• El escritor hace un balance del tiempo en su más reciente libro Presencias extrañas, que recopila sus ensayos autobiográficos. En entrevista para El Diario, cuenta lo poco fiable que puede ser a veces la memoria, mientras reflexiona sobre el nuevo tramo de su carrera que ahora le toca emprender

El primer acercamiento de Héctor Torres a la montaña ocurrió cuando tenía ocho años de edad. Con su hermano mayor, para entonces de 14 años, y dos amigos más, se internaron por dos días en las venas del Ávila hasta llegar al Pico Naiguatá, el más alto de la Cordillera de la Costa, a 2.765 metros sobre el nivel del mar. 

La experiencia dejó una impresión en el niño que marcaría todos sus pasos de allí en adelante, como si aún estuviera en plena escalada. Un cambio interior que lo llevó por buena parte de su juventud a preferir explorar el cerro antes que el desenfreno de las discotecas. Este contacto con la soledad de la naturaleza le ayudó a desarrollar esa visión contemplativa y pausada que ahora, como escritor, le permite convertir las imágenes en palabras. Y a sus 54 años de edad, también le sirve para sumergirse en los rincones más remotos de la memoria.

“Me sentí poderoso. Alado. Un titán de ocho años”, escribe en “Un regalo que se veía solo por dentro”, una de las 25 anécdotas que conforman su más reciente libro, Presencias extrañas. Allí recoge una serie de pasajes sobre su vida vistos desde la veteranía del oficio. Sin pretensiones de ser una autobiografía formal, toma episodios puntuales como excusa para reflexionar en torno a ellos y relacionarlos con la persona que es hoy.

“Este libro era una necesidad por muchas razones. Llegado a cierta edad, uno siente la necesidad de ver cuál fue el camino que te llevó hacia donde estás, y esa búsqueda hacia adentro era un ejercicio que también estaba como una asignatura pendiente”, cuenta en entrevista para El Diario.

El fantasma en el ático

El viaje de Héctor Torres hacia el interior de la memoria
Foto: Cortesía Instagram @hectorresc

El título de Presencias extrañas no es aleatorio. Para Torres, los recuerdos son fantasmas que pululan en la mente, algunas veces etéreos, y otras cambiando de forma a conveniencia. “En principio, todos los recuerdos están de alguna manera atravesados por la invención, la imaginación. Cuando a uno le refieren algún episodio de la primera infancia, suele fabricarse esa escena en la mente y después lo que te queda es esa imagen fabricada. Eso es lo que uno jura que recuerda”, explica.

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Por eso en sus ensayos lo anecdótico se mezcla con la ficción, como un acto donde la invocación del fantasma va acompañada de cierta teatralidad. “La memoria es algo muy subjetivo. Y si va a ser subjetiva, pues que sirva para contar una historia con un efecto visible, poderoso, que conecte al lector”, dice. Sin embargo, eso no resta para nada veracidad a los hechos ni a los personajes y sensaciones que reviven en los textos.

“Todos los recuerdos pasan a ser de alguna manera una mezcla de cosas entrañables y ajenas. Entonces lo que uno hace es tratar de interpretar desde donde está mirando esos hechos que le pasaron a esa persona para tratar de darle un sentido a la propia vida. Efectivamente, entre esos recuerdos que son ajenos y esos fantasmas que están allí aún sin sentirse —porque no solo son los recuerdos, sino las personas y otro tipo de entes que gravitan en torno a nosotros— sí vivimos rodeados de esas presencias extrañas”, comenta.

La mirada del escritor

De acuerdo con Torres, después de los 50 años de edad comienza la mitad más corta de la vida. A partir de allí cada vuelta se hace más rápida, como sabiéndose ya en la recta final. Su padre falleció antes de cumplir los 40, al igual que otros familiares y amigos que partieron prematuramente. Quizás por eso el escritor sintió la necesidad de hacer un punto de guardado en su vida, y voltear a repasar lo que le hizo llegar tan lejos. Incluso también las veces que casi no la contó, como los dos accidentes automovilísticos que lo convirtieron en un devoto peatón. 

“Eso de que somos la historia que nos contamos sobre nosotros mismos es absolutamente cierto y eso fue lo que hice en estos ejercicios. Traté de recordar episodios, anécdotas del pasado, les di un sentido que tiene mucha relación con el hoy que estoy acá”, señala. Por la naturaleza espectral de los recuerdos, afirma que su percepción puede cambiar dependiendo de a qué edad se invoquen. Por eso cree que la selección de memorias que posee el libro es producto de su madurez actual. “Posiblemente en otra edad y circunstancias serían otras las anécdotas”, agrega.

Otro factor que influyó en la selección y curaduría de estos ensayos fue el propio hábito de su oficio. Un ejercicio que ya había practicado al momento de escribir las crónicas anteriores como Caracas muerde (2012), Objetos no declarados (2014) y La vida feroz (2016). En esta oportunidad, la tarea fue pasar su propia vida por el tamiz del escritor, para escoger no solo cuáles fueron los eventos más trascendentes, sino además los más interesantes de contar.

No hay manera de agarrar una anécdota cualquiera, por mi formación profesional, y de inmediato no buscar asociaciones, ver con claridad cuál es el punto de quiebre y el efecto que va a lograr. De hecho, por eso es que mi compromiso no es necesariamente con la realidad concreta de las historias, sino con el efecto, porque busca después de todo afianzar una idea que está allí latente en la historia”, argumenta.

Un libro bisagra

El viaje de Héctor Torres hacia el interior de la memoria
Foto: Cortesía

Presencias extrañas fue publicado en enero de 2022 por Ediciones Puntocero, la misma casa de sus últimos tres libros. A pesar de ser una editorial venezolana, actualmente opera desde el extranjero, por lo que no fue sino hasta mediados de año que llegó a Venezuela un lote reducido de ejemplares traídos de España. No obstante, fueron recibidos con una presentación por la librería El Buscón, ubicada en el centro comercial Paseo Las Mercedes, el 1° de junio. 

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En la ceremonia, realizada en la galería TAC del Trasnocho Cultural, el editor y director de La Poeteca, Ricardo Requena, ofreció unas palabras en las que consideró a Presencias extrañas como “una bisagra” en la carrera de Héctor Torres. Un libro de transición que cierra esa etapa de crónicas que marcó la trilogía anterior conformada por Caracas muerde, Objetos no declarados y La vida feroz. Torres reconoce que tras escuchar la afirmación de Requena, él también se preguntó hacia dónde se dirige este próximo tramo de su carrera.

Afirma que, efectivamente, escribir sus memorias le permitió obtener las respuestas que buscaba desde hacía tiempo, quemar etapas para explorar nuevas aristas. “Es un punto que tenía que cerrar para poder volcar la vista hacia otras cosas que también me están llamando”, dice.

Una de las posibilidades que se abren para su futuro es la de retomar la narrativa de ficción. Con ella empezó su carrera tras una formación más lectora que académica. Se inició en el cuento con El amor en tres platos, publicado en 2007 por la editorial Equinoccio. Le siguió su primera y única novela, La huella del bisonte (Norma, 2008; Puntocero, 2016), de la cual lleva su símbolo tatuado junto al perro infinito de Caracas muerde. Precisamente su primera bisagra fue con El regalo de Pandora (FBLibros, 2011), un compilado de relatos que ya vislumbraba su etapa actual.

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—Usted se ha hecho bastante reconocido por sus crónicas y relatos. Sin embargo, ¿piensa en un futuro retomar el estilo que tenía La huella del bisonte?

—Sí, de hecho tengo varios proyectos de largo aliento en distintos momentos de su producción. Lo que pasa también es que la novela exige una energía distinta que la que tienes para abordar un libro de relatos y supongo que también es un asunto de momento, de la urgencia que tienes de contar, pero tarde o temprano saldrán esas historias que están allí esperando que termine de darles forma o no. Eso no lo decide nadie hasta que estén listas.

Hay una novela que la he dado por terminada en varias ocasiones, pero luego vuelvo a ella y me doy cuenta de que no está lista. Me ha servido para ejercitarme en el relato de largo aliento. Pero sí, en cualquier momento retomo y termino una novela. El que narra narra, y la idea de que me encasillen como cronista o novelista, eso es estadístico. En realidad uno siempre está pendiente de las historias y cada una tiene la extensión necesaria para poder contarse.

—Para usted, ¿qué es lo más importante que debe tener en cuenta un escritor al momento de emprender un texto?

—Pueden ser varios los elementos, pero el primero es que te llame, te genere una necesidad muy grande de ir detrás de esa historia, de ver por qué insiste en volver. (Jorge Luis) Borges decía que el deber de uno era eludir las historias hasta que llegase el punto en que fuese inevitable abordarlas, y algo de eso he podido constatar. Ideas se te pueden ocurrir en cualquier momento, pero hay historias, angustias, curiosidades y misterios que siguen dando vuelta en torno a uno y eso es fundamental.

Para que uno se embarque en la aventura, que no siempre es feliz, de escribir historias, lo primero es que tiene que haber un compromiso de vida, tienes que sentir que esa historia es importante para ti, y vas a descubrir algo que te hará comprender un poco más tu vida y entender el mundo. En función de eso yo creo que lo siguiente que debe tomar en cuenta un escritor es que debe tener muy claras las respuestas que va recibiendo de esa indagación. Sin esa curiosidad vital, es muy difícil terminar el texto”.

Una montaña por subir

El viaje de Héctor Torres hacia el interior de la memoria
Hector Torres, en el Pico Humboldt, a los 14 años de edad. Esta imagen es la portada de Presencias extrañas. Foto: Cortesía La Vida de Nos

En los últimos años, Héctor Torres ha compilado una serie de logros que lo han consagrado como uno de los narradores más reconocidos de la actualidad. Junto a la periodista Albor Rodríguez creó en 2016 el portal La Vida de Nos, el cual obtuvo en 2021 el premio Ortega y Gasset de España, en la categoría de cobertura multimedia. Ambos compilaron también la antología de crónicas Días salvajes: 15 historias reales para comprender el colapso de Venezuela (2019). Igualmente, Torres es el guionista de la novela gráfica Rómulo Gallegos: hombre de una sola calle. El cómic fue ilustrado por José Luis Couto y publicado en marzo de 2022 por la ONG Provea.

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Aun así, el autor aclara que entre tantos éxitos, no se ven los fracasos que quedaron en el camino, los proyectos fallidos. Afirma que la vida nunca viene en su solo sentido, por lo que no cree que esté en la cúspide de su carrera. 

“Nunca se cuentan las derrotas, lo que no funcionó o los concursos donde no se tuvo pizarra. Por esas cosas de vanidad y de que las buenas noticias siempre alegran, solo se ve la suma de los logros, pero no es un camino ascendente. Es un sube y baja como todo lo que se ha venido haciendo”, añade.

Señala que la profesión del escritor es de largo aliento, por lo que espera que el camino tenga todavía tropiezos y celebraciones para ofrecerle. “La vida, así como reparte trompadas, regala caricias”, escribe en el capítulo de Presencias extrañas sobre su iniciación en la montaña. Justamente la portada es una foto suya, con 14 años de edad, a punto de llegar a la cima del Pico Humboldt, el segundo más alto de Venezuela. Tanto la frase, como la imagen, son representaciones precisas de las cumbres que aún le quedan por conquistar.

—¿Todavía hace montañismo?

—Quisiera retomarlo. Es mucho lo que enseña y lo que moldea el ejercicio del montañismo. En la actualidad lo tengo un poco descuidado, a pesar de que vivo bastante cerca de una de las subidas al Ávila. Pero sí tengo planes de retomarlo, pernoctar allí, volver a esas sensaciones, ver qué se siente volver a pasar dos o tres días en el cerro ya después de cierto tiempo, de esta edad. Es una experiencia que me tengo pendiente desde hace mucho tiempo.

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