• En su tercer intento, el senador y exguerrillero logró finalmente triunfar en las elecciones. Con un discurso más moderado que el pasado, representa la primera vez que un movimiento vinculado con el socialismo llega al poder en Colombia

Cuando se habla de persistencia, Gustavo Petro conoce bien su significado. Este 19 de junio de 2022 se convirtió en el próximo presidente de Colombia, luego de vencer con 50,51 % de los votos al empresario independiente Rodolfo Hernández. Es la tercera vez que se mide en elecciones presidenciales, siendo esta la vencida tras una carrera que empezó en el seno de la lucha armada y terminó en las altas esferas políticas.

El economista de 62 años de edad es el primer dirigente abiertamente de izquierda que llega al poder en una Colombia hastiada de su clase política. Su pasado como guerrillero y sus nexos con partidos como Comunes (antiguas Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, FARC) generan algunos temores por parte de los sectores más conservadores. Sin embargo, para esta campaña ha mostrado un discurso más moderado que nunca, en el que incluso criticó a viejos aliados como el régimen de Nicolás Maduro. Ahora tocará ver cómo será en sus cuatro años en la Casa de Nariño.

Con la coalición de movimientos de izquierda Pacto Histórico, y con la activista Francia Márquez como vicepresidenta, el programa de gobierno de Petro contempla poner fin al servicio militar obligatorio y desmantelar los Escuadrones Móviles Antidisturbios (Esmad). También propone un cambio drástico del modelo económico, renegando del extractivismo petrolero e impulsando una reforma agraria. Con este segundo punto, levantó fuertes críticas ante su plan de “democratizar” la propiedad de la tierra entre los campesinos, aunque firmó un documento en una notaría en el que se compromete legalmente a no expropiar en su gobierno.

Del campo de combate

Petro nació en Ciénaga de Oro, Córdoba, en 1960. Aunque viene de un hogar católico, se considera practicante de la Teología de la Liberación, un movimiento surgido en Centroamérica que combina los valores del cristianismo con conceptos marxistas de igualdad social. De niño su familia se mudó a Zipaquirá, en el Departamento de Cundinamarca, donde tuvo su formación escolar y política. En entrevistas ha dicho que su “despertar político” ocurrió el día que vio a su papá, un profesor, llorar por la muerte de Ernesto “Ché” Guevara.

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Desde la escuela tuvo contacto con diferentes organizaciones sindicales y obreras. No obstante, estudió Economía en la Universidad Externado de Colombia, una casa de estudios privada. Al egresar militó en el partido Alianza Nacional Popular (Anapo, fundado por el exdictador Gustavo Rojas Pinilla, aunque formó parte de su ala socialista. Con esto logró en 1984 resultar electo como concejal en Zipaquirá. 

Lo que no se sabía era que Petro llevaba una doble lucha. Desde los 17 años de edad ingresó a las filas del M-19, un grupo guerrillero de ideología nacionalista y bolivariana creada en 1970. Este grupo fue protagonista en 1985 de la toma del Palacio de Justicia, uno de los hechos más violentos de la historia reciente colombiana, pues durante la operación de rescate se produjo un incendio que, sumado a los excesos del Ejército, acabaron con la muerte de 101 personas y la desaparición de nueve, entre guerrilleros, personal del edificio y los magistrados de la Corte Suprema de Colombia. Se ha comprobado que Petro no estuvo relacionado con este incidente, pues de hecho, varios excomandantes del M-19 destacaron que su papel era de bajo rango, más en labores de propaganda.

Petro se reveló como militante del M-19 en 1984, luego de que iniciaran los procesos de paz de la organización con el gobierno colombiano. Su alias era “Aureliano”, en honor al coronel Aureliano Buendía de la novela de Gabriel García Márquez Cien años de soledad. En 1985 fue arrestado por conspiración y porte ilícito de armas, y enviado a la cárcel La Modelo de Bogotá. En 1987 fue liberado y participó en las conversaciones para la pacificación de la guerrilla. Finalmente su desmovilización ocurrió en 1990, cuando se incorporó a la vida política. 

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En el cauce

Gustavo Petro, la ola de izquierda que llega a la presidencia de Colombia
Foto: EFE/ Mauricio Dueñas Castañeda

Tras su desmovilización, el grupo se reformó como el partido Alianza Democrática M-19. Allí fungió como asesor de la Gobernación de Cundinamarca y en 1991 resultó electo como diputado de la Cámara de Representantes del Congreso. En 1994 pasó una temporada en Bélgica, luego de recibir amenazas de muerte.

Regresó a Colombia en 1997 y aspiró sin éxito a la Alcaldía de Bogotá. Se postuló nuevamente como diputado, ahora por la circunscripción de Bogotá. No solo resultó electo de nuevo, sino que en 2002 repitió con la votación más alta. En esa oportunidad denunció una presunta infiltración de grupos paramilitares en la Fiscalía General, por la cual recibió un atentado por parte del jefe de las Autodefensas Unidas de Colombia, Carlos Castaño. Nuevamente partió exiliado por unos meses, esta vez a Estados Unidos.

En 2005 formó parte de la creación del Polo Democrático Alternativo, una agrupación de partidos de izquierda con el un año después fue electo senador. Abandonó la plataforma en 2010, luego del fracaso de su primer intento de postularse a la presidencia. Ahora, bajo el Movimiento Progresista, en 2012 se convirtió en alcalde de Bogotá.

Su gestión estuvo marcada por una considerable reducción de la inseguridad, así como la creación del del Sistema Integrado de Transporte Público (SITP). También cambió el modelo de recolección de desechos sólidos, bajo un polémico esquema que en un principio tuvo problemas logísticos. Esto llevó a la ciudad a estar por varios días sin servicio. Por este hecho, opositores del partido de la U emprendieron un referendo revocatorio que acabó con su destitución por parte de la Procuraduría General de la Nación. No obstante, tras 35 días fuera del cargo, fue restituido por orden del Tribunal Superior de Bogotá.

El candidato

Gustavo Petro, la ola de izquierda que llega a la presidencia de Colombia
Petro, presenta a su fórmula vicepresidencial, Francia Márquez, antes de la primera vuelta. EFE/ Mauricio Dueñas Castañeda

Ya desde 2008 Petro había manifestado su intención de ser presidente. En 2009 participó en las primarias del Polo Democrático para las elecciones presidenciales de 2010. Aunque logró la nominación, no impresionó al electorado y resultó en cuarto lugar, con apenas 9,13 % de los votos.

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Esto no lo desanimó, y una vez más se postuló con su propio partido, Colombia Humana. Aquí comenzó el camino de Petro para comprender la moderación política. Más que socialismo, planteó un modelo de “capitalismo democrático”. Planteaba una distribución equitativa de la riqueza, pero sin radicalismos y defendiendo el derecho a la propiedad privada. Su nuevo mensaje caló lo suficiente para pasar la primera vuelta, pero al final fue derrotado por Iván Duque. El uribista lo hundió en los debates con críticas por su nexos con el chavismo y el régimen de Nicolás Maduro.

Al quedar segundo en las elecciones, obtuvo un puesto como senador, desde donde comenzó a planear su próxima campaña. Con casi 5 millones de votos, en 2021 ganó las primarias para obtener la nominación del Pacto Histórico. Fue el candidato más votado de todas las consultas interpartidistas, lo que ya le auguraba una primera vuelta segura en las elecciones. Para afianzar su alianza, nombró como compañera de fórmula a la vicepresidencia a Francia Márquez. La razón fue que ella resultó segunda en las primarias y ganó notoriedad como representante de los movimientos feministas y ecologistas.

Viendo que la clave del éxito estaba en la moderación, realizó su campaña con un tono más conciliador, aunque sin dejar de capitalizar el descontento popular por la gestión de Duque. Por otro lado, rompió nexos con el madurismo, alineándose más con tendencias de la nueva izquierda como el presidente de Chile, Gabriel Boric, o Andrés Manuel López Obrador, de México.

Amistad con altibajos

Gustavo Petro, la ola de izquierda que llega a la presidencia de Colombia
Hugo Chávez y Gustavo Petro en 1994. Foto: Cortesía

Petro ha sido fuertemente criticado a lo largo de su campaña por ser un admirador del difunto expresidente venezolano Hugo Chávez. Ambos compartían ideas del bolivarianismo, y en su momento llegó a considerarlo un modelo a seguir para América Latina. Esto en un momento donde la región era gobernada por la izquierda con Rafael Correa en Ecuador, Evo Morales en Bolivia, Cristina Fernández en Argentina y Dilma Roussef en Brasil. Petro aspiraba a entrar a ese club en representación de Colombia.

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Con el ascenso de Nicolás Maduro al poder, aunque mantuvo ciertas distancias, no dejó de estar en el mismo bando. En 2010, cuando la senadora Piedad Córdoba enfrentó un proceso de destitución por sus vínculos con las FARC, Petro tuiteó: “Mientras Venezuela avanza en el pluralismo, Colombia retrocede”. 

En marzo de 2016, durante una visita a Caracas, compartió fotos de un supermercado lleno de productos y negó que existiera una crisis de escasez y racionamiento de comida en Venezuela. Al ser fuertemente criticado y refutado con fotos que demostraban las colas y anaqueles vacíos de la realidad, un mes después, se volvió a pronunciar al respecto escribiendo: “En Venezuela abarrotan los supermercados de clase alta con productos importados y dejan al pueblo sin alimentos”.

Con el tiempo su distanciamiento del régimen de Maduro se fue acentuando, aunque más por la vía de la omisión que de la crítica abierta. Aun así, cuestionó en varias oportunidades la dependencia de Chávez al rentismo petrolero y aseguró que Maduro no pregonaba el verdadero socialismo. 

También ha intentado desmarcarse de los operadores políticos del chavismo en Colombia, como la propia Piedad Córdoba. A pesar de ser senadora electa por el Pacto Histórico y su colaboradora en las primarias, ante sus múltiples escándalos con la justicia fue separada de la campaña. Actualmente se discute revocarle el apoyo una vez se incorpore a su curul en el Congreso.

Expertos pronostican que el gobierno de Petro tendrá un tono similar al de mandatarios como Alberto Fernández (Argentina) o el propio López Obrador. Esto se evidencia en su postura a favor de restablecer relaciones diplomáticas con Venezuela tras tres años de ruptura. Aunque no se espera de él un apoyo incondicional a Maduro, lo más probable es que, por primera vez en su historia, se vea una colaboración estrecha entre el oficialismo venezolano y el gobierno de Bogotá.

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