Centro Venezolano Argentino Araguaney, un rincón que nació de la mezcla cultural entre ambos países

El objetivo de esta iniciativa es que sea un espacio de reunión y encuentro para la comunidad venezolana, así como en otro tiempo en Venezuela hubo una Hermandad Gallega o un Centro Ítalo
Luis Pico
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“Con el objeto de promover el bienestar general y asegurar los beneficios de la libertad para nosotros, para nuestra posteridad, y para todos los hombres del mundo que deseen habitar el suelo argentino”.

Prólogo de la Constitución de la República Argentina

Desde hace más de 150 años la Ciudad de Buenos Aires no para de recibir inmigrantes provenientes de todas partes del mundo, con diferentes orígenes, idiomas, costumbres e ideas. En 1869 contaba con casi 90.000 extranjeros radicados, que hacia 1880 treparon hasta 150.000, con lo que alcanzaron a ser la mitad de la población, según reconstruye la historiadora Hilda Sábato* en La política en las calles. Ahora, en 2025 quedó inaugurado el Centro Venezolano Argentino Araguaney, un lugar que aspira a ser de encuentro, charlas, memorias y también proyectos a futuro para una comunidad que llegó para quedarse.

“Esta es la casa de los venezolanos, también de los argentinos que nos abrieron las puertas. Este sueño comenzó en 2017 en una mesa de café, sin saber lo que significaba ser diáspora, pero con la convicción de ayudar a los que llegaban cada día”, expresó en un discurso inaugural Elisa Trotta, fundadora y expresidenta de la ONG Alianza x Venezuela, que se encargará de gestionar la sede. 

Cada año, señala Sábato, arribaban personas al puerto de Buenos Aires en búsqueda de trabajo, refugio, fortuna y un mejor devenir al que podían acaso soñar en sus lugares de origen. Había genoveses, napolitanos, gallegos, vascos, rusos, judíos. De este lado del Atlántico se encontraban con teatros, fábricas, escuelas, y en las primeras décadas del siglo XX fueron de los pioneros en experimentar transmisiones de radio, venta de diarios y revistas, cines, e incluso el primer Subte (Metro) de Sudamérica. 

Centro Venezolano Argentino Araguaney
Foto: Prensa de Alianza x Venezuela

Muchos trajeron tradiciones que, con el tiempo y algún toque local, se adoptaron y pasaron a formar parte de las costumbres argentinas, como comer pizza, pasta, o que se trabaje aún hoy ―con sus excepciones― a horario cortado a la tarde por la siesta, o que se cene pasadas las 10:00 pm. 

Otra práctica común fue la de asociarse en clubes sociales o deportivos, mutuales o sociedades. Así, en una plaza, de la mano de cinco jóvenes de Genoa, surgió Boca Juniors en 1905. Un año antes algo parecido sucedió con un grupo de amigos, varios de ellos judíos, que hicieron lo propio con Atlanta en el barrio porteño de Villa Crespo. No muy lejos de allí se ubica el Centro Venezolano Argentino Araguaney.

De ser un grupo minúsculo a la comunidad más numerosa

En 2010 en Argentina residían 1.805.957 extranjeros, entre ellos 6.379 venezolanos, lo que equivalía 0,4% del total según el Censo Nacional llevado a cabo ese año. En 2015 comenzaron a llegar de forma masiva. Y en la actualidad ese número ascendió a 220.595, que representa 7,3% de los inmigrantes de acuerdo al Censo Nacional de 2022, con un total de 3.033.786 personas no nacidas en Argentina. 

En el caso de la Ciudad de Buenos Aires los venezolanos se convirtieron en la comunidad migrante más grande, con aproximadamente 84.834 personas, lo que se traduce en un aporte de 20,2% del total de extranjeros, unos 419.091.

En la Capital Federal residen 3.095.454 personas, entre las cuales el 13,5% es foránea, de acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística y Censos.

Centro Venezolano Argentino Araguaney
Foto: Prensa de Alianza x Venezuela

“A los que nos han permitido ser parte de este país, con orgullo les decimos que es el mejor lugar para ser migrante venezolano”, agregó Trotta. “Algunos nos dicen que hay retribución por cómo Venezuela trató a los exiliados argentinos [dictadura entre 1976 y 1983]. Yo les aseguro que el nombre de este país está inscrito en la historia de Venezuela como uno de los más solidarios y hermanos, que nos van a continuar acompañando a disfrutar aquí, también para retornar al nuestro y llevando esta cultura”. 

Micrófono en mano, a sus pies la acompañaban sus hijos, León y Simón, argentinos de nacimiento quienes, hasta ahora, no han podido conocer su otro país. Como ellos había otras niños y niñas, que bien nacieron en este país o dejaron Venezuela cuando eran aun más pequeños, por lo que les tocó crecer y criarse entre ambas culturas, esas que tienen intención de entremezclarse en este Centro, donde apuestan por un futuro que le gane la pulseada a la nostalgia o la melancolía. 

“Esto nació cuando nos dimos cuenta de que ya nuestra casa no era la que creímos. En 2018, la última vez que fui a Venezuela, extrañaba mi casa en Argentina. Mi hogar ya no era Venezuela, lamentablemente, sino Argentina. Y entendimos que nuestro rol era crear instituciones que nuestro país merece en otros países. No ser solo migrantes que se ganan la vida sino retribuir a Argentina un poco de lo que nos había dado”, contó Alexander Galvis, director ejecutivo del centro. 

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También acotó que les sirvió de ejemplo el haber visto en Venezuela casos como la Hermandad Gallega o el Centro Ítalo, en donde esas colectividades hicieron comunidad entre sus orígenes y su nuevo hogar.

En plena expansión 

La sede del Centro Venezolano Argentino Araguaney, que pudo visitar el equipo de El Diario, se sitúa en una antigua casa de tres pisos. Anteriormente funcionó allí un conventillo, como se le conoce en la jerga local a hostales-pensiones donde residen varias personas, por lo general provenientes de otros países o provincias.

En la planta baja, a mediano plazo, la idea es instalar una cocina y que funcione un café, para que los visitantes puedan tomar y comer. Parte del primer piso cuenta con varias oficinas, para que entre 15 o 20 personas se dediquen a labores administrativas. 

Centro Venezolano Argentino Araguaney
Foto: Luis Pico / El Diario

A un costado, una sala ―en la inauguración funcionó como camerino de la Orquesta Sinfónica Pequeña Venecia―  está lista para que se dicten cursos o conferencias. Arriba también hay otros cuartos, pensados para grupos de danza, streaming o reuniones. En la terraza no sería imposible prender una parrilla. Son ideas, propuestas y posibilidades que se analizan. Porque si bien el horario inicial será entre martes y viernes, de 10:00 am a 6:00 pm, según se armen los cronogramas, los sábados, eventualmente, también se abrirán las puertas. La meta, insisten, es que todo venezolano, argentino o persona que transite por el barrio pueda entrar y sumarse. 

“Habrá una convocatoria para postular propuestas culturales y profesionales para ampliar la oferta de talleres”, adelantó Lisseth Luque, presidenta de Alianza x Venezuela, en palabras para El Diario. De entrada está brindar orientación con trámites migratorios, de derechos de los migrantes, convalidación de títulos universitarios, la inscripción en escuelas y labores sociales.

En materia cultural ya funciona, desde hace meses, el Círculo de Lectura Andrés Bello, que tiene en la mira no solo repasar, reflexionar y difundir la literatura venezolana, sino de otras latitudes y temáticas. 

En Argentina, como en su casa

Varios asistentes que compartieron la tarde del sábado en el centro sostienen que, a diferencia de lo que ocurre en otros países, en Argentina la xenofobia y la disriminación no son fenómenos comunes.

“Este país nos abraza todos los días. Acá estamos seguros, nos quieren demasiado y nosotros también los queremos demasiado”, describe Francelis Estéves, una violinista de 27 años, integrante de la Orquesta Sinfónica Pequeña Venecia. 

Rescata, por un lado, la amabilidad de los argentinos por tratar como iguales a los extranjeros, que por eso mismo no se sienten como extraños o foráneos. 

Centro Venezolano Argentino Araguaney
Foto: Luis Pico / El Diario

“Somos humanos, más allá de argentinos, venezolanos, peruanos o chilenos. A veces la política nos separa, pero hay cosas que pasan y hacen que nos miremos y nos demos cuenta de que todos somos personas. Señalarnos, juzgarnos, tratarnos mal por orígenes o culturas diferentes no lo vale”, dijo. “Les diría que no importa de dónde seamos, siempre debemos tratar bien al otro, amarnos y respetarnos”. 

En esa misma línea se manifestó Clara Muzzio, vicejefa de gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, quien estuvo presente en la actividad y conversó con el equipo de El Diario

Desde la gestión puso como ejemplo a venezolanos que se dedican a la gastronomía, y que así se anotaron en ferias y eventos que organiza el gobierno porteño para conmemorar y compartir con comunidades migrantes, incluida la venezolana. 

“En cada rincón de la Ciudad hay un venezolano que estudia, que trabaja, que prospera. Son parte de la Ciudad, de la cultura porteña y eso nos llena de orgullo. Nosotros podemos contarle al mundo lo que es gestionar con migrantes. Vamos a seguir con nuestras puertas abiertas e invitamos a otras ciudades y países de Latinoamérica a que también lo hagan”.   

Actualmente en Buenos Aires se consigue harina de maíz precocido para preparar arepas en cualquier supermercado, verdulería o tienda de víveres. En restaurantes venezolanos y argentinos es común ver tequeños en la carta. Ahora en los asados de los domingos, junto a los choripanes, a la parrilla se suman arepas con morcilla. Y cómo muchos no se dedican solo al delivery o a trabajar en tiendas de ropa. Es que no faltan en la nómina de alguna empresa, ni en la lista de escuelas y universidades, tampoco en una cancha de fútbol. La integración entre culturas se da en la calle, el espacio y la conversación pública. De ahí que muchos digan, sin dejar de extrañar Venezuela, que hoy ya están en casa.

*Sábato, H. (1998). La política en las calles. Entre el voto y la movilización. Buenos Aires, 1862-1880. Editorial Sudamericana.

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