• Manuel Antonio Campos, Rafael Ascanio e Iván Nieto han asumido roles de liderazgo en la promoción y preservación de los valores arraigados en la tradición capitalina | Foto: Jose Daniel Ramos @danielj2511

Cuando era un niño, a Manuel Antonio Campos, hoy de 16 años de edad, siempre le llamó la atención subir a El Ávila con su papá, quien era palmero. En su mente todavía retumba una sinfonía conducida por quienes se alegraban de ver llegar a los Palmeros de Chacao. El ambiente, amenizado por tambores y cornetas, siempre fue propicio para celebrar el reencuentro, asegura Manuel. Para él y su familia, la tradición de subir a El Ávila, acampar y bajar las espigas a Caracas para su bendición, como lo hicieron sus bisabuelos, es una oportunidad para afianzar ese deseo compartido de varias generaciones: inspirar el arraigo por esta tradición.

Como Manuel, otros adolescentes han decidido asumir roles de liderazgo en las filas de los palmeros para mantener esta creencia. Algunos, desde sus espacios, están moldeando la tradición a su manera, pero manteniendo el respeto y los valores inculcados por sus padres con el único objetivo de proteger la herencia colectiva y religiosa de sus familias.

En este esfuerzo, todos y cada uno de ellos, como generación de relevo, conoce la historia de los palmeros y por qué se considera una tradición capitalina. Manuel relata que la costumbre surgió en el siglo XVIII, en medio de una epidemia de fiebre amarilla que afectó a la ciudad de Caracas. 

Debido a esta situación, el párroco José Antonio García Mohedano pidió a los dueños de haciendas de Chacao enviar a sus peones a El Ávila para recolectar la palma y bendecirla. Después de que la peste pudo ser controlada, en agradecimiento, los feligreses acordaron subir cada año para cumplir con la tradición, que ya tiene más de 250 años.

Los peones también conocidos como campesinos o labradores, eran la clase social más baja en la mayoría de las sociedades antigua.

Para Manuel, conocer a profundidad estas historias contadas por los palmeros mayores, como se les conoce a los creyentes más devotos, se ha vuelto una fuente de inspiración, un ejemplo de enseñanza. Rafael Ascanio e Iván Nieto piensan igual. En El Diario relatamos sus historias. 

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Manuel Antonio Campos, 16 años de edad: “Yo siempre le dije a mi papá que quería ser palmero” 

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Foto: Jose Daniel Ramos @danielj2511

Manuel, un adolescente perteneciente a la generación emergente de los palmeros, lleva consigo el legado de sus ancestros. Para él, mantener viva la tradición no es solo una tarea, es un acto de honor hacia su apellido. Por eso, al presentarse y hablar sobre los palmeros, no puede dejar de mencionar a su tíos Nené, Jaime y Anoro Campos. A su abuelo Canuto y a su padre Manuel, sus ejemplos a seguir. 

A pesar de que algunos de sus familiares han emigrado debido a la crisis del país, cada Domingo de Ramos, independientemente de dónde se encuentren, erigen un altar familiar para honrar la tradición. Esta práctica, arraigada en la familia de Manuel, lo motiva y le inspira a seguir adelante, especialmente cuando piensa en su hermano menor, a quien planea acompañar en su primera ascensión a El Ávila.

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Foto: Jose Daniel Ramos @danielj2511

Para Manuel, el respeto hacia la montaña es fundamental. Por eso recuerda la enseñanza sobre la importancia de pedir permiso a los “muñecos”, refiriéndose a los palmeros ya fallecidos, antes de emprender cualquier ascenso. Este gesto, agrega, encierra un profundo sentido de conexión con la naturaleza y con la fe católica.

Además, para Manuel y los suyos, la montaña es un lugar de encuentro espiritual. Es un espacio donde todos, a su juicio, son hermanos. Igualmente, el adolescente considera que cada subida es una oportunidad para aprender y crecer como persona. La tradición de los palmeros va más allá de un simple gesto, dice, es un acto de fe, de conexión con lo divino y con lo terrenal.

Mis primeros recuerdos que tengo sobre los Palmeros de Chacao son cuando esperaba a mi papá en la entrada de El Ávila. Yo siempre le dije que quería ser palmero y él cumplió mi sueño. Para mí, la montaña es un tesoro sagrado que guarda los secretos y enseñanzas de muchos ancestros que han transitado sus senderos. Solo aquel que lo ha vivido, que ha subido y que conoce en carne propia lo que nosotros hacemos, puede describir lo que allí se siente”, explicó el adolescente. 

Así, Manuel y su familia continúan manteniendo viva una tradición que trasciende el tiempo y las circunstancias. Con cada ascenso, con cada altar erigido, honran a sus antepasados y fortalecen su identidad colectiva, asegurando que la memoria de los palmeros perdure en las generaciones venideras.

La tradición de los Palmeros de Chacao

Esta costumbre marca el inicio de la Semana Santa en Venezuela. La procesión para podar las palmas tiene lugar el viernes. Luego, el sábado, los participantes retornan a la plaza Bolívar del municipio para entregar las palmas que serán bendecidas el Domingo de Ramos.

Rafael Ascanio, 18 años de edad: “Doy gracias a quienes me hicieron palmero desde chiquito”

Rafael Ascanio lleva en su sangre la herencia de los palmeros. Desde sus primeros recuerdos, la tradición ha sido un pilar fundamental en su vida. Su abuelo y su padre, ambos palmeros dedicados, le transmitieron desde temprana edad el valor y el significado de esta práctica arraigada en su familia.

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A los 4 años de edad, Rafael comenzó su participación en la fila de los palmeros. Sin embargo, fue a los 8 años de edad cuando dio sus primeros pasos en los senderos de El Ávila, convirtiéndose en un miembro activo de la comunidad palmera. Desde entonces, ha dedicado una década de su vida a esta tradición, sin faltar nunca a estos eventos.

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Foto: Jose Daniel Ramos @danielj2511

Su padre, fiel practicante de la costumbre, le enseñó a Rafael a amarla con la misma pasión.

Uno de los momentos más especiales para Rafael es cuando tiene la oportunidad de entrar a la cueva de los palmeros. Este lugar sagrado, lleno de historia y significado, representa el corazón de la tradición, a juicio de Rafael. Allí, bajo la guía de los palmeros mayores, el adolescente ha aprendido los secretos de la poda de las palmas y ha experimentado la conexión profunda que une a los palmeros con su entorno natural.

Sobre la cueva de los palmeros

Es un lugar simbólico dentro de la tradición de los Palmeros de Chacao. Solía ser el refugio para pasar la noche antes de bajar con las palmas. Aunque ya no se usa para dormir debido a riesgos de seguridad, todavía es un punto de encuentro importante para las nuevas generaciones de palmeros.

En palabras de Rafael, su gratitud hacia su familia y la tradición de los palmeros es profunda. Agradece a sus padres por haberlo iniciado en esta práctica desde una edad temprana, por lo que desea seguir manteniendo viva la tradición, no solo en honor a los que vinieron antes, sino también por el bienestar de la comunidad de Chacao y de las generaciones futuras. Para Rafael, llevar la palma a su pueblo es un acto de compromiso hacia sus raíces y su identidad cultural.

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“A mi padre y a mi familia, si llegan a ver esto, les daría las gracias por hacerme palmero desde chiquito, en serio se lo agradezco, porque todos los años espero por esta fecha”, expresó. 

Iván Nieto, 32 años de edad: “Tuve la fortuna de heredar la tradición”

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La tradición de los Palmeros de Chacao es un legado cultural arraigado en las raíces del municipio, una práctica que no solo se transmite de generación en generación, sino que también se abre a aquellos que desean abrazarla por elección propia. Iván Prieto, quien se considera una persona comprometida con su comunidad, es un ejemplo de cómo esta tradición puede ser adoptada y honrada con amor y dedicación, incluso sin tener antecedentes familiares en ella.

A diferencia de muchos de sus compañeros palmeros, Iván no proviene de una familia con tradición palmera. A pesar de esto, su historia es un testimonio vivo de cómo esta costumbre puede trascender los lazos sanguíneos y convertirse en un patrimonio compartido por los habitantes de la ciudad de Caracas. Por iniciativa propia, Iván decidió unirse a esta noble tradición, encontrando en ella un sentido de pertenencia y una fuente de inspiración espiritual.

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La práctica de subir a El Ávila y podar la palma no es solo un acto físico, sino también terapéutico y emocional para Iván. La experiencia de estar en la montaña, rodeado de palmeros mayores que comparten historias y enseñanzas sobre la tradición, le llena de energía y fortaleza, alimentando así su compromiso con la práctica de los palmeros.

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Foto: Jose Daniel Ramos @danielj2511

A través de esta conexión con la energía del lugar, Iván encontró un sentido de pertenencia y propósito en la tradición de los Palmeros de Chacao. Para él, esta energía poderosa es la verdadera esencia de la tradición, el motor que impulsa a los palmeros a seguir adelante y a preservar esta práctica centenaria para las generaciones futuras.

Yo espero que cada individuo pueda tener la oportunidad de sumergirse en la historia y conocer de primera mano a la comunidad de los palmeros para así descubrir la belleza y el significado que yace en cada ascenso al Ávila, en cada gesto de hermandad. Que aquellos que no tienen la fortuna de heredar esta tradición por familia, puedan abrazarla con el mismo fervor y compromiso que yo lo hice, encontrando en mis compañeros palmeros una familia, un legado que trasciende generaciones”, concluyó Iván. 

Las historias de Manuel Antonio Campos, Rafael Ascanio e Iván Nieto reflejan el respeto profundo hacia la tradición de los Palmeros de Chacao. Cada uno, desde su propia experiencia, ha encontrado en esta práctica no solo un legado familiar, sino también un compromiso con la preservación de la identidad cultural de la comunidad de Chacao. Sus experiencias son un recordatorio para demostrar que, cuando las comunidades se organizan y se comprometen, tienen el poder de mantener vivas algunas tradiciones a lo largo del tiempo.

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