• El comediante venezolano estuvo en prisión durante dos meses en Texas, Estados Unidos. Su productora y amiga contó para El Diario cómo sobrellevó y vivió todo el proceso

La preocupación y la soledad inducían a Silvia Baquero a perseguir un destino que hasta ese momento desconocía, mientras manejaba su automóvil por un árido territorio propio de un western americano. “Tengo que encontrar la prisión, tengo que encontrar la prisión…”, se repetía. Esa misma tarde del 12 de agosto su amigo había sido capturado y para ella era un deber encontrarlo.

Después de varios minutos de presuroso recorrido, logró llegar a aquel lugar sobre el que leyó muy pocas cosas en Internet antes de salir del hotel en el que se hospedaba. Era un sitio gris y frío, con un aroma abominable a detergente industrial. Se encontraba en Sierra Blanca, un pequeño pueblo tex-mex de no más de 600 habitantes en el condado de Hudspeth, a dos horas de El Paso, ciudad del estado de Texas.

What do you want?” (¿Qué quieres?), preguntó desde una ventanilla un custodio tejano, quien le confirmó lo que ya sospechaba: su amigo se encontraba allí, en esa prisión de olores desagradables y colores oscuros, pero no podía verlo.

Tenía que esperar una llamada que le iba a proporcionar más información. Sin nada que hacer en aquel lugar, regresó a la camioneta y colgó sus manos sobre el volante. En ese momento su teléfono sonó y en la pantalla se reflejó un número desconocido. Era una operadora. Después de un largo preámbulo en inglés, escuchó la voz de José Rafael Guzmán: “Silvix, estoy bien”. El camino para retornar a la tranquilidad comenzaba a materializarse, pero tardaría dos meses en concretarse.

Años de amistad. Silvia y José Rafael se conocen desde hace más de cuatro años, cuando trabajaron juntos en la radio.

Su amistad, dice, se basa en la admiración y el respeto. Desde hace unos meses sus planes y compromisos van de la mano.

Ambos son parte de “Comida, calle y comedia”, el canal de Youtube que sigue la línea de “Caminantes”, la exitosa serie web que narra con humor las calamidades de su caminata por las calles de Colombia tras la migración venezolana. Ese viaje fortaleció una relación que ahora saben que será de por vida.

En la grabación de “Calle, comida y comedia” en Estados Unidos | Foto: Silvia Baquero

Sin embargo, durante el tiempo que estuvo recluido en Estados Unidos, más que su amiga, Silvia era la voz y el rostro de José Rafael en libertad. Al hablar de la situación Silvia se emociona, ríe y reflexiona. Pero habla con extrema seriedad cuando es necesario. Al fin y al cabo fue un suceso que vivió desde afuera, pero al lado de su amigo. “No hubo momento en el que en mi horario, en mi planificación, no estuviese el esfuerzo para que ‘Jose’ saliera de allí”, recuerda para El Diario.

Luego del extenso trayecto que recorrieron juntos en “Caminantes”, el siguiente reto para José y Silvia era adentrarse en Estados Unidos para descubrir la cultura americana. Desde el Gran Cañón — el lugar más increíble que ha visitado, según relata — hasta correr por las escaleras frente al Museo de Arte de Filadelfia para emular el famoso ascenso de Rocky. José Rafael se emocionó hasta las lágrimas y Silvia, que nunca había visto la película, sintió la explosión de energía al llegar a la cima. El territorio estadounidense, en cada rincón, desde el condado más pequeño hasta la ciudad más grande, está invadido por la fuerza del mundo cinematográfico.

El relato de Silvia salta desde los momentos de adversidad, con la pesadez del recuerdo, hasta los momentos de júbilo por las carreteras norteamericanas. “Estados Unidos es un país que tiene, según yo lo veo, esa cultura de que vayas y lo veas, que vayas y lo recorras, que vayas y viajes a través de él”.

Al mismo tiempo, el cambio de cultura de un lugar a otro es un matiz que puede tomar por sorpresa a cualquier extranjero desprevenido. Antes de llegar a El Paso, Silvia y José Rafael habían visitado una granja de cannabis en California, donde el uso recreativo de la planta es legal y su industria está en pleno crecimiento.

Aunque existen discusiones en el ámbito federal de Estados Unidos para abolir la prohibición de la marihuana, la mayoría de los estados no acepta su consumo. Al llegar a Texas, un sitio en el que parecieran fusionarse la cultura mexicana y la figura del cowboy norteamericano, la realidad era otra y, de repente, en un punto de control vial su destino cambió radicalmente.

“Si tú estás bien, yo voy a estar bien”

El 12 de agosto, mientras recorrían Texas, Silvia y José Rafael fueron detenidos en una alcabala (checkpoint) de la patrulla fronteriza. El tiempo comenzó a acelerarse. La polvareda del territorio tejano se levantaba sobre sus hombros y los oficiales miraban en cada rincón de la camioneta. “Hubo un momento en el que los dos nos miramos y entendimos que de esta no íbamos a salir”. El relato es interrumpido por un suspiro largo, guarda silencio por unos segundos mientras, entre todos los recuerdos que se acumulan en su garganta, busca la manera de narrar ese momento.

Los oficiales informaron, en un español perfecto, que están bajo arresto. La razón, argumentó ella, pronto dejará de ser un problema: “Hay muchísima gente, incluida yo, que apoya el uso recreativo del cannabis”.

Luego de ser interrogado, José Rafael miró a Silvia y en un segundo tomó la decisión de asumir toda la responsabilidad. No había manera de que ambos salieran ilesos de la situación. En ese instante comenzaron a ser presa de un mismo dilema. “Él está aquí y yo voy a tener que irme para resolver esto. No lo voy a dejar solo”, recuerda Silvia mientras hace una pausa para continuar con el relato.

Su primera visita a la cárcel, días después, estuvo signada por la fuerte imagen de ver al caminante de la sonrisa permanente con la mirada decaída. El miedo era una sensación constante.

Visita a José Rafael Guzmán al Hudspeth County Law Enforcement Center en Sierra Blanca, Texas | Foto: Silvia Baquero

Tras los barrotes todo puede pasar, y para Silvia esta era una preocupación constante. Con el paso de los días, el mantra que acompañó cada llamada, cada visita y cada pensamiento de este dúo inseparable fue: “Todo va a estar bien; si tú estás bien, yo estoy bien. Vamos a salir de esto”. Repetían esta frase una y otra vez, hasta el cansancio, hasta hacerla realidad. No podían demostrar flaqueza ante la incertidumbre que ambos padecían, uno desde adentro y otro desde afuera.

La noche de la detención Silvia decidió quedarse en Hudspeth. Menciona que Sierra Blanca parece un pueblo abandonado por los antiguos héroes del lejano oeste, donde las bolas de paja ruedan por la noche, junto al sonido de una armónica y el cantar de un ranchero. El ambiente de la pequeña ciudad es pesado y hostil, cargado de miedo. Los lugareños no acostumbran ver a extranjeros caminando por sus tierras. Al día siguiente, Silvia decidió dirigirse a El Paso, lugar que se convertiría en el centro de operaciones para lograr la libertad de José Rafael.

Sierra Blanca, Texas | Foto: Cortesía

Operación rescate

El proceso para liberar a José Rafael fue tan rápido como abrumador. El primer paso era comunicarse con Oswaldo Graziani, uno de los fundadores de Plop — la compañía detrás de El Chigüire Bipolar — , para conseguir un abogado. Silvia lo hizo al día siguiente de la primera conversación telefónica con José Rafael. Aunque muy cercano a “Jose”, ella no conocía más que la voz del defensor.

“Mira, ‘Jose’ está preso. Necesitamos un abogado y él me dijo que te llamará a ti, que seguramente tú sabrías quién nos puede ayudar”, le dijo a Oswaldo en su primera llamada. Y en efecto dio con un nombre: Jeep Darnell, un corajudo tejano de profundos conocimientos y conducta apacible. Junto a Graziani, Darnell fue el encargado de resolver los asuntos legales. El asesor puso sobre la mesa dos alternativas: pagan la fianza y lo deportan, o resiste algunos días más en prisión a esperar que culmine el proceso judicial. Se decidieron por la segunda opción. “Si tú estás ahí, quieres salir; y si tienes a alguien ahí, quieres que salga. Pero no siempre la salida más rápida es la mejor”.

Foto: Silvia Baquero

En lo sucesivo, el teléfono de Silvia se convirtió en una especie de centro de operaciones. Por esa vía se comunicaba con el abogado y establecía alianzas que ayudaran a retirar los cargos imputados a José Rafael. Apeló entonces a unos viejos conocidos: Valerie Lorett, Ximena Otero y Led Varela. “Cada uno aportó justo lo que tenía que aportar en cuanto a vibra y complemento de necesidades. Todos estábamos en un gran compromiso. Se tuvo que hacer la producción de la salida de ‘Jose’ de la cárcel y este fue el equipo que lo llevó a cabo. Fue perfecto”. No muchos sabían lo que había sucedido. Decidieron manejar el tema con cautela para evitar la mediatización del caso.

El pasado profesional del comediante fue la principal prueba de inocencia y, curiosamente, la censura del régimen chavista fue la mejor aliada. El cierre de sus programas de radio y televisión así como de sus shows, la orden de captura en su contra por incitación al odio por parte del desprestigiado Estado venezolano, además de una multitudinaria función benéfica realizada en 2017, fueron parte del expediente para comprobar el compromiso del acusado con la comedia y con los derechos humanos.

Los días de Silvia transcurrían en medio de miles de llamadas, visitas y contactos, pero este tropel se interrumpía cada cuatro horas para poder hablar con José Rafael. Ella no recuerda con exactitud de qué hablaban, pero esas conversaciones fueron suficientes como para saberse de memoria el mensaje de la operadora: “Hello, this is a collect call from José Guzmán. If you would like to collect this call, please, press one” (Hola, esto es una llamada por cobrar de José Guzmán. Si quiere aceptar dicha llamada, por favor, presione uno). Cada llamada tenía un costo de 3 dólares por solo contestar y 0,25 centavos adicionales por minuto. Así se comunicaron durante los dos meses que duró el cautiverio. “Era una demencia todo. Era muy surreal”.

Lo único que no se permitía Silvia era demostrar debilidad. Para ella esa nunca ha sido una opción. “Aguantar, aguantar, aguantar”, se repite. Utilizaba los pocos minutos de conversación para conocer el estado físico de José Rafael y presentarle las novedades del proceso judicial. “Yo no podía agobiarlo a él con mi tristeza, ni mucho menos. Me imaginaba a ‘Jose’ que colgaba el teléfono dentro de la prisión y se sentaba en su cama con siete tipos más en un lugar deplorable”.

La primera buena noticia llegó el 13 de octubre cuando Silvia asistió al Catalyst Content Festival, en Minnesota, un evento realizado por un instituto de desarrollo educativo para creadores de contenido independiente de todo el mundo. “Caminantes” estaba nominado a la categoría de mejor documental, por lo que José Rafael le insistió a Silvia que asistiera a la ceremonia: esa nominación era el aval del trabajo que venían desarrollando arduamente durante tantos meses. Aun ausente, él la acompañaba. A pesar de los momentos difíciles, había alguna oportunidad para celebrar y sonreír.

Esa nominación fue muy alentadora para sobrellevar todo este problema, una linda manera de demostrar que esto fue solo un momento de mala suerte y ya Silvia Baquero

La “mala suerte”, como le llama, acabó el 18 de octubre. El anuncio fue sorpresivo. Lo esperaban desde hacía meses, pero no pensaban que ese sería el día definitivo. José Rafael había sido liberado sin previo aviso y en medio de la nada, desde donde llamó a su dream team para culminar la operación de rescate. “Sentí un alivio gigante, increíble. Me senté a respirar y a sentirme feliz. No podía dejar de sonreír. Estaba feliz”, recuerda Silvia con emoción, sin dar más detalles. Su memoria se nubla al rememorar la algarabía del reencuentro.

Siempre con humor

En los momentos de zozobra siempre hay tiempo para chistes y más si trabajas con un comediante; es la forma natural de drenar la preocupación. Por tanto, Silvia decidió crear su particular spirit animal: Lilian Tintori, activista de derechos humanos y esposa de Leopoldo López. “La Lilian de El Paso” es su apodo.

“El nombre me lo puse yo misma, en realidad. Fue como una manera de burlarme de mí misma y de la situación tan absurda y surreal que estaba viviendo. Ahorita sí lo veo super gracioso. Nos acordamos del momento y reímos. Yo decía: ‘Lo que me faltan son las trenzas, pues. Estoy aquí en El Paso, este pana está preso y grito desde la ventana ¡Joseee!’. No, mentira, pero dentro de todo nos teníamos que reír, porque estar tan triste iba a ser peor”.

“La Lilian de El Paso”. #LiberenAJose | Foto: Silvia Baquero

Después de esta experiencia tan traumática, José Rafael y Silvia tienen muy claro el futuro. “Vamos por más”, adelanta Silvia. Para José Rafael no fue difícil conseguir su ruta: en la cárcel comenzó a escribir su nuevo stand up, llamado “Sin robar a nadie”, en el que narrará su experiencia con el matiz de humor que tanto lo caracteriza. Además, “Comida, calle y comedia”, versión Estados Unidos, está en proceso de edición.

Aunque para ambos el camino será uno solo, el viaje de Silvia y José Rafael será distinto de ahora en adelante. En su voz se notan pequeños destellos de alegría al imaginar los nuevos proyectos que se avecinan. “Somos un equipo y vamos a seguir dándole”.

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