• Los científicos pudieron desvelar la identidad de un ictiosaurio que se había reducido a un enredo bidimensional de huesos. Foto: Engelschiøn et al. PLOS ONE

Esta es una traducción hecha por El Diario de la nota X-Ray Vision Brings New Life to a Fossil Flattened by Time, original de The New York Times.

Mientras exploraban la cima de una montaña en el Ártico en 2008, los paleontólogos descubrieron un pequeño esqueleto que se asemejaba a una serpiente marina enrollada impresa en una losa de roca de 240 millones de años de antigüedad. El esqueleto notablemente completo, apodado Oda, fue depositado en la colección del Museo de Historia Natural de la Universidad de Oslo.

Era evidente que Oda era un ictiosaurio, pero nadie podía decir si era una especie conocida de los reptiles marinos, que eran una mezcla entre un cocodrilo y un delfín. Aunque gran parte de su esqueleto se conservaba, eones bajo el lecho marino fangoso habían comprimido a Oda en un revoltijo bidimensional de huesos.

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Para identificar al reptil, los paleontólogos colocaron al desconcertante espécimen bajo una máquina de rayos X para reconstruir el rompecabezas petrificado. En un artículo publicado en la revista PLoS One, los investigadores describieron los detalles anatómicos que habían obtenido a partir del resplandor fantasmal de los huesos de Oda radiografiados.

“El contraste de estos huesos es tan claro como el día”, aseguró Neil Kelley, un paleontólogo de la Universidad de Vanderbilt que estudia reptiles marinos y no estuvo involucrado en el nuevo estudio. “Estoy muy envidioso, ese es exactamente el resultado que deseas al someter algo a un rayos X”.

Además, agregó que los hallazgos demuestran el potencial de la técnica para agregar nuevas dimensiones a los misterios en el registro fósil que han sido aplanados por el paso del tiempo.

El enigmático esqueleto fue descubierto en una meseta ventosa en la isla de Edgeøya, en Svalbard, un archipiélago ártico al norte de Noruega que alberga renos y osos polares. Pero durante el periodo Triásico medio, la zona era una plataforma marina profunda en la costa norte del supercontinente Pangea y un refugio para reptiles marinos.

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La visión de rayos X reveló nuevos detalles de un fósil aplanado por el paso del tiempo
El fósil, fotografiado. Foto: Engelschiøn et al. PLOS ONE
La visión de rayos X reveló nuevos detalles de un fósil aplanado por el paso del tiempo
Una radiografía del fósil. Foto: Engelschiøn et al. PLOS ONE
La visión de rayos X reveló nuevos detalles de un fósil aplanado por el paso del tiempo
El plateau Muen, en la isla de Edgeoya, donde se encontró a Oda. Foto: Sofie Bernhardsen

Victoria Sjoholt Engelschion, una investigadora doctoral en el Museo de Historia Natural de Oslo, encontró fragmentos de huesos azulados de ictiosaurio mientras realizaba escaneos de tomografía computarizada de grupos de almejas fosilizadas de la zona. Un colega recomendó escanear a Oda en busca de pistas para su identificación.

Durante más de un siglo, los paleontólogos tuvieron que romper los fósiles para analizar su anatomía interna, a menudo destruyendo sus valiosas muestras. En las últimas décadas, los científicos han recurrido a técnicas no destructivas como la tomografía computarizada para crear representaciones tridimensionales de los fósiles. Debido a que los huesos de Oda estaban incrustados en la roca, Engelschion y sus colegas optaron por un enfoque más tradicional al pasar rayos X a través del fósil para obtener imágenes bidimensionales.

Colocar a Oda —que se conserva con su columna vertebral enrollada, su cola doblada y sus huesos de aleta y costillas dispersos— en una máquina de rayos X resultó desafiante.

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“No tenemos ninguna máquina que pueda hacer radiografías de especímenes grandes, pero afortunadamente nuestros colegas del Museo de Historia Cultural sí la tenían, ya que los arqueólogos utilizan esta técnica con mucha más frecuencia”, detalló Engelschion.

En los escaneos iniciales, los huesos fosilizados de Oda saltaron a la vista en las radiografías. Este contraste se debió en parte al hecho de que el material dentro de los huesos del animal había sido completamente reemplazado por barita, un mineral de sulfato que se utiliza actualmente como agente de contraste radiográfico en los exámenes médicos.

“Los huesos del ictiosaurio ya no eran huesos, lo que hizo que se iluminaran”, dijo Engelschion.

Debido a que la barita le daba a los huesos del ictiosaurio un brillo intenso, el equipo pudo observar características anatómicas que habían pasado desapercibidas o estaban oscurecidas. Descubrieron que el cráneo del animal, similar al de un cocodrilo, era considerablemente más largo de lo que se pensaba anteriormente. También identificaron huesos de extremidades y vértebras previamente invisibles.

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“Este estudio ilustra la importancia de utilizar algunas de las técnicas más ‘probadas y comprobadas’ que aún pueden revelar nuevos datos”, explicó Dean Lomax, un paleontólogo de la Universidad de Manchester en Inglaterra que se especializa en ictiosaurios y que no estuvo involucrado en el nuevo estudio.

La pista crucial estaba en los dientes del animal. Los rayos X revelaron que los dientes más grandes de Oda tenían surcos que recordaban a los dientes encontrados en las mandíbulas de Phalarodon atavus, un pequeño y elegante ictiosaurio que se ha encontrado en Europa continental y China. Según Engelschion, encontrar este ictiosaurio en Svalbard arroja luz sobre la amplitud y el éxito de la especie durante su apogeo.

Kelley agregó que encontrar el lugar correcto de Oda en el registro fósil ayudó a contextualizar el surgimiento de los ictiosaurios, que dominarían los ecosistemas marinos durante 150 millones de años. Él cree que volver a examinar otros fósiles de reptiles marinos mediante rayos X podría revelar pistas ocultas sobre cómo evolucionaron estos reptiles.

Traducido por José Silva

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