- El mensaje de la reina de belleza sobre pobreza, analfabetismo y VIH tuvo gran repercusión mediática y generó importantes alianzas comerciales. Hace 30 años, la criolla resucitó las finanzas del concurso inglés
A mediados de diciembre de 1990, la inmisericorde prensa británica daba cuenta de la severa crisis que enfrentaba el Miss Mundo. Atrás, muy atrás, había quedado la alianza con la poderosa BBC de Londres, rota ante la disminución paulatina de los índices de audiencia, reflejo del poco interés del público local por el concurso de belleza. A lo largo de la historia, la televisión ha sido pieza clave en el éxito de este tipo de eventos y a ningún otro canal del
patio le atraía negociar la transmisión.
Las casas de apuestas, que llegaron a ser muy influyentes a la hora de determinar a las favoritas de cada edición, moviendo, además, millones de libras, también desviaron sus miradas hacia otras actividades. Ante un panorama así, el certamen parecía destinado al adiós. Entonces, Owen Oyston decidió que la mejor manera de enfrentar las deudas acumuladas era vender el concurso y empezó la corredera de su socio Eric Morley, para reunir los casi dos millones de dólares que le permitirían quedarse con el control total, al adquirir el paquete de acciones que poseía el grupo Trans World Communications PLC, con el que se había fusionado un par de años antes.
Las correspondientes transacciones sellaron la ruptura de Oyston y Morley, quien defendía su creación, con el argumento de que se mantenía el interés internacional por pagar los derechos de transmisión del Miss Mundo. Solventada la situación, Eric junto a su esposa Julia iniciaron la búsqueda de una nueva alianza que permitiera llevar adelante la elección de 1991. La encontraron con Worldwide Televisión de Atlanta, Estados Unidos. En mayo se concretó la firma del acuerdo que fijada la realización en República Dominicana. A los dos meses fue cambiada a Puerto Rico, sin que se expusieran públicamente los motivos. La isla del encanto tampoco fue la sede definitiva, por supuestas limitaciones técnicas.
Mientras todo parecía cuesta arriba, el año iba cuesta abajo hasta que, finalmente, llegó el anuncio de que la nueva reina sería escogida en el modesto salón Thomas Murphy del Georgia World Congress Center de Atlanta, el 28 de diciembre, día de los Santos Inocentes para la población católica.
Venezuela estaría representada por un veinteañera zuliana que llevaba más de seis meses a la espera de que le informaran las señas de su mayor compromiso: Ninibeth Leal.
El camino
Ninibeth Beatriz Leal Jiménez nació el 26 de noviembre de 1971, en el barrio Valle Frío de Maracaibo. Es la tercera de los cuatro hijos de la familia formada por el economista Wualfredo y la maestra Carmen. Estudió en el Preescolar Angelitos Negros y en el Colegio Cajigal. Se pulió como modelo en Dinorah Estudio, antes de iniciar la carrera de Ingeniería Industrial en La Universidad del Zulia. Cursó hasta el tercer semestre.
Su primera experiencia en el mundo de los concursos de belleza fue en el Reinado del Clásico del Caribe 1988, en el cual logró la corona. Un año después portaría la banda de su estado natal en la elección de Chica 2001, ocupando la posición de segunda finalista.
En 1991, decidió probar suerte en Miss Venezuela. Salió de la Quinta Rosada como representante de la Península Guajira. Sin embargo, los vaivenes de candidatas que ese año marcaron un récord, por el constante cambio de fechas del certamen nacional, influyeron en que terminara con la banda de Zulia, asignada inicialmente a Marjorie Cockcroft.
Desde el principio, compartió quinielas con la gran favorita: Miss Amazonas, Carolina Izsák. La noche del 23 de mayo no hubo sorpresas en el Poliedro de Caracas. La espigada morena de 1,80 de estatura y medidas 91-62-92 recibió el visto bueno del jurado para viajar a Miss Mundo.
Como parte de su preparación, Osmel Sousa decidió enviarla al Reinado del Carnaval de San Vicente, en las islas Granadinas, donde el 28 de junio quedó fuera del grupo de finalistas.
La historia cambiaría justo seis meses después. Peter Marshall fue el encargado de conducir la gala de Miss Mundo, el 28 de diciembre de 1991, con la participación de 79 candidatas; 14 de las inscritas se quedaron en el camino. La transmisión llegó en vivo a 62 países, donde el público pudo apreciar algunas preliminares grabadas en Suráfrica.
La venezolana inició su recorrido sobre la pasarela con un liquiliqui rojo y concluyó con un vestido de gala, en blanco y negro, diseñado por Piera Ferrari. Con este traje recibió la corona que la convirtió en la cuarta reina criolla en el concurso londinense, después de Susana Duijm, Pilín León y Astrid Carolina Herrera. Recibió premios equivalentes a 100 mil dólares.
El 1° de febrero de 1992, Ninibeth Leal fue recibida en el Aeropuerto de La Chinita, en vuelo procedente de Miami. Zuliana de Aviación le concedió un pasaje A-1 de por vida. Gilberto Correa la recibió al pie de las escaleras, para acompañarla a transitar el pasillo formado por cadetes del Liceo Militar Rafael Urdaneta de Cabimas.
Presidió una caravana por el Paseo Las Ciencias, fue homenajeada en el estadio Luis Aparicio, Neguito Borjas le dedicó una gaita en la plaza de toros, donde los Niños Cantores del Zulia le dedicaron Chinita de Maracaibo y agradeció su triunfo en la Basílica de la Chiquinquirá. El alcalde de Maracaibo, Fernando Chumaceiro, le entregó las llaves de la ciudad y el gobernador Oswaldo Álvarez Paz la nombró hija ilustre del estado.
Pero el gran pelotazo ocurriría tres días después.
El mensaje
La Organización Miss Mundo incluyó en la agenda de la nueva soberana un compromiso de importantes dimensiones. El 4 de febrero de 1992, Ninibeth Leal, tomó la palabra en el Foro Económico Mundial, realizado en Davos, Suiza. Su mensaje sobre la necesidad de luchar para erradicar la pobreza y el analfabetismo, además de reiterar la urgencia de enfrentar el VIH, tuvo gran repercusión mediática.
Tanto así que fue invitada por el Vaticano para una audiencia con el papa Juan Pablo II, quien la recibió frente a fotógrafos del planeta. Tal atención produjo una inesperada reacción en cadena. Empresas de diferentes países mostraron su interés por relacionarse con el concurso inglés.
Mientras, llegaban solicitudes de todas partes. La caja registradora no dejaba de sonar. La zuliana era muy requerida.
Un día estaba en Suiza, el siguiente en España y dos días más tarde en Polonia. Viajó a Turquía, Indonesia, Singapur, El Salvador, República Dominicana, Colombia, Reino Unido y Suráfrica, donde sus palabras tuvieron un impacto especial. Precisamente, en la nación del llamado continente negro concluyó el reinado de la criolla. Sun City fue la sede de la elección correspondiente a 1992. El 12 de diciembre, según Julio Rodríguez Matute, en cuyo honor ha sido declarado el Día del Missólogo Venezolano, se produjo la despedida más apoteósica dedicada a una Miss Mundo. Fue la manera que encontraron los esposos Morley de agradecer a Ninibeth Leal que haya cambiado los números rojos por un color más saludable.
Paréntesis final
Luego de entregar su corona, la zuliana fue imagen de Corpoturismo y trajes de baño Riviera. En 1997, protagonizó la película Rosa de Francia de César Bolívar. Fue firmada por L’Agence de Florida, logrando contratos en España, Italia, Puerto Rico, Panamá y Estados Unidos, hasta que conoció al supermodelo y multimillonario australiano Travers Beynon.
La pareja procreó a Valentino Luke y a Lucciana Beatriz. Luego de 11 años de matrimonio, el divorcio se concretó en 2008. Ninibeth Leal se convirtió en empresaria y agente inmobiliaria. Aunque posee la nacionalidad de su ex y conserva el apellido de casada, vive en Londres junto a su hija. Ha sido jurado en las ediciones de Miss Mundo 1996 y 2018,
además de dar cobertura al backstage en 2011.
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