- El centro de Caracas actualmente es testimonio de la herencia colonial y de la lucha independentista, aunque para el historiador Daniel Terán-Solano esto respondió en su momento más al culto por Simón Bolívar, que a esfuerzos reales de una preservación patrimonial
La Caracas que vivió Simón Bolívar, a principios del siglo XIX, probablemente no era tan tranquila como mucha gente se imagina. Desde su casa, en una esquina de la Plaza Mayor que hoy lleva su nombre, debió escuchar a diario el ruido de las carretas y vendedores, el ajetreo de las tertulias convertidas en conspiraciones por la libertad, mientras a lo largo de aquellas calles estrechas entre solares de techos rojos, recordaba las travesuras de su niñez en su casa natal, a unas cuadras.
De aquella casa en la que prefirió pasar sus temporadas en Caracas, apenas hoy quedan un par de salas. La casona familiar en la que nació tuvo mejor suerte en su conservación, así como el puñado de edificaciones emblemáticas de la plaza, en la que sigue el ruido de la gente y vendedores, ahora mezclado con cornetas de buses y motos, cacareos políticos o religiosos y parlantes con música. Y en sus solares abiertos ahora se alzan torres que, como los anillos de los árboles, marcan las diferentes épocas que la ciudad ha vivido en los últimos dos siglos.
“De la Caracas de la época de Bolívar prácticamente no queda nada, o me atrevería a decir que muy poco, porque Caracas es una ciudad que está reñida con su propio pasado”, declaró el historiador Daniel Terán-Solano en entrevista para El Diario.
Sin embargo, algunos elementos de aquella cuadrícula originaria de los primeros mapas coloniales aún se conservan, al igual que los vestigios del paso del Libertador por allí.
El primer patrimonio

Terán explica que Caracas, como muchas ciudades de su tiempo, sufrió las secuelas que dejó la Guerra de Independencia y principalmente del terremoto de 1812, el cual arrasó con buena parte de sus edificaciones. De allí que no hubiera mucho de la época colonial para preservar, más allá del Palacio Arzobispal, la Catedral de Caracas y las casas más sólidas, que eran las de las familias mantuanas.
Décadas después, ya cómo república, ocurriría otro terremoto que cambiaría a la ciudad, pero esta vez con tintes políticos. Durante el primer gobierno de Antonio Guzmán Blanco (1970-1877) se emprendió un ambicioso proyecto urbanístico que buscaba emular a ciudades europeas como París, Francia. Esto, sumado a la enemistad del caudillo con la Iglesia católica, llevó a la expropiación y demolición de varios conventos para levantar obras como el Palacio Federal Legislativo, mientras la imagen apacible de la colonia era reemplazada por edificios y calles más modernas.

Así, el 27 de marzo de 1874, Guzmán Blanco decretó la construcción del Panteón Nacional sobre las ruinas de la antigua Iglesia de la Santísima Trinidad. Terán indicó que la razón por la que se escogió ese templo, destruído precisamente por el sismo de 1812, fue por su estrecha vinculación con Bolívar. Su familia había contribuido a su construcción en 1740 donando terrenos, y allí recibió su primera comunión. De esa devoción familiar venía incluso parte de su nombre: Simón José Antonio de la Santísima Trinidad Bolívar Ponte y Palacios Blanco.
La Casa Natal

Terán, quien además es profesor en la Universidad Central de Venezuela (UCV) y la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB), señaló que durante la época colonial era común que las familias criollas más pudientes tuvieran su residencia principal en las adyacencias de la Plaza Mayor. Así, a finales del siglo XVII, la familia Bolívar, una de las más poderosas de la provincia, se hace con el patrimonio de una casona entre las esquinas de San Jacinto a Traposos, cuya existencia se remontaba a 1651.
En esa casa nació Simón Bolívar, el 24 de julio de 1883. Contrario a lo que se cree, el Libertador apenas pasó allí una parte de su infancia, hasta la muerte de su madre en 1792. Aunque siguió en posesión de su hermana mayor, la custodia de Bolívar pasó por varios parientes antes de irse al internado militar a los 16 años de edad. En 1806 la casa fue comprada por uno de sus parientes, el teniente Juan de la Madriz. Aun de adulto, Bolívar prefirió habitar otras casas, aunque solía visitarla en reuniones especiales.

Allí operó el almacén de mercancías de Juan Nölk, así como el depósito de relojes y joyería de la firma Perrenoud y Beiner. En 1912, la Sociedad Bolivariana realizó una colecta para comprar la casa, la cual donó al Estado venezolano. También se adquirieron las casas contiguas, en donde actualmente se encuentran el Museo Bolivariano y la sede de esa organización.
Polémica remodelación

En 1916, el gobierno de Juan Vicente Gómez decretó la creación del museo Casa Natal del Libertador y comenzó los trabajos de restauración de la vieja estructura. Los trabajos estuvieron a cargo de los arquitectos Alejandro Chataing y Antonio Malaussena, con la asesoría de historiadores como Vicente Lecuna, Manuel Landaeta Rosales y Manuel Segundo Sánchez. Finalmente en 1921 abrió sus puertas al público.
“La primera gran remodelación se hizo justamente en el periodo gomecista y fue criticada posteriormente. A la casa se le quitaron todas las cosas exactamente coloniales y, por el contrario, se le dio un carácter un poco más solemne. Se le puso piso de granito, topes de mármol y se llenó de pinturas para justamente recordar la importancia del Libertador”, mencionó Terán.

“Llegamos a la casa (de Bolívar) Landaeta y yo, y con gran sorpresa vimos que estaban removiendo el piso del zaguán. Éste estaba construido con vértebras de ganado unidas con cemento, estaba pulido a mano, toda una obra de arte colonial. De inmediato tratamos de paralizar los trabajos, pero el contratista prosiguió la demolición (solo éramos asesores) y al final no pudimos hacer nada”.
Casa del Vínculo

Bolívar se casó en España a los 19 años de edad con la aristócrata María Teresa Rodríguez del Toro. Ambos llegaron a Caracas a los pocos meses, en 1802. Se instalaron en una enorme casa frente a la Plaza Mayor, en la actual esquina de Gradillas, que había pertenecido a su padrino, Juan Jerez de Aristigueta. Aunque la pareja estuvo al principio en la hacienda de los Bolívar en San Mateo (Aragua), cuando la salud de su esposa se deterioró, se quedaron definitivamente en Caracas. Así, en esa casa, María Teresa falleció el 22 de enero de 1803.

Esa fue la casa de Bolívar durante gran parte de su estadía en Caracas. Allí fue anfitrión de la primera reunión de la Sociedad Patriótica para conspirar por la libertad y también alojó a Francisco de Miranda cuando regresó de Inglaterra en 1811. Posteriormente, la usó como cuartel para el Ejército, aunque tras la caída de la Segunda República, las tropas realistas tomaron Caracas e incautaron todas las propiedades de Bolívar, incluyendo esa casa. Fue rematada en una subasta en 1816.
Bolívar no pudo recuperar su casa hasta 1821, tras la Batalla de Carabobo. La siguió usando como residencia para sus visitas, aunque la dejó a cargo de su sobrino, Anacleto Clemente, quien la heredó formalmente tras la muerte del Libertador. En 1857 fue vendida, convirtiéndose en una joyería y posteriormente en una heladería.
Recuperación

El 7 de febrero de 2010, durante una transmisión de su programa Aló Presidente, Hugo Chávez señaló varios edificios alrededor de la plaza Bolívar, repitiendo la frase “Exprópiese”. Aquel episodio, en el que Chávez expulsó a cientos de comerciantes del casco central con el mismo espíritu autoritario de Gómez y Guzmán Blanco, curiosamente tuvo un lado positivo: uno de los cuatro edificios expropiados fue la Casa del Vínculo, que en ese momento era una zapatería.
Terán aportó que a pesar de ser la residencia predilecta de Bolívar, lo que se pudo recuperar de su estructura original fue mínimo. Gran parte había sido demolida a principios del siglo XX, y para los años cincuenta su fachada había quedado incrustado en el edificio José Mendoza y otros locales comerciales aledaños. Incluso parte de sus terrenos fueron ocupados para la sede del Banco de Venezuela.
Los trabajos de restauración estuvieron a cargo de la Alcaldía de Caracas y Fundapatrimonio, que lograron recuperar el piso original, así como varias piezas de porcelana, arcilla, clavos y una moneda que actualmente están allí en exhibición.
Sin memoria

Terán afirma que el culto bolivariano fundado por Guzmán Blanco, así como la épica de la Independencia admirada por el resto de caudillos que gobernaron el país hasta Gómez, ayudó en cierta forma a que buena parte del acervo histórico de Caracas se conservara. Sin embargo, esto apenas se limitó a la figura del Libertador.

El historiador asegura que el Estado venezolano no tuvo un interés real por conservar su patrimonio hasta 1961, cuando se creó el Museo de Arte Colonial de Caracas en los predios de la Quinta Anauco. Esa hacienda le había pertenecido al marqués Francisco Rodríguez del Toro, y fue donde Bolívar pasó sus últimas noches en Venezuela en 1827. De hecho, se dice que el Libertador constantemente manifestaba su deseo de pasar su retiro en aquella casa, una vez consolidara la estabilidad de una Gran Colombia que ese mismo año se fracturó irreversiblemente.
“Eso explica parte del problema con la historia de los venezolanos, en lo que siempre se repite de que nosotros somos un pueblo sin memoria, que no cuidamos lo nuestro. Se debe a que precisamente estas cuestiones del acervo patrimonial no se conservan y no se cuidan como debe ser. No conservamos lo que consideramos pasado porque se le considera anticuado y amamos lo moderno. Entonces Caracas tiene grandes autopistas y avenidas, pero pocos buenos museos de historia”, sentencia Terán.