- La crisis política tras la proclamación de Nicolás Maduro ha impulsado a varios venezolanos a acelerar sus planes de migración, ante la falta de oportunidades y restricción del espacio público
Cuando el Consejo Nacional Electoral (CNE) proclamó a Nicolás Maduro como ganador de las elecciones presidenciales del 28 de julio, Francisco supo que era el momento de emigrar de Venezuela. No guardaba grandes expectativas de un cambio político inmediato, pero tras un mes de represión e incertidumbres, se convenció a principios de septiembre de que su decisión era irreversible. Desde entonces prepara todo para irse a Colombia.
Algo similar le ocurrió a Mariana. Si bien para julio ya estaba haciendo los trámites para migrar a España, confirmó que debía acelerar el proceso cuando vio los resultados, señalados de fraude por la oposición y la comunidad internacional. Ahora, viviendo ya en Madrid, su preocupación está en sacar a sus padres del país antes de enero, mientras intenta adaptarse a su nuevo hogar.
Ambos testimonios recogidos por El Diario forman parte de un nuevo grupo de venezolanos que decidió emigrar tras elecciones, sumándose a los casi 8 millones de venezolanos en la diáspora, de acuerdo a cifras de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM). Precisamente después de las elecciones, la firma consultora Poder y Estrategia publicó un estudio realizado entre el 13 y 18 de septiembre a más de mil entrevistados en diferentes ciudades del país. La encuesta arrojó que uno de cada cuatro venezolanos tiene intención de emigrar.
Del 26 % que manifestó su intención de irse del país, un 6 % dijo ya estar en los preparativos, mientras el 20 % reconoció que todavía no tiene un plan, pese a querer hacerlo. Por otro lado, el 59 % afirmó que aún desea quedarse, mientras 14 % escogió “no tengo más opción que quedarme”.
En busca de una vida mejor
Mariana llegó a España el 28 de septiembre. A principios de año pasó unas vacaciones en casa de su hermano, quien reside en Madrid, y al regresar a Caracas comenzó de inmediato las gestiones para obtener la visa. Con 28 años de edad es profesora y reconoce que se fue para buscar oportunidades de desarrollo que su país no le podía dar, sobre todo en el tema económico.
Cuenta que su ingreso mensual era de 400 dólares al mes por trabajar en escuelas privadas, un monto mayor a lo que suele ganar un docente del sector público, cuyo sueldo puede oscilar entre los 264,69 bolívares y Bs. 450,7 ($6,09 y $10,37 respectivamente a la tasa de cambio oficial). A pesar de esto, señala que no era suficiente para cubrir sus necesidades básicas ni las de su familia, y mucho menos para aspirar a objetivos como alquilar una vivienda o tener vehículo propio.
Francisco es comunicador social, aunque nunca ha podido ejercer su carrera en Caracas por razones económicas. “He tenido oportunidades laborales en otras áreas que aprendí empíricamente y me generan más ingresos que trabajar como periodista”, relata. Por ese motivo espera que esos conocimientos que aprendió más allá de la universidad le ayuden a buscar empleos mejor remunerados en Colombia.
Afirma que tiene nacionalidad colombiana por parte de su madre, así como familiares en el municipio de Montería, en el departamento de Córdoba. Actualmente está en el trámite para apostillar su título universitario y tiene programado partir el 8 de diciembre. Sobre la ruta, dice que espera comprar un vuelo hasta Medellín en alguna aerolínea de bajo costo, aunque no descarta la posibilidad de irse por tierra, en lo que sería un trayecto de más de 12 horas desde la frontera colombo-venezolana hasta su destino.
Más migración
En marzo de 2024, el gobierno de Panamá reportó que 64.307 venezolanos habían cruzado durante el primer trimestre del año la selva de Darién, región que inicia el paso de Centroamérica hacia Estados Unidos. Sin embargo, el 5 de noviembre el presidente panameño, José Raúl Mulino, actualizó la cifra a 196.000, lo que representa un incremento del 198,5 % de migrantes en siete meses. Otro movimiento migratorio considerable ocurre en la frontera con Brasil, donde la Policía Federal de ese país registró en agosto 12.325 entradas de venezolanos a través de la ciudad de Pacaraima.
La socióloga Showny Azar Raheb cree que estas cifras podrían aumentar a partir de diciembre, y sobre todo en enero de 2025, cuando Nicolás Maduro aseguró que se juramentará para su tercer mandato. En entrevista para El Diario, asegura que si bien gran parte de los migrantes pone el tema económico como la principal causa de su partida, estos problemas tienen su raíz en la crisis política que vive el país.
Explica que el aumento de la represión política y los cuestionamientos internacionales a la legitimidad de Maduro promueven un clima de restricción de los espacios públicos y las libertades civiles que afectan el desarrollo de la población, y en especial de los más jóvenes, quienes se sienten frustrados al no cumplir metas como independizarse o tener un empleo bien remunerado.
“Yo creo que la migración va a aumentar y hay muchísimos jóvenes que probablemente se vayan porque no consiguen acá oportunidades, no solamente con el tema económico, sino también de las libertades políticas: desenvolverte en el espacio público, sentirte seguro, poder abrir un negocio y no tener dificultades, el tema de los créditos, entre otros”, acota.
Jóvenes sin oportunidades
Azar Raheb es directora y cofundadora del Observatorio de Juventudes de Venezuela (Objuve). Indica que la juventud es la edad en la que el ser humano desarrolla su identidad y sus relaciones, algo que en Venezuela está fuertemente condicionado por las restricciones que les impiden crecer profesional y económicamente, afectándolos incluso en el plano personal. Esto pues los espacios públicos para desenvolverse, como universidades, trabajos o zonas de recreación, están sometidos a la represión del Estado.
Por su parte, a pesar de que en el espacio privado esta falta de libertades es mucho menor y se resuelven varias carencias de la crisis venezolana, no es accesible para una gran parte de la población. Agrega que esto profundiza más la desigualdad económica y social en el país, promoviendo a su vez la exclusión.
“Hay muchos jóvenes que actualmente no están ni estudiando ni trabajando. Esto forma parte de lo que se llama la doble exclusión. Hay jóvenes que dejaron de estudiar para trabajar y bueno, lamentablemente esto hace que haya una generación perdida allí por estas razones. Creo que la falta de oportunidades en general es lo que hace que los jóvenes se vean obligados a migrar”, apunta.
Envejecimiento de la migración
Desde 2015, los jóvenes han sido el sector demográfico mayoritario en las estadísticas sobre el éxodo venezolano. La Encuesta Nacional de Condiciones de Vida (Encovi) de la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB) indicó que en 2021 el 55 % de los migrantes estaban en el rango de entre 15 y 29 años de edad.
No obstante, la más reciente Encovi arrojó que en los últimos dos años el sector que más emigró fue el de 30 a 49 años de edad. En 2022 representaron el 44 % frente a un 42 % de jóvenes, y en 2023 esta brecha aumentó al 49 %, evidenciando un envejecimiento de la migración venezolana.
Azar comenta que el motivo de este fenómeno obedece al propio envejecimiento que ha tenido la población venezolana tras varios años consecutivos de jóvenes emigrando masivamente. Agrega que esto tiene como consecuencia también una pérdida del bono demogrático, que es el período en el que la población activa en edad de trabajar es mayor que la población económicamente dependiente.
“Nosotros teníamos un bono demográfico que iba a durar en teoría hasta 2045, pero la pirámide poblacional se invirtió y ahora somos un país completamente envejecido. Eso obviamente reduce el desarrollo del país, porque ya no tienes tanta gente que pueda trabajar, que pueda aportar nuevos conocimientos académicos, científicos, entre otros”, dice.
Trauma generacional
Además de las razones económicas, la principal razón por la que Francisco decidió emigrar fue para tener más tranquilidad en su vida personal. Afirmó que padece trastornos de ansiedad, y aunque pudo sobrellevar durante mucho tiempo problemas como la escasez de comida o de agua, los apagones siempre le afectaron. En 2019, año en que el país se quedó a oscuras hasta por una semana en algunas zonas, le debieron recetar ansiolíticos para soportar los constantes bajones eléctricos.
El 30 de agosto el país sufrió un nuevo apagón nacional, que sumado a la situación política, complicaron el cuadro psicológico de Francisco. El 1° de septiembre fue al médico, quien le recetó nuevamente ansiolíticos, además de antidepresivos. Ese día entendió que por su salud mental, tendría que irse del país.
“Nunca me vi fuera de Venezuela. Siempre me gustó vivir aquí hasta esta situación. En algunas situaciones tal vez pudiera haber pensado emigrar, pero no tan marcada como en este momento”, confiesa.
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Azar señala que en Objuve han estudiado el impacto psicológico de la crisis venezolana en la juventud a través de talleres y espacios de escucha. Allí han podido recoger testimonios y experiencias de diferentes generaciones que crecieron marcadas por episodios como la emergencia humanitaria compleja, las fallas de servicios públicos o la violencia de los estallidos sociales de 2014 y 2017.
“Lamentablemente todos nos hemos visto marcados por traumas con el tema del hambre, tener que comer lentejas o mango para poder sobrevivir en 2017. El hecho de que todos hayamos olido bombas lacrimógenas también es algo que nos ha marcado muchísimo. Entonces son como flashbacks que tenemos cuando vuelve o se hace más marcada la crisis política en Venezuela, y en este momento estamos en un momento bastante álgido”, asevera.
La socióloga opina que estos traumas generacionales también repercuten en la percepción que los venezolanos tienen sobre la política. En algunos casos pasando rápidamente de la esperanza al pesimismo basados en sus experiencias pasadas. Añade que este puede ser un factor de peso al momento de emigrar.
Vuelta a la patria
Volver a Venezuela no es algo que esté en los planes de Mariana por el momento. Reconoce que le ha costado adaptarse a las costumbres y cultura de España, y actualmente sigue en búsqueda de un trabajo más estable. Sin embargo, descarta por completo volver en caso de que se produzca un cambio político en el país en los próximos meses.
“En este momento mi hermano y yo estamos trabajando para traer a nuestros papás antes del 10 de enero porque no sabemos lo que pueda pasar después”, apunta. Incluso en un escenario favorable de transición, admite que pasará mucho tiempo antes de que el país se estabilice en lo político y económico.
Aunque aclara que cada caso es subjetivo y personal, Azar Raheb ve complicado que muchos migrantes vuelvan a corto plazo. Dice que, más allá de las coyunturas actuales, existen problemas más estructurales que se deben atender antes de que Venezuela pueda recibir de nuevo a sus ciudadanos, como la seguridad alimentaria, la renovación del sistema educativo, e incluso reformas al propio Estado.
“Hay mucha gente que ya ha hecho su vida afuera y que está acostumbrada a un estilo de vida que en Venezuela no van a conseguir. Si hay un cambio de gobierno en 2025, siendo optimistas, igual pasarán décadas para que Venezuela pueda ofrecer una calidad de vida que se corresponda a lo que jóvenes y población general han vivido en otros países democráticos”, opina.