• Luis Carreño, de los actores de doblaje más reconocidos del continente, habla sobre su oficio, trayectoria y aconseja a las nuevas generaciones

Orillado hacia una de las esquinas de la cama king size, Luis Carreño hurga en los bolsillos de su chaqueta. Sus dedos atinan con su teléfono. Inicia sesión en Spotify. Elige La canción más hermosa del mundo de Joaquín Sabina. Su mente, cuerpo y cuerdas vocales reclaman una pausa. 

En la habitación gravita la voz inconfundible de Sabina. Luis Carreño paulatinamente armoniza con esa tranquilidad consistente y acorazada que ansiaba desde los aplausos y el cierre de su show #UnaVozMilHistorias, el taxi de regreso, el lobby del hotel, el ascensor.

Se siente aliviado de tantas voces, las ajenas y las propias. 

La única voz que escucha es la de sí mismo. Nada de interpretaciones ni pautas de doblaje. 

Un momento ideal para desdoblarse y reflexionar en lo que ha sido su vida y carrera.

En una ciudad como Guayaquil, a 2.000 kilómetros de su hogar materno en Los Palos Grandes, Caracas; a 3.000 kilómetros de su residencia actual, Miami, se traza un triángulo casi perfecto que admite la siguiente ecuación: un viaje desde el inicio de una trayectoria hasta hoy. 

—Cuatro décadas… —suspira. 

Una canción más y a descansar. Pero antes, en esta entrevista para El Diario, uno de los actores de doblaje con mayor reconocimiento del continente nos hablará sobre su carrera.

Primera pauta

“Cuando duerme la ciudad”

Luis Carreño
Foto cortesía

¿A qué hora del día te gusta escucharte?

—Al final del día, “cuando duerme la ciudad”, como escuchamos en la canción de Rubén Blades. Me gusta la noche, ese tiempo de silencio, cuando la ciudad se apaga, cuando la sociedad ya dio todo lo que iba a dar, y yo, como parte de ella, también. Entonces, si se quiere, se me antoja un acto chamánico ese encuentro que requiero con mi alma. Busco mi esencia. Me escucho. Ya que mi propia voz no está al servicio de una personalidad ficticia, de un tono, de una intención publicitaria, de un carácter o personaje de live action, cartoon o anime.

Hace una pausa, respira. Gradúa su voz a un tono confesional:

—Antes, en Venezuela, cuando disponía con más espacio para el alma con el que cuento hoy, lo hacía dos o tres veces cada semana. Desde que vivo en Estados Unidos, ¿quieres saber?, lo hago a diario. Se han vuelto imprescindibles esos minutos para encontrarme espiritualmente conmigo, pues por las dinámicas de la vida fuera del país, algunas cosas que valoro quedan en segundo plano. 

33 veces Shakespeare. O “cómo crecí entre los bastidores del Teatro Nacional”

A los 12 años, Luis Carreño asistió a 33 funciones de La tempestad en el Teatro Nacional durante 10 fines de semana: récord extraoficial como espectador shakesperiano en cualquier teatro caraqueño. El montaje de la obra promedió las 3 horas. Un total de 99 horas de tormenta artística. Su hermano mayor, el actor y locutor Frank Carreño, interpretó a uno de los personajes. 

—Después de una experiencia como aquella, seguro te dedicas a la actuación. Mi hermano también es un actor reconocido del doblaje. Le ha dado voz a Pinky, y al demonio de Tazmania, y también al Gallo Claudio, y a numerosos personajes más. 

Luis Carreño toma su teléfono. Tres llamadas pérdidas. Activa el “modo avión”:

—En 1987 o 1988 durante una cena familiar, Frank aguardó con timing teatral el momento oportuno para la gran noticia. Dijo: “Voy a ser actor, me inscribiré en la Escuela de Teatro Porfirio Rodríguez, en Petare”. Y eso fue como ¿un artista aquí?, ¿de dónde?, ¿cómo y cuándo…?, ¿en una familia de comerciantes? Quizá eso tenga explicación. Mi padre es un voraz lector y melómano. Y nos llevaba a las temporadas de ópera del Teatro Teresa Carreño.

»A principios de los noventa, mi hermano comienza en la Compañía Nacional de Teatro. Nuestros padres se divorciaron cuando yo apenas tenía seis años. Mi madre trabajaba. Por lo que Frank debía cuidarme. En los circos los niños nacen y se crían en él, pues el mundo es ese circo. Esta historia tiene un aire de circo. En lugar de elefantes, trapecistas o domadores, crecí entre actores y vestuaristas, musicalizadores y escenógrafos. Cuando llegó el momento, no había otra vocación que ser artista. Ser intérprete. 

»Sostengo que soy intérprete y no actor. Tomo un guion, un texto. Y lo interpreto. Trato de comunicar efectivamente el mensaje. Y Frank me trajo a este universo… Me abrió las puertas desde el punto cero hasta el punto en que ahora me encuentro. Esto no hubiese empezado si no me lleva de la mano a mi primera prueba de doblaje. Y en aquel momento me dije: “Este es mi oficio. Esta es mi vida. Y tomo también este camino”.

Luis Carreño José Manuel Vieira
 Luis Carreño junto a Josemanuel Vieira (Barcelona, España).

—¿A quiénes consideras tus Maestros del doblaje?

—Entre los actores que admiro, sin duda, Josemanuel Vieira, quien es para mí uno de los mejores actores de voz que existen; también Juan Guzmán, Rubén León, verdaderos íconos del doblaje en Venezuela. Y, por supuesto, Walter Veliz, uno de los padres del doblaje en el país, responsable de que haya doblado a personajes tan icónicos. Y me detengo en esto: porque en tu carrera como actor de doblaje puede no tocarte nunca un personaje icónico o apenas uno. Es lo habitual. A mí me han tocado docenas, y eso es muy raro que ocurra. Y eso ha sido en parte gracias a Walter Veliz, que ha confiado en mí.

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30.000 horas de grabación

Luis Carreño grabación
Foto cortesía

Luis Carreño debutó como actor de doblaje antes de poner en regla sus papeles del servicio militar obligatorio y sacar el bachillerato. Hoy tiene 47 años de vida, 30 de experiencia y según los datos de Doblaje Wiki le ha dado voz a más de 200 personajes.

En los primeros 10 años de carrera, las jornadas de trabajo de Luis Carreño promediaban unas 8 horas. Como atributo del rigor y una rutina alterada en contadas ocasiones, el actor se siente capaz de cifrar su constancia en estadísticas.

—A 300 días cada año, tenemos un total de 3.000 días, 15.000 horas de grabación —calcula Luis Carreño—. Eso fue así durante los primeros 10 años, pero los siguientes 10 me dediqué más a la publicidad. Por consiguiente, ya las horas de grabación no eran tantas. Así que podemos tasarlas en la mitad: 15.000 + 7.500 horas… = 22.500.

Dice:

—En los últimos años, las horas han sido menos, porque en Estados Unidos no hay tanto doblaje y tenemos trabajo constante en casa. Por lo que esas 7.500 horas las reduciría a unas 4.000 más. En total, acumulo alrededor de 27.000 horas y contando dentro de una cabina de grabación. ¡Casi 30.000 horas! 1100 días enteros. Tres años y cinco días aislado. 

“Con el corazón por delante: vivir, absorber como una esponja”

Carreño Etcetera
Luis Carreño (abajo y a la izquierda) comparte un momento de descanso con sus compañeros en el cafetín de Etcétera Group. ¡Eran sus comienzos!

—A los 16 años asumes tu primer rol como actor de doblaje para la telenovela brasilera Pantanal, de Rede Manchete, transmitida en Venezuela hacia 1992. ¿Cómo recuerdas esa experiencia al interpretar a Renato?

—A partir de los noventa se empezó a experimentar en el doblaje latinoamericano. Las productoras buscaban voces más auténticas para los personajes adolescentes y niños. Antes, las actrices eran las que usualmente doblaban ese grupo etario. Etcétera, el gran estudio de doblaje de Venezuela y uno de los más importantes de Latinoamérica, convoca estas pruebas para actores infantiles. Hice el casting. Quedé seleccionado. Walter Veliz me contrató y empecé a trabajar. Fui el primer menor de edad en la historia venezolana del doblaje en firmar contrato para una empresa. 

—Mañana recibes una llamada y te proponen un personaje de una serie animada por estrenarse. ¿Cómo asumes el proceso de acercamiento a la esencia de ese nuevo personaje, indagar en los tonos de voz que requiere para tal o cual situación o emoción?

—Hacia finales de 2018 durante un café con el locutor venezolano José Vicente Sevilla nació un proyecto. Se llama #UnaVozMilHistorias, y su lema es: “Vive de tu pasión”. Ya he agrupado en toda América Latina una comunidad tanto virtual como presencial porque visito cada país y doy charlas. La esencia de este proyecto es impulsar el proceso de profesionalización de talentos de voz. De cierta manera también es intentar ayudar a ese Luis de 16 años que soñaba con ser actor, y darles una mano a las nuevas generaciones. Desde mi perspectiva de hombre de 47 años, reconocido, con 30 años de trayectoria. Con mística en el oficio. Es una manera de agradecer. 

Dice:

—En #UnaVozMilHistorias hablamos de la capacidad interpretativa de los actores. Esta cualidad pasa simplemente por tener dos premisas: la primera es el amor; la segunda, sentido de empatía. Esta, a su vez, cuenta con dos facetas. Una muy positiva y otra un tanto negativa. La positiva lleva a convertirte en un gran intérprete porque eres sensible a lo que te rodea. Como esponja, absorbes. Tomas elementos de aquello que has absorbido para comunicar el mensaje que el guion exige. Y esto es muy bueno. Lo que no es tan bueno es que, como persona sensible, sufres. Sufres porque eres consciente de tu entorno. Sufres porque te preocupan las penas y las injusticias. Y eso te hace vulnerable.

Eventos Luis Carreño
Foto cortesía

Añade:

—Cuando me preguntas cómo afrontar un personaje, lo primero es recurrir a mis insumos. ¿Y cuáles son mis insumos? La cultura, mis vivencias y afectos, mis frustraciones y dolores, mis traumas, mis abismos y mi odio, mi dark side, que todos tenemos; allí reposa un imaginario del que puedo tomar elementos para lograr una interpretación. Y esto se sustenta en mi universo emocional. Por eso afirmo que cuando tú vas con sensibilidad, con el corazón por delante, vives así, absorbes.

El doblaje y su función: 

Cabina de grabación Luis Carreño
Foto cortesía

“Señor Trueba, usted me va a disculpar” 

Sabrina Duque retrata en una extraordinaria crónica la sensibilidad extrema por los ruidos del célebre sonidista portugués Vasco Pimentel. Este afirma que todo aquello que escuchamos es la mitad del mundo, en tal sentido, los efectos de sonido equivalen a la mitad de una película. Si tomamos en cuenta lo dicho por Pimentel y lo llevamos al plano de la interpretación: la voz del actor materializa la mitad de la esencia emocional de cada personaje. De cierto modo, Luis Carreño atina con algo similar: su voz es el soplo de vida que necesitan sus personajes animados. 

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Desde luego, nunca faltan críticos acérrimos del oficio, a saber, Fernando Trueba. Hace algunos años el cineasta arguyó que detestaba el doblaje. No conforme con esto proclamaba que se debería prohibir. Trueba considera que la voz, la entonación del diálogo, va más allá de la mitad: representa el 70 % del arte interpretativo, por consiguiente, esa voz desea escucharla de los actores originales. En este caso, al igual que Trueba, habrá quien diga: “Yo no veo películas dobladas”.

—¿Qué responderías a eso? 

—Mi respuesta tiene dos vías. Debemos dividir el trabajo en dos rubros. Uno es el doblaje de cartoons, comiquitas, y otro el de live action, series, películas. Comencemos con lo que Trueba refiere: el doblaje de películas, de las que yo ahora no hago tantas, pero sí he hecho muchas.

»El doblaje es una herramienta sumamente útil. Con una función, si se quiere, técnica y específica en la industria de la televisión y en la distribución a escala mundial. Y, de hecho, se trata de una función muy precisa: hacer llegar ese contenido a diversos públicos, tal vez a culturas muy distintas y distantes, incluso poblaciones desfavorecidas, con menos recursos económicos y educativos, en ocasiones analfabetas, o porque sencillamente ese público no va a leer subtítulos y rechazará voces en otro idioma. Y es aquí justamente cuando el doblaje cumple una función indispensable. 

Continúa:

—Fíjate, de pronto esto me recuerda Being George Clooney (2016), un documental sobre los actores de voz de todo el mundo encargados de interpretar exclusivamente a George Clooney. En la película se comenta que insólitamente en ciertos países el público no tolera que el actor encargado de doblar a Clooney sea otro que el habitual. 

»Prosigamos… Entiendo que al señor Trueba no le guste, está en su pleno derecho, que no consuma películas dobladas, pero si pretende que un ucraniano disfrute de Belle Époque o El olvido que seremos, requerirá que su película pase por un proceso de doblaje, porque en su audio original probablemente a este ucraniano le choque un poco y la prefiera en un idioma más familiar. No digo esto con el fin de crear polémica, ni mucho menos arremeter contra Trueba. Solo quiero dejar clara la función social del doblaje.

—No es casualidad que cualquiera de tus charlas supere fácilmente los 500 asistentes. Un público que no va a ver a Bob Esponja. Puedes ver Bob Esponja en francés, italiano o portugués, en turco, ruso o mandarín, pero en este, tu caso, es lo irrepetible de ese momento. Es tu público. Que comparte con el ser humano que interpreta a su personaje favorito, y que va a aprender de ti.

—Correcto, y ahora viene la otra vertiente de la respuesta. En el caso de los cartoons es diferente, porque Bob Esponja es un Bob Esponja en inglés, con su alma, con su interpretación, y otro en español latino, y otro en español castizo. Entonces, cada uno de los actores de doblaje le incorpora el alma y espíritu de su región. El actor reinterpreta y adapta el contenido, aporta algo de sí, como el traductor, el ingeniero de sonido, el director y todos aquellos inmiscuidos en esta tarea.

***

Entre el entusiasmo y un paso en falso tecnológico, perdimos la grabación de la segunda parte de nuestro diálogo. 

Una semana después, pautamos otra tertulia. 

Tratamos de ser fieles a la dinámica de aquel fragmento perdido, que pensábamos irrecuperable. 

Pero hicimos un ejercicio de memoria. 

Nos reinterpretamos.

Nos doblamos a nosotros mismos.

Gracias al recuerdo y algunas anotaciones, recuperamos aquella emoción, y la mejoramos por escrito en esta segunda oportunidad.

Segunda pauta

El alma le gana a la máquina

A decenas de metros por debajo del asfalto caraqueño, exactamente en el sótano #3 del edificio Venus de la avenida Monte Sacro, se ubican los estudios de Etcétera Group. En esa torre con nombre de diosa romana y al margen de una vía que sugiere tiempos medievales, transcurrieron las primeras pautas de doblaje de Luis Carreño. 

—¡Las grabaciones en cinta! —exclama y hace un gesto como si rebobinara el tiempo con sus dedos—. Comencé grabando en cinta…, y si te equivocabas, había que ir hacia atrás, y volver y volver y volver. Hoy Pro Tools, entre otros programas de audio, te corrigen. 

Luis, suspira, y con tono pedagógico de taller de oratoria, dice:

—Siempre aconsejo a los jóvenes a que aprendan a doblar. A trabajar ellos “en sincro”, que consiste en sincronizar tu voz con los movimientos labiales del personaje. No dejarle todo a la máquina, porque les va a facilitar el trabajo a los ingenieros, ¡y vas a tener más contratos!

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—Comentamos en aquella grabación perdida que en un cartoon lo único orgánicamente humano que permanece en el producto final es la voz. Lo demás está constituido por elementos tecnológicos derivados de la ilustración. Por supuesto, persiste un arte y un alma en cada trazo y diseño, dibujo, encuadre o toma, en la música y parlamentos. Esa “vibración alta y energética de Bob Esponja”, habías dicho, “el temperamento convulso” de Starscream de Transformer Armada… 

—…Y también a través del manejo de la voz, la construcción del personaje, el espíritu, su esencia, los tonos y circunstancias. 

Igualmente hablamos de la tendencia de los nuevos artistas a inclinarse por el doblaje más que por la actuación tradicional en las tarimas de teatro o sets de filmación.

—Las redes sociales cambiaron significativamente la industria del doblaje. Nos sacaron a la luz pública. Antes estábamos “metidos” en un sótano, ¡y literalmente estábamos en un sótano!, porque Etcétera queda en un sótano en Bello Monte. 

—¡Y hoy aparecen en los créditos de las películas y series! —intervengo.

—¡Sí! Ahora la gente te quiere conocer y agradecerte la experiencia. Pero la fama a veces contamina. El trabajo empieza a verse afectado por eventos, convenciones, los Comic Con. Por eso, es crucial para los talentos emergentes preguntarse si en realidad quieren ser actores o solo les gusta y necesitan la fama. Porque desde los lentes de la fama el criterio con el que asumes tu profesión es totalmente diferente al criterio del hacedor, del artista, a quien le apasiona con sinceridad el oficio.

Luis Carreño

Agrega:

—La fama ha sido efectiva para el doblaje ya que ha traído más interesados a la industria, sangre fresca, gente que antes ni volteaba por este negocio. No reniego la fama, todo lo contrario, la agradezco. Pero no debe ser una motivación primaria. En tu caso, la necesidad es escribir historias, contar, narrar; en el mío: representar, interpretar un personaje. Lo que te mueve y te hace buscar debe ser tu necesidad de interpretar. 

—Y también hallamos actores consagrados, como Tom Hanks o Mark Hamill, que se han dedicado con solvencia al doblaje. 

»En tiempos en que las inteligencias artificiales se desarrollan exponencialmente, que incluso ahora reconstruyen gráficamente actores ya fallecidos o rejuvenecen rostros y voces, como el caso de la voz de James Earl Jones en la serie Obi-Wan Kenobi. ¿El Luis Carreño de octubre de 2022 es capaz de predecir el porvenir de este oficio?

—Y recién recrearon artificialmente la voz de Val Kilmer, quien por enfermedad ya la ha perdido por completo. Kilmer participó en una pequeña escena en Top Gun Maverick. Si bien ya existen programas de doblaje artificial, el alma gana… El corazón y los sentimientos les ganan a las máquinas. A estas aún les falta mucho desarrollo, pero no dudo de que ese día llegue e inevitablemente la industria cambiará.

“Llegar a la sensibilidad”

—¿Recuerdas ese momento de la infancia cuando te dijiste “esto es lo que me mueve”?

—El teatro ha sido mi pasión desde niño. Es lo único que he hecho. Mi juego era montar obras de teatro en casa. Dormía en una litera. Mi hermano dormía arriba y yo abajo. Introducía las cobijas entre el colchón y la cama de arriba y la convertía en un telón. Instalaba un escenario. La obra “ocurría” dentro de la litera y el público, mi madre, se sentaba al frente. 

»La producción no era cosa sencilla y consistía en varias fases para montar mis obras de teatro. Por ejemplo, tenía que jugar a la Barbie con mi hermana para coaccionarla de que gracias a que había jugado a la Barbie con ella, ahora le tocaba a ella actuar en mis obras. Mi mamá, cansada, llegaba del trabajo a las ocho de la noche. Y le suplicaba que, por favor, viera mi obra de teatro que había estado preparando desde la tarde. 

Luis Carreño de niño
Luis Carreño de niño

—Javier Marías escribió que de alguna manera recuperaba la infancia cada domingo mirando los partidos de fútbol, en tu caso, ¿el teatro y las tablas, las voces y el doblaje, puedes entenderlos como una recuperación de esas obras de teatro de tu niñez?

—Hay emociones que permanecen. Pero el tiempo pasa, sumo treinta años de oficio, y obviamente las percepciones cambian. Hay sensaciones que a lo largo de la vida te cuesta cada vez más conseguir. Por ejemplo, cuando tengo en mis manos un libro nuevo, pongamos por caso Billy Wilder, reportero, que hace días empecé a leerlo por una crónica sobre su trabajo como bailarín de alquiler en un hotel en Berlín. Entonces, cuando sostengo un libro nuevo hay algo con lo que yo viajo, y es hacer esto…

Luis Carreño se lleva el libro al rostro y aspira profundamente.

—…Oler. Ese olor a suplemento, ese olor a tinta, ese olor a producto de librería nuevo, me hace viajar. Hubo una época en que grababa los episodios de Bob Esponja y yo era intérprete y espectador al mismo tiempo, pero, en determinado momento, solamente seguí siendo intérprete y ya cada vez menos espectador. Y eso es un divorcio de tu propia niñez, o de la capacidad de abstraerte de tus circunstancias de vida. Hay sensaciones como actor que, a veces, cuando hago así… —Luis Carreño repite el gesto de llevarse un libro al rostro y aspirar—, en el campo de la actuación, ya no viajo. Y es preocupante. Asusta. Porque sientes que, por el espacio de la vida, hay sensaciones de cuando niño o muy joven que ya te cuesta encontrar. La distancia tiende a ser más larga y es un ejercicio arduo llegar hasta allí. 

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—Ya que hablamos de literatura, recientemente he releído Los versos satánicos de Salman Rushdie, como se sabe, escritor que fue agredido el pasado 12 de agosto de 2022. Uno de los dos protagonistas de esta novela es Saladin Chamcha, conocido como “El Hombre de las Mil Voces”, ¡un actor de doblaje!, probablemente el personaje de ficción dedicado a este oficio más famoso de toda la literatura. Pienso entonces en preguntarte: ¿a cuál personaje de ficción o histórico te gustaría doblar?, ese personaje al que ni siquiera le hemos escuchado la voz, pues no existe registro documental ni grabación o simplemente es ficticio como Saladin Chamcha.

—He tenido la oportunidad de doblar personajes en el plano de los cartoons, como Ghandi, por ejemplo, en Clone High (Secundaria de clones, 2002), un personaje que en el momento de la transmisión de la serie causó bastante polémica. Me gusta esa idea de los biopic, el contenido de dibujos animados, cartoon, con otro enfoque, no necesariamente destinado a un público infantil, y en esa línea de ideas me encantaría dar voz a historias que hablen de la vida de personalidades como Joaquín Sabina, a quien admiro mucho, o Ernest Hemingway. Recrear las grandes crónicas de Gay Talese, y darle voz a esos personajes que este escritor retrata, tan anónimos como profundos y sorprendentes.  

Cita de Salman Rushdie

“Siempre interpretar”

Obra de Teatro - Luis Carreño
Obra de Teatro Luis C
Foto cortesía

Hacia el final de aquellas palabras perdidas, a Luis Carreño le pregunté sobre los aprendizajes de la vida para crecer como profesional. 

Respondió:

—Lamento que se haya perdido mi primera respuesta, porque la inspiración no siempre es la misma, aunque, en mí, la esencia de lo dicho sigue inalterable. Te había hablado de la perseverancia. Era una palabra efusiva y constante. Insisto en ella, en lo que significa la perseverancia. Recientemente, en una entrevista en Guayaquil, me preguntaban qué le diría al Luis Carreño de 16 años. Y una de las cosas que le diría es agradecerle el empeño. 

Se queda en silencio unos segundos. Mira un punto impreciso de su habitación.

Flyer Luis C
Luis Carreño

Dice:

—A mí me gusta la terquedad cuando es para buenos propósitos. Haber sido tan terco en la tarea de vivir de la interpretación. Si no hay trabajo en el doblaje, hago teatro; si no hay en el teatro, hago televisión; si no hay trabajo en la televisión, hago cine; si no hay trabajo en el cine, hago audiolibros; si no, leo, recito en una plaza… Siempre interpretar, como mi medio de sustento, de vida, siempre interpretar. 

Luis se detiene repentinamente. 

Toma aire. 

Dice:

—Y esto nos lleva hacia otra reflexión, una cruzada personal: desmitificar el oficio del artista, liberar de prejuicios nuestro quehacer. El oficio del músico, del escritor, del cantante, del pintor, del bailarín, del mago, del malabarista… 

Luis intenta decir algo. 

La voz se le quiebra. 

Se le desencaja el rostro. 

Llora.

Instantes después, se recompone. 

Seca sus lágrimas. 

Regula la respiración. 

Con temple y serenidad, reanuda su discurso. 

—…Es intentar, te decía, que la sociedad, termine de comprender, de una vez por todas, que el oficio del artista es tremendamente necesario. Tan necesario como el del médico. Tan necesario como el del ingeniero o abogado, y tan rentable como cualquiera de esas profesiones. Porque he tenido la oportunidad de vivir bien, de viajar, de educar a mis hijos, de comer y beber, a Dios gracias, de siempre interpretar.

Dice:

—Entonces, tú, creador, cuando te digas “toda mi vida he querido hacer esto, pero no sé si pueda vivir de eso”, más que hacerte esa pregunta, respóndete si realmente te gusta y esa es la única certeza que necesitas. Porque si genuinamente te apasiona, siempre, escúchame, ¡siempre!, te va a ir bien. Serás alguien que hace con pasión su trabajo. Somos parte de la sociedad, y cumplimos nuestra labor. Aportamos arte. Generamos calidad de vida. Y una sociedad que aprecia el arte es una sociedad culta, no es manipulable. Es sana, pacífica. Es una sociedad amorosa.

***

En esta segunda pauta, de la emoción de Luis Carreño solo las lágrimas no fueron las mismas. 

Luis Carreño
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