• Durante la pandemiala división entre “los que tienen” y “los que no tienen” tecnología tiene graves consecuencias

Reuniones familiares en Zoom y FaceTime. Pedidos en línea a tiendas de comestibles y farmacias. Citas de telesalud con médicos.

Estos han sido los salvavidas para muchos adultos mayores que se quedaron en casa durante la pandemia de coronavirus. Pero ante este cambio sin precedentes hacia las interacciones virtuales surge un inconveniente: un gran número de personas mayores no pueden participar.

Entre ellos hay adultos mayores con demencia (14% de los de 71 años o más), con pérdida de la audición (casi dos tercios de los de 70 años o más) y con problemas de visión (13,5% de los de 65 años o más), que pueden tener dificultades para usar dispositivos y programas digitales diseñados sin tener en cuenta sus necesidades. (Piense en iconos pequeños, tipos de letra difíciles de leer, subtítulos inadecuados entre las dificultades).

Muchos adultos mayores con recursos financieros limitados también pueden no ser capaces de pagar los dispositivos o las tarifas de servicio de Internet asociadas. (La mitad de las personas mayores que viven solas y el 23% de las que viven en hogares de dos personas no pueden costear las necesidades básicas). Otros no son expertos en el uso de la tecnología y carecen de asistencia para aprender.

Durante la pandemia, la cual ha golpeado fuertemente a los adultos mayores, esta división entre “los que tienen” y “los que no tienen” tecnología tiene graves consecuencias.

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Los adultos mayores del grupo de “los que tienen” tienen más acceso a las interacciones sociales virtuales y a los servicios de telesalud, así como más oportunidades de obtener suministros esenciales en línea. Mientras tanto, “los que no tienen” corren un mayor riesgo de aislamiento social, de renunciar a la atención médica y de quedarse sin alimentos u otros artículos necesarios.

Charlotte Yeh, directora médica de AARP Services, experimentó las dificultades asociadas con la tecnología este año al tratar de enseñar a distancia a su padre de 92 años de edad cómo usar el teléfono celular. Ella vive en Boston; su padre vive en Pittsburgh.

La madre de Yeh siempre se había ocupado de la comunicación de la pareja, pero ella estaba en un asilo de ancianos después de haber sido hospitalizada por neumonía. Debido a la pandemia, la residencia de ancianos había cerrado a los visitantes. Para hablar con ella y otros miembros de la familia, el padre de Yeh tuvo que recurrir a la tecnología.

Pero varios impedimentos se interpusieron en el camino: El padre de Yeh es ciego de un ojo, tiene pérdida de audición severa y lleva un implante coclear, por lo que tendría problemas para escuchar conversaciones por el teléfono celular. Fue más difícil de lo que Yeh imaginaba encontrar una aplicación para el móvil que fuese fácil de usar y que tradujera con precisión el habla en subtítulos.

A menudo, los miembros de la familia trataban de organizar reuniones de Zoom. Para esto, el padre de Yeh usaba un ordenador pero seguía teniendo problemas porque no podía leer los pequeños subtítulos en Zoom. Una nieta conocedora de la tecnología resolvió ese problema conectando una tableta con un programa de transcripción separado.

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Cuando la madre de Yeh, de 90 años, llegó a casa a principios de abril, los médicos que la trataban por cáncer de pulmón metastásico querían organizar visitas de telesalud. Pero esto no se podía hacer a través del teléfono móvil (la pantalla era demasiado pequeña) o de su ordenador (demasiado difícil de mover). Los médicos podían examinar las lesiones alrededor de la boca de la anciana sólo cuando se sostenía una tableta en el ángulo correcto, con la linterna de un teléfono apuntando a ella para obtener luz adicional.

“Era como un circo de tres arenas”, dijo Yeh. Su familia tenía los recursos necesarios para resolver estos problemas; muchos no los tienen, señaló. La madre de Yeh falleció en julio; su padre ahora vive solo, es mucho más dependiente de la tecnología, ahora más que nunca.

Landmark Health atiende a un grupo altamente vulnerable de 42.000 personas en 14 estados, llevando los servicios a los hogares de los pacientes. El promedio de sus pacientes es de casi 80, con ocho condiciones médicas. Después de las primeras semanas de la pandemia, Landmark detuvo las visitas personales a los hogares porque el equipo de protección personal, o PPE, era escaso.

En su lugar, Landmark trató de brindar atención a distancia. Pronto descubrió que menos del 25% de los pacientes tenían la tecnología apropiada y sabían cómo usarla, dijo Nick Loporcaro, el director ejecutivo. “La telesalud no es la panacea, especialmente para esta población”, dijo.

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Landmark planea experimentar con lo que él llama “telesalud facilitada”: un grupo del personal no médico llevando dispositivos a los hogares de los pacientes y gestionando las visitas de telesalud. (Ahora tiene suficiente PPE para hacer esto posible.) También la compañía está considerando que tecnología puede dar a los miembros.

Una alternativa que está llamando la atención es el GrandPad, una tableta cargada de aplicaciones para personas mayores, diseñada para adultos de 75 años o más. En julio, la Asociación Nacional PACE, cuyos miembros dirigen programas que proporcionan servicios integrales a ancianos frágiles que viven en casa, anunció una asociación con GrandPad para fomentar la adopción de esta tecnología.

 “Todo el mundo está luchando para pasar a este nuevo modelo de atención a distancia y buscando opciones”, dijo Scott Lien, el cofundador y director general de la compañía.

Otra alternativa es la tecnología de iN2L (acrónimo de It’s Never Too Late), una compañía que se especializa en atender a personas con demencia. En Florida, bajo un nuevo programa patrocinado por el Departamento de Asuntos de Ancianos del estado, las tabletas iN2L cargadas con contenido específico para la demencia han sido distribuidas a 300 hogares de ancianos y centros de vida asistida.

El objetivo es ayudar a los ancianos con discapacidad cognitiva a conectarse virtualmente con sus amigos y familiares y a participar en actividades en línea que alivien el aislamiento social, dijo Sam Fazio, director principal de atención de calidad e investigación psicosocial de la Alzheimer’s Association, un socio en el esfuerzo. Pero debido a las limitaciones presupuestarias, sólo se están enviando dos tabletas a cada comunidad de cuidados a largo plazo.

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Las familias advierten que puede ser difícil programar el tiempo adecuado con sus seres queridos cuando sólo hay unos pocos dispositivos disponibles. Esto sucedió con la madre de Maitely Weismann, de 77 años, después de que se mudara a un centro de cuidados de la memoria de Los Ángeles con poco personal en marzo. Después de ver lo difícil que era conectarse, Weismann, que vive en Los Ángeles, le dio a su madre una tableta y contrató a un ayudante asegurando así de que madre e hija pudieran hablar cada noche.

Sin el apoyo del ayudante, la madre de Weismann siempre terminaba accidentalmente deteniendo el video o apagando el dispositivo. “Probablemente quería alcanzarme y tocarme, y cuando tocaba la pantalla se quedaba en blanco y entraba en pánico”, dijo Weismann.

¿Qué se necesita para seguir adelante? Laurie M. Orlov, fundadora del blog Aging and Health Technology Watch, dijo que las residencias de ancianos, los centros de vida asistida y las agrupaciones de ancianos necesitan instalar servicios de WiFi en todas sus comunidades, algo de lo que muchos carecen.

“Necesitamos habilitar las reuniones de Zoom. Necesitamos la capacidad de poner la tecnología de voz en habitaciones individuales, para que la gente pueda acceder a los productos de Amazon Alexa o Google”, dijo. “Necesitamos más actividades en grupo que permitan a varios residentes comunicarse entre ellos virtualmente. Y necesitamos que los proveedores agrupen la conectividad, los dispositivos, la formación y el servicio en paquetes diseñados para adultos mayores”.

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