El testimonio de un migrante venezolano en su camino a Chile: “Me sacaron todo lo que tenía en los bolsillos”

Jordan Flores
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  • José Daniel Mejías emigró junto a su pareja y su hijo, realizando todo el viaje por tierra a través de cuatro países para llegar a Santiago. En el camino sufrió un robo por parte de unos policías y debió caminar por horas en el altiplano andino

La Navidad de 2024 fue muy diferente para José Daniel Mejías y su familia. Por primera vez la pasó sin sus padres, fuera de Venezuela, en una tierra a la que todavía está aprendiendo a adaptarse. El 21 de diciembre llegó a Santiago de Chile después de tomar la decisión de emigrar junto a su pareja, su hijo de 4 años de edad y su perro. 

En entrevista para El Diario, cuenta que decidió hacer la travesía por tierra pues actualmente no existen vuelos directos Chile-Venezuela por la ruptura de relaciones diplomáticas entre ambos países, mientras que un vuelo con escalas se salía de su presupuesto. En Caracas se desempeñaba como mototaxista, pero vendió su moto y varios electrodomésticos para costear el viaje, pues considera que en Santiago tendrá mejores oportunidades económicas. 

“La situación está demasiado complicada. El dinero ya no alcanzaba para nada por más que trabajara”, reconoció. Aprovechó que los padres de su pareja residen en el país austral y que tenía un techo seguro al cual llegar, y emprendió el camino tras semanas de reflexión y de decepciones por la crisis política y humanitaria que actualmente atraviesa Venezuela.

Emprender el viaje

Migración Colombia
Foto: EFE

Mejías partió con su familia el 12 de diciembre hacia San Antonio del Táchira, donde cruzó sin problemas la frontera hacia Colombia. Al frente tenían un camino de casi 7 mil kilómetros de distancia para llegar a Chile, en un trayecto que les tomó alrededor de siete días, varios autobuses y senderos a pie. Deberían cruzar toda Colombia, Ecuador, Perú y Bolivia, con sus respectivas fronteras y trámites migratorios. 

El viaje lo hizo en dos tramos. El primero partió del Terminal de Transporte de Ciudad Salitre con destino a Lima, Perú. Esto atravesando todo Ecuador en un recorrido de cinco días con varias paradas y una escala de 12 horas. El segundo tramo sería de Lima hasta Chile, de unas 50 horas aproximadamente. 

La primera etapa transcurrió tranquilamente para Mejías. Aunque el camino resultó físicamente agotador, sobre todo con un niño pequeño, aprovechaba las paradas para estirar las piernas y comprar comida. Tampoco vio ningún inconveniente con el proceso para sellar su pasaporte en la frontera colombo-ecuatoriana. 

El asalto

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Foto: Agencia Andina

El 18 de diciembre llegó a Perú, y allí fue donde enfrentó el mayor inconveniente de su viaje. Relató que poco después de cruzar la frontera, el autobús fue detenido en plena carretera de noche por una alcabala de la Policía Nacional de Perú (PNP). Los funcionarios le ordenaron a varios hombres que se bajaran para una inspección, entre ellos Mejías. Apenas podía ver en la oscuridad de la vía, cuando lo abordaron de manera hostil.

“Cuando me bajaron, me revisaron todo. Me sacaron todo lo que tenía en los bolsillos y la cartera. Me dijeron que me quitara los zapatos”, contó.

Fue entonces cuando los agentes le arrebataron el fajo de billetes que guardaba en el zapato. Aseguró que durante la requisa le hicieron lo mismo a otras siete personas, aunque él fue quien perdió la mayor suma de dinero. Alrededor de $1.500 que representaban los ahorros de todo lo que tuvo que vender en Venezuela, y el capital con el que pensaba empezar su nueva vida en Chile. 

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“Cuando llegamos a Lima, al rato llegaron otros autobuses diciendo que también los habían robado en la vía. Me tuvieron que mandar plata para seguir el viaje”, lamentó.

Hacia Chile

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Puente Internacional de Desaguadero, en la frontera Perú-Bolivia. Foto: cortesía

A la mañana siguiente les tocó emprender la segunda etapa del camino. Normalmente las líneas de autobuses suelen terminar su recorrido en Santiago de Chile, pasando de forma regular por la frontera. Sin embargo, Mejías no contaba con dinero ni visas, por lo que tomó una ruta alternativa: se quedó en la población fronteriza de Desaguadero, al sur del lago Titicaca y solo separada de Bolivia por un río.

Indicó que debió esperar casi un día completo para cruzar a Bolivia, y allí dirigirse a Pisiga, un poblado en el Departamento de Oruro, próximo a Chile. Con la militarización de las fronteras chilenas, precisamente para frenar la llegada de migrantes desde inicios de 2023, Pisiga se ha convertido en un punto de peregrinaje para caravanas de venezolanos que transitan por Bolivia únicamente para evadir los puestos de control y llegar a la comuna chilena de Colchane, en la región de Tarapacá.

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Foto: cortesía

De acuerdo con el portal de noticias DW, la poca vigilancia militar en este árido tramo fronterizo lo convirtió desde 2021 en un “punto caliente” para el narcotráfico y el contrabando. A esto se suma la presencia del Tren de Aragua, grupo delictivo de origen venezolano, representando un riesgo tanto para locales como para los migrantes que intentan cruzar. 

Adaptación

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Migrantes venezolanos en Chile | Foto: EFE

A pesar de los peligros latentes en el paso fronterizo, Mejías afirmó que no tuvo más percances como el de los policías en Perú. Eso no impidió que su camino estuviera lleno de complicaciones, pues para llegar a la frontera, debió caminar con su hijo, su mascota y el equipaje por más de cinco horas a través del altiplano andino. Un camino a más de 3.800 metros de altura donde falta el oxígeno y el sol quema con fuerza, aunque en las noches la temperatura puede descender hasta los -2 grados centígrados. 

“Fue horrible”, se limita a decir Mejías sobre la caminata hasta Colchane. Ya estaba en Chile, pero todavía le quedaba llegar a Santiago, donde viven los familiares de su pareja. Aunque algunos taxistas cobran a los migrantes hasta $100 para llevarlos a la ciudad portuaria de Iquique, a 200 kilómetros y en la costa del Pacífico, la mayoría de los migrantes suele seguir caminando o pedir aventones hasta Huara, población en pleno desierto de Atacama. Fue allí donde tomaron el autobús hasta la capital chilena.

Mejías llegó a Santiago de Chile a tiempo para que su familia pudiera pasar las navidades cómodamente en su lugar de destino, pero reconoce que aún le quedan retos por delante. Sin dinero y con deudas por saldar tras el viaje, sale todos los días en búsqueda de trabajo. Dice que aún le cuesta adaptarse a las costumbres y cultura del país, pero resalta que es cuestión de tiempo. Si no se detuvo en ninguno de los 7.000 kilómetros que hoy lo separan de casa, no piensa tampoco rendirse ahora. 

“Los primeros meses siempre son los más rudos, porque tienes que adaptarte y ver de qué trabajas, pero ahí vamos luchando”, apunta.

Jordan Flores
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