectos a las madres, pero si falta ya el amor tanto el amor de madre como el padre, es un reto. Me di cuenta de que hay cosas que no pude hacer aun siendo su papá, pero tuve el reto y el apoyo de mi mamá y mi hermana para lo que faltara como personas femeninas. Y así, en conjunto, hicimos que ella fuera evolucionando en cada una de sus metas. Y eso nos ayudó tanto como familia, como en el amor”, apunta.

Buscando tiempo

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Foto: Cortesía

“Hice una promesa. Que todo lo que le faltara a ella, hasta lo último, la iba a apoyar hasta lograr esa meta”, acota. Por eso con su trabajo como conductor de un camión que distribuía pan logró ahorrar lo suficiente para costear su universidad. Antes de eso trabajó también en el Banco Central de Venezuela (BCV) y como independiente.

Afirma que siempre procuró que su trabajo no le quitara tiempo para disfrutar la crianza de sus hijas. De alguna u otra forma conseguía permisos para poder estar en sus actividades escolares, recogerla por las tardes o hacer cualquier diligencia. Igualmente, dedicaba cada fin de semana a pasear con ellas. 

Recuerda que de niño no pudo pasar mucho tiempo de calidad con su familia, por lo que aprovechó para disfrutar cada minuto. “Me nació del corazón, debido a que las cosas que quise tener nunca las tuve, y como padre uno quiere darle a sus hijos lo mejor”, dice.

Su mensaje para Yazmely

u0022El odio, la rabia, el rencor y la tristeza son dañinas para el corazón. Uno piensa que le hace daño a la gente, pero no, se daña uno mismo. Eso es lo que yo le he transmitido: primeramente Dios sobre todas las cosas que ame al prójimo como a ti mismo. Esos dos mandamientos resumen toda la Biblia. Mi consejo es que sean humildes de corazón, porque así serán grandes. Cuando tengan su familia, que lo que aprendieron de mí y de sus padres que lo transmitan, pues es el legado que dejamos cada uno de nosotros, la enseñanza y los valores. Los valores son fundamentales para que todo lo que hagan sea para bien. Que siga adelante y no flaquee, porque ella sabe que en los momentos difíciles Dios es grandeu0022.

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