• El 29 de julio de 1967, a las 8:05 pm, el suelo caraqueño se sacudió. Aunque fue por unos pocos segundos, las consecuencias fueron devastadoras. La memoria histórica capitalina gira en torno al recuerdo de la cruz de la Catedral que quedó estampada en el pavimento

En la noche del sábado 29 de julio de 1967 todo parecía transcurrir con normalidad en Caracas. La ciudad, entre el fulgor de la modernidad y la pomposidad de grandes eventos públicos, todavía celebraba los 400 años de su fundación. Todo cambió a las 8:05 pm. A esa hora la tierra comenzó a moverse y se escuchó un crujido, según reportes de la época. Era un terremoto. Solo 35 segundos –otros registros señalan que se extendió por más tiempo- de esa combinación bastaron para generar el caos incluso más allá de la capital: dejó más de 236 muertos, más de 2.000 heridos, 80 mil personas sin vivienda y varios edificios con daños estructurales o destruidos.

El estruendo que generó el terremoto quedó grabado para la posteridad. Minutos antes de que ocurriera, el técnico de sonido Alejandro López, el organista Tulio Henrique León y el compositor Germán Narváez se encontraban grabando una canción de navidad en los estudios Sonomatix, en Antímano. Mientras que los productores corrieron despavoridos del lugar, los equipos de grabación registraban el audio del momento exacto de los sonidos del terremoto.

Horas más tarde del temblor, el panorama era desolador. Multitudes de personas armaron campamentos en las calles y aceras para pasar la noche. Las clínicas y hospitales se vieron abarrotados. Se reportaron más de 30 réplicas, todas ellas leves, pero las cuales profundizaban el nerviosismo de unos ciudadanos que no estaban acostumbrados ni preparados para tal cosa. Reinaldo Leandro Mora, entonces Ministro de Relaciones Interiores de Venezuela, organizó una cadena de radio y televisión para pedir calma a la población.

Imágenes del terremoto en Caracas
Titulares de la prensa el 30 de julio de 1967.

Los reportes oficiales dan cuenta de un terremoto de magnitud 6,7 en la escala de Richter. Su epicentro se ubicó en el Mar Caribe, a 70 kilómetros de las costas, frente al Litoral Central. A esa data se llegó, sin embargo, días después. Fue gracias a las mediciones de institutos especializados extranjeros. En Venezuela, en el Observatorio Cajigal no se pudo registrar con precisión el terremoto porque el sismógrafo pendular falló  (se rompieron los flejes de las agujas y los equipos de células fotoeléctricas). Solo se obtuvieron registros parciales. Luego del sismo, el director de la institución, Capitán de Navío Ramiro Pérez Luciani, estimó que el epicentro se hallaba en la falla de Humocaro, estado Lara, a unos 350 kilómetros de Caracas. Al día siguiente rectificó.

El movimiento telúrico dejó consecuencias no solo en la memoria de los caraqueños, principales afectados, sino en la arquitectura de la ciudad y en las normativas del Estado para enfrentar futuros sismos o terremotos. Toda esta información fue compilada en el libro El terremoto de Caracas de 1967: 50 años después, a propósito del decalustro de la tragedia.

La Caracas que cambió

El sismo de 1967 se produjo en una Caracas moderna, en plena expansión demográfica. De acuerdo con registros de la época, para ese momento se estimaba que existían unos 100 mil ranchos, con una población que no alcanzaba las 500 mil personas. Esto representaba menos de un 30% del total de la población, que era de aproximadamente 1.800.000 personas. La densificación de los barrios se aceleraba progresivamente, mientras que nuevas estructuras se abrían paso entre viejos edificios.

Por otra parte, el crecimiento urbanístico era una de los aspectos que se exaltaba en la promoción de la fiesta cuatricentenaria. Caracas era presentada como “la ciudad más moderna de América Latina, dinámica, cosmopolita, vibrante, equilibrada. La que jamás deja de crecer y expandirse”.  

Los 35 segundos que Caracas nunca olvidará: Se cumplen 54 años del terremoto en la capital
Uno de los derrumbes en Caracas. Foto: Últimas Noticias.

Pero el terremoto cambió la imagen de la ciudad, de por sí muy desigual. Según los datos recabados por los investigadores, en Caracas cuatro edificios se derrumbaron: el Palace Corvin, Neverí, Mijagual y San José, en las zonas de Altamira y Los Palos Grandes.

En la zona del casco central y norte de la ciudad, se desplomaron algunas casas antiguas, de paredes de mampostería. Resultaron afectadas en total unas 500 viviendas en las zonas de El Manicomio, Lídice, La Pastora y San José. En el sur también hubo numerosas viviendas con daños, principalmente en Antímano, La Vega y El Valle. Se reportaron en esos sectores deslizamientos y derrumbes en taludes. Sobre los barrios, que señalan eran en su mayoría de uno o dos pisos, no hay mucha información con respecto a cuántas casas colapsaron, aunque se habló de “miles de viviendas” con muchos daños.

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Así quedaron las Residencias Charaima, en Macuto, estado Vargas.

En algunos lugares de la ciudad fallaron los servicios de electricidad y telefonía. También se produjeron incendios y explosiones, causados principalmente por cortocircuitos y estallidos de bombonas de gas doméstico.

El interior del país

Fuera de Caracas la situación, aunque menos dramática, también fue grave. En La Guaira, los últimos cinco pisos de la Mansión Charaima resultaron destruidos, al igual que otros dos edificios en parcelas identificadas como 21 y 22. En Maracay (Aragua) hubo cinco fallecidos y unos 100 heridos. Otras ciudades como Valencia (Carabobo) reportaron daños estructurales.

Creencias y predicciones

A las 8:05 pm de aquel 29 de julio de 1967, en la Catedral de Caracas se oficiaba una misa. Debido al terremoto, los vitrales explotaron y la centenaria Cruz Pontifical que coronaba la cúpula del templo se desplomó, mientras los feligreses huían hacia la Plaza Bolívar. La cruz se estrelló en el suelo, se rompió en pedazos y su silueta quedó grabada en el piso  “como una quemadura de hierro”. Se dice que en ese momento la tierra dejó de temblar.

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La cruz de la Catedral de Caracas. Foto: Cortesía.

Durante muchos meses la marca de la cruz en el pavimento fue venerada por los habitantes de la ciudad. Algunos, creyendo que se trataba de una especie de milagro, besaban la silueta o tiraban monedas alrededor, hasta que las autoridades removieron los restos de concreto.

Resurgieron también todo tipo de premoniciones que habían advertido la tragedia. El 2 de noviembre de 1966, el profesor Luis Beltrán Reyes publicó en el periódico El Universal las predicciones de la vidente italiana Marina Marotti quien vaticinaba “que una ciudad de América del Sur en la que se celebrarían muchas fiestas; estaría llena de polvo, ruinas, muerte y destrucción”. Poco después profetizó que Caracas “sería sacudida por un fuerte temblor de grandes consecuencias a mediados del año 1967 y que él mismo dejaría una huella de dolor y muerte”. 

Libro sobre el terremoto en Caracas
Portada de la revista Élite.

A principios de 1967, la revista Elite divulgó un reportaje del periodista Luis Duque titulado: “¿Un terremoto destruirá a Caracas?”. En la publicación hacía referencia tanto a las profecías de pitonisa italiana como también a que presuntamente el sabio Alexander von Humboldt habría declarado en 1800 que, en un plazo de 150 años, Caracas podía ser completamente devastada por un gran terremoto, cosa que no sucedió exactamente con esa gravedad.

Además, presuntamente 10 días antes del temblor, el parapsicólogo y miembro de la Federación Espiritista de Venezuela, el profesor Luis Hernández, declaró al diario El Nacional desde Maracaibo, que uno de los médium de esa federación había logrado percibir que un terremoto de peores consecuencias que el de 1812 asolaría a Caracas.

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Recorte de el diario El Nacional sobre la predicción.

Cambió más que la ciudad

Tal como documenta el libro El terremoto de Caracas de 1967: 50 años después, el gobierno nacional de ese momento, encabezado por el presidente Raúl Leoni, nombró una comisión con la finalidad de investigar las causas que provocaron fallas en las edificaciones del Área Metropolitana de Caracas y el Litoral Central. Además de dejar un registro parcial de lo que sucedió, esto sirvió para que más adelante el Estado llevara a cabo toda una serie de reformas para responder de mejor manera a este tipo de tragedias.

El primer informe de tres volúmenes fue presentado al ministro de Obras Públicas, Leopoldo Sucre Figarella, el 28 de marzo de 1968. El segundo informe tomó casi nueve años. Este abarcó la evaluación de los proyectos y las prácticas de construcción, análisis estructural de edificaciones dañadas y no dañadas, así como estudios de mecánica de suelos, geofísicos, y sismológicos para determinar la influencia del subsuelo en la respuesta de los diferentes tipos de edificios. Todo esto según el informe presidencial.

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Uno de los derrumbes en Caracas. Foto: Cortesía

Como resultado de esos trabajos, se propuso al Poder Ejecutivo la creación de un instituto que se encargara del estudio e investigación de los sismos en Venezuela. Cinco años después, durante la primera presidencia de Rafael Caldera, se creó (mediante el decreto N° 1053, del día 27 de julio de 1972) la Fundación Venezolana de Investigaciones Sismológicas (Funvisis).

En junio de ese mismo año también se creó la Comisión de Defensa Civil, bajo los auspicios de Fundación Fondo de Solidaridad Social (Fundasocial). Ésta había sido creada en 1968 para coordinar recursos a fin de prevenir y reparar daños causados por desastres naturales.

Hoy, 56 años después, el terremoto del 29 de julio de 1967 sigue en el recuerdo de cientos de miles de caraqueños. Pero también está presente en muchos especialistas que temen que un sismo similar en la actualidad pueda ocasionar daños más graves.

“A raíz del terremoto de 1967 se actualizaron algunas normativas de diseño estructural y se profundizó el estudio de la amenaza sísmica en el país. Sin embargo, existen edificaciones, en especial las que se construyeron en los años 70 y décadas anteriores, que no cumplen con las normativas sísmicas vigentes actualmente. La tarea de evaluar la vulnerabilidad de edificaciones existentes y de emprender proyectos de readecuación sísmica en los casos que lo ameriten, es una tarea todavía pendiente”, advierten.

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