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- El equipo de El Diario realizó un recorrido por el icónico recinto que tiene más de 70 hectáreas de vegetación y una historia marcada por la variedad de especies que todavía alberga a pesar de las dificultades. Catalogado como uno de los pulmones de la capital, el Jardín Botánico esconde cientos de especies únicas
*Este reportaje de El Diario se publicó originalmente el 25 de julio de 2022.
El Jardín Botánico de Caracas es un refugio vegetal que ha podido mantener, durante años, un muestrario de ejemplares de plantas de cada estado del país. Sus instalaciones, con más de 2.500 especies con todo y el descuido que lastima, resguardan muchos años de historia botánica no solo de Venezuela, sino también de distintas partes del mundo.
Este centro perdió aproximadamente el 50 % de las especies de palmas tras la pandemia del covid-19, que comenzó en marzo de 2020. La bióloga y jefa del Centro de Investigación del Instituto Experimental del Jardín Botánico, Yaroslavi Espinoza, explica que durante muchos años Venezuela destacó por tener uno de los primeros jardines con más diversidad de especies de palmas en América. Se llegaron a reportar más de 300 especies de palmas, pero actualmente ese número disminuyó a 120 y 150 en los últimos cinco años.
Quienes trabajan diariamente en estos espacios sostienen que es posible recuperar la flora perdida y ampliar la biodiversidad del jardín por su su relación con Caracas. El Jardín Botánico alberga especies que históricamente estimulan, con el paso de los años, la necesidad de promover su conservación a través de un desarrollo forestal sustentable. Pero uno de los primeros pasos para que esto suceda, dice Espinoza, es que el caraqueño tenga una relación más cercana con estos espacios.
Espinoza asegura que, durante muchos años, el distanciamiento de muchos caraqueños con el Jardín Botánico se debía a un sesgo que trazaba una línea de interés principalmente para biólogos e investigadores y nunca se apuntó hacia atraer la mirada de la ciudadanía en general.
El despliegue vegetal de este jardín se expande por más de 70 hectáreas, repartidas en 10 áreas planas y 60 de colinas. Abierto al público en 1958, se trata del único jardín botánico de la ciudad y formó parte del proyecto original de la Ciudad Universitaria de Caracas, creado por Carlos Raúl Villanueva.
Su valor simbólico también reside en que dentro de sus espacios resguarda especies de árboles y plantas de todos los rincones del país. Es un museo vegetal que se ha convertido en un refugio para conservar ejemplares amenazados y únicos. Uno de los principales tesoros se puede conseguir en la laguna Venezuela. Allí se encuentran dos especies de lotos: uno japónes de color rosado y otro blanco proveniente de Egipto.
Espinoza explica que hace muchos años, con la adopción de especies de distintas partes del mundo, al jardín llegó una semilla clonada que fue hallada en una de las pirámides de Egipto. Su primer registro data de hace 3.000 años y una de las semillas fue donada a Venezuela. Al llegar fue cultivada y se adaptó con éxito al ecosistema. Otra de las especies más afamadas y preciadas del lago es la Victoria regia o amazónica, un lirio de 2,40 metros de ancho, tan grande y vigoroso que puede soportar el peso de un niño. También le acompañan otras especies de plantas nenúfares y ninfas.
Un tesoro dentro del recinto
En el Jardín Botánico la persona está destinada a encontrarse con las distintas especies de palma que posan en la zona cercana a la autopista Francisco Fajardo. Espinoza indica que aunque fue un bosque creado, existen las condiciones climatológicas y ambientales para que muchas especies se establezcan. Uno de los factores que ayudan a beneficiar el equilibrio de este ecosistema es la presencia de briófitos o musgos que proporcionan cantidades importantes de humedad al ambiente.
En cuanto a las especies de palmas, la bióloga menciona que actualmente se han podido mantener ejemplares provenientes de los cinco continentes. También menciona el caso de la especie de palma Pelagodoxa henryana (nativa de las islas Mauricio), que se considera en peligro de extinción y que fue sembrada en Venezuela. Sin embargo, debido a las restricciones por la pandemia del covid-19, la palma se marchitó.
La palma Corypha Umbraculifera es otro de los atractivos del jardín. En febrero de 2022 se reportó el florecimiento de la palma de Ceilán, oriunda de India y Sri Lanka. Desde el año 2013 esta palma ostenta el Récord Guinness como la inflorescencia ramificada más grande del mundo. El espécimen mide aproximadamente 20 metros y posee un tallo grueso de al menos 1,3 metros de diámetro. Pero más allá de su importancia científica, este ejemplar tiene un significado simbólico para el personal del Jardín Botánico.
Justo al lado de este ejemplar, que ya alcanzó su etapa de maduración y ahora esta en proceso de marchitarse, se encuentra una palma de Ceilán en etapa juvenil. Su historia de crecimiento es particular porque fue sembrada en honor al jardinero August Braun, quien falleció en el año 2003. Con motivo de su fallecimiento, el personal decidió esparcir sus cenizas en las cercanías de esta palma que se espera que florezca en unos 40 años.
A pesar de esto, Espinoza menciona que la palma “podría dar una sorpresa” debido a su historia. Esta palma se caracteriza porque sus hojas pueden llegar a pesar hasta 10 kilos. Asimismo, en sus ramificaciones laterales posee pequeñas púas que son similares a los dientes de un tiburón.
Otra de las palmas que han sido sembradas en jardín es la palma bismarckia (Bismarckia nobilis), un ejemplar que si bien es endémico de la isla de Madagascar, se puede conseguir en varias zonas de Caracas. Su rareza radica en que su contacto con los rayos solares da una sensación de color más azulado. Estas especies necesitan mucha radiación, por lo que es un ejemplar predilecto para ser sembrado en espacios abiertos. Su resistencia al sol se debe a que la palma posee una cera que les permite redireccionar la radiación.
Al igual que estas plantas, en el bosque xerofítico, a pocos metros de la entrada al jardín, se conservan varios ejemplares de interés botánico y científico.
En esta zona se pueden conseguir un ejemplar de Agave cocui, pariente cercano de los emblemáticos agaves de Mexico. Esta planta es considerada una especie endémica de las zonas áridas de Venezuela. Otra especie que llama la atención de quien suele recorrer estos caminos es la llamada pata de elefante. Su estructura es capaz de almacenar agua durante aproximadamente dos años.
Un museo vegetal
Actualmente el Jardín Botánico se encuentra en una fase de remodelación por motivo de los 300 años de fundación de la Universidad Central de Venezuela (UCV). El régimen de Nicolás Maduro, a través de una comisión, está realizando trabajos de recuperación en varias áreas de esta casa de estudios. Pero más allá de las tareas de embellecimiento del jardín, es necesario impulsar los procesos que mejoren el cuidado del ecosistema.
Para ello, dice Espinoza, es necesario la activación de un sistema de riego que cubra las necesidades de cada una de las plantas. También esperan que puedan retomar sus actividades habituales en el laboratorio que actualmente se encuentra en remodelación. “Es de suma importancia la incorporación de un sistema de riesgo porque tenemos ejemplares en un estado delicado”, afirmó.
En cuanto a la recuperación de las especies, la bióloga menciona que, gracias a iniciativas de voluntarios, grupos ambientalistas y empresas públicas y privadas, se está llevando a cabo un proyecto de reforestación de ejemplares que se han perdido con el paso del tiempo e incluso especímenes nunca antes sembrados en el recinto.
“Estamos hablando con viveros y coleccionistas de especies para que podamos reponer especies. Actualmente pertenecemos a un grupo de coleccionistas de palmas que nos han apoyado en esta tarea de recuperar especies que necesitan estar un poco más grandes para poder ser trasplantadas. También tenemos cultivadas algunas plántulas que van a ser sembradas en su momento. Además estamos trabajando en reubicar en un lugar adecuado a los ejemplares que crecieron de manera espontánea. Estamos trabajando poco a poco”, señaló.
Actualmente se organizan jornadas de voluntariado en los espacios del Jardín Botánico en los que participan personas de todas las zonas de Caracas. Las personas acuden los fines de semanas para colaborar con la limpieza y desmalezamiento de las áreas que siguen afectadas. La idea en un futuro, dice Espinoza, es que estos voluntarios puedan recibir capacitación para ofrecer visitas guiadas dentro del recinto. También está planteado incorporar la digitalización de la información a través de código QR para que las personas que visiten el espacio puedan informarse de las especies de plantas y árboles que se encuentran en el lugar.
Espinoza considera que el Jardín Botánico es un símbolo de resistencia que perdura en Caracas. A pesar de las críticas sobre sus condiciones, este centro de conservación alberga especies que no se ven habitualmente en la ciudad. También menciona que cada especie crece y se reproduce con mínimas condiciones. Es un museo vegetal que cada persona que visite Caracas debería conocer. “Cada especie tiene una historia sobre cómo llegó y cómo creció. Cada planta esconde una curiosidad y tiene una anécdota diferente. Eso es lo mágico de este lugar”, concluyó.
