• En los últimos años, egresados de distintas casas de estudios han decidido formar parte del personal académico del país, aun cuando deben sortear condiciones adversas como los bajos salarios

La edad biológica refiere parámetros y comportamientos que se asocian con la madurez, pero no siempre es una condición que esté asociada con los muchos años. Es así como, entre miedos y sorpresas, los jóvenes de Venezuela han asumido cargos que algunos pueden ver como inapropiados. Rompiendo parámetros, su vocación se impone y les ha permitido llegar a la docencia en los salones universitarios.

La educación también libra una batalla diaria en Venezuela. En un informe presentado en 2017 por la organización Aula Abierta se especifica que la comunidad de la educación superior atribuye la deserción universitaria a factores como “el déficit presupuestario, la baja capacidad adquisitiva de los profesores en relación con sus salarios, la inseguridad por la falta de vigilancia de las autoridades competentes y otras situaciones de carácter negativo”.

La hiperinflación que galopa por el país también afecta gravemente a los profesores universitarios. De acuerdo con el Observatorio de Gasto Público de Cedice, desde el 15 hasta el 30 de junio de 2019 “el consumo promedio de 61 bienes y servicios de una familia integrada por tres personas alcanzó el valor de Bs 2.857.889,85”; para pagar esa suma, una persona necesitaba, para ese entonces, 44 salarios integrales de Bs 65.000. Pese al desalentador panorama, los jóvenes se siguen sumando a las universidades para continuar con la formación de profesionales calificados.

El encuentro de Andrea Guédez con una nueva vocación

Los pasillos que Andrea Guédez recorría cuando estudiaba Comunicación Social en la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB), ahora también los transitan sus alumnos, pues desde septiembre de 2018 es profesora de la asignatura Comunicación Oral en la escuela donde egresó como profesional. Sin poses y con la jovialidad de sus 25 años de edad asegura que, aunque nunca se vio dando clases, terminó enamorándose del oficio de enseñar.

Foto: José Daniel Ramos

El compromiso de Andrea con su casa de estudios no es reciente. Cuando era estudiante fue representante ante el Consejo Universitario, y al momento de graduarse le manifestó al rector Francisco José Virtuoso su interés en continuar apoyando a la universidad. De ese modo, comenzó a dictar la materia Identidad y Liderazgo II bajo la tutoría del padre Erardo Hernández y, posteriormente, llegó a su cargo actual.

“Hace muy poco estaba sentada en ese lugar en el que mis alumnos estaban ese día, y bueno, siempre está la predisposición de ‘¿qué tan buena puede ser esa profesora si está recién graduada? Si es tan joven, ¿qué tanta experiencia puede tener?’. Obviamente eso me hacía sentir un poco nerviosa, pero gracias a Dios nunca fue una limitante para dar una materia con altos estándares de calidad”, relata Guédez sobre su primer día como docente.

Con soltura en el hablar, también asegura que su nuevo rol aumentó en ella el respeto hacia sus profesores, debido a que ahora entiende “lo difícil que es estar de ese lado del salón”. Por ello, no ha dejado en pausa su formación y actualmente cursa un diplomado de docencia universitaria.

La situación económica no es un tema ajeno para Andrea, quien reconoce que su trabajo como docente “no tiene una retribución lo suficientemente atractiva como para que todo el mundo se quiera dedicar a esto”. No obstante, sostiene que se ha llevado consigo la satisfacción de saber que, de alguna forma, su trabajo influye positivamente en quienes se sientan frente a ella.

El tema salarial se agudiza en las instituciones públicas. De acuerdo con el ajuste en las tablas salariales de profesores universitarios, un profesor titular con dedicación exclusiva (máximo escalafón docente) recibía en enero de este año un sueldo de Bs 31.710. En ese sentido, Lourdes Ramírez, presidente de la Federación de Asociaciones de Profesores Universitarios de Venezuela (Fapuv), aseguró en junio que “la destrucción de la universidad ha sido de manera intencional”.

Con modestia, Andrea relata que desde que era una niña sentía que tenía el don de la palabra, por lo que hablar ante el público no era una tarea difícil para ella. Ahora enseña a sus alumnos cómo expresarse correctamente para dar discursos, debatir y desenvolverse en situaciones cotidianas, como entrevistas y presentaciones, que no atañen exclusivamente a estudiantes de Comunicación Social.

Foto: José Daniel Ramos

“Para mí esto ha sido muy enriquecedor, un crecimiento impresionante, además es una inyección de motivación para decir que aquí hay muchísimo talento. Aquí hay una juventud que está hambrienta de conocimiento, de cosas buenas, y tenemos que ser más los que estemos dispuestos a echarles una mano para seguir adelante”, expresa.

Encontrarse en los pasillos de la UCAB con quienes son sus actuales colegas le causa a Andrea un enorme agrado. Según relata, en ese lugar “vivió los mejores cinco años de su vida”, y ahora también tiene bajo su responsabilidad la formación de los jóvenes que desean alcanzar un título universitario.

“Los docentes son valientes, son héroes que están todos los días creando a esos líderes del mañana y del hoy que van a salir a la calle a construir el país que todos necesitamos y es precisamente allí donde está la admiración y el respeto que debemos sentir por todas las personas que hoy se animan a enseñar”, concluye.

La elogiada trayectoria de Angélica Calzadilla

Varias placas con reconocimientos se observan en la oficina de Angélica Calzadilla, docente y directora de la Escuela de Derecho de la Universidad Metropolitana (Unimet). En su haber no solo tiene estudios de maestría, sino un extenso recorrido que la llevó a convertirse en la directora de escuela más joven de la que también fue su casa de estudios.

Angélica Calzadilla. Foto: José Daniel Ramos

La idea de ser docente no estuvo alejada de sus intereses. Cuando cursaba el pregrado en Derecho, Angélica era preparadora de una materia, y después de graduarse, específicamente en enero de 2012, empezó a ser asistente del fallecido doctor Humberto Njaim en la asignatura de Introducción al Derecho. Luego de dos trimestres, tuvo la oportunidad de entrar en un programa de la universidad para profesores en desarrollo. A partir de ese momento, y con tan solo 23 años, el salón de clases empezó a ocupar formalmente parte de su cotidianidad.

Aunque han pasado siete años desde que dio su primera clase en Filosofía del Derecho, recuerda con claridad que cuando entró al salón “todos seguían esperando al profesor y no sabían que yo era la profesora. Se sorprendieron muchísimo porque incluso había estudiantes que eran mayores que yo o que habían estudiado conmigo y no se habían graduado”.

Los nervios que abrumaron a Angélica ese día pasaron a un segundo plano. Reconoce que “es complicado ser joven y trabajar con jóvenes”, pero asegura que no es una tarea imposible y pese a que algunos la han cuestionado por los tatuajes que lleva en sus brazos, su trayectoria ha sido el argumento necesario para recalcar que la apariencia no mide la preparación.

Foto: José Daniel Ramos

Desde su papel como docente, también ha sido testigo de las dificultades con las que diariamente tienen que lidiar los estudiantes para terminar su carrera, por lo que expresa que “el que estudia ahorita en Venezuela es un valiente porque lo hace en condiciones totalmente adversas”; y aunque estudiar Derecho en el país puede resultar aún más complejo, sin titubeo alguno Angélica asegura que “este es el mejor momento para estudiar esta carrera”.

“A diferencia de lo que creen muchas personas que se preguntan para qué estudiar Derecho en un país donde no hay Estado de derecho, donde hay violaciones de los derechos humanos fundamentales, creo que es precisamente para eso que se necesitan abogados. Para la reconstrucción de nuestro país, de nuestra sociedad y del Estado de derecho necesitamos nuevos abogados, y necesitamos nuevos abogados excelentes”, agrega.

Las protestas en el país también dejaron una huella en la carrera docente de Angélica. Relata que “trataba de mantener el equilibrio entre el deber social y el deber académico”. Más de una vez salió a las calles para no dejar solos a sus estudiantes, y de noche, al regresar a casa, daba clases virtuales, incluso por audios de Whatsapp.

En cuanto a lo ocurrido en estos hechos, la organización Aula Abierta concluyó en su informe Manifestaciones, Detenciones y Muertes de Estudiantes Universitarios en Junio de 2017 que “dan muestra de especial preocupación las denuncias de detenciones arbitrarias y torturas contra estudiantes universitarios”, así como las amenazas contra miembros de la comunidad académica y las agresiones contra sus instalaciones.

Respecto a las manifestaciones de 2019, Alfredo Romero, director presidente del Foro Penal Venezolano (FPV), precisó que entre el 21 y 31 de enero hubo 95 estudiantes detenidos, en su mayoría con edades comprendidas entre 18 y 22 años.

Foto: José Daniel Ramos

“Fue todo un reto, pero lo logramos y nos dio muchísimas enseñanzas y alternativas al proceso de aprendizaje que no teníamos en ese momento”, explica Angélica, quien con seguridad dice que la docencia le ha dado todo a su vida, especialmente “ poder cultivar la tolerancia como un valor”.

En cuatro ocasiones sus alumnos la han escogido como madrina de promoción, una experiencia que, junto con la oportunidad de entregarles su título en el paraninfo, describe como “una alegría que no tiene palabras para ser descrita”. En consecuencia, afirma que no puede ver su futuro sin la docencia y que apoya la participación de docentes jóvenes.

“Me encanta que haya profesores jóvenes, siempre y cuando se estén formando, porque esta es una de esas cosas positivas de la crisis: nos ha abierto las puertas para que podamos entrar a la academia sin tantas dificultades, como era hace unos años. Así, las personas pueden ver que los jóvenes también podemos dar, también nos podemos dedicar a la docencia y podemos formarnos desde muy temprano”, finaliza.

El compromiso afianzado de Natasha D’Amico

Una llamada inesperada de las autoridades de la Universidad Monteávila cambió los planes de Natasha D’Amico cuando le preguntaron “¿quieres dar clases?”. Al principio, confiesa que rechazó la propuesta por temor; sin embargo, terminó aceptándola porque no quería dejar de darse a sí misma la oportunidad de intentarlo.

Natasha D’Amico. Foto: José Daniel Ramos

Para Natasha, quien tiene 25 años de edad y egresó de Comunicación Social en la UMA, estar en el salón de clases desde el lado del pizarrón no era una actividad nueva. Desde que era pequeña explicaba a sus compañeros el contenido de alguna materia y cuando terminó con su carrera comenzó a dar clases en sectores populares de la mano del programa Lidera, del que también egresó.

Su nueva etapa como profesora universitaria inició en septiembre de 2018 con la asignatura Diseño Editorial y, desde entonces, explica que la retroalimentación de ideas y conocimientos con sus alumnos ha sido uno de sus impulsos.

“Yo también aprendo de ellos y los conocimientos que ellos me transmiten son únicos, porque yo puedo tener otro trabajo y amigos afuera, pero esos conocimientos jamás los voy a recibir de ellos. En cambio, esa alianza que se genera es lo más gratificante del mundo”, dice Natasha, quien también relata con satisfacción que varios de sus estudiantes han manifestado su interés de dar clases en un futuro.

El respeto ha sido una de sus premisas en cada clase, por ende, afirma que ha podido tener cercanía con sus alumnos y no ser percibida como alguien distante. Según explica: “¿Cuándo uno se iba a imaginar que en la universidad podía tener el número de celular de un profesor y le podía escribir y conversar con él? Ahora se puede. Siempre que tengan respeto, en mí pueden tener a una amiga”.

Foto: José Daniel Ramos

Muchas son las diferencias entre la época en la que Natasha era estudiante universitaria y la actualidad. Una de ellas es el número de medios de comunicación privados que siguen funcionando en Venezuela a pesar de las amenazas constantes por parte de los organismos oficiales. En ese sentido, señala que es consciente de “lo importante e indispensable que es un periodista”, pero reconoce que “lamentablemente a raíz de la censura y de los pocos medios de comunicación que aún quedan en el país, se ha visto cerrada esa ventana”.

De acuerdo con el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Prensa (SNTP), desde que Nicolás Maduro llegó al poder en 2013 y hasta 2018, 115 medios de comunicación fueron cerrados en el país, entre ellos 41 medios impresos, 65 emisoras de radio y 9 canales de televisión.

Con naturalidad, Natasha conversa con varios de sus colegas docentes en uno de los cafetines de la USM. En una primera impresión, la sobriedad de sus ademanes no deja percibir tan fácilmente su edad. Desde muy joven se vinculó laboralmente con la política del país desde el área de la comunicación y, sin dudarlo, dice que emigrar no ha estado entre sus opciones.

Foto: José Daniel Ramos

“Yo jamás he pensado en irme y creo que esto me tiene aún más apegada al país. Creo que los jóvenes son el presente y tú tienes que formar el presente”.

Para cualquier sociedad, la educación está directamente relacionada con el progreso. Sin docentes y sin alumnos, el cultivo del saber sería ilusorio y la ignorancia, descrita por Simón Rodríguez como “la causa de todos los males que el hombre se hace y hace a otros”, guiaría el rumbo. A pesar del escenario actual — o justamente a causa de él — los jóvenes venezolanos continúan demostrando que sus capacidades están prestas para hacer frente a la barbarie desde las aulas universitarias.

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