- Los hospitales públicos en Venezuela enfrentan una serie de dificultades, pero quienes allí trabajan aseguran que estos centros asistenciales se sostienen gracias al compromiso del personal médico y de enfermería
Sonia Sifontes asegura con firmeza que de volver a nacer también estudiaría nuevamente Medicina y a especializarse en pediatría. Insiste en que las experiencias y aprendizajes que ha obtenido a lo largo de su carrera profesional en el sistema de salud son invaluables para ella.
Recuerda que la decisión de ser médica la tomó con apenas 16 años de edad, luego de realizar la prueba vocacional en bachillerato. Un año después quedó seleccionada para la carrera de Medicina en la Universidad de Carabobo (UC), en la Universidad de Los Andes (ULA) y en la Universidad de Central de Venezuela (UCV), pero como residía en Caracas prefirió iniciar sus estudios en la casa que vence las sombras.
Tras terminar sus años de medicina básica quiso elegir la escuela Luis Razetti. Sin embargo, por influencia de una amiga proveniente del interior del país prefirió inscribirse en la escuela José María Vargas.
La atención a los niños como principal motor
La especialista confesó que inicialmente quería dedicarse a la medicina interna. Señaló que esta preferencia era porque la mayoría de sus docentes eran internistas y tenían un amplio conocimiento. Sin embargo, su decisión cambió cuando hizo el año de medicina rural.
Sifontes narró que viajó hasta el estado Apure y el día que llegó preguntó en el ambulatorio San Juan de Payara si había trabajo para ella, a lo que quien la recibió respondió: “Sí, la estábamos esperando”.
“El mismo día que pregunté empecé a trabajar y allí estuve un año y medio. Después me fui a hacer la parte asistencial en el Hospital Pablo Acosta Ortiz en el mismo estado. Estuve en medicina interna, pero un día los pediatras del hospital se fueron y me pasaron a trabajar en esa área. Ahí me di cuenta que eso era lo que realmente quería hacer”, confesó.
Sifontes regresó a Caracas para especializarse en pediatría. Entre las nueve sedes que estaban dispuestas para esa especialidad, la profesional quedó en el Hospital Pediátrico Dr. Elías Toro en Bella Vista (Caracas), donde hizo su residencia por tres años. Posteriormente fue contratada por esa misma institución.
En el hospital J.M. de Los Ríos pasó por varios cargos, fue jefa de guardia, estuvo en hospitalización, en control de niño sano y como jefa de medicina III. Insiste en que la atención a los niños es altamente gratificante y muy diferente a cuando se atiende a un adulto.
“No te meten mentiras como el adulto que se deja influenciar por lo que leyó en Internet y se imagina un montón de cosas que no tiene. Cuando el niño está hospitalizado depende exclusivamente de lo que el pediatra le indique”, dijo.
Los retos que enfrentan los médicos venezolanos
La especialista comentó que en ocasiones ha tenido que hacer sacrificios personales por el bienestar de sus pacientes. Con eso en mente, mencionó un caso en el que hizo todo lo posible por salvar a un niño.
Finalmente, Sifontes logró ingresar al niño en terapia intensiva y estabilizarlo. La doctora relató que luego de que fue dado de alta volvió al hospital en una par de oportunidades para controles médicos sin complicaciones.
La pediatra considera que en la última década el ejercicio de la medicina en Venezuela experimentó una debacle. Le atribuyó esto a la carencia de insumos, medicinas y al deterioro de la infraestructura del sistema de salud público.
“Los médicos del J.M. de Los Ríos salimos muchas veces a protestar y abanderamos muchas manifestaciones del sector salud en las que se exigían mejoras al Estado. Por este deterioro en los años 2016 y 2017 murieron muchos niños del área de nefrología contaminados por una bacteria que estaba en el agua y porque no había el medicamento para tratarlos”, contó.
La especialista reconoció que las múltiples directivas que han estado en el hospital han intentado mejorar varios de estos aspectos, aunque considera que aún hay deficiencias.
Expresó que el argumento de estas administraciones es la falta de recursos económicos. Sin embargo, cuestionó que se haya invertido en otras cosas como la inclusión de fotografías de funcionarios oficialistas en la fachada del hospital.
Dedicación a los pacientes pese a las carencias
José Ramón Gómez Mancebo asegura que el Hospital Universitario de Caracas (HUC) es como su segundo hogar. En él lleva un poco más de 40 años ejerciendo como médico y ha sido testigo de los altibajos que ha tenido que enfrentar esta institución.
La idea de estudiar medicina se reforzó gracias a la influencia de familiares que tomaron esta carrera años antes que él. Ingresó a la UCV a finales de la década de los años sesenta y enfrentó en ese proceso varios obstáculos como estudiante universitario que le hicieron dudar si valía la pena el sacrificio.
“Políticamente el país estaba en una situación difícil, fue intenso. Perdimos un año de clases, pero luego todo se encaminó”, dijo Gómez en entrevista para El Diario.
El médico se formó en la escuela José María Vargas, indicó que en esa época era un grupo pequeño el que estudiaba ahí en comparación con los que ingresaron en la Luis Razetti. Alegó que esto hizo que la enseñanza fuera más individualizada y de mayor calidad.
Su año de medicina rural lo hizo en Tacarigua de Mamporal, el estado Miranda. Luego regresó a Caracas para especializarse en medicina interna en la Maternidad Concepción Palacios y posteriormente en cardiología en el HUC.
Altibajos en el sistema de salud
El cardiólogo comentó que en sus primeros años de ejercicio profesional los hospitales venezolanos tenían muchas carencias,. No obstante, destacaba el compromiso y la pasión del personal del sistema de salud.
Cuando llegó el HUC también se encontró con algunas deficiencias, pero asegura que en esencia todo funcionaba. Entre eso destacó los servicios de hemodinamia, el laboratorio, los ecocardiogramas, los electrocardiogramas y la unidad de cuidados coronarios, mencionó que esta última área estaba recién inaugurada cuando se incorporó al hospital.
Gómez ha experimentado los avances científicos en los que ha participado el hospital, pero también ha vivido momentos críticos asociados con la crisis generalizada del país. El apagón del 7 de marzo de 2019, que se prolongó por varios días, representó uno de esos momentos cumbre.
El médico contó que los respiradores mecánicos en cuidados intensivos se apagaron y el personal tuvo que aplicar ventilación con un equipo manual por horas. Añadió que en el área de cardiología los monitores se apagaron y no permitían estar al tanto de los signos vitales de cada paciente si se presentaba alguna irregularidad.
Avances progresivos
Gómez insistió en que el apagón de 2019 fue un momento crítico para los hospitales venezolanos y aclaró que en el caso del HUC se hicieron algunas correcciones en el sistema eléctrico para prevenir consecuencias graves ante una situación similar.
Asimismo, el especialista dice que en el área de cardiología del centro asistencial se han logrado avances de forma progresiva y espera que para este año siga la misma tendencia.
“En estos momentos podemos trabajar en la Unidad de Cuidados Coronarios que la estamos recibiendo recién remodelada y que funciona totalmente. Se pudo reformar el equipo de hemodinamia y tenemos un laboratorio de electrofisiología donde se están colocando entre 3 y 5 marcapasos diarios todos los fines de semana”, dijo.
La contraparte de estos avances es que la atención con tratamiento para infarto agudo aún es insuficiente en el país.
El cardiólogo alegó que también hay déficit en las cirugías coronarias centrales o de válvulas en el sistema de salud. Destacó que este tipo de operaciones solo se concretan en el Hospital Militar Carlos Arvelo de Caracas.
“Podemos solucionar los casos de pacientes con indicación quirúrgica en un porcentaje muy mínimo. Las listas de espera lamentablemente se convirtieron en listas de no atención y eso es algo que se debe mejorar”, expresó.
El cardiólogo coincidió además con Sifontes en la necesidad de ahondar en la medicina preventiva y hacer que esto sea accesible para la población y así evitar el riesgo de sufrir enfermedades crónicas y discapacitantes en el futuro.