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- El actor venezolano conversó con el equipo de El Diario sobre la producción de la película Yo y las bestias, dirigida por Nico Manzano, el proceso creativo de la actuación y la importancia de la creación como catarsis social. Foto principal: cortesía Yo y las bestias
Las bestias caminan a la distancia por una planicie salada, con pequeñas montañas de salitre y el infinito rosado de la resaca marina que nunca volvió al mar. Están vestidas de amarillo con un velo bordado en el rostro, mientras sus manos se cubren con guantes ligeros de seda, para guiar a los espectadores por el intrincado camino de un músico desamparado. Así comienza la película Yo y las bestias del director, músico y guionista venezolano Nico Manzano.
Estos seres extraños acompañan el camino tortuoso de Andrés, un músico caraqueño que persigue, entre los laberintos del contexto venezolano, un deseo ineludible de crear constantemente. Este personaje es interpretado por Jesús Nunes actor de teatro, doblaje, cine y televisión nacido en Caracas en 1983.
Su primer encuentro con la historia escrita por Nico Manzano ocurrió, quizás, de manera azarosa. El director compró una entrada para la obra de teatro Se hunde el barco, escrita y dirigida por Fernando Azpúrua y Oswaldo Maccio, donde Jesús era uno de los personajes principales. Luego de eso recibió la llamada de la producción para realizar el primer casting.
Nico, por su parte, escribió una escena particular para ese momento, con el espíritu de la película, pero que nunca sería parte de la historia. Jesús comenta en exclusiva para El Diario que sintió curiosidad al encarnar a este personaje taciturno, silencioso, incapaz de reaccionar ante los golpes del destino e inerte en los caminos de la vida común, pero capaz de transitar los pasajes surrealistas de la creación. No necesitó el guion, el pitch ni nada más para darse cuenta de que, más allá de una película, Yo y las bestias era una historia genuina.
“Ese día, al llegar a mi casa, mi familia me preguntó: ‘¿Cómo te fue?’ y yo les respondí: ‘No estoy seguro, pero sé que ahí hay un director’”, relata Nunes. La mirada de Nico era clara sobre la creación de la película, la música, las bestias, los detalles de la decadencia, la persecución inconclusa de Andrés y la aparente aceptación de aquel futuro, más que incierto, atemorizante. No quedó ni un espacio para el error y el equipo de producción tomó esta máxima como una regla y, explica Jesús, todos se enamoraron del proyecto.
Yo y las bestias está ambientada en el año 2016, en Caracas, Venezuela, pero se grabó en 2017. La crisis humanitaria del país atravesaba su momento más álgido. De acuerdo con el Observatorio de Conflictividad Social, se registraron más de 9.787 protestas en todo el país durante esos 12 meses. Por otra parte, el Observatorio Venezolano de la Violencia documentó durante ese año un total de 5.535 muertes por resistencia a la autoridad. Era un contexto de extrema dificultad para grabar una película, pero, comenta Jesús, el equipo fue capaz de superar todos los obstáculos.
“Era un equipo enamorado de la historia, del proyecto. Eso es algo bonito que tiene el cine: todo el mundo está ahí por amor a lo que hace”, explica Jesús. Sin embargo, más allá de un amor por el oficio, existía un amor por la creación de la película, como si todo el equipo estuviese impregnado por el espíritu de las bestias.
La personificación de Andrés
Andrés es un personaje intimista, encerrado en su propia introspección, que nunca, aunque el contexto lo requiera, explotará de ninguna manera. Así lo define Jesús y su trabajo, durante los meses previos al rodaje, estuvo enfocado en esos detalles de un hombre que pasa desapercibido, pero es capaz, a través del genio, casi como un duende lorquiano, de construir una obra perdurable. Por eso aparecen las bestias y acompañan su camino.
Ahora, Jesús es un experto en la maleabilidad de las voces y los acentos, pero no es músico. Para esto tuvo la tutoría de Max Manzano, hermano del director, durante varios meses. Aprendió a tocar la guitarra, a entender el instrumento como un apéndice de su cuerpo, a tener las mañas de estos intérpretes y a llevar consigo los sueños del personaje hasta que Nico dijo un día: “Yo me creo que ahí hay un músico totalmente.”
La construcción del personaje, la estética técnica y visual, la voz de Diego García, la autoría de Nico y su dirección permitieron, de acuerdo con Jesús, la creación de un obra honesta con su realidad y, al mismo tiempo, capaz de explorar nuevas perspectivas del cine venezolano. Es un viaje al interior de un individuo; una historia pedestre entre las derrotas de los privilegiados del pasado, de los conductores de autos viejos, de los insomnes en camas de madera vieja cortada en la década de los ochenta; es la rebeldía que tiene el capricho de la creación.
Por eso mismo, para Jesús Nunes, quien se encuentra en Ciudad de México, la película logra un paso muy importante y significativo en la forma de contar historias en el cine venezolano, ya que persigue, desde la experiencia, una visión genuina de diferentes capas sociales que construyen el contexto.
“No tienes que estar en una situación extremadamente dura para que tu realidad sea válida. Eso lo muestra y, siento yo, que algo que me gusta es que habla del país sin que ese sea el tema. El país es el contexto donde ocurre una historia”, agrega.
El uso del contexto como escenificación de la historia, de acuerdo con Jesús, permite que cualquiera pueda verse reflejado en las peripecias de un músico. Eso le ocurrió en Estonia, en el Nights Film Festival, donde un público conformado por personas de distintas nacionalidades europeas lograron conectar con Andrés y, a su vez, sintieron curiosidad por esas puntualidades del país como escenario.
Jesús Nunes, actor por el azar
La historia de Jesús con la actuación comenzó a través de imitaciones graciosas con sus amigos. Esos pequeños momentos de gracia y humor, imperceptibles a futuro, pero que en este caso sirvieron como inicio de una profesión. Jesús relata que esa curiosidad lo impulsó a estudiar doblaje, un ámbito que desconocía por completo y esto, como un efecto dominó, lo llevó al teatro para perder el temor a las presentaciones en público y mejorar su actuación detrás del micrófono.
Su voz está detrás de muchos personajes que han construido la infancia de las últimas generaciones. Algunos de los más reconocidos son Train Heartnet en el anime de Black Cat, Casper en La escuela del terror de Casper, Derek Venturi en Mi vida con Derek y el Hombre Plástico para DC Comics, entre muchos otros.
El teatro, por otra parte, ha sido primordial para su crecimiento actoral y se ha mantenido como el medio más constante en toda su carrera. Ha participado en distintas obras como Testigos ocultos, El pez que fuma, La princesa y el dragón, El pelícano, entre otras. En los últimos años se ha enfocado en el cine y ha participado en Amor cuesta arriba, de Nelson Núñez; Km 72, de Samuel Henríquez y en su paso por España grabó una película titulada Boboda, del cineasta español Guillermo Gil, pero que todavía está en proceso de postproducción.
La carrera de Jesús le ha permitido mantenerse como un recuerdo en la mente de muchos venezolanos que lo han visto pasar entre comerciales, obras de teatro, apariciones en televisión y papeles relevantes en el cine. Es un enamorado de su profesión y, como Andrés, camina acompañado de dos bestias que alimentan su menester creativo.
