- El acto en honor a la patrona del estado Zulia se celebró en la Basílica de Nuestra Señora de Chiquinquirá con una misa oficiada por monseñor Enrique Pérez Lavado
A pesar del calor intenso, miles de feligreses se congregaron el 26 de octubre frente a la Basílica de Nuestra Señora de Chiquinquirá, en Maracaibo, estado Zulia. Sentados en sillas de plástico en la plazoleta de la iglesia, y con paraguas para resguardarse del sol, esperaron la bajada de la santa patrona de la ciudad, la Virgen de La Chinita, para dar inicio a sus fiestas patronales.
De acuerdo con el diario Versión Final, al menos 20 mil sillas se desplegaron frente al escenario cubierto de flores blancas y anaranjadas, donde se celebró a las 5:00 pm una misa solemne a cargo del obispo de Maturín, monseñor Enrique Pérez Lavado. Mientras el clero estaba sentado en la tarima, a sus costados se repartían filas de asientos ocupados por personas con trajes de liqui-liqui blancos.
A partir de las 3:00 pm el lugar comenzó a llenarse de fieles. Algunos vestían camisas azules con la imagen de la virgen, y paraguas a juego. La sensación térmica estimada en Maracaibo era de alrededor de 42 grados centígrados, e incluso al caer la tarde, se mantenía por encima de los 32 grados. Muchos se abanicaban con los pasquines que un día antes fueron repartidos por la ciudad por grupos parroquiales.
La misa
“Camino de esperanza y paz” es el lema que este año tienen las fiestas patronales de la patrona del estado Zulia. También se celebran 125 años de la consagración de Venezuela al Santísimo Sacramento del Altar. Después de la liturgia y los cantos propios de la misa, monseñor Pérez Lavado, quien es marabino de nacimiento, dio su sermón.
Citó las palabras de monseñor Juan Bautista Castro, quien promovió la consagración del país al Cristo Sacramentado en 1899 para recibir al siglo XX en paz tras décadas de guerras y caos: “Las naciones son sanables”. No dudó en hacer el paralelismo con la Venezuela actual, destacando la importancia de la fe y la esperanza. “Hoy también tenemos que estar convencidos de que Venezuela es sanable de las grandes miasmas que hoy la mantienen enferma”, agregó.
El cielo ya tenía un color dorado y las campanas de la basílica sonaron durante la oración de los fieles. Luego vino la presentación de las ofrendas y la eucaristía. Antes de terminar la misa, el prebístero Nedward Andrade, párroco de la basílica, condecoró a monseñor Pérez Lavado con la orden Relicario de oro en su única clase.
La bajada
Con el sonido de gaitas, la imagen de la Virgen de Chiquinquirá comenzó a moverse lentamente desde el altar para el encuentro con su grey. Ya era de noche, y la cantidad de gente congregada se extendía más allá de la plazoleta, a lo largo del Paseo La Chinita casi hasta llegar a su monumento.
La tablilla con la figura mariana, descubierta por unas mujeres en el Lago de Maracaibo el 18 de noviembre de 1749, estaba resguardada en su icónico marco dorado y apoyada sobre un arreglo de flores rojas. A su alrededor un show de luces y láseres brillaba en el interior de la iglesia, mientras una plataforma la desplazaba hacia la tarima en el exterior.
Mientras tanto, los feligreses alumbraron la plaza con sus teléfonos, agitaron panuelos de colores y rezaron varias veces el Ave María. Apenas cruzó el umbral de la iglesia, estalló una nube de humo y pétalos a sus costados, y un espectáculo de fuegos artificiales comenzó a detonar en el cielo. Los gritos de la gente fueron cada vez mayores en la medida que se acercaba cada vez más a la tarima.
De frente a la tablilla, monseñor Pérez Lavado rezó el Salve, opacado por el ruido de la pirotecnia. Al terminar, volvió otra vez la gaita y los gritos. La Virgen Morena ahora estaba con su gente, y por los próximos 30 días estará en procesión permanente, visitando los pueblos del lago y los barrios de Maracaibo, hasta que regrese al altar a finales de noviembre.
Desde otras tierras
A pesar de ser reconocida en Venezuela como símbolo de identidad para el pueblo zuliano, muchas familias acudieron a la Basílica desde otros estados a ver a la Virgen de Chiquinquirá, como parte de una devoción sin fronteras. Kariña Rojas relató al canal VPItv tiene nueve años viajando con su pareja desde La Guaira para presenciar la bajada y agradecer a la virgen por los favores cumplidos durante el año.
Indicó que no es zuliana, pero en una ocasión visitó Maracaibo atraída por las gaitas que suelen acompañar a la fiesta. Quedó tan conmovida con la tradición que decidió volverse devota.
“Cada vez que vengo aquí, desde que vengo de La Guaira en el autobús, lo que hago es llorar y llorar. Ahorro todo el año con mi esposo para vivir este momento inigualable. Es un enigma, algo hermoso que se siente por dentro, indescriptible. No vengo a pagar promesa, sino a vivirla y agradecer”, declaró.