El machismo considera a la mujer un ser inferior frente al hombre en varios aspectos de la vida, situando a la mujer en un nivel social más bajo. Ahora, en pleno siglo XXI, no está muy bien visto esto y considero que es gracias al trabajo que iniciaron movimientos feministas desde 1848, cuando se formalizó la primera convención sobre los Derechos de la Mujer, y que aún continúan por la lucha por la igualdad.
Desde que el mundo es mundo, socialmente, pareciera ser una desventaja nacer mujer. Históricamente hemos sido cosificadas y tratadas como personas de segunda categoría y nuestro valor depende más de variables externas que de nosotras mismas. El valor de una mujer se mide en tanto se comporte de acuerdo con lo establecido por el sistema diseñado por hombres y que responda a los estereotipos sociales sobre lo que debe hacer, lo que debe aspirar y a su comportamiento dentro de ese sistema.
El género con el que naces puede premiarte o castigarte; recuerdo que cuando mi prima Susana salió embarazada lo primero que dijo fue: “ojalá sea varón, porque las mujeres pasamos mucha vaina en la vida”.
Yo tenía 11 años de edad cuando escuché eso y no entendí muy bien a qué se refería, pero recuerdo haberme preguntado: ¿Qué hay de malo en ser mujer?
Esa pregunta es la misma que me hago cuando soy víctima del machismo. Cuando se me castiga por no comportarme como el sistema espera que lo haga, cuando alguien me dice que no puedo hacer algo por ser mujer, cuando alguien emite una opinión sobre mi cuerpo sin haberla solicitado, o por ejemplo, cuando veo que la opinión de un hombre vale más que la mía; e incluso, cuando soy la única mujer en una reunión y me piden llevar la minuta o servir el café, o me encargan de la organización de algo “porque las mujeres son buenas para eso”.
El machismo ha tenido la obligación de mutar y hacerse cada vez más imperceptible para poder seguir ordenando nuestra vida. Se ha vuelto un astuto disfrazado de indefenso, pero que atenta contra lo femenino y contra todas las actitudes catalogadas como femeninas que desarrolle cualquier individuo de cualquier género.
“Los niños no lloran”. ¡Boom! Rechazo a lo femenino.
“Ay vale, pareces una mujercita”. ¡Boom! Rechazo a lo femenino.
“Te vas a quedar solterona”. ¡Boom! Rechazo a lo femenino.
Es hora de empezar a ver el machismo como una amenaza real a lo femenino. Me resulta hasta ridículo tener que mencionar esto cuando la mitad de la población mundial es del género femenino, pero el machismo busca anularnos. Busca torpedear cada intento de igualdad de género porque sencillamente no quiere renunciar a su poderío.
Es fundamental que les defensores por la igualdad de género seamos cada vez más y organizades. Debemos tejer una red que sea infinita y esté comprometida con erradicar al machismo que por tanto tiempo nos ha invisibilizado.
Estoy convencida de que las mujeres tenemos que empeñarnos en ocupar espacios de poder para lograr cambios profundos en el sistema y demostrar que no hay de malo en ser mujer.
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