- Humans Right Watch informó sobre un incremento considerable en los incendios en el Amazonas en comparación con las cifras de 2019. Foto: Reuters
La época de sequía en el Amazonas representa un intérvalo de tiempo donde la maleza seca y la falta de lluvia producen ciertos incendios en el territorio.
Ahora, ante el incremento en la deforestación por el avance de la industria ganadera y agropecuaria estos incendios han aumentado a niveles incalculables. Esto representa un atentado a la biodiversidad del planeta y a la salud de la población cercana.
El gobierno de Jair Bolsonaro, presidente de Brasil, se comprometió a la reducción de los incendios forestales, pero según el informe El aire es intolerable: Consecuencias para la salud de los incendios asociados a la deforestación en la Amazonía brasileña publicado por Humans Right Watch (HRW) el 26 de agosto, las proyecciones para 2020 son peores con respecto al año anterior.
A mediados de 2019 Amazonas registró un aumentó de 83% en incendios provocados, en su mayoría, por la deforestación. Las llamas ardieron entre el terreno más fecundo en flora y fauna en el planeta.
El mundo se enmudeció ante la hojarasca quemada de la selva y, como era de esperarse, las proclamaciones sobre el riesgo ambiental y los problemas de salud que podrían acarrear, después de la sequía, los habitantes de las zonas cercanas.

Políticas erradas
Desde la llegada de Bolsonaro al poder los acuerdos con las organizaciones ambientales han sido, por lo menos, conflictivos.
La Política Nacional sobre Cambio Climático de Brasil estableció, después de las graves consecuencias de los incendios de 2019, la reducción de la tasa de deforestación a 3.925 kilómetros cuadrados en 2020.
Sin embargo, hasta finales de julio ya habían sido despejados 4.700 kilómetros cuadrados de selva amazónica.
En la época de sequía estos sectores deforestados serán más vulnerables ante la propagación de las llamas. Incluso, en el mes de julio se registró un aumento de 28% en los incendios forestales en comparación con julio de 2019.
La expansión del terreno productivo, con incendios “controlados” que se pueden salir de control o deforestación temprana, puede provocar, cada año, incendios de mayor magnitud en el Amazonas.
Jair Bolsonaro comentó a principios del mes de agosto, en un encuentro con distintos líderes suramericanos, que “no hallarán ni un foco de incendio ni un cuarto de hectárea deforestada”.
El vicepresidente Hamilton Mourão expresó, por su parte, que el gobierno brasileño está implementando medidas para evitar la deforestación. Sin embargo, el aumento en las cifras de incendios y de territorio deforestado demuestra que el resultado de estas medidas es, prácticamente, ínfimo o inexistente.

Ante esta situación, el director del Instituto de Investigación Ambiental en el Amazonas (IPAM), André Guimarães, comentó que “el gobierno federal tiene la obligación de proteger el ecosistema único del Amazonas y a sus habitantes. Sin embargo, la destrucción frenética de la selva tropical nos está empujando hacia un punto de inflexión en el cual ya no habrá posibilidades de recuperación, con consecuencias irreversibles para la economía brasileña y el cambio climático global”.
Problemas de salud por los incendios
Las imágenes de la vegetación en llamas, como un gran leviatán, donde la inmensa población animal corría entre los árboles chamuscados para encontrar siquiera un refugio sin fuego, marcaron al mundo entero.
Además, la humareda negra que se esparcía por el cielo, a causa de los incendios, se internó en los pulmones de la población cercana.
Según el informe de HRW, 2.195 hospitalizaciones por enfermedades respiratorias en las zonas de Acre, Amazonas, Pará y Rondônia fueron consecuencia de los incendios de 2019.
Las consecuencias de las deforestación y la crisis ambiental no solo se ven reflejadas en el terreno fértil, en la vegetación, antes llena de verdor y ahora ennegrecida, sino que también se refleja en los padecimientos respiratorios de la población brasileña. Los más afectados por esta situación son los niños menores de un año y las personas mayores de 60 años. “Los bebés prematuros y aquellos que usan respiradores son sumamente vulnerables”, agregó el director general de un hospital de niños.

El informe realizado por HRW tiene como punto principal el testimonio de 67 profesionales de la salud junto con las cifras oficiales de hospitalización.
Un problema mayor
Sin embargo, estos especialistas agregan que el impacto de los incendios en la salud de la población es mucho mayor de la registrada, ya que muchos de los afectados por el humo, enfermos de alguna discapacidad respiratoria, no tienen la posibilidad de acceder a los establecimientos de salud.
Las cifra estimada de afectados en agosto de 2019, según distintas organizaciones ambientales y de salud, es de casi 3.000.000 de personas en 90 municipios de la región de la Amazonia.
En septiembre del mismo año la cantidad aumentó a 4.500.000 de afectados en 168 municipios. Las partículas tóxicas no se disipan con rapidez, sino que, al contrario, se esparcen con el viento.
Estos incendios son un problema de gran magnitud para el sostenimiento de la vida indígena. Las llamas, la mayoría de las veces, destruyen sus sembradíos, sus viviendas; reduce la existencia de animales de caza y, al final, es un factor que perjudica su salud.

Los especialistas en el área de salud advierten que, junto con la pandemia por covid-19, el aumento de los incendios forestales puede provocar un colapso en el sistema de salud en toda la zona amazónica.
Además, las enfermedades respiratorias provocadas por las partículas de humo pueden agravar a los pacientes con covid-19, siendo un factor para el aumento de casos graves y muertes por el virus.
Para Miguel Lago, director del Instituto de Estudios de Políticas para la Salud (IEPS), las autoridades deben tomar medidas urgentes para disminuir el avance de este problema de salud pública. “Deben implementar un mecanismo de monitoreo de la calidad del aire que sea eficaz y velar por el cumplimiento de estándares sobre calidad del aire que protejan la salud a través de políticas de prevención y respuesta, enfocándose particularmente en los grupos vulnerables”, agregó.
Incendios en el Amazonas en 2019
El Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales de Brasil (INPE, por sus siglas en portugués) informó en junio de 2019, mediante un sistema de vigilancia satelital, el aumento en los incendios forestales en el Amazonas.
Luego, en el mes de agosto de ese mismo año la NASA confirmó la noticia y la atención pública se centró en la situación.

En ese momento el INPE registró 91.893 incendios en Brasil, lo que representaba para la fecha un incremento interanual de 67%.
Todos los años, por la época de sequía el Amazonas sufre cierta cantidad de incendios, pero las políticas agropecuarias y ganaderas del gobierno de Bolsonaro incrementaron la deforestación de territorio protegido.
El INPE advirtió a principios de 2019 que la deforestación en Brasil acabó con un área de 2.254,8 kilómetros cuadrados, un aumento de 278% en comparación con 2018.
Bolivia, por su parte, posee un gran territorio del Amazonas y en 2019, según las cifras del INPE, registró un incremento interanual de 76% en los incendios forestales.
Se registró, a su vez, la quema de 1.700.000 de hectáreas en la zona boliviana del Amazonas. El presidente, para ese momento, Evo Morales se negó a declarar la situación de alarma por los incendios.
Al final de los incendios la institución brasileña notificó que 2.500.000 millones de hectáreas habían sido calcinadas en el Amazonas.
Las cifras para 2020 son menos prometedoras y, aunque el discurso político niegue el aumento de la deforestación, las consecuencias de la constante tala y quema de la selva amazónica pueden provocar una catástrofe tanto de salud como ambiental.
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