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- El comerciante venezolano Juan Carlos Ríos viajó por negocios en 2001 a Nueva York, y terminó siendo testigo de uno de los hechos más impactantes de las últimas décadas. En entrevista para El Diario, relata cómo vivió de cerca el atentado contra las torres del World Trade Center
Existen acontecimientos que marcan para siempre la memoria de toda una generación. Por ejemplo, muchas personas son capaces de recordar a la perfección lo que hicieron la mañana del 11 de septiembre de 2001, cuando una noticia paralizó por completo al mundo. Ese día, cuatro aviones comerciales fueron secuestrados por miembros del grupo terrorista Al Qaeda, con el objetivo de estrellarse contra edificios importantes de Estados Unidos.
Dos de ellos impactaron contra las torres del World Trade Center (WTC) en Nueva York, provocando que se derrumbaran. El tercero chocó contra un ala del Pentágono y el cuarto fue recuperado por los pasajeros, pero se estrelló en un campo de Pensilvania antes de llegar a la capital Washington DC. Entre los tres atentados sumaron más de 3.000 muertos, así como alrededor de 25 mil heridos.
Una persona que puede recordar a la perfección lo que ocurrió el 11-S es el comerciante Juan Carlos Ríos. Conocido popularmente en redes sociales como JR Petare, el venezolano cuenta a El Diario cómo vivió ese día con detalles. Y no es para menos, pues estuvo en Nueva York cuando las torres gemelas colapsaron, presenciando todo desde unas pocas cuadras de distancia.
“Es una experiencia que no le recomendaría a nadie, pero uno no sabe en qué momento va a estar cuando pasen las cosas. Solo Dios lo sabe”, declara.
Una mañana sorpresiva
Ríos relata que estaba en la ciudad junto a unos amigos en un viaje de negocios. Para esa época aún existían los vuelos directos entre Nueva York y Caracas, y precisamente tenía programado su regreso para el 11 de septiembre, a las 4:00 pm. Esa mañana se levantaron temprano para desayunar y preparar todo antes de ir al aeropuerto. Ya en el restaurante, notaron algo extraño en el cielo.
“Casualmente entramos a la parte del Downtown de Manhattan y pasa un avión comercial muy cerca, lo que nos pareció raro porque no suelen volar tan bajo. Cuando regresamos a donde nos quedábamos nos dicen que se estrelló una avioneta contra una de las torres gemelas”, afirma. Específicamente se trataba de la torre norte. Eran las 8:46 am.
Una avioneta. Sin comprender del todo lo que ocurría, la primera impresión de muchos fue que se trataba de un accidente. No era algo descabellado, pues ya había un antecedente en 1945, con un avión militar B-25 que se estrelló contra el edificio Empire State por una neblina. Sin embargo, 16 minutos después del primer impacto, los camarógrafos que recién llegaban al lugar grabaron a un segundo avión estrellarse contra la torre Sur del WTC. Ahora comenzaba a plantearse la posibilidad de un ataque. No obstante, sin redes sociales y con la telefonía celular aún no tan masificada, la información no circulaba tan rápido, por lo que lo poco que sabía era entre rumores y por los medios de comunicación que hacían lo posible para reportar lo que pasaba.
Mientras tanto, JR Petare le propuso a sus compañeros ir a ver lo que ocurría. Comenta que todos se negaron, por lo que salió solo. Caminó por toda la Quinta Avenida de regreso a Lower Manhattan, en un trayecto de poco más de una hora. Estaba llegando al Distrito Financiero, a una distancia de unas seis millas (9,6 kilómetros), cuando pudo ver a lo lejos la torre sur colapsar. Eran las 9:59 am.
“Vi la primera de las torres desmoronándose, gente gritando palabras en inglés, llorando. Cuando llegué a cierta parte cerca del Wall Street, había cantidad de humo, papeles en el piso por doquier”, narra. Casi 30 minutos después vería desplomarse la torre norte.
Imágenes para el recuerdo
Una de las cosas que le llamó la atención a Ríos es que la gente se negaba a recoger los papeles chamuscados que llovían entre la humareda donde hasta unos minutos estaban las torres. Recuerda que muchos tenían miedo de levantarlos porque decían que eran evidencia y podrían tener problemas después con la policía, o con el Buró Federal de Investigaciones (FBI).
Pero los bomberos y oficiales cercanos estaban demasiado concentrados como para preocuparse por los papeles. El venezolano traía una cámara desechable de rollo, con la cual tomó varias fotografías que aún conserva. En la mayoría se ve la avenida cubierta de polvo y los camiones que marcaban el perímetro de seguridad. En otras se observa a los bomberos descansar en el suelo, exhaustos, mientras algunas personas transitan por allí, entre sorprendidas y confundidas.
Comenta que le dieron una mascarilla y durante el tiempo que permaneció allí ayudó a levantar a la gente que se desmayaba de la impresión. Antes de caer la última torre, recuerda los gritos al ver las personas que se arrojaban desde los pisos más altos. Era una muerte segura que quedó registrada en muchas fotografías y videos a lo largo de esa larga hora.
“Tú veías realmente el desespero de ese momento. No hacía falta tener un familiar ahí para ver la magnitud de lo que pasaba. Fue super desagradable”, agrega.
Ríos describe el colapso de las torres gemelas como el de una implosión, totalmente en vertical mientras eran envueltas en una enorme nube de polvo que se extendió por las avenidas aledañas. Esa noche volvió otra vez al lugar al WTC, un poco más cerca. Caminó por más de una hora por el West Side, pues ya para entonces se había suspendido todo el servicio de transporte público y se habían cerrado los accesos a la isla de Manhattan. Por supuesto, desde que vio las torres caer aquel símbolo neoyorquino supo que tampoco podría volar ese día de regreso a Venezuela.
Desesperación
“Sinceramente fue como algo del otro mundo, algo que no se esperaba. Cuando te dicen que se estrelló una avioneta es algo como qué simple. Con un edificio tan grande y bien construido no ibas a pensar que iba a ser tan lamentable lo que pasó. Había que estar en ese momento para vivirlo”, resalta.
Aun así, aclara que en ningún momento sintió que su vida corriera peligro. Esto a pesar de la destrucción presenciada, y de que ya el entonces presidente George W. Bush había decretado estado de alerta máxima. Pero quienes estaban en la calle sin ver la televisión aún no procesaban que estaban ante el mayor atentado terrorista de la historia contemporánea.
De hecho, acota que muchos de los bomberos y policías actuaron ignorando este riesgo. Destaca que desde el principio se desplegaron para atender la emergencia, cumpliendo con su deber sin pensar que las torres podrían derrumbarse.
“Eso sí tiene ese país que en el momento indicado todos los camiones que puedan de bomberos y policía están en el sitio, pero de verdad que la desesperación era grande”, asevera. Entre las víctimas de ese día se registra que hubo 343 bomberos, 23 oficiales del Departamento de Policía de la ciudad, y 24 de la Autoridad Portuaria de Nueva York y Nueva Jersey.
Ríos relata que también vio a muchos civiles ayudando a los heridos o repartiendo mascarillas y agua. Varios eran latinos como peruanos, ecuatorianos y mexicanos que trabajaban en los negocios cercanos.
Noches de incertidumbre
Pero los días siguientes fueron quizás los más complicados para el venezolano. Luego de conocerse la naturaleza del ataque, el miedo y la paranoia se apoderaron de los estadounidenses, y especialmente de los neoyorquinos. Ríos y su grupo se alojaban en un edificio de la calle East 31, a unas cuadras del Empire State. Las amenazas de bomba o falsas alarmas bastaban para encender el pánico y hacer que el edificio fuera evacuado.
Los vuelos internacionales se reanudaron casi de inmediato a pesar de que Estados Unidos seguía en estado de emergencia. De hecho, Ríos y sus compañeros lograron reprogramar su salida para el 15 de septiembre. “Casualidad, yo cumplo el 14 de septiembre, y ya para el día siguiente teníamos vuelo. Y a los amigos míos (en Venezuela) les digo que la única forma de que no nos veamos mañana es que se caiga otro avión”, asegura.
El 12 de noviembre, dos meses después del atentado contra las torres gemelas, el vuelo 587 de American Airlines salió del Aeropuerto Internacional John F. Kennedy con destino a República Dominicana. Unos minutos después de despegar presentó fallas mecánicas y se precipitó contra una zona residencial en el barrio de Queens. Las 265 personas en el avión murieron, además de otras cinco que estaban en tierra. Si bien esto se trató de un accidente enteramente casual, las autoridades al momento no descartaron una posible conexión con la tragedia del día anterior, por lo que todos los vuelos fueron cancelados nuevamente. Al final, JR Petare volvió a Caracas el 16 de septiembre.
Un mundo diferente
Con la caída de las torres gemelas, Estados Unidos comenzó una década por la lucha contra el terrorismo, conflictos con el Medio Oriente y el foco mundial sobre los grupos radicales islámicos que se convertirían en la nueva gran amenaza para Occidente. Ríos, quien viaja constantemente para importar mercancía, notó cómo los controles de seguridad en los aeropuertos se volvieron mucho más estrictos.
“Anteriormente eran super estrictos con cualquiera que iba con una bolsa o una maleta, todo era mucho más restringido. Uno pensaba, verga, si paso frente al policía me va a detener”, rememora.
Calcula que por al menos siete u ocho años el país mantuvo restricciones y protocolos muy rígidos no solo en los terminales aéreos, sino en cualquier sistema de transporte como los trenes. También dijo que se volvió normal ver una masiva presencia policial en cada esquina, sobre todo en sitios turísticos como el Times Square. “En vez de sentirte seguro, te da como más temor de que pueda pasar algo más”, añade.
Un nuevo futuro
Con el tiempo, Estados Unidos ha aprendido a sanar y superar los traumas del 11-S. Luego de meses de demoliciones y limpiar los restos de las torres, la zona cero quedó como una cicatriz sobre la cual los neoyorquinos edificaron su futuro. En 2014 se inauguró allí el One World Trade Center, el nuevo rascacielos más alto de Nueva York, aunque de menor altura que las originales. También un complejo de seis edificios extras además del Monumento Nacional y Museo 11 de Septiembre.
En las bases de las antiguas torres gemelas hay dos fosas convertidas en una fuente. A su alrededor hay un muro con los nombres inscritos de todas las víctimas. JR Petare ha visitado este parque en varias oportunidades. Señala que hace dos años se permitió de nuevo el vuelo de helicópteros por la zona para recorridos turísticos. Una señal de los tiempos que vive el Estados Unidos actual.
El influencer menciona que cada año suele publicar un mensaje conmemorando lo sucedido. Afirma que no lo hace para presumir que estuvo allí, sino para rendir tributo a todos los que murieron. “No hace falta ser americano para mostrar respeto. Allí también murieron venezolanos y gente de otros países”, dice. Efectivamente, de acuerdo con los registros, de los 139 latinoamericanos que perdieron la vida ese día, 13 eran venezolanos.
