• La inestabilidad política por las discusiones entre Alberto Fernández y Cristina Kirchner tienen en vilo al país, con consecuencias que se trasladan a la economía en forma de inflación y aumento imparable del dólar. El panorama es muy distinto al de 2016, cuando comenzaron a llegar venezolanos de forma masiva

Los venezolanos que viven en Argentina no están exentos de la crisis política y económica. Radicados ahora en este país, experimentan, sienten y comparten las alegrías y problemas que afectan al resto de la población. Y conforme pasa el tiempo, reflexionan entre cómo veían el panorama cuando llegaron y lo que pueda suceder a corto o mediano plazo, mientras tratan de entender un conflicto político diferente al de Venezuela, aunque varios efectos de la vida cotidiana les son sombríamente familiares.

Hoy en Argentina nadie sabe el precio del dólar en comparación con el peso. No al menos quien deje de monitorearlo por un rato. Cada hora que pasa hay subidas de dos, tres, cinco pesos. El 19 de julio el dólar  superó el umbral de los 300 pesos, y unas 24 horas después sobrepasa los 307, sin señales de detenerse.

La crisis arreció el sábado 2 de julio. Al final de esa tarde, la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner pronunció un discurso en homenaje al 48° aniversario del fallecimiento del expresidente Juan Domingo Perón, una de las figuras políticas más influyentes en la historia de este país en el siglo XX. Aún hoy, es motivo de debate en la sociedad, entre la que acumula detractores y distintos grupos de seguidores con doctrinas que atraviesan varios matices del arco político.

Migrar desde Venezuela para vivir otra crisis en Argentina
Foto referencial de Alberto Fernández

Kirchner está acostumbrada a que le digan La Jefa. Marca la agenda propia y ajena. Lidera. Y si algo ha demostrado es que no le importa disparar contra el propio gobierno del cual forma parte.

“Perón decía que no persuadía a la gente con palabras sino con hechos y ejemplos. En 1943 pidió ir al Departamento Nacional de Trabajo, que después transformó en Secretaría. Ahí tomó la lapicera y no la largó (soltó) más”, decía la vicepresidenta durante su alocución, en respuesta a su propio presidente, Alberto Fernández, quien el día anterior, citando a Perón, recitaba: “Jamás en la conducción política hay que obligar a nadie, hay que persuadir”, y le agregaba un estribillo personal: “El poder no pasa por quién tiene la lapicera sino la capacidad de persuadir”.

El presidente y la vicepresidenta rindieron, cada uno por su lado y con un día de por medio, en locaciones diferentes y acompañados de sus funcionarios fieles, actos destinados a Perón. Al ser Kirchner la que hablaba después, respondía a Alberto sin importarle el orden de jerarquías. Pero el contrapunteo quedó en un segundo plano cuando, todavía en tarima, se confirmaba la renuncia de Martín Guzmán —designado y afín por Alberto— como ministro de Economía. Era el segundo ministro en dos semanas —el primero fue Matías Kulfas, titular de Producción— en dejar el gabinete.

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El tifón político se trasladó a lo económico enseguida. Al lunes siguiente, 4 de julio, el dólar paralelo, (denominado como blue), saltaba de los 239 pesos, en que cerró la semana anterior, a un monto incierto. “Si tenés dólares, te los compro, pero hoy no vendo”, respondió un vendedor ambulante de la calle Florida, en el microcentro de la Ciudad de Buenos Aires, cuando se le consultó. Otro, a unos pocos metros, ofrecía a 250, y un tercero, a 260. Simultáneamente decenas de tiendas permanecían cerradas, y algunas remarcaban precios con recargos de hasta 30 %. Comerciantes se justificaron ante la falta de referencias y la incertidumbre a la hora de reponer mercancía. Ellos y quienes en ese momento caminaban por la zona coincidían en algo: ahora su dinero “vale/alcanza” para menos.

De una crisis a otra

Elías Baduy tiene 38 años de edad, es licenciado en Comunicación Social y llegó a la Ciudad de Buenos Aires en 2015 proveniente de Caracas. Siete años después, advierte, con asombro, los efectos del cóctel que genera la combinación de una alta inflación con el alza permanente del dólar.

“Cuando comparas lo que valían las cosas en 2015 con los precios de ahora, piensas que ‘nos fuimos’. Por un tiempo trabajé en una vinoteca y mi salario, de 12.500 pesos, equivalía a alrededor de 1.000 dólares. Ahora hay gente a la que se le puede hacer difícil superar los 200”, relató Baduy para El Diario.

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Pesos | Foto: EFE

En diciembre de 2015, cuando Mauricio Macri ganó las elecciones presidenciales de la mano de la coalición Cambiemos, el dólar paralelo se cotizaba a 14 pesos. Una de sus primeras medidas en el poder fue eliminar los cepos a la divisa estadounidense, para que fluctuara según lo determinara el mercado. Los ciudadanos podían ir a una taquilla de banco o casa de cambio y abastecerse de dólares, en un giro de 180 grados con respecto a los de 12 años previos del kirchnerismo, que había impuesto severas restricciones.

De 60 a más de 300

Cuando Alberto Fernández derrotó a Mauricio Macri en las elecciones presidenciales de octubre de 2019, el dólar promediaba los 60 pesos. En sus dos años y medio de mandato, con todo y los controles a la divisa estadounidense, no pudo evitar su ascenso hasta las marcas históricas actuales, que superan los 300 pesos por dólar.

“A pesar de no darme grandes gustos, tenía posibilidad de ahorrar y tener una mejor calidad de vida. Hoy, como un argentino más, me toca sortear todas estas eventualidades”, sopesó.

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Baduy trabaja junto con su hermano en una empresa de transporte de mercancías que fundaron juntos. En una semana buena, según la cantidad de viajes que realicen, cada empleado —trabajan en formato de cooperativa— puede facturar entre 36.000 y 46.000 pesos, por lo que a veces superan los 100.000 pesos mensuales, un monto mayor al salario promedio de gran parte de la población, pero que en medio de la depreciación de la moneda, equivale a menos de 500 dólares.

A esas cifras, además, deben descontarle lo que consumen en combustible, los impuestos y el mantenimiento de los vehículos.

“Tenemos la posibilidad de crecer, pero la situación del país definitivamente nos afecta”, agregó.

Por el momento, él y su pareja prevén seguir en Argentina, aunque no descartan una segunda migración si se les presentara la oportunidad.

Con fe en Argentina en medio de la tormenta

Baduy no es el único venezolano que ha notado los embates políticos y económicos. Jacmibel Rosas también es comunicadora social, además de locutora y community manager certificada. Cambió Valencia, capital del estado Carabobo, por Merlo, una localidad en la provincia de Buenos Aires. Viajó con su hija, en agosto de 2018, para reencontrarse con su pareja, quien había llegado al país en marzo de ese mismo año.

Transcurría poco más de la mitad del mandato de Macri, y el dólar rozaba los 40 pesos, que si bien hoy en día parecen un precio bajo, eran elevados para la época. Se trataba de uno de los primeros vestigios de una crisis económica que al año siguiente treparía hasta 60, en lo que fue uno de los puntos débiles para un gobierno que llegó con la promesa de bajar la inflación pero restituyó, antes de marcharse, un cepo que mantuvo y fortaleció la dupla Kirchner-Fernández.

Billetes de colores en comparación al dólar

En Argentina existen billetes de 10, 20, 50, 100, 200, 500 y 1.000 pesos. Cuando se los compara con el dólar blue, el más alto apenas compra poco más de 3 dólares si se lo divide entre 300.nEl de 500 vale menos de 2 dólares y el de 100, unos 30 centavos.n

Cuando armaron sus planes para viajar a Argentina tomaron en consideración la facilidad que tenían para obtener una residencia legal, el hecho de que se tratara de una sociedad acostumbrada a recibir a extranjeros y el no tener que revalidar sus títulos para ejercer su profesión. Rosas, de hecho, escribe para el portal Panas en Utah, mantiene ininterrumpido su programa “Guapas y apoyadas” —que creó y exportó desde Venezuela— y en paralelo maneja contenidos de redes sociales para clientes de diferentes países, argentinos incluidos.

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“Hoy tenemos una vida tranquila. Ayudó mucho el buen recibimiento que ha tenido la comunidad venezolana. También el gozar de un estatus legal. Y estar siempre enfocados en lo que queríamos hacer”, comentó Jacmibel en entrevista para El Diario.

Advirtió, eso sí, que todo comienzo de una migración es un proceso fuerte. En su memoria, por ejemplo, todavía están frescos los recuerdos de visitar, con su pareja, la Catedral de Buenos Aires, en la Capital Federal. Era un lugar al que acudían en búsqueda de refugio para retomar fuerzas mientras se adaptaban a su nuevo hogar.

Y hoy tampoco son ajenos a la crisis que sacude a Argentina. Rosas, en ese sentido, responsabiliza al gobierno de ser el génesis de la incertidumbre, pero es cauta cuando la invitan a trazar un paralelismo con lo que sucede en Venezuela.

“Se han incrementado los robos y evito sacar el celular en la calle. Hay pobreza, desempleo, y eso no ayuda. Con la inflación, cuando vas al mercado y compras los mismos productos, mes a mes aumenta el total de lo que pagas”, señaló.

De todos modos, si bien los venezolanos cargan el background de la catástrofe de su país, consideran importante escuchar a los locales. Especialmente en un país que en los últimos 70 años también atravesó situaciones enrevesadas, como hiperinflación, default, una dictadura militar y una guerra en simultáneo —1976 – 1983—, atentados terroristas en la década de los noventa o el tener cinco presidentes diferentes en menos de un mes, como ocurrió en diciembre de 2001.

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Tantas cicatrices no han impedido, por ejemplo, que la democracia se mantenga vigente desde hace 39 años, o que el país marcara el hito mundial de que un gobierno civil, recién restauradas las libertades en 1983, llevara a cabo el Juicio a las Juntas para condenar a militares que cometieron crímenes de lesa humanidad, como en el caso de Rafael Videla y Emilio Massera.    

“Los venezolanos también tenemos que escuchar para conocer su historia, su realidad. Los argentinos, por ejemplo, siempre cuentan que hay años de crisis y luego de repunte”, atajó Rosas.

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Uno de esos casos pudiera replicarse, a su parecer, si hay un cambio de gobierno en las elecciones presidenciales y legislativas que están pautadas para finales de 2023, para cuando pronostica que la sociedad debe tomar una decisión que califica como histórica.

Un gobierno tripartito

El oficialismo en Argentina está agrupado en el Frente de Todos, una coalición conformada por Alberto Fernández (presidente del Partido Justicialista), Cristina Kirchner (líder de la agrupación La Cámpora) y Sergio Massa (presidente de la Cámara de Diputados y titular del Frente Renovador). nA su vez, cada una de estas tres patas se compone por diferentes agrupaciones y movimientos.n

“La crisis política incide en la economía. No gobierna quien tiene que gobernar, sino una segunda persona disfrazada”, opinó, en referencia al rol que en la práctica ejerce Cristina Fernández de Kirchner sobre Alberto Fernández. “Tiene que gobernar el presidente, pero de verdad, sin que tenga que pedir permiso”.

Basada en estas cuestiones, manifestó que Argentina tiene su historia y su cultura, y Venezuela la suya. Encantados de Merlo, no tienen en mente salir a una segunda migración, en parte por la estabilidad que han construido como familia, y por sentirse a gusto en Argentina. “Estamos aquí y le apostamos a este país; ese siempre ha sido nuestro norte”.

Comparables, con similitudes y diferencias, si en algo pueden coincidir argentinos y venezolanos es en haber experimentado en primera persona las consecuencias de ese fantasma llamado inflación, que se agrava cuando hay inestabilidad política.  No es la primera vez que unos y otros se ven las caras con restricciones en el acceso a divisas. Si se trata, sin embargo, del debut de esta comunidad venezolana para vivir fuera de su país esa turbulencia de la cual los locales, antes, les alertaron que a ellos los atormentó en tantas ocasiones: las crisis cíclicas argentinas.  

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