Detrás del incidente suscitado en las últimas horas con una candidatura presidencial que fue vendida por un partido político como un regalo al pueblo venezolano hay un problema generalizado de cara a la venidera campaña electoral: la gran mayoría de los partidos políticos venezolanos no están sabiendo “leer el cuarto” en el que comunicarán su mensaje para intentar ganar las primarias y la elección presidencial.

Nuestra clase política debe asumir que no estamos yendo a unas elecciones primarias como las de 2011. El proceso de aquel año fue visto en ese entonces como un gran evento de aglutinación de voluntades, al que con máxima expectación acudieron millones de personas para iniciar el camino en el que enfrentaríamos a un contrincante político de mucha fuerza bajo la premisa de que solamente teniendo la mayoría de los votos podríamos acceder al poder.

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Hoy la realidad es diametralmente diferente. La mayoría de los venezolanos ni siquiera conocen los nombres de los precandidatos presidenciales. Y no solo por falta de acceso a medios de comunicación, una razón evidente, si no también por desinterés. Hay un escepticismo generalizado con relación a la actualidad política que debe ser leído y digerido por nuestros dirigentes. Si los políticos no entienden que la ciudadanía escucha sus palabras con desdén y no con ilusión, su mensaje será rechazado o, peor aún, ignorado.

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El problema detrás del escepticismo ciudadano actual es que no existe una expectativa real de cambio en el corto plazo. La dictadura de Nicolás Maduro parece haber sido aceptada como una triste realidad ante la cual no hay alternativa. Y ante este escenario, la ciudadanía ha asignado una cuota mayoritaria de responsabilidad en los liderazgos que en los últimos años llevaron la batuta de la oposición al régimen al no haber alcanzado el objetivo del cambio político para Venezuela. Eso explica que las dos candidaturas que arrancaron el año con mayor intención de voto sean dos opciones “antisistema”.

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Tomando en cuenta lo anterior, llegamos entonces a la pregunta: ¿y cómo hacen entonces nuestros políticos para ser tomados en serio? Quien escribe estas líneas cree que la respuesta está clara: les toca mostrar un plan. Y no hablo solamente de un plan de gobierno, que es necesario pero no suficiente. El candidato que quiera imponerse en la primaria tendrá que responder planteamientos cuya respuesta no es sencilla:

¿Cómo competirá y ganará en una elección con un árbitro parcializado y en una lucha claramente desigual?

Si gana, ¿cómo se asegurará de cobrar su victoria y tomar el poder en un Estado secuestrado en todos sus niveles?

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Estas dos preguntas hablan de hacer viable una candidatura en dictadura. De ver como factible la toma del poder político. La respuesta que cada aspirante al poder de a estos cuestionamientos puede no ser satisfactoria para muchos pero sí será realista con relación a mostrar entendimiento sobre dónde estamos parados como sociedad y hacia qué coyuntura nos acercamos.

Los venezolanos no buscan regalos de un mesías ni mensajes rimbombantes, pero sin fondo por parte de su dirigencia. Simplemente buscan un plan para vivir con democracia y en un mejor país. El que sepa entenderlo y traducirlo en una buena comunicación, partirá con ventaja para ganar este episodio de nuestra vida política.

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