- Aunque no lo parezca, las fiestas carnestolendas tienen una relación estrecha con la religión, como el desahogo final antes de la cuaresma. Cada país aporta su propia versión de color a cada desfile y disfraz, mientras en Venezuela resaltan las comparsas de Carúpano y El Callao
Este 15 y 16 de febrero de 2021 los carnavales serán atípicos en varios puntos del mundo. La pandemia de covid-19 mantiene a América y Europa sumidas en la incertidumbre, y las fiestas este año están marcadas por las cancelaciones, calles vacías y poco color.
El Carnaval es una de las tradiciones más emblemáticas de Occidente, principalmente en los países de cultura católica. Se celebra el lunes y martes anteriores al Miércoles de Ceniza, como un preámbulo a la época de cuaresma.
Por esto, la palabra misma de carnaval tiene su significado en la frase latina carnem levare, o “abandonar la carne”, pues anteriormente durante la cuaresma era un mandato obligatorio por la Iglesia el guardar ayuno y no se podía comer carne, huevos, queso ni leche durante esos 40 días. Posteriormente, la expresión se simplificó a carnem vale, que quiere decir “adiós a la carne”.
Una peculiaridad de esta celebración es que es diferente en cada país. Cada nación agrega elementos, bailes, ritmos y bromas. Aunque todos comparten rasgos comunes como los desfiles y disfraces, cada región impregna la fiesta con su propia cultura local.
¿Cuál es su origen?
Historiadores han rastreado celebraciones precursoras del carnaval moderno hasta 5000 años atrás, en civilizaciones como la Sumeria y la Egipcia. Los egipcios tenían una fiesta llamada “la nave de Isis”, la cual se realizaba los primeros días de marzo y en la que se arrojaba al agua una nave con una figura de la diosa y ofrendas florales para inaugurar la temporada de navegación. La tradición permeó a la Antigua Roma, que también la celebró bajo el nombre de Navigium Isidis, con procesiones de gente con máscaras de dioses. En el siglo XIX el historiador suizo Jacob Burckhardt rescató esta fecha y propuso la idea de que la palabra carnaval realmente proviene de Carrus navalis, pues la procesión romana podría ser el origen de la tradición de las comparsas y los disfraces.
Igualmente, se cree que los carnavales, al igual que otras efemérides, provienen de una asimilación por parte de la Iglesia Católica de antiguos rituales paganos como los Lupercales romanos, celebrados en febrero; o las fiestas griegas en honor a Dionisio, dios de la fertilidad y el vino.
Durante la Edad Media cobró popularidad al ser una forma de desahogo antes de que las ciudades se encerraran en la penitencia de la cuaresma. Debido a los escándalos provocados en las fiestas, la Iglesia limitó su celebración a cortes privadas, donde grupos teatrales con máscaras se encargaban de la animación. Posteriormente, el uso de antifaces y disfraces se extendió entre los nobles en los bailes, y luego a la población común.
Carnavales en el mundo
La expansión del Carnaval fue tan amplia como la extensión misma del cristianismo. Incluso en países no católicos como Estados Unidos la fiesta se celebra en ciudades como Nueva Orleans, antigua colonia francesa. Allí, y en otros poblados de Louisiana y Alabama son famosos los desfiles del Mardi gras (Martes de grasa).
Uno de los Carnavales más famosos y antiguos también se celebra en Venecia, y su origen data del siglo XII. Aunque hay indicios de realizarse desde antes, fue en 1292 cuando Christopher Tolive propuso al Duque de Venecia hacer oficial la fiesta, como una manera de fomentar el contacto entre las clases altas y bajas. Desde entonces adquirió un carácter propio que le hace uno de los carnavales más reconocibles del mundo, especialmente por sus vestimentas de encajes y sedas, sombreros con plumas y puntas, además de caretas blancas, negras o doradas (aunque también hay de otros colores) que son llamadas maschera nobile y maschera del galeone.
Otras celebraciones alrededor del mundo poseen un valor cultural significativo, al punto de ser reconocidos por la Unesco como Patrimonio de la Humanidad. Tal es el caso de los Carnavales de Bélgica, donde destaca el de Binche, celebrado desde el siglo XVI y reconocido por sus máscaras de “gilles”; y el Arlost, con caravanas de gigantes y cabezones llenas de sátira y burla, hechas intencionalmente de la manera más ofensiva posible. Debido al escándalo por acusaciones de racismo y antisemitismo en algunas comparsas, el Carnaval de Alost fue retirado en 2019 de la lista representativa del patrimonio cultural inmaterial de la Humanidad.
En América Latina destaca el Carnaval de Oruro, en Bolivia, o el Carnaval de Barranquilla, en Colombia, que reúne anualmente a más de dos millones de personas. Este comienza desde el sábado con la Batalla de Flores, uno de los desfiles de carrozas más importantes de la región, y culmina el martes con el entierro simbólico de Joselito Carnaval, personaje que representa las fechas carnestolendas y muere de resaca el día antes del Miércoles de Ceniza.
Pero sin dudas el Carnaval más importante y reconocido es el de Brasil, cuyos desfiles llenos de samba, garotas con trajes llamativos y carrozas llenas de color se ha convertido en toda una institución. En ciudades como Recife, Salvador y Sao Paulo las escuelas de samba se preparan todo el año para la fiesta que inicia desde el viernes. Sin embargo, es en Río de Janeiro donde las comparsas adquieren otro nivel. En 2017 obtuvo el récord Guinness al mayor Carnaval del mundo, con más de seis millones de personas concentradas en su sambódromo.
Más que agua y papelillos
Venezuela no es la excepción al momento de celebrar el Carnaval. Desde los tiempos de la Colonia existen registros de fiestas en las que se improvisaban bailes callejeros en cada esquina y sus participantes jugaban bromas lanzando polvos y agua a los transeúntes despistados. En el siglo XVIII el obispo de Caracas, Diego Antonio Díez Madroñero, convirtió la fecha en tres días de misas y rosarios en su afán de acabar con lo que consideraba “costumbres libertinas”, aunque años más tarde ese mandato fue revocado.
Con el tiempo la fiesta se extendió a otras regiones del país, donde tuvo una especial acogida en el oriente. Un ejemplo es el Carnaval de Carúpano, en el estado Sucre, que desde finales del siglo XIX congrega turistas para ver los desfiles, con su elección de la reina y las travesuras del “Diablo Luis”.
También está el Carnaval de El Callao, considerado Patrimonio Cultural Inmaterial de la Unesco, y que surgió a principios del siglo XX por la influencia antillana, brasileña y trinitense que convergía en las zonas mineras. Se caracteriza principalmente por sus desfiles al ritmo del calipso, conducido por la “madamas”; mujeres de edad vestidas con trajes folclóricos. Otros personajes distintivos son los “mediopintos”, que llenan de hollín a quienes se niegan a contribuir en sus colectas, o los diablos y mineros, quienes bailan mientras agitan sus látigos y ponen orden en la multitud.
Una tradición típica de los carnavales en Caracas durante el siglo XX fueron las “negritas”, mujeres jóvenes (y algunas veces hombres) que se vestían un traje de cuerpo completo de tela negra y una máscara con una gran boca roja y peluca de afro. Usaban ropa interior por fuera o prendas y collares exagerados, y solían realizar travesuras o sacar a bailar a los hombres. “¿A qué no sabes quién soy?”, era la frase que causaba sorpresa ante algún conocido tras revelar finalmente el rostro bajo la malla.
Igualmente, en las últimas décadas espacios como el bulevar de Sabana Grande, el Parque del Este y el Paseo Los Próceres se convirtieron en los sitios favoritos para que los caraqueños salgan de paseo con sus hijos, quienes cambiaron los polvos por serpentina y papelillo, y los trajes de diablos y negritas por disfraces de superhéroes o personajes de televisión.