Héctor Torres y Lizandro Samuel: una entrevista sobre El triunfo de los coyotes

El perfil de Héctor Torres que se publicó originalmente en El Sumario es uno de los que conforman El triunfo de los coyotes, primer libro del narrador Lizandro Samuel 
El Diario
27 Min de lectura

Conforme a los criterios de

En el año 2016, Lizandro Samuel se planteó hacer un perfil del reconocido escritor venezolano Héctor Torres. Lo contactó y este aceptó. Gracias a eso, pudo no solo pasar tiempo con él en parte de los lugares que frecuentaba por entonces, como el colegio de sus hijos menores o el Metro de Caracas, sino también ir a su casa, conversar con algunos miembros del núcleo familiar y observar al autor de Caracas muerde desde su espacio más íntimo. El perfil, que se publicó originalmente en El Sumario, es uno de los que conforman El triunfo de los coyotes, primer libro del narrador Lizandro Samuel. 

Este retrato sobre Héctor Torres tuvo dos rasgos distintivos: primero, se trataba de alguien a quien Lizandro Samuel consideraba y sigue considerando un referente literario; segundo, el narrador tuvo la oportunidad de hurgar en distintos espacios significativos del personaje, incluido el hogar, lo cual es casi una excepción entre los 32 perfiles recopilados en el libro. 

Ocho años después de aquel 2016 es 21 de diciembre de 2024 en Las Acacias, Caracas. Héctor Torres se baja de un taxi, tiene puesta una chaqueta azul y en las manos El triunfo de los coyotes. Se le ve apresurado como buen caraqueño. En pocos minutos, presentará el libro y aprovechará para indagar en el proceso que llevó a su publicación. 

Círculo Amarillo: una nueva voz para la narrativa de Venezuela y el mundo
Foto cortesía de Círculo Amarillo

—HT: ¿Qué tienen en común estas historias? ¿Cuál es el hilo conductor que hace que todas ellas dialoguen entre sí?

LS: Lo primero es que son personas que se dedican a oficios muy poco comunes. Es una compilación de artistas, deportistas y comediantes. Son personas que están en una franja de vida de gente que suele despertar admiración cuando no es tu hijo, tu sobrino o tu primo. Es fácil, es divertido, hasta que tu hijo te dice que quiere dedicarse al stand up, que va a dejar la carrera de Ingeniería en la Simón Bolívar, en el sexto semestre, para dedicarse a hacer chistes.

Esa es un poco la vida de estas personas: se están buscando la vida en algo que estadísticamente es, además, muy poco probable tener éxito cuantitativo. Entendiendo el éxito como, hay muchas maneras de interpretarlo, pero, digamos, poder vivir remuneradamente de eso y si no, por lo menos, sí tener reconocimiento. Decía (Andy) Warhol que todos iban a tener sus cinco minutos de fama en el futuro. Yo no sé si lo van a tener, pero todos lo están buscando. Y las plataformas digitales hacen que cualquiera pueda estar ahí, pueda estar buscando cosas, pueda estar creando. La realidad es que difícilmente habrá dinero y reconocimiento para todo el mundo, más allá de que la carrera se vuelve cada vez más despiadada. 

Luego hay otra cosa y es que yo solo escribo sobre la gente a la que respeto y, en cierta medida puedo decir, que admiro más o menos, porque tengo la fiel creencia de que la literatura no está para juzgar sino para comprender. Entonces cuando yo voy a escribir sobre alguien tengo que tener la capacidad o, al menos, la aspiración y la sensibilidad suficiente para poder ver el mundo desde los ojos de esa persona (…). Acá todos, más allá de que estoy de acuerdo en más o menos cosas de las vidas de algunos, de sus miradas, lo que hay son seres humanos con luces, con sombras, gente que ha hecho cosas terribles (y cuando digo cosas terribles me refiero a matar) y que también ha hecho cosas luminosas como marcar goles en mundiales, hacer reír a centenas de miles de personas, etc.

Creo que, en efecto, la obra de todo escritor es su autobiografía indistintamente de lo que esté publicando, ficción o no, estoy muy de acuerdo contigo con eso que dices. Uno va viendo cosas de la otra persona que escribe en sus textos y uno de los temas de mi vida es la pasión, y aquí hay pura gente enteramente apasionada y que está totalmente entregada a lo que hace, totalmente enamorada de lo que hace y que vive su vida con muchísima pasión y creo que eso es algo que, de alguna manera, también me hermana con las personas que he perfilado. 

—HT: Sí, es que eso que dices de admirar a tus personajes definitivamente yo también lo creo. Uno se enamora un poco de los personajes, sobre todo porque es más fácil mitigar la admiración que la mala leche, esa se nota mucho. Entonces la segunda pregunta necesaria es: ¿cómo armaste el orden de las historias? Ya que descubrí que no es cronológico, hay un arco que conduce hacia algo, ¿fue aleatorio? ¿Cómo fue? Porque cuando uno monta un libro siempre tiene o suele tener el orden de las historias. ¿Cuál es el orden que tuvieron tus historias?  

LS: Ajá, te leíste el libro de punta a punta, ¿te dijo a ti algo en particular el orden?

—HT: No, me causó curiosidad. Esta pregunta no es retórica, es genuina. 

LS: Bueno, sí. (…). El orden tiene maña, quiero hacer como un viaje con el lector desde una mirada con algo muy relacionado si se quiere con la venezolanidad que atraviesa como varias etapas, porque esto creo que no lo hemos puntualizado: no es solo que son artistas, comediantes y deportistas, sino que son venezolanos. Si ya de por sí es bien jodido tratar de ganarse la vida echando chistes en Estados Unidos, en España o ser futbolista profesional en Argentina, si le pones la característica de lo que ha sido Venezuela en los últimos años la cosa se eleva a un universo Súper Saiyajin, hablando de referencias que están ahí y de mi universo pop. Entonces eso es como un texto, un subdrama de todo esto. 

Hubo quien lo leyó y me dijo que había una memoria del país en los últimos años. Que se veían algunos rasgos de lo que ha sido Venezuela y todas las cosas que hemos pasado por lo menos desde 2016. Creo que la historia más añeja debe estar ambientada como en 2016. Años complicados, una década particularmente complicada. Pero sí tiene maña, cuando yo estoy armando un libro que es una colección de historias, o sea que no sea una sola historia, una novela, pienso mucho en los álbumes musicales y en lo que tratan de hacer los músicos, por lo menos los que piensan el concepto de álbum. Sé que hoy día hay quienes lanzan singles, pero los que piensan el concepto total del álbum piensan qué tipo de viaje emocional quieren producir en el lector o en el escucha. Entonces yo pensaba mucho en eso y es lo único que puedo adelantar: no es casualidad que justo la historia que está a la mitad se llame No solo los coyotes tienen éxito. Es la primera referencia al título, es de alguna manera el midpoint.

O sea, yo trato de tejer también un arco narrativo en total, que puede que se entienda, puede que no, puede que sean intensidades que termino viendo yo mismo y listo. Y, pues, para mí está bien. Al final la realidad es que una vez que el libro sale, ya son los lectores o la gente la que está juzgando. Eso ya lo juzgarán ustedes. 

—HT: ¿Cuál es el método de trabajo para producir esas historias? ¿Qué tanto te demoras en una historia promedio dentro de este rango?, porque hay unas más cortas otras más largas. Más o menos, ¿cómo es el proceso?

LS: Son 10 años. Hay un camino también desde aquel Lizandro que estaba haciendo un taller (ahorita no recuerdo el título del taller que dictabas en Lugar Común, pero ese coincidió con uno que estaban dictando en Monteávila y eso coincidió con una etapa muy importante en mi escritura). Hay un viaje de eso hasta ahorita. Al principio era como una locura cuando le puedes haber propuesto a Héctor Torres: “Mira voy a hurgar en tu vida, voy a ir a tu casa y tal, que él muy generosamente aceptó”.

La verdad es que no tengo un método definitivo. Varía mucho según las personas, varía mucho según el tipo de aproximación que me permitan dar. Ahí hubo personajes que me dejaron quedarme en su casa a dormir un fin de semana y obviamente tuve una forma de registrar bastante privilegiada. Aquí hay personajes con los que nunca pude hablar, que incluso después me enteré que quedaron bastante a gusto con el trabajo, lo compartieron y tal. Deyna (Castellanos) compartió mucho su trabajo. Danny Alves compartió mucho su trabajo, pero no tuve una aproximación cercana a ellos, sino más bien tuve que perseguir al entorno y tuve que bordear a la gente que los conocía y construir lo que iba a contar desde la mirada de la gente cercana a ellos.

El tiempo que me lleva varía mucho dependiendo de la extensión y de las facilidades que me den, porque como trabajo con personajes hay gente que tiene sus agendas (…). Depende del grado de profundidad. Un texto que me llevó mucho poder armarlo, porque luego del trabajo de campo viene el tema de la escritura es el de No solo los coyotes tienen éxito. El de montar la estructura, pensarlo sobre todo eso, fue algo que particularmente me hizo sentir contento porque siento que yo pasé como siete años preparándome para poder hacer un multiplot así. Yo soy muy fan de los multiplot, muy fan en el cine, en las series, en la literatura. 

Cuando leí La ciudad y los perros (esto ya lo he contado un montón de veces, disculpen los que ya conocen la referencia, sobre todo los que ya han hecho talleres conmigo). Cuando yo leí La ciudad y los perros la cabeza me explotó totalmente. Entonces a mi me encanta la posibilidad de hacer eso en no ficción porque es más complicado, o sea, estás recreando pero tienes que recrear con base en información que hayas conseguido en la realidad y creo que me llevó eso, unos siete, ocho años sólidos de prueba, de ensayo hasta lograr dar con ese texto, que además tuvo la fortuna de rozar con unas ciertas cuotas de pequeña viralidad y a la gente de Gatopardo le fue muy bien con ella en métricas.

No solo me llevó tiempo recabar la información de la vida de Víctor (Medina), de Estefanía (León) y de Jóse Rafael (Guzmán), hacer todo un estudio de la comedia venezolana en los últimos años, leer todo lo que se había publicado y hecho sobre eso, sino que además me llevó mucho rato de escritura. Yo disfruto mucho escribir, pero hay textos que son como construir, un ladrillo, un ladrillo. Entonces cada escena es como ¡ahh! y la vas viendo en un marco de un esquema que tienes montado y llevó mucho tiempo. Hay textos que han salido en dos, tres meses y otros que se han tardado casi un año. Varia, varia mucho. 

—HT: ¿Los muestras siempre antes de publicar?

LS: ¿A quién?

—HT: A los personajes. 

—LS: Nunca se los muestro a los personajes. Nunca, nunca. Es una de las pequeñas normas de mi ética como autor, como escritor, que es no mostrárselo, porque obviamente te puede condicionar la mirada de ellos y al final estoy tratando de ser lo más honesto posible. Hago un abordaje muy respetuoso, trato de ser lo más honesto posible y quiero que eso se plasme en el texto. Trato siempre que quede muy claro sobre la persona que voy a escribir el contrato de “mira mi trabajo, yo voy a hacer un abordaje honesto, respetuoso, pero este es mi trabajo, o sea, voy a hurgar en tu vida, ¿quieres que le demos o no quieres que le demos?”.

Hay unos de verdad que no les he dado la oportunidad de decir que no, por ejemplo en el encargo que me hicieron de Deyna (Castellanos), porque me puse a trabajar y yo bordeé y conté cosas desde alrededor. Pero quiero que sea eso: quiero que se mantenga como mi mirada y que no esté condicionada por la otra persona, lo cual alguna vez evidentemente sí me ha traído algún conflicto. Por fortuna han sido muchas más las veces las que han quedado contentos, han sido mucho más las buenas sensaciones que los pequeños escozores que pueden haber generado algunos. 

—HT: Te iba a preguntar eso, si había gente que se sintió retratada de alguna manera ofensiva, que no le gustó. Acabas de responder. Entonces la pregunta siguiente que corresponde es, ¿cuáles son los límites que te pones? Tú te vas a la casa de alguien, te enteras de muchas cosas que la gente no está controlando, además no está controlando tu interpretación. Pero te enteras de muchas cosas de la vida de gente que no es el personaje público que la gente tiene armado para enfrentarse a la vida.  ¿Cuáles son los límites que te pones dentro de todo lo que te enteras a la hora de escribir?

LS: Yo se los voy a responder, pero primero quiero saber cómo fue tu experiencia. ¿Qué límites pusiste tú mismo?, porque tú fuiste una de las personas que me dejó entrar a su casa y en ese momento teníamos muchísima menos confianza de la que tenemos hoy día. Entonces, ¿cuáles fueron los límites que tú pusiste?

—HT: No, no, yo no puse. No sabía qué ibas a hacer. Hasta que no viera tu texto no podía saber qué. 

LS: Los límites que me pongo son meramente artísticos. O sea, mi búsqueda es contar la mejor historia posible. Punto. Obviamente me he enterado de algún chisme. Yo he estado con gente que, por si acaso no es el caso de Héctor (Torres), ha estado con parejas y después ha estado en otra situación que no es la pareja. Y si eso no es relevante para mi historia, no sale. A menos que sea el protagonista de The Bachelor, no es necesario poner esas cosas ahí. Insisto, mi búsqueda es artística, no es periodística. Mi interés no es periodístico, ni es estar develando cosas necesariamente de interés público, ni hacer el ejercicio de confrontación al poder. Mi interés es totalmente artístico.

Veo una persona que me interesa y yo quiero contar la mejor historia posible sobre esa persona. Entonces surge un leitmotiv en algún momento y todo lo que enriquezca ese leitmotiv aparece, lo que no, no. Otro límite que respeto es cuando me han dicho frontalmente: “Esto no lo pongas”. Si no me dicen de frente nunca: “Por favor, esto no lo pongas”, pues yo no me censuro tampoco, eso hay que decirlo. 

Héctor Torres y Lizandro Samuel: una entrevista sobre El triunfo de los coyotes
Héctor Torres. Foto: Fernando Bracho Bracho

—HT: Y en esos casos, tú haces una inmersión en la vida de alguien, estás buscando cuál es la historia que estás contando. ¿Qué es lo más difícil siempre? O sea, ¿hay un momento que sea lo que produzca mayor dificultad para decir: tengo la historia? 

LS: Hay muchas. Cada historia es una experiencia en sí misma. Además son viajes cuasi terapéuticos (…). Cada historia me cambia de alguna manera y me afecta de alguna manera particular. Y pues, he terminado llorando con gente, he terminado riendo con gente, he terminado sufriendo con gente, he terminado emocionado con gente. 

Ya soy cada vez más selectivo con las historias que escojo, con dónde las voy a publicar si es que las voy a publicar y cuánto tiempo le voy a dedicar a eso. Otra cosa que ha cambiado en el Lizandro de hace 10 años es que el Lizandro de hace 10 años se metía ciegamente en unas cosas como: “Sííí, vamos a escribir sobre Danny Alves”. Danny Alves acababa de jugar un Mundial con Cristiano Ronaldo, ese tipo vivía en el Zenit, multimillonario y cuando estaba tratando de escribir esa historia, yo: ¿cómo carajos voy a contactar a este pana?, ¿por qué me metí en esto? Además, era un encargo (…).

Hoy día soy mucho más selectivo. Escojo mucho más las batallas, cuido más los textos. Y como otra cosa que ha cambiado es que a veces siento que me lleva un poco más de tiempo la segunda parte, que es la escritura del texto, entonces procuro sentirme muy comprometido con esa historia y tener muy claro lo que quiero de esa historia a otro nivel: qué es lo que quiero y lo que voy a hacer con esa historia antes de embarcarme en eso de dedicarle sopotocientas horas, porque es que pueden ser muchísimas. Esto no es hacer churros, no es hacer una hamburguesa. No, bróder, tú empezaste aquí un lunes y pudiste terminar dos años después. 

—HT: ¿Corriges mucho?

LS: Corrijo muchísimo, muchísimo, muchísimo. A un punto que me satura. De todo el proceso, esa es una de las partes más fastidiosas. Edito mucho, corrijo mucho, mucho, mucho. Busco alguna lectura externa de alguien cercano, pero también he tenido la fortuna de trabajar con extraordinarios editores. Probablemente de los mejores del continente, dentro de los que está Héctor Torres y gente de revistas muy importantes de Latinoamérica. Y es un proceso muy obsesivo de reescritura, de revisar, etc, etc. Creo que algo, hablando de dificultades, de lo que me cuido más hoy día es al escoger a alguien el tipo de relación que tenga con esa persona, porque estoy haciendo un retrato, mi mirada sobre alguien, que le puede gustar o no. Soy respetuoso, pero estoy buscando honestidad. Entonces algunas veces me he jugado relaciones personales, creo que eso es algo que ya no hago. Si quieren chisme, les puedo decir un chisme: César Aramís (que es alguien que está en el libro) es amigo íntimo mío desde hace por lo menos 10 años. Hoy día es cada vez más famoso en redes y yo me acuerdo, por ejemplo, de la tensión cuando iba a publicar eso. Y es que yo no sabía si César iba a seguir siendo mi amigo. 

Entonces ese tipo de riesgos que corría más, voy a hablar como un viejo, en una primera juventud, hoy día los pongo bien en la balanza de ¿me voy a jugar esta relación interpersonal aquí, tiene realmente sentido, no tiene sentido? Ese tipo de cosas las pondero

—HT: La pregunta necesaria de siempre, Lizandro, yo lo asumo como esa necesidad de uno de todo este caos que es la vida darle una forma arbitraria, porque eso es lo que hace el que escribe: siempre está buscando, dándole, aquí está mi historia. Entonces yo en mi inconsciente dije: bueno, esto cierra un ciclo, pero eso lo dije yo. ¿Tú sientes que el nacimiento de El triunfo de los coyotes, además de la gran alegría y la gran emoción que produce un primer libro por supuesto, sientes que cierra un ciclo?, ¿cómo ves el asunto?

LS: Por si acaso, porque no les completé el chisme: César Aramís sigue siendo mi amigo íntimo. Todo está maravilloso, todo está perfecto con él y me encanta lo bien que le está yendo en la vida. 

Sí, siento que cierro un ciclo. Algo era por publicar este libro. Yo tengo un libro que fue finalista del Premio Anual Transgenérico, que a la gente le causa mucha curiosidad el título y me pregunta: ¿cuándo va a salir Una moneda en mi vagina y otras situaciones incómodas? Todavía no lo sé, pero viene. Tengo otro que fue finalista en un concurso en Colombia. 

Era primero por la relación de Círculo Amarillo con el tema creativo y la gente que se acerca a Círculo Amarillo y quiere entender un poco cómo hacer para vivir de estos oficios tan admirados y en los que es tan difíciles tener éxito. Pero otro también porque desde hace rato, y me pasó con algunas cosas que ya venía publicando en Gatopardo, sentía la necesidad ya de romper como el círculo creativo con Venezuela. No quiere decir que no vaya a hacer un perfil de alguien venezolano, etc, pero sí empecé a pensar que para hacer un perfil de un músico, ahorita me están haciendo más figura otros músicos de afuera u otras cosas que tengo más en agenda. Y también estoy escribiendo otras cosas.

Siento que estuvo también muy acertada la descripción que hiciste del libro y del proceso creativo, o sea, aquí hay historias que están escritas de una manera en la que sencillamente ya yo no escribo. La historia de Adriana, la que leíste, Volar con los ojos cerrados, es algo que a la gente generalmente la lee y le pasa algo con esa historia. Yo hoy día escribo distinto a como armé esa historia y hay muchas que seguramente hoy hiciese de otra manera, buscando justamente eso que dices de hacer unos zurcidos más invisibles y que sean cada vez más narrativos y de que tengan cada vez más estructura narrativas y todo eso, de borrarme yo más de la presencia de los sitios, esa es otra búsqueda. Entonces, bueno, sí sentía la necesidad de cerrar un ciclo (…). Y, de alguna manera, poner un punto y final. Quería cerrar un capítulo creativo en mi producción literaria. 

Entrevista hecha por Héctor Torres a Lizandro Samuel para Círculo Amarillo.

El Diario
27 Min de lectura