• El cuadro de aspirantes a la estatuilla de dirección en los 95° Premios de la Academia brilla por la creación de historias originales con las que explotan su capacidad para narrar a través de las imágenes y dejar su huella personal. El Diario hace un repaso por esas cintas y la visión de los autores que las construyeron 

Las películas no son más que historias vistas a través de los ojos de su director. Un iceberg que nace de un guion, bien sea original o adaptado, y en cuya producción está el arte de imprimir una interpretación que renueva emociones, siembre reflexiones o como mínimo, que entretenga al espectador. El 12 de marzo, la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas de Estados Unidos celebrará la 95° edición de los Premios Oscar, como una fiesta en honor a todos esos magos de la gran pantalla.

La categoría de Mejor Director este año contiene un crisol de visiones únicas que van desde la sobriedad de una exploración intimista, hasta el surrealismo absoluto. Se aprecia además una apertura hacia la comedia como un género reivindicado entre sátiras sociales, humor negro y la parodia. Los nominados brillan por involucrarse en sus proyectos con historias propias, al grado de que todos compiten también en la categoría de Mejor Guion Original.

Premios Oscar 2023: los nominados a Mejor Director

Por un lado, propuestas como la del dúo los Daniels y el sueco Ruben Östlund se atreven a transgredir visualmente con secuencias delirantes, siendo además los debutantes en los Oscars. Por el otro, Martin McDonagh y Todd Field presentan una narrativa mucho más pausada, pero que busca cautivar con su fotografía. Y en medio de todo, Steven Spielberg no solo recuerda por qué es una institución viviente del cine, sino que lo muestra contando su origen.

El Diario presenta un repaso por las visiones de los nominados en la categoría de Mejor Director:

Martin McDonagh

Premios Oscar 2023: los nominados a Mejor Director
Foto: Cortesía Jordan Strauss/Invision

Proveniente del mundo del teatro, el director angloirlandés se caracterizó en las tablas por su humor negro y su estilo violento, a lo Quentin Tarantino. Gran parte de eso lo ha proyectado en su cine, donde debutó ganando el Oscar a Mejor Cortometraje en 2006 por Six Shooter. Por sus largometrajes estuvo nominado en tres ocasiones: una a Mejor Guion Original por In Bruges, y otra también en Guion y Mejor Película por Three Billboards Outside Ebbing, Missouri.

Los espíritus de la isla nació como una obra de teatro que nunca se concretó por no considerarla suficientemente buena. Curiosamente, el haber convertido ese guion descartado en una película le valió dos Globos de Oro y un Bafta, además de nueve nominaciones al Oscar, incluida la tríada de Mejor Película, Guion Original y Director. Con una premisa tan simple como la separación de dos amigos en una isla aburrida, McDonagh aprovecha para plantear temas como la soledad, la depresión y la angustia de sentir que la vida pasa sin aprovecharla al máximo, además de la gran pregunta, ¿es mejor ser una persona interesante que una amable?

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Lejos de su brutalidad ordinaria, el director busca aquí otras maneras de representar la crudeza. Su humor negro sigue presente, aunque quizás de una forma demasiado británica para apreciarse bien de este lado del océano. Sin embargo, lo que más se valora es la genialidad de sus diálogos, que permite explotar el talento de su elenco, en el que radica el mayor peso de la cinta. Todo acompañado por tomas abiertas que capturan la desolación del paisaje irlandés y encuadres que ocultan simbolismos, y que por alguna razón no figuró entre las nominaciones a Mejor Fotografía.  

Daniel Kwan y Daniel Scheinert

Premios Oscar 2023: los nominados a Mejor Director
Daniel Scheinert (izquierda) y Daniel Kwan (derecha). Foto: Cortesía Chris Pizzello

Este dúo de creativos estadounidenses comenzó dirigiendo videos musicales, alcanzando la fama con temas como “Rize of the Fenix”, de Tenacious D, y “Turn Down for What”, de DJ Snake y Lil Jon, el cual se convirtió en un éxito viral en Internet. Ya en este punto se apreciaba su estilo característico, marcado por el surrealismo, el humor absurdo y ediciones explosivas. Aunque han dirigido algunos proyectos individualmente, los Daniels trabajan como una sola mente, siendo la comedia Swiss Army Man (2016) su carta de presentación.

Ahora con su segundo largometraje, Todo en todas partes al mismo tiempo, pisan fuerte en los Oscar con 11 nominaciones, destacando Mejor Película, Guion Original y Director. Y vienen de arrasar en otras galas de la temporada de premios, como los Critics Choice Awards y el Premio del Sindicato de Directores (DGA). Aquí pulen ese estilo estroboscópico que los caracteriza, concretando una estética bastante original y llena de colores vivos, coreografías de acción fluidas y todo un despliegue de efectos especiales que no se preocupan por lucir realistas, pero sí auténticos. También destaca por su metalenguaje y referencias a otras películas que van desde el homenaje hasta la parodia.

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Aunque si en algo cautiva Todo en todas partes al mismo tiempo es por la forma en que logra ser tan ecléctica sin perder en ningún momento su consistencia. Sabe pasearse entre géneros como la comedia y el drama como si de un salto multiversal se tratara. Pero sobre todo, su guion se maneja en diferentes capas donde su historia desenfadada es capaz de contener importantes reflexiones sobre el existencialismo, para qué venimos al mundo y la complejidad de las relaciones que vamos tejiendo a lo largo de nuestras vidas, siendo únicas y valiosas por más realidades alternativas que haya.

Steven Spielberg

Foto: Reuters

Conocido como “El rey Midas de Hollywood”, el estadounidense de 76 años de edad es un referente de la historia del cine. A finales del siglo XX abrió la era del blockbuster con clásicos como Tiburón (1975), ET, el extraterrestre (1982), las sagas de Indiana Jones y Jurassic Park. Con Los Fabelmans, esta sería su novena nominación al Oscar como Mejor Director, de las ha ganado en dos ocasiones por La lista de Schindler (1994), con la que también ganó Mejor Película, y Rescatando al soldado Ryan (1999). 

Ya con todo lo que podía ganar y sin nada que demostrar, Spielberg ha estado mirando hacia su pasado para reconectarse con la raíz de su arte. En 2022 compitió con su remake de West Side Story, musical que lo marcó tanto en el cine como en su versión original de Broadway. Con Los Fabelmans, se une a esa línea de filmes introspectivos y autobiográficos como la Roma de Alfonso Cuarón, aunque dándole su toque personal. En esta temporada de premios solo ha destacado por ganar el Globo de Oro a Mejor Director de película dramática.

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Aunque varias situaciones cambien y los personajes sean ficticios, es claro que Sammy es Steven, y esta es su historia como un niño judío de los suburbios. La publicación de algunas grabaciones caseras de su juventud confirman cómo es casi un calco de la realidad, sobre todo al comparar a su madre con el personaje de Mitzi (Michelle Williams). Con su ya tradicional banda sonora compuesta por el legendario John Williams, Los Fabelman emana esa aura mágica característica de Spielberg, y que conecta con el lado más feliz de la infancia de los espectadores que crecieron con sus historias.

Todd Field 

Premios Oscar 2023: los nominados a Mejor Director
Foto: Cortesía

Tres largometrajes componen hasta ahora la filmografía del estadounidense de 58 años de edad, y por cada uno ha recibido una nominación al Oscar. Con su ópera prima En la habitación (2001) estuvo nominado a Mejor Película y Guion Adaptado, y con esta última categoría también figuró con Little Children (2006). Ahora con TÁR, además de repetir en ambas (esta vez en Guion Original), también recibe su primera nominación como Mejor Director.

Al igual que Los Fabelman, Field parte de la ficción para construir una cinta que al principio se siente como una biopic, al grado de que más de uno habrá buscando en Internet el nombre de Lydia Tár (Cate Blanchett) al terminarla de ver. Pero luego la cinta da un giro hacia el thriller, en el que el director sabe jugar bien con el punto de vista y los suspensos para manipular su propia trama. Precisamente en este punto, la cinta dice mucho más de lo que muestra, dejando cabos al aire y sin terminar de aclarar nada, para que sea el espectador quien interprete lo que pasa de la misma forma en que Tár asegura que los directores de orquesta interpretan lo que quiso expresar un compositor en su obra.

TÁR es todo un ensayo sobre la cultura de la cancelación y la soberbia de las élites intelectuales, que ven al mundo con aires de superioridad académica mientras normalizan la apropiación cultural y abusos de todo tipo. Pero va más allá, asomando los delirios de una persona paranoica, manipuladora y obsesionada con el control, con una Blanchett desatada que causa fascinación en su descenso a la ruina. Sus escenas dirigiendo la orquesta resultan tan hipnóticas como toda la fotografía en general. 

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Ruben Östlund

Foto: Cortesía

El sueco se ha convertido en un director de culto en los últimos años, con sus cintas cargadas de fuertes críticas a las dinámicas sociales del primer mundo. Con la propuesta más de autor dentro del grupo, completa con Triángulo de la tristeza, con la cual ganó su segunda Palma de Oro en el Festival de Cannes. Cierra una trilogía de sátiras contra el capitalismo, el patriarcado y la frivolidad de los medios de comunicación. Ya lo había abordado con Turist (2014) y The Square (2017).

Acá desata toda su mordacidad apuntando contra el capitalismo y la banalidad, aunque de una forma menos sutil que en sus otras cintas, hasta llegar lo caricaturesco. El propio Östlund reconoce las contradicciones de predicar la igualdad desde el privilegio, siendo quizás el capitán del yate, Thomas Smith (Woody Harrelson) su propia autoinserción dentro de la historia. Un socialista que trabaja para una naviera de lujo, pero al que no le importa en lo más mínimo el destino de sus personajes, sometiéndolos durante su viaje a las situaciones más escatológicas. 

La deshumanización de cada uno de ellos, creada no por conveniencia del guion sino por las mismas máscaras sociales reconocibles en cualquier influencer o nuevo rico endógeno, hace que sea fácil el no sentir empatía por ellos en su desventura. Sin embargo, el autor no se queda en un simple mensaje de clases, y explora la idea de que la desigualdad, más que un tema socioeconómico, es parte de la condición humana, y que esos papeles pueden revertirse de un momento a otro, siendo los oprimidos igual de déspotas que sus antiguos amos.

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