En Venezuela, el beso es una forma de saludo, una expresión de afecto y un símbolo de cercanía o confianza. Es frecuente en reuniones familiares, en encuentros entre amigos y en momentos de intimidad. Pero más que un gesto, es una acción que muestra cómo se construyen los vínculos entre las personas.
Con motivo del Día Internacional del Beso, que se conmemora cada 13 de abril, El Diario conversó con la psicóloga social Hisvet Fernández, especialista en sexualidad humana, para comprender qué representa este acto en las relaciones y su simbolismo dentro de la cultura venezolana.
Un gesto con 4.500 años de historia

El beso, con más de 4.500 años de historia social de acuerdo con una investigación de la revista Science, es un acto cargado de referencias simbólicas, culturales y morales. Así lo considera Fernández, quien señaló que este gesto combina un impulso natural con significados aprendidos. “Parece que existe una inclinación instintiva a conectar a través del beso, pero su forma y sentido dependen de la educación y las experiencias de cada quien”, acotó.
Para Fernández, el beso es un ejemplo de cómo la naturaleza y la cultura se complementan. En contextos como el venezolano, a su juicio, esta acción refleja cercanía, respeto o confianza, según el vínculo entre las personas.
La especialista afirmó que suele utilizarse incluso en los primeros encuentros, como una forma de transmitir cercanía. Aunque no exista una relación previa, sugiere que muchos venezolanos optan por iniciar el contacto físico con un beso como un modo de expresar confianza y disposición a establecer un vínculo.
“La cercanía física y afectiva, para nosotros como cultura, es una forma de decir: ‘aquí estoy, me gusta conocerte y quiero entablar una relación’. Nos abrimos ante los vínculos”, agregó Fernández.
Sin embargo, aclaró que esta actitud no es compartida por todos, ya que hay personas que prefieren mantener cierta distancia por razones personales o rasgos de carácter. Precisó que lo más común en la sociedad venezolana es una tendencia hacia el contacto cercano, donde el afecto físico es parte integral de las interacciones cotidianas.
La carga cultural y la jerarquía del beso

El beso en el contexto venezolano no solo es un gesto afectivo, sostiene Fernández, sino que también refleja jerarquías y roles establecidos dentro de la familia.
Sobre este punto, refirió que las distintas formas de besar dentro de un mismo núcleo familiar corresponden con el cómo se ha construido, desde lo social, el rol de cada figura dentro de la familia.
“El beso que se le da a una abuela es significativamente distinto al que se dedica al abuelo, en algunos casos, lo que refleja no solo la cercanía afectiva, sino también el respeto que se le atribuye a cada figura según su género”, indicó.
Fernández apuntó que las diferencias en la forma de besar están relacionadas con la percepción de la autoridad en la familia. Mencionó que el beso hacia el padre, tiende a ser más formal y contenido, lo que simboliza su rol como figura de protector y proveedor.
“Aunque en la práctica algunos padres no cumplan con esos estereotipos tradicionales, la carga simbólica permanece, marcando una distancia emocional y física en el acto de besar”, sostuvo.

En cambio, para Fernández, el beso hacia la madre se expresa de manera más libre, sin las mismas restricciones de formalidad. A su juicio, esta diferencia se traduce en una forma de relación más flexible y cercana, donde, “el cariño se muestra abiertamente, sin los límites que la cultura asigna a la figura paterna”.
La especialista explicó que los matices en la forma de besar no solo responden a la cercanía emocional, sino que reflejan las expectativas y los roles transmitidos dentro núcleo familiar “tradicional” dentro de la sociedad venezolana. Desde su perspectiva, el beso adquiere una carga simbólica de las jerarquías aprendidas desde la infancia.
Agregó que estas diferencias no solo se evidencian en el ámbito familiar, sino que también condicionan cómo las personas expresan afecto en espacios públicos. En muchos casos, detalló, los hombres pueden sentirse limitados para demostrar cariño con libertad hacia otras figuras masculinas por temor a ser juzgados o a romper con la imagen de autoridad o de “hombría” que se espera de ellos. Esta autocensura, alertó, revela cómo las normas sociales influyen en la expresión emocional cotidiana.
“Las reglas no siempre se dicen en voz alta, pero se aprenden con la práctica y la observación”, acotó. Para la especialista, el beso puede moldear la forma en que las personas entienden la cercanía y el respeto, y condiciona la manera en que se vinculan con otros a lo largo de sus vidas.
Las novelas y su influencia en los vínculos humanos

Hisvet Fernández expresó que muchas ideas sobre cómo deben construirse los vínculos afectivos-románticos con respecto al beso provienen del modelo que imponen las telenovelas venezolanas. En sus palabras, estos relatos han promovido durante décadas un imaginario colectivo sobre el amor, por lo que señaló que muchas mujeres aún esperan ser buscadas, besadas y conquistadas.
“Muchas veces se promueve la creencia de que la mujer pierde valor si toma la iniciativa en las relaciones. En lugar de ser vistas como sujetos activos de su deseo, las mujeres son presentadas como objetos de conquista. Esto refuerza una visión distorsionada del amor, donde la sumisión y la pasividad se valoran por encima de la autonomía y el placer propio”, dijo Fernández.
Desde su mirada, este patrón refuerza la idea de que la decencia femenina se mide por su pasividad y la mujer que se deja besar a la fuerza, conseguirá el amor, mientras que los hombres gozan de mayor permisividad para tocar, insistir o forzar cercanía.

“El guion social permite al varón asumir el rol activo sin sanciones, mientras que la mujer debe mostrarse contenida si desea hallar una pareja”, expresó.
Fernández también señaló que en esas historias televisadas, el sufrimiento es el camino hacia la felicidad y los personajes deben enfrentar una serie de obstáculos antes de llegar a la escena del beso final.
Esto, a su juicio, presenta una visión del amor como un drama que solo se logra superar mediante el sufrimiento, lo que impide imaginar vínculos basados en el respeto mutuo o el deseo compartido.
“Las novelas muestran a la pareja en un juego de poder y celos, donde lo importante es la conquista y no el cuidado mutuo. Aunque el final promete felicidad, tampoco se aborda cómo se puede mantener a largo plazo”, comentó Fernández.

Además, indicó que estas representaciones afectan las expectativas sobre cómo deben actuar los hombres. “Bajo ese esquema, ellos deben ser insistentes, dominantes y asumir que el deseo se impone. Ese modelo los empuja a encarnar una masculinidad que normaliza el control, que puede ser a través de un beso, y deslegitima la expresión emocional”, agregó la psicóloga.
Como señala Fernández, las narrativas culturales generan vínculos frágiles y desiguales. En el caso del beso, considera que es esencial cuestionar estas construcciones para que deje de ser visto como una “meta dramática” y se convierta en un gesto compartido, libre de jerarquías y más auténtico en las relaciones humanas.