• Fuera de las burbujas intelectuales, la virtualidad en las pautas y las redes sociales se han convertido en el día a día de un medio cultural cada vez más cambiante y efímero. Los periodistas Dulce María Ramos, Humberto Sánchez Amaya y Catherine Medina explicaron a El Diario cómo han hecho para adaptarse a estas nuevas tendencias en medio de una era de algoritmos y viralidad

En su autobiografía, el escritor británico Cyril Connolly una vez comentó: “La literatura es el arte de escribir algo que se lee dos veces; el periodismo, el de escribir algo que se lee una vez”. En los tiempos actuales, ante la saturación de contenidos que abundan en Internet, muchas veces el solo hecho de conseguir ser leído ya supone un desafío. ¿Qué queda entonces para aquel periodismo que, bien sea por vocación o estilo, pretende caminar por esa línea entre lo informativo y lo literario?

Ese es el gran dilema del periodismo cultural contemporáneo. El adaptarse a los nuevos formatos y formas de contar historias parece hoy una realidad que se da por hecho. Aunque también la forma misma en que se aborda podría estar cambiando a una velocidad mucho más acelerada de lo que se percibe en las redacciones. 

Y contextos como el venezolano, donde la cultura muchas veces es una isla con su propia realidad ajena al mundo exterior, hace que para los periodistas sea un ejercicio de creatividad el mantenerse vigente en medio de la gran corriente digital.

Por el Día Nacional del Periodista, El Diario conversó con tres periodistas culturales venezolanos para conocer sus impresiones sobre un medio que sufrió una transformación importante tras la pandemia, y que hoy sigue mutando a la par de los cambios tecnológicos y sociales del mundo.

Un nuevo mundo

Periodismo cultural en Venezuela: una flor que sigue creciendo en la adversidad
Catherine Medina. Foto: Cortesía

La pandemia de covid-19 reventó varias burbujas en la forma de hacer periodismo. La cuarentena obligó a cancelar todo tipo de eventos, desde partidos de fútbol hasta conciertos o el solo hecho de asistir a una rueda de prensa en persona. Para la fuente cultural esto resultó apocalíptico, ya que por casi dos años el mundo se quedó sin actividades para cubrir.

Para Catherine Medina fueron tiempos complicados, por la naturaleza de su trabajo. Egresada de la Universidad Monteávila, es periodista especializada en artes escénicas y reseñas cinematográficas. Precisamente el cine y el teatro fueron dos de las industrias más golpeadas durante ese periodo. Esto le obligó a replantearse la forma que la que había abordado hasta ahora su trabajo. 

“Me enfoqué en el análisis de lo que podía venir después y en lo que esto iba a significar posteriormente para la industria. Cómo nos iba a modificar eso porque después de que tú tienes una pandemia tan grave, y después de que varios especialistas afirman que podrían venir otras más, uno empieza a pensar en el futuro, pero sin ser fatalistas”, indica en entrevista para El Diario.

Medina, quien tuvo una columna de crítica en Papel Literario y actualmente escribe para El Pitazo, centró sus trabajos en el impacto económico que el cine y el teatro sufrieron tras meses de salas cerradas. Pero además en cómo fue su lenta resurrección en la medida que las medidas sanitarias se fueron flexibilizando. 

***

Periodismo cultural en Venezuela: una flor que sigue creciendo en la adversidad
Humberto Sánchez Amaya. Foto: Cortesía

Una situación similar le ocurrió a Humberto Sánchez Amaya. El fundador del portal El Miope, quien ha escrito en diferentes medios culturales, no solo debió lidiar con un panorama cultural que desapareció de la noche a la mañana, sino que él mismo se contagió de covid-19 en el proceso. Durante ese tiempo, debió explorar nuevas facetas, como dedicarse a la crítica y la reseña, además de dedicar más tiempo al único medio de entretenimiento que permaneció intacto durante la crisis: las plataformas de streaming

“También se dio el investigar qué estaban haciendo los artistas para vivir en un momento en el que sus actividades cotidianas habían sido puestas en pausa y no se sabía por cuánto tiempo. Fue una parte de la narrativa o de los temas que me empezaron a interesar: cómo lo estaban sobrellevando desde el punto de vista personal y profesional. Hice esa cobertura también para que quedara el registro. Luego fue hacerle seguimiento a aquellas actividades que empezaron a surgir vía online”, indica en entrevista para El Diario.

Incluso cuando gran parte de las actividades culturales comenzaron a reanudarse a partir de septiembre de 2021, Sánchez siguió cauteloso. Las jornadas de vacunación contra el virus aún no estaban tan extendidas en el país y no quería correr el riesgo de otro contagio. Sin embargo, producto de esa introspección durante el encierro, entendió que su forma de hacer periodismo había cambiado y que ahora debería apoyarse más en las nuevas tecnologías.

***

Periodismo cultural en Venezuela: una flor que sigue creciendo en la adversidad
Dulce María Ramos. Foto: Cortesía

Para Dulce María Ramos, la pandemia no cambió mucho su dinámica de trabajo. Antes de emigrar de Venezuela en 2017, había desarrollado ya el hábito de utilizar Internet para comunicarse con sus entrevistados ante el aislamiento cultural que sufría el país. Especializada en la fuente de literatura, tuvo la oportunidad durante la pandemia de continuar con sus entrevistas para medios como El Universal, de Venezuela, y El Tiempo, en Colombia. 

“Lo que cambió quizás fueron las temáticas, porque siento que la cultura quizás se estancó un poco. Especialmente en el ámbito literario, se volvió muy repetitivo, siempre entrevistar a los mismos escritores de siempre. En cambio, un arte tan fresco como la música con la pandemia permitió que muchos artistas surgieran, especialmente en plataformas como TikTok”, comenta en entrevista para El Diario.

Relata que entonces comenzó a interesarse más por la fuente musical, y por conocer qué escuchaban los jóvenes. Ahora, apoyándose en las redes sociales y servicios como Spotify, sus entrevistas salían de su formato tradicional para explorar todas aquellas nuevas fuentes creativas que surgían no en bares y librerías, sino dentro del propio Internet.

“Hay una oleada de nuevos artistas que son muy jóvenes, muy buenos, y han surgido las plataformas digitales. Eso es algo que me critica mi editor pues me dice que yo estoy muy metida en las redes sociales. Pero no lo estoy no para chismosear, sino para ver qué está escuchando la gente”, agrega. 

Sobrevivir en la nueva era

Día 2 del Cusica Fest 2022 en la USB El Diario Jose Daniel Ramos @danielj2511
Foto: Jose Daniel Ramos @danielj2511

Con el cambio de paradigma que surgió tras la pandemia, hubo una realidad que se hizo presente para cada uno de los periodistas: necesitaban cambiar la forma que intentaban acercarse a las audiencias. Ramos comenta que, con el desarrollo de las redes sociales, cualquier persona puede reseñar un evento, hacer sus propias críticas, e incluso, si es lo suficientemente famoso, entrevistar a personalidades. De allí que hoy en día haya casi tantos influencers como periodistas en las galas.

“Ya casi no vale la pena reseñar un concierto, a menos que sea bastante polémico. Tú haces una reseña o una crítica, pero por lo general ahora los conciertos los reseñamos por Instagram o por Twitter. Cuando hay un concierto, hago breves transmisiones en vivo, porque por este tema del copyright te pueden cerrar la cuenta, pero así como lo hace uno como periodista, también lo hace el público”, explica.

Por eso considera que lo importante es que los periodistas creen contenido diferente al que se podría conseguir en cualquier video o post de Instagram. Afirma que su enfoque ha sido convertir los eventos en experiencias, tratando de capturar no solo lo básico del artista, sino también la atmósfera, las emociones, una declaración que vaya más allá de lo ordinario. 

Nuevos desafíos

Periodismo cultural en Venezuela: una flor que sigue creciendo en la adversidad
Foto: Cortesía

Por su parte, Medina ha aprovechado los últimos años para impulsar La Zona C, su propia cuenta de reseñas cinematográficas, la cual se encuentra en Instagram, Twitter y TikTok. Para ella, crear contenido de acuerdo con los códigos y lenguajes que se manejan dentro de cada plataforma ha sido un desafío muy diferente a lo que hacía con sus columnas en prensa, e incluso trabajando en la radio.

Al igual que Ramos. Medina considera que lo más importante es tener una propuesta de valor que haga a su contenido diferente del resto. En su caso, más que dar su mera opinión sobre películas y obras, la también dramaturga ha optado por crear cultura cinematográfica enseñando a sus seguidores qué elementos pueden usar para valorar objetivamente una pieza audiovisual.

Siempre me he planteado que mi labor es darle herramientas a la gente para que aprenda a distinguir por qué una cosa es buena y porque una cosa no lo es tanto. Lo que veo en TikTok es que muchos críticos establecen que si no les gustó una película, entonces es mala y resulta que no. Entonces creo que esas cosas valen la pena revisarlas y es básicamente a lo que me estoy enfocando”, indica.

Constante renovación

Periodismo cultural en Venezuela: una flor que sigue creciendo en la adversidad

Actualmente el medio cultural parece haber trascendido a la realidad física. Medina señala, por ejemplo, cómo a fenómenos como el streaming se han sumado nuevas tendencias como el teatro híbrido. Es decir, funciones teatrales pregrabadas o transmitidas en vivo, muchas veces siguiendo lenguajes y planos propios del cine. Algo que le ha permitido ver obras del Teatro de Londres, aunque durante la pandemia también fue aplicado en Venezuela por algunos espacios como el Trasnocho Cultural. 

Esto forma parte de la constancia apertura al cambio que deben mantener los periodistas culturales actualmente. Sánchez Amaya considera que una clave para la innovación es mantener la mente abierta a las nuevas tecnologías. Considera obsoleta aquella vieja idea del periodismo tradicional de satanizar las redes sociales. Pues, aunque reconoce que muchas veces pueden estar llenas de banalidad, también esconden profundos fenómenos sociológicos dignos de estudio. 

“Cuando uno profundiza y entiende el poder que tienen estas nuevas ventanas, estos nuevos medios, uno se ve en la obligación de comprender la responsabilidad que uno tiene como comunicador de descifrar sus códigos y llevar ese mundo de información con trabajos que tengan sustento. Yo creo que el reto es entender a las plataformas como TikTok y comprender que es una una autopista por la que puedes encontrar de todo”, señala.

Virtualidad y calle

Periodismo cultural en Venezuela: una flor que sigue creciendo en la adversidad
Foto: Cortesía

—¿Creen que ahora más que nunca se ha normalizado el uso de canales remotos como Zoom o WhatsApp? ¿Esto les parece bueno o malo?

—Catherine Medina: Me parece maravilloso porque gracias a esto me invitan a las conferencias de prensa internacionales y en vez de que el medio me pague un boleto de avión, puedo conectarme a un link de Zoom y atender una conferencia virtual. La comprensión de la tecnología como una herramienta y como algo que nos puede ayudar me parece que es sumamente importante. 

—Humberto Sánchez Amaya: La tecnología, como todo, tiene sus pros y sus contras, como toda herramienta creada por ser humano, pues nuestra misma existencia también lo está. El Zoom y el WhatsApp sin dudas son tecnologías que en este momento se han afianzado cada vez más para dinamitar las distancias. El único problema es que en Venezuela sabemos que las conexiones no son las más idóneas. Y a veces es también un salto de fe confiar en un Zoom para llevar a cabo una tarea. Lo primordial siempre debería ser el contacto cara a cara, la cercanía, porque ahí hay una una intensidad que es muy difícil emular, pero no me parece malo algo que derriba las dificultades de la distancia.

—Dulce María Ramos: Mi oficina es mi celular desde que salió el WhatsApp. Quizás lo malo de la virtualidad es que ahora cualquiera con un celular puede transmitir lo mismo que nosotros hacemos. Es una fuente de información valiosísima porque es un testimonio, pero el periodismo se ha vuelto muy de celular y desde casa y eso no sirve cuando vas a hacer cosas desde la calle como crónicas. Aunque no te puedo negar que si no fuera por el Internet y el WhatsApp, no podría hacer gran parte de mi trabajo. No necesito irme a Los Ángeles para entrevistar a un actor de Hollywood, o a Corea del Sur para entrevistar a un artista de K-Pop.

—¿Creen que las pautas de calle como las conocíamos tenderán a desaparecer por la virtualidad?

—CM: Creo que esto va a continuar. Las pautas presenciales se van a seguir haciendo porque el hombre es un animal social. Como animales sociales tenemos la necesidad de estar con el otro, de tocarnos y de entrar en comunión. Pero también hay momentos en los que es más fácil ver los eventos por Internet y hay que estudiar también el fenómeno del streaming. Creció muchísimo durante la pandemia, pero ahorita está volviendo a bajar y ese tipo de fenómenos te ayuda a darte cuenta de que una cosa no va a sustituir a la otra, sino que sencillamente van a convivir. Creo que vamos a continuar trabajando en formatos híbridos durante bastante tiempo. Hasta que venga alguna inteligencia artificial y nos sustituya a todos (se ríe).

—HSA: Las pautas de calle nunca van a desaparecer. Lo que sí me preocupa es que siento, por lo que veo en las redes sociales, que se crean realidades distintas, marcadas por la virtualidad, y que la gente no puede diferenciar una de la otra. Es cierto que el mundo 2.0 te puede dar lecturas erróneas de la realidad, que no es una sola, pero el problema son las narrativas. Preponderará una narrativa que no nos enseña necesariamente lo que corresponde con la que existe fuera. Entonces mi temor es que haya un periodismo que se acostumbre a la visión del mundo desde la virtualidad. Esto además en un país donde el acceso a Internet o las redes sociales es bastante limitado.

—DMR: La cobertura en la calle tenderá a desaparecer, si es que ya no desapareció. Esto debido a los peligros que muchas veces supone exponerse en la calle.  En el periodismo en general uno tiene que conocer desde la zona, o sea, desde Las Mercedes hasta Catia. Hay que ver cómo interactúa la gente, y dentro de tu casa pues no lo vas a ver mucho. No es lo mismo el público que va a un festival de reggaetón al que va a un concierto de Andrés Calamaro. Hoy tranquilamente entrevistamos a un artista por Zoom y ahora es más bien anormal cuando me invitan a hablar en persona en la disquera o en la presentación del libro.

Dictadura del algoritmo

Sin embargo, no todo el progreso tecnológico es positivo. Ramos denuncia que actualmente el periodismo mundial sufre de un grave vicio que, a la larga, podría terminar con su propia extinción. Se refiere a la fijación, cada vez más obsesiva, que tienen algunos medios de comunicación con las estadísticas y las tendencias. 

Considera que el periodismo, tanto en cultura como en otras fuentes, ha perdido credibilidad y seriedad al perseguir noticias, ya no por el aporte que puedan dejar en el lector, sino por la mera búsqueda de visualizaciones fáciles. Algo en lo que, asevera, han contribuido los algoritmos que marcan tendencias muchas veces ajenas a lo que considera es el criterio real del periodismo. 

“Ahora los artistas suben sus propios comunicados en sus redes sociales y se pronuncian en videos. No falta un periodista que esté siempre detrás de ellos. Y una noticia no puede ser lo que subió un famoso en sus estados. Hay que ir más allá”, agrega.

Medina y Sánchez Amaya van más allá. Consideran que actualmente muchos medios de comunicación han dejado a un lado sus secciones de cultura por esta forma de ver el periodismo. “El periodismo cultural no genera vistas, y esa cultura de las vistas y del like es lo que está acabando un poco con nosotros. No hay una actitud de ‘esto es necesario que la gente lo sepa’, sino de que como la gente no lo busca, yo no lo muestro”, lamenta Medina. 

¿Hacia dónde apunta el periodismo venezolano?

El Buscón se reinventa con el delivery de libros
Librería El Buscón del centro Trasnocho Cultural. Foto: Cortesía

La pregunta deja pensativos a los entrevistados. No resulta algo tan fácil de responder, pues las perspectivas no son muy optimistas. Ramos asegura que el periodismo cultural está en vías de extinción no solo en Venezuela, sino en todo el mundo. Y acota que no será por culpa de las inteligencias artificiales, sino de la propia forma en que se manejan las redacciones en la actualidad.

Apunta a que la tendencia del periodismo de guiarse por algoritmos y publicaciones en redes sociales, sin profundizar ni investigar más allá, no solo ha desvirtuado el oficio, sino que lo ha vuelto poco confiable, al ver incluso a colegas veteranos dar informaciones falsas por no verificar sus fuentes.

Para Sánchez Amaya, el gran reto del periodismo cultural venezolano es sostenerse económicamente con el tiempo. Reconoce que actualmente tanto periodistas de la vieja guardia como nombres emergentes luchan por mantener viva la fuente, muchas veces de forma completamente independiente. Sin embargo, sin medios de comunicación que apoyen estas iniciativas, cree que difícilmente podrán mantenerse. 

Hay gente que lo hace muy ad honorem para sus redes sociales, o para algún espacio muy puntual que tienen de nicho, y tú no sabes hasta cuándo podrán resistir haciendo periodismo sin la retribución económica que merecen”, asegura.

Finalmente, Medina coincide también en que el periodismo cultural languidece en Venezuela ante el desinterés de los grandes medios. Afirma que le gustaría tener esperanza, sobre todo al ver la cantidad de periodistas culturales que resisten desde sus redacciones y trincheras, como un árbol que se niega a caer en medio de la tormenta. Pero también advierte que con cada vez menos espacios para escribir, a muchos les toca luchar ya no para innovar, sino para sobrevivir. 

“Creo que la innovación de los medios, los periodistas y los emprendimientos parte un poco de esa ausencia de espacios que hay para escribir. Los espacios nos lo tenemos que labrar nosotros mismos en medio de esta situación. El periodismo cultural subsiste gracias a un esfuerzo de voluntades, más no a un esfuerzo económico. Y hay que preguntarnos hasta qué punto la voluntad se mantiene sin un estímulo”, apunta.

Noticias relacionadas