• Los padres de Klener Villarroel atravesaron y siguen lidiando con una serie de limitaciones -principalmente económicas- de cara a cumplir el sueño de escuchar de su hijo

*Este reportaje de El Diario se publicó originalmente el 8 de marzo de 2023

Klener Villarroel es un tachirense que nació con hipoacusia profunda bilateral, una patología que causa la pérdida total de la audición en ambos oídos y que, según los especialistas, no tiene cura. No obstante, ni él ni su familia perdieron la fe en que algún día lograría escuchar. Y así fue como en enero de 2023, gracias a una donación de prótesis auditivas, el tan esperado milagro ocurrió: Klener escuchó las voces de sus padres por primera vez en su vida.

Todo comenzó el 30 de noviembre de 2022 cuando una llamada avivó la esperanza de Keila Durán y Klener Villarroel, padres del niño. Les indicaron vía telefónica sobre el donativo de algunas prótesis auditivas para personas de Seboruco, estado Táchira, y que ellos tenían un cupo para optar por dichos aparatos.

“Mi otro hijo, Kleyner (de 6 años de edad), también tiene problemas auditivos, entonces nos tocó elegir solo a uno de los dos y decidimos que la prioridad era Klener”, comentó Keila, para El Diario.

El hermano de Klener tiene 6 años y también presenta problemas auditivos. Foto: Cortesía

La decisión de los padres se basó en que Klener ya tenía 14 años de edad (para ese momento) y consideraban que escuchar le permitiría socializar mejor con otras personas de su edad e ir desarrollando el habla de cara a su vida adulta. 

Los especialistas le hicieron la audiometría para evaluar su capacidad de escuchar sonidos, pero el joven no reaccionó a la prueba, así que cedieron el cupo al niño menor.

Pese al resultado desalentador de la prueba auditiva, que terminaba de confirmar el diagnóstico que –desde pequeño– tenía Klener, ni él ni sus padres desfallecieron en busca de su objetivo.

Ese día en la noche me puse a hablar con Klener por medio de señas y me decía que quería escuchar. Eso es muy fuerte para uno como padre y le dije a mi esposa que debíamos buscar otros recursos, otras opciones, porque yo sabía que podíamos lograrlo y ninguno perdió la fe”, indicó Klener padre.

El 6 de enero la familia viajó a San Cristóbal para la instalación de las prótesis del hijo menor. Una vez en el lugar, la doctora a cargo de la entrega insistió en probar una vez más los aparatos en Klener, así que usaron los de otro joven dado que se ajustaban bien a su oído.

“Y así fue, intentaron una vez y nosotros creemos que fue un milagro porque ya sabíamos que tenía pérdida total de la audición de nacimiento y, en ese momento, aun con unas prótesis que no eran suyas, logró escuchar”, agregó Keila.

Klener estaba emocionado. Si bien no comprendía lo que le decían, el hecho de percibir sonidos tras 15 años de silencio lo hizo quebrar en llanto y, casi al instante, se unieron sus padres en un abrazo y lágrimas que representaban la felicidad compartida con su hijo.  

“No fue en nuestro tiempo ni en el tiempo de los médicos, fue en el tiempo de Dios”, aseveró Klener padre.

“Fueron unos ángeles”

La posibilidad de que Klener y su hermano menor, Kleyner, escucharan no hubiese sido una realidad sin las prótesis auditivas para lograr ese fin. Estas, aclara Keila, no tienen ningún enlace político, sino que se trató de una obra social por parte de dos personas que se encuentran fuera del país y que quisieron dar un aporte a algunas familias de Seboruco.

Fueron unos ángeles que puso Dios en nuestros caminos. Carlos Mora y Emerson Vivas son los responsables de este maravilloso regalo, ellos están en Canadá y nos dieron esa bendición para los niños”, apuntó Keila.

Además de estas personas, agradecen a los doctores que se encargaron de canalizar en el estado Táchira todo lo concerniente con los cupos, la prueba y la posterior entrega de los aparatos.

Dificultades a la carta del día

La entrega de las prótesis auditivas de Klener se hizo el día 23 de enero y desde entonces comenzó una nueva etapa de adaptación, evolución y también sacrificio para la familia. Tanto él como su hermano menor debían iniciar -de inmediato- las terapias de lenguaje para desarrollar el habla.

Klener, el adolescente que pudo escuchar pese a ser diagnosticado con pérdida total de la audición en Táchira
Klener Villarroel. Foto: Cortesía

“Las terapias son obligatorias, se hacen los miércoles en San Cristóbal y como vivimos lejos nos venimos un día antes por si pasa algo”, explicó Keila.

La familia tiene un vehículo Volkswagen escarabajo, pero está inoperativo por daños en el motor, razón por la cual se remiten al transporte público o a pedir cola para llegar a su destino semana tras semana.

“Nos toca fuerte. De hecho, hace poco caminamos aproximadamente 23.500 pasos (unos 17 kilómetros) desde la entrada de El Cobre, municipio José María Vargas, hasta el páramo El Zumbador”, expresó Klener.

Ese día llegaron a las 7:00 am a un sitio llamado La Quinta, vía Seboruco, donde, una hora más tarde, una persona los acercó hasta El Cobre y en vista de que nadie más les colaboraba con el traslado, comenzaron a caminar para evitar que se les hiciera tarde.

Klener padre cargaba un bolso que pesaba 25 kilogramos y, por tramos, debía alzar a su hijo menor porque, aunque no se quejó en ningún momento, el cansancio comenzó a hacer estragos en él.

“Ese día hasta escribimos en un cuaderno un letrero a ver si nos tendían la mano (…) Tratamos de abaratar costos porque en ir y venir, de terminal a terminal, se nos van 240 mil pesos (aproximadamente 55 dólares) semanales y adicional a ello hay que pagar terapias, comida y demás”, añadió.

El hospedaje es otro dolor de cabeza. Keila cuenta con una hermana que vive en San Cristóbal, pero la casa donde habita no es suya y temen crear incomodidad, así que van alternando entre ese espacio y otras viviendas de conocidos y amigos que les han ofrecido estadía cuando van a las terapias de los niños.

Las baterías y la rehabilitación implican otro gasto importante para la familia Villarroel Durán. Cada sesión tiene un valor de aproximadamente 9 dólares, no obstante, los doctores atienden a los dos niños por el monto de uno; y el tiempo que deben asistir a las mismas va a depender de su evolución. Mientras que las baterías cuestan 7 u 8 dólares y son indispensables para que las prótesis auditivas funcionen correctamente.

Baterias. Foto: Cortesía

“Nos fatigamos porque caminar todo eso no es fácil, pero no estamos cansados. Llegar a casa y ver el progreso de ellos (los niños) no tiene precio, te quita todo el cansancio y te motiva a seguir”, admitió Klener.

Fuente de empleo limitada

Klener y Keila viven y trabajan en Seboruco, un pueblo agrícola con una población no mayor a 11.000 habitantes. Él trabaja con radiadores, soldadura y “lo que le pongan”, pero las ofertas laborales son escasas; mientras que ella es graduada en Enfermería, pero cuenta que no tuvo la oportunidad de ejercer su profesión dado que en los lugares donde pedía trabajo le exigían una experiencia mínima de dos años y no contaba con dicho requisito.

Actualmente, Keila estudia Educación, es docente guía de Klener e intérprete de lenguaje de señas en una institución. Sin embargo, el sueldo que devenga mensualmente, equivalente a 5 dólares, no le alcanza para cubrir todas las necesidades de los 5 integrantes de su familia.

“Como hogar nos toca muy duro, nosotros hacemos rifas semanales en Seboruco, en La Fría. Por ejemplo, sorteamos una pizza con refresco y así cuando llega el lunes ya tenemos algo para lo que se necesita”, mencionó Keila.

Un camino de exclusión y aprendizaje

La deficiencia auditiva con la que nació Klener ha sido motivo de discriminación por parte de personas de su entorno social, quienes lo rechazaron, aislaron e incluso ignoraron por tener una limitación que le impedía escuchar lo que ocurría en el mundo exterior.

“Discriminación al mil por ciento por parte de docentes, de compañeros de clase, de conocidos”, contó Klener

Klener, el adolescente que pudo escuchar pese a ser diagnosticado con pérdida total de la audición en Táchira
Klener Villarroel junto a su hermano. Foto: Cortesía

Dada la ausencia de uno de sus sentidos y que no lograba comprender a cabalidad cómo funcionaba su entorno, cuando estaba más pequeño sufría de hiperactividad secundaria, según el diagnóstico que le dieron a sus padres los especialistas que lo trataron en aquel entonces. Aun así, sus padres hacían lo posible porque llevara una vida normal.  

Los padres también tuvieron que buscar ayuda para aprender y a su vez enseñar a Klener y Kleyner a comunicarse mediante el lenguaje de señas venezolanas.

“La familia 5K”

Klener y Keila van a cualquier lugar en compañía de sus tres hijos: Klener, Klenerly y Kleyner, por ello los llaman los “5K”. Con su historia buscan motivar a otros y conseguir la ayuda que tanto necesitan para costear -sin tantas limitaciones- las terapias de los niños.

Klener, el adolescente que pudo escuchar pese a ser diagnosticado con pérdida total de la audición en Táchira
Foto: Cortesía
Nosotros no pedimos una cantidad de dinero específica ni mucho menos, lo que queremos es que sientan el deseo de aportar, que la gente vea este sacrificio que hacemos todas las semanas y que no es en vano”, comentó Keila.

Su deseo como padres es que los niños sigan avanzando en las consultas, que se integren a la sociedad con facilidad y que Klener cumpla a cabalidad el sueño, que –desde muy pequeño- lo acompaña: escuchar.

Los padres esperan que en un futuro sus hijos sean conscientes del esfuerzo que hacen hoy en día por ellos y sientan que realmente valió la pena. 

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