• De niño imitaba a los periodistas de la televisión frente al espejo. Soñaba con salir en la pantalla chica. Hoy lo hace realidad cada mañana en Canal 26 luego de probar suerte en Buenos Aires, donde combina los acentos de ambos países

“¿Qué tal amigos? Un gusto saludarlos. Sean bienvenidos a la presente edición de 8 a 10, les saluda Andrés Chirinos. Junto al equipo estamos listos para iniciar el recorrido con las noticias más destacadas de Argentina y del mundo entero”.

El joven que hace esta apertura en Canal 26 ―un medio nacional argentino dedicado a la transmisión de noticias las 24 horas― viste con camisa, saco y corbata. Cada mañana lo ven millones de personas en toda Argentina. Pero más de uno, al escucharlo, nota que algo lo hace diferente: es venezolano. Su narración y su acento, distinto al porteño, se nota casi al instante. Y sus compatriotas enseguida se dan cuenta: “Este es de mi tierra” o “Me siento como si estuviera viendo alguno de mis canales de siempre”, fueron algunos, entre los cientos de mensajes, que recibió en sus redes sociales cuando debutó en los primeros días de enero de 2022.

Quien piense que este joven, de 28 años de edad, está en la cúspide, o sintiéndose como quien toca las nubes, acertará. Ahora aparece constantemente en televisión como conductor/ancla del noticiero, se encarga de tareas como hacer pases con compañeros en la calle, de entrevistar a  diputados, gobernadores, intendentes, entre otras personalidades. 

“Yo soñaba con ser el siguiente Daniel Sarcos, llegar a Sábado Sensacional, aparecer en Venevisión”, confiesa Chirinos en palabras para El Diario.

De pequeño, aunque él no lo recuerda nítidamente, su madre tiene grabado en la memoria cuando su hijo, en casa, dejaba de ver los dibujos animados cuando escuchaba los anuncios del noticiero y poco después, frente al espejo, simulaba tener un micrófono e imitaba lo que hacían y decían los periodistas.

Ya en la escuela se daba cuenta de que se sentía cómodo cuando le tocaba hablar en público, dar un discurso, hacer una exposición. La vergüenza no era lo suyo. Pero el camino para llegar a la televisión no iba a ser sencillo. De hecho, cuando se inscribió en la Universidad Pedagógica Experimental Libertador (UPEL) lo hizo para convertirse en profesor de Inglés. En casa, con varios hermanos, se hacía cuesta arriba anotarse en una universidad privada para poder estudiar Comunicación Social. Y aun así se sentía a gusto con lo que hacía, al punto que una vez graduado cumplió con la meta de ser docente en su alma máter, por lo que quienes fueron sus maestros pasaron a ser sus colegas y compañeros de despacho.

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La vida académica, sin embargo, también le dio cabida a su primera experiencia televisiva en un canal regional. Fue el inglés, quizá por causas del destino, lo que le compensó la falta de un título relacionado con periodismo o comunicación. “Siempre entré por medio de castings. En cierto modo fue una ventaja estar expuesto en la universidad, acostumbrado a lidiar con público, el tener que mantener su atención durante 30 o 45 minutos”, observa en retrospectiva.

Como prueba, los aspirantes debían leer y presentar una noticia acerca de Katty Perry y el lanzamiento de su single “Roar”. Precisamente el nombre de la artista y el título del tema, ambos en inglés, hicieron que más de uno trastabillara: no es lo mismo decir “Keiry Pery” que Kati Perri, o Roar que Roár. La pulcritud, como sucede en los materiales audiovisuales, era innegociable.

“Le adjudico ese triunfo al haber sabido inglés”, consideró.

Una crisis que devora sueños

De cierto modo, Chirinos se sentía pleno al trabajar y poder cobrar por desempeñarse en actividades que lo apasionaban. Pero en paralelo la crisis de Venezuela, en lo económico, lo político y lo social se agudizaba cada día. Eran tiempos de protestas, asesinatos, persecución política. Y de hiperinflación, escasez de productos básicos, deterioro de los servicios públicos. También de olas masivas de inmigración, con miles de venezolanos que cada día dejaban su tierra en búsqueda de oportunidades que cada vez se veían más cuesta arriba en casa.

Quería quedarme en mi país haciendo país, y con mi familia. Era feliz pasando un domingo en casa. Pero Venezuela ya no era una tierra de oportunidades para que los jóvenes hicieran su vida”, recordó sobre aquellos días.

Aunque el panorama se oscurecía, Chirinos siempre intentaba ponerle buena cara a la situación. Con el estudio, el trabajo y el deporte como mantra, confiaba en hallar herramientas para salir adelante. Pero hubo acontecimientos que lo hicieron cambiar poco a poco de parecer.

Cada mañana debía viajar aproximadamente hora y media desde Bobare, su pueblo natal en el estado Lara, hasta Barquisimeto, donde se ubicaban tanto la UPEL como la sede del canal de televisión. Más de una vez, a mitad del trayecto, decidía bajarse si percibía que al autobús subían personas con intenciones de atracar. Sus temores se acrecentaron luego de que un amigo, en medio de uno de esos robos, saliera herido.

“Subieron a robar, uno de los ladrones disparó y una bala le atravesó la mandíbula. Mi amigo iba en camino a estudiar y le pasó eso”, lamentó. “Son cosas que te hacen pensar que quieres vivir, no solo sobrevivir”, agregó.

Como docente universitario de Gramática Inglesa también palpó de cerca los estragos económicos y sociales. Por un lado, por impartir clases recibía un pago de 475 bolívares fuertes, ―previos al soberano y las posteriores reconversiones― cuando en pasaje para viajar gastaba 600, por lo cual, monetariamente, la actividad le dejaba números rojos. Lograba compensarlos, en parte, como presentador de eventos, con los cuales podían pagarle alrededor de 8.000, incluso 10.000 bolívares fuertes, cifras incomparables con las remuneraciones docentes.

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A todo ello se sumaban las situaciones, al borde de lo verosímil, que conlleva pasar horas en una cola para conseguir lo que falta en la despensa, o correr a casa porque por suerte sale agua de la tubería.

“¿Cómo planificamos actividades para romper el hielo cuando llega una alumna que tiene que irse porque llegó el gas y hace meses no tiene gas? Era una realidad que rompía todos los planes”.

Empezar de nuevo en Argentina

En marzo de 2017, con 23 años de edad, Andrés completó una travesía de cuatro días a lo largo de cinco países para llegar en autobús hasta el terminal de Retiro, en la ciudad de Buenos Aires, donde por un lado sabía que le tocaba empezar desde cero, pero por otro tenía la ilusión de retomar sus sueños y pasiones.

Andy Chirinos, el venezolano que cumple su sueño como presentador de noticias en la televisión de Argentina

Hoy lo recuerda como una señal, pero una de las primeras cosas que vio al salir de la terminal fue el edificio del Instituto Superior de Enseñanza Radiofónica (ISER), donde desde 1950 se imparten, además de distintos cursos, la carrera de Locutor Integral en Medios Audiovisuales, fundamental para hacer radio y televisión en Argentina.

De su existencia se enteró en 2016 durante un evento internacional en Caracas al cual asistieron personas de distintos países, entre los cuales conoció a unos argentinos que le comentaron que si alguna vez se le ocurría visitar o estudiar en Buenos Aires, allí podría hacerlo de manera gratuita.

Apenas lo vio de frente, le dijo a un par de compañeros que él iba a estudiar allí, que lo tenía como meta para cumplir cuando pudiera.

El nivel de exigencia, sin embargo, era tan alto como las expectativas que tenía. Antes de cursar la carrera tuvo que prepararse durante meses. Llegado el momento se postuló junto con otros 1.200 aspirantes que se disputaban apenas 90 cupos.

Lo logró. Pasó la prueba. Había más extranjeros pero era el único venezolano. Y si bien el idioma es el mismo que el de Venezuela, la manera en que se pronuncia, conjuga y escribe son completamente diferentes al de otros países de habla hispana. El voseo, las tildes, una “ch” que se transforma en “sh”. Y la diatriba de si mantener el acento venezolano, pasar al rioplatense o combinar ambos. ¿Qué sería más conveniente, sobre todo en un lugar que prepara a sus alumnos para desenvolverse en medios y público argentinos?

Para su suerte encontró apoyo en profesores y compañeros. Entre ellos una docente, que lo enseñaba a “pulir” ambas opciones, para que mantuviera la suya propia, pero pudiera asimilar también la local. “Andy, soná como argentino. Decí ‘hacélo de vuelta’”, le pedía.

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Lo mismo le exigía con respecto al ritmo ―en Venezuela suele ser mucho más acelerado― o la pronunciación de letras puntuales como la J o la G, mucho más sonoras, marcadas.

Así, alguna vez le tocaba practicar anuncios publicitarios en “venezolano” y alternarlos en “porteño”.

Si todavía no saliste de tu casa, estás por tomarte el mate, convídame; tomá el mate que vos querés” / “Me levanté preguntándome qué tomar y tomé mate”.

“Los argentinos son maravillosos. Fui siempre uno más entre ellos. Siempre me apoyaron”, agradeció.

Canal 26, una prueba de fuego

A Andy, al igual que a sus compañeros egresados del ISER, les ofrecieron la posibilidad de probarse en un casting para ser seleccionados como personal de Canal 26. Una vez más, como en su primera vez en Venezuela, le tocaría leer alguna noticia para tratar de convencer a quienes tenía enfrente de que lo tomaran.

Mientras esperaba se debatía en cómo hacer su presentación, si con acento venezolano o porteño. Y le ganaron los nervios: “Se me olvidó el vos, hacé, vení, decime. Estuve a muy poco de decir chamo. Mi cásting salió muy venezolano”.

Durante los 15 días siguientes lo carcomieron las dudas. Hasta que le llegó una lista en la cual, de los casi 60 postulados habían recortado a 14. En el cuarto lugar estaba su nombre. Seguía en carrera.

Para el segundo casting quiso evitarse las dudas y preguntó, antes de la prueba, cómo preferían que se mostrara. “Vos sé lo que sos, que te va a salir mejor”, le invitaron. Optó por la naturalidad de la tonada venezolana.

Se llevó otra sorpresa. Vestido con el mismo traje con que había celebrado las fiestas de Año Nuevo, se encontró con compañeros que llevaban ropa casual. El productor vio al grupo y se sorprendió de que el resto no hubiera ido también con saco, camisa y corbata, confiados de que se los prestarían en el canal. Le tocó, entonces, cedérselo a los demás.

La segunda espera sería más corta: en 24 horas se enterarían de quiénes finalmente entrarían a trabajar a Canal 26.  El teléfono no paraba de sonar: “Hola, le estamos llamando de la empresa X para ofrecerle esta oferta en combo para su celular”. Así, una y otra vez, hasta que pasadas las 5:30 de la tarde, mientras dictaba una clase de inglés, se interrumpió a sí mismo. Una voz al otro lado le preguntó: “¿Hola, sos Andy? Te llamo para felicitarte porque quedaste seleccionado en el casting. Por favor vení el lunes”.

De los 14, finalmente escogieron a cinco de los participantes. A Andy y a otra compañera, les comunicaron que habían tomado la decisión de convertirlos en la dupla que se encargara de conducir el noticiero entre las 10 de la mañana y 12 del mediodía. O lo que era lo mismo: debutar enseguida en una de las máximas exigencias.

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Y una vez más, por si hacía falta, a Andy le confirmaron que podía salir al aire en vivo y hacer de presentador como venezolano. “Vos podés ser vos, queremos que lo hagas con tu acento”.

Él, por su parte, lo agradece: “Es bonito levantar la bandera desde este lugar, dar la cara, hacerlo con este tono”.

No es el único

En Canal 26, si bien Andrés Chirinos es una cara visible por ser conductor de uno de los noticieros, no es el único venezolano en ese medio de comunicación. Otros compatriotas suyos se desempeñan en distintas labores detrás de cámaras. (poner en recuadro)

Sobre lo que conlleva convivir entre el acento venezolano y el argentino, sostiene que es ganancia absoluta combinarlos, al tiempo que desoye a quienes critican a venezolanos en distintos países, no solo la Argentina, por utilizar palabras, modismos o incluso tomar el acento del lugar en donde viven ahora.

“Es muy fácil, en redes sociales, decir cualquier cosa con ligereza y criticar a alguien porque está en México y habla mexicano. A veces hay que adaptarse a lo que pide un medio, un canal”, defendió.

Con más retos por delante

Cumplidas las metas de estudiar y entrar a trabajar como periodista en Argentina, Chirinos es consciente de que no debe bajar la guardia. Considera fundamental estar al corriente del acontecer diario, tanto del país, como de Venezuela y el plano internacional. Y que siempre queda algo por aprender: el nombre de una calle, la pronunciación del apellido de algún prócer, o conocer más sobre la cultura argentina. Y sin importar que aparezca en televisión, dedica un par de horas en casa a leer en voz alta, a mejorar la dicción, pulir detalles.

Por la pandemia y los brotes de covid-19, ya le tocó cubrir turnos entre 8 de la mañana y 12 del mediodía, con todo lo que conlleva estar listo para pasar no dos, sino cuatro horas con la cinta de capitán si así hace falta.

De dar clases de inglés tampoco se olvida. De hecho sigue impartiéndolas en las tardes hasta la noche. No deja de lado su labor docente ni de compartir con sus alumnos. En la recámara prepara un podcast en inglés que verá la luz en febrero. Sabe que lo importante no es solo llegar sino mantenerse. Y que para perseguir la excelencia, cada día cuenta.

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