Shena, la leyenda de Éxigo, rompe el silencio y se sincera

A María Helena Hidalgo la conocen como Shena. Fue una de los cuatro integrantes de Éxigo, la banda venezolana que rompió todos los récords habidos y por haber
Lizandro Samuel
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Dar con María Helena Hildago es complicado. Si quieren saber, en detalle, la travesía que tuve que pasar para poder entrevistarla, pueden leer el perfil que escribí sobre ella aquí.

Si por casualidad viviste en una cueva todos estos años, y te perdiste todas las cosas relevantes del mundo, te cuento que a María Helena Hidalgo la conocen como Shena. Fue una de los cuatro integrantes de Éxigo, la banda venezolana que rompió todos los récords habidos y por haber; y sobre la que, además, el escritor Eduardo Sánchez Rugeles acaba de publicar una novela.

Hablé con Shena en el parque El Retiro de Madrid (España), días antes de que su excompañera, Daniella Morandi, ofreciera un concierto en el Wizink Center, de la mano del exproductor de la banda, Fifo Roca, y del extecladista, Willie Suvillan.

Shena, cuyo look actual contrasta con el de la rock star que nos deleitó a principios de los 2000, me permitió preguntar sobre casi cualquier cosa. Y no huyó de la polémica.

¿Cómo te cambió la vida la detención de Frank Mijares (el baterista de Éxigo)? Quiero decir, son obvias las consecuencias públicas y todo eso. Pero sé que Frank y tú eran muy íntimos.

—Dadas las circunstancias, prefiero no hablar mucho sobre Frank. Todo lo que diga puede ser usado en su contra. Conocemos quiénes son sus celadores. Hay mucha gente que nos odia, que me odia, que lo odia.

Las últimas veces que hablé con la prensa, que di una opinión, que dije algo, se formó un revuelo absurdo. Y en este momento las palabras en Venezuela son muy peligrosas. Prefiero ser prudente, no quiero echar más leña al fuego. Solo puedo decirte que Frank no solo fue parte de mi vida, sino parte de Éxigo. 

No quiero hablar de Frank. Pregúntame otra cosa.

Quiero poner el foco en tu vida, en cosas menos públicas. Convengamos que, para el nivel de éxito que tuviste, tu formación musical fue particular. No sé si se me escapa algo, pero hasta donde sé viste clases personalizadas de guitarra por poco tiempo y luego empezaste a tocar en el incipiente Éxigo. Tus compañeros, que también alcanzaron el estrellato, tuvieron una relación con la música «organizada» más amplia que la tuya. Sin embargo, eso no te impidió convertirte en una de las mejores artistas de tu generación.

Comencé a tocar guitarra desde muy pequeña. Gente muy cercana a mí (que podremos resumir en “mi familia”: gente de la que estaba rodeada) tocaba guitarra, la guitarra siempre estuvo allí. Y se me hacía muy fácil imitar. Tocaba de memoria, de una manera muy intuitiva y espontánea. Escuchaba una melodía y era muy fácil tocarla. No lo sabía, no me daba cuenta. Pensé que la facilidad que tenía para tocar la guitarra era asequible para cualquiera.

Luego sí, tomé clases de guitarra, un episodio que, como sabes, luego se publicitó de una manera bastante negativa en mi carrera; pero sí, digamos que tuve clases particulares de guitarra en las que aprendí lo elemental, lo básico y llego a eso con Éxigo.

Una vez que conozco a los chicos y comenzamos a tocar, esa fue la escuela realmente. El camino, el viaje, toda esa leyenda de nuestro viaje, en el que conocimos a tantos músicos, vimos a maestros, músicos brillantes y virtuosos. Ellos fueron un ejemplo para tocar mejor. 

Tocar es fácil, siempre fue muy sencillo. Mi relación con la guitarra es muy apasionada, siempre lo fue y creo que por eso esa conexión llamó la atención del público. Luego, por supuesto, ayudó la complicidad con Daniella. Tocar con Daniella, estar en escena con Daniella y hacer las canciones juntas: eso fue algo realmente mágico y que viví a plenitud. 

Es verdad, no estuve en un conservatorio, como Daniella; no fui al Sistema Nacional de Orquestas, como Willie. No tuve una escuela de música en sentido estricto. Tuve un extraordinario maestro, debo decirlo. Pero mi relación con la guitarra es visceral, volitiva, monstruosa. A mí la guitarra siempre fue algo que me marcó y que me acompañó durante mucho tiempo.

Shena, la leyenda de Éxigo, rompe el silencio y se sincera
Shena | Foto recibida por Lizandro Samuel

Pero es que además cantas y escribes muy bien. O sea, no es una combinación habitual tocar bien, cantar bien, escribir bien y de paso tener carisma. Casi todos flaquean en algún aspecto, incluso los artistas que hacen carreras superdestacadas. Quiero decir, Roberto Musso, al igual que Fito Páez, por poner dos grandes ejemplos, no son conocidos principalmente por su voz. Tú pareces tener todo. Y, hasta donde sé, todo de forma muy intuitiva y medio autodidacta.

—(Risas. Pausa. Responde) Yo siempre estuve muy acomplejada por mi voz. Sentía que no tenía buena voz. Y eso en parte generó una competencia en principio muy constructiva con Daniella. Daniella tenía lo que yo no tenía. Daniella era la que tenía flow. Daniella era la que tenía la voz áspera, la voz que yo ambicionaba, la voz rockera.

Mi voz es muy aguda, es profundamente aguda, no es una voz del género. Yo no tengo la voz de Andrea Echeverri, por ejemplo, que para mí era una diosa. Yo tenía su CD de La pipa de la paz, que era una biblia, y lo que más admiraba era su voz gruesa y áspera.

Durante mucho tiempo estuve acomplejada. Daniella se burlaba de mi voz. Entonces, gracias, Lizandro, por el comentario. Pero nunca me sentí cómoda con mi voz. Mucho menos con Éxigo. Lo que hacíamos con Éxigo era grunge, agresivo, queríamos tener una presencia musical importante y muchas veces sentía que mi voz le restaba potencia a lo que hacíamos. Sin embargo, nos adaptamos. 

En una de mis casas de juventud siempre hubo mucha presencia de poesía. Pienso en Ramos Sucre, que estaba sobre la mesa. No hay “Alma azul” sin Ramos Sucre. Y esa inspiración, a pesar de lo tramposa que es esa palabra, sí la tuve. “Esperanza”, por ejemplo, nace en un momento particular. En una servilleta, en 15 minutos, la escribí. Y hay otras canciones a las que le dedicamos más tiempo, semanas, intentando encontrar algo y no lo hallábamos.

Pero te repito, justamente canciones como “Esperanza”, como “No me preguntes”, como “Camino a la perdición” fueron fogonazos. Cosas que llegaron así de un momento y de ahí se fueron al papel. Y hay otras canciones que se construían a cuatro manos con Daniella. Cosas que se lograban de una manera absurda. No tiene ningún sentido lógico, no puedes explicar de manera racional cómo nace, por ejemplo, “Esclavos del juego”, que la hicimos en México las dos. A pesar de su contenido, de su mensaje, de su desasosiego, fue una canción muy divertida de hacer.

Entonces, no, Lizandro, no siento que tenga esas fortalezas que tú dices en todos los aspectos de mi trabajo.

Me falta hablar del escenario. Me vuelvo loca en el escenario, y con Daniella más. Subir a un escenario con Daniella por supuesto que siempre fue algo fascinante. Creo que nos curó mucho la experiencia del camino, el viaje. La primera vez que yo me subo a un escenario con Daniella es en un bar de hard rock metal en Bucaramanga (Colombia) a tocar covers de Pantera o qué sé yo, una cosa toda absurda a la que mi voz no le llegaba nunca: tenía que gritar. Era una locura. Y no nos abuchearon.

Yo me di cuenta de que la única manera que tenía de salir de ahí con vida era tocando la guitarra y eso hice, toqué la guitarra como sé hacerlo y la gente conectó. Esa experiencia me permitió sentirme cómoda en el escenario. La guitarra lo hace todo. Cuando estoy mal, cuando estoy triste, cuando sentíamos que el grupo estaba un poco disperso, la guitarra salvaba la situación. Al igual que la conexión con Daniella. Lo que te quiero decir es que no era yo sola. El aporte de Willie, por ejemplo, era fundamental para que nosotros funcionáramos. Él manejaba los tiempos, nos dirigía, sabía muy bien cómo permitir que nuestras voces interactuaran, chocaran. Era realmente impresionante lo que hacía con nuestras canciones. Porque es verdad, Daniella y yo componíamos, o yo traía una canción, Daniella la suya, y sonaban bien. A nivel compositivo eran interesantes, pero una vez que pasaban por las manos de Guillermo Sullivan se transformaban en los hitos de la música latinoamericana en que se convirtieron algunas de nuestras canciones.

¿Qué lecturas disfrutas hoy día?

—Últimamente he leído mucho, es parte de mi rutina. Me he vuelto muy solitaria. Me gusta la soledad y las lecturas me acompañan. No me interesa lo contemporáneo. Hace tiempo que no leo autores contemporáneos. Ni hombres, ni mujeres, ni nada de lo que se haga en nuestros días. Creo que me gustan los clásicos. Releer a los clásicos. Cumbres borrascosas, por ejemplo, es una novela a la que vuelvo con frecuencia. Y toda esa movida gótica inglesa: las hermanas Bronte, Jane Austen, me gustan. Novelas antiguas, sobre todo.

Hablemos de la China. Más allá de todo lo que le dio a María Helena, ¿sientes que le aportó cosas a Shena?

—Se han escrito muchas mentiras sobre mi pasado, sobre las personas que estuvieron a mi alrededor, sobre la China. Se ha hablado de mi padre, de mi madre, de mucha violencia, supuesta prostitución: todo eso es categórica y absolutamente falso. Nadie me conoció en ese momento, nadie sabe lo que pasó, pero la prensa se ha encargado de construir un mito con mi infancia y con mi adolescencia en Puerto La Cruz (Anzoátegui).

Sobre la China solo tengo cosas bellas que decir. Fue mi madre, mi hermana, fue mi abuela, fue todo. La China fue la persona que me crió y así la recordaré siempre. También la atacaron mucho cuando nuestra popularidad nos convirtió en un blanco fácil para todos los opinadores y críticos. Para mí, la China siempre será una mujer espléndida, verdaderamente fuerte y un modelo de amor.

En eso estoy de acuerdo: nadie sabe lo que pasó y nadie sabe quién fuiste (o quién eres, ya puestos). Por eso, te pregunto directamente a ti: ¿qué pasó? ¿Y quién fuiste en la niñez y en la adolescencia?

Mi niñez no fue fácil. Nuestra niñez no fue fácil: creo que eso era algo que tuvimos en común los éxigos. La conexión con el dolor, con las dificultades, con las cosas duras y difíciles de la vida en esa primera etapa creo que fue algo que nos unió. Además, estaba en nuestras canciones. Siempre nos han acusado de pesimistas, de hacer canciones oscuras, desesperanzadas y creo que eso estaba en nuestra vida: por eso lo hicimos de esa manera. Era muy fácil poner por escrito las cosas que nos habían pasado.

Si me preguntas si fui una niña feliz, te diría que no. La infelicidad siempre estuvo ahí. Siempre hubo mucha inconformidad, mudanzas, muchas mudanzas, desapariciones, personas que iban y que aparecían, muerte; la muerte siempre ha estado presente, es mi hermana. Y una vez que ya la adolescencia empieza a ser Caracas, Éxigo… empezamos jóvenes con Éxigo, empezamos con 18, 19. Bueno, quizás en esos años escolares, con la fascinación por la música y la guitarra, sí hubo un momento de plenitud. Cuando hacemos Parto prematuro fue el momento más feliz de mi vida, todo funcionaba, todo estaba en orden: la relación con los chicos era maravillosa. Todo fue espléndido. 

Ya cuando llega Doble vía, las cosas empiezan a fracturarse, pero también por la misma exposición: la fama, la popularidad, el dinero, los viajes, el codearte con las estrellas… todo ese mundo tan traicionero, tan falso y tan esquivo de la gloria. No fue fácil gestionarlo, lo gestionamos muy mal.

Desde 2011 que nos separamos hasta la fecha, no he sido feliz. No lo lamento, es mi forma de ser, es mi temperamento. Tampoco soy melancólica, no vivo en el pasado, no espero absolutamente nada del mañana, vivo en un presente simple, sin grandes aspiraciones, todo quedó atrás. Éxigo quedó atrás, no sufro por Éxigo. Lo viví a plenitud, lo exprimí al fondo, fui grande y disfruté mi grandeza. Pero pasé la página y eso quedó atrás. 

Trato de vivir en paz, sin molestar a nadie, desaparecida. Shena me persigue, Éxigo me persigue. Ha sido muy difícil pasar desapercibida, que es lo que busco, es lo que anhelo: la tranquilidad, el silencio. Y sin embargo cuando alguien me reconoce, cuando me toca tomar la palabra y digo dos tonterías, hay mucho ruido. Por todo lo que significó Éxigo, por lo que representa Éxigo, por la situación de Frank y porque a Daniella le dio por volver a cantar nuestras canciones. 

Entonces eso me hace sentir muy expuesta y es algo que he estado evitando durante mucho tiempo. Creo que en parte también por eso converso contigo, para contar esta incomodidad por volver a sacar el rostro, porque el cuerpo ya no es el mismo, la voz ya no es la misma. No sé si pueda tener la energía para volver a subir a un escenario después de todo lo que ha pasado. 

En ese sentido admiro a Daniella, que ha sabido reconstruirse. Años atrás Daniella era un desastre, todos lo sabemos. Daniella fue un chiste, fue un meme, pero ha sabido cambiar y hacer un espectáculo en el que aparentemente le ha ido bien. Y confiamos en que le irá bien. 

Yo no sé si sea capaz de volver a subir a un escenario, mucho menos sin Frank en la batería.

¿Cómo estoy ahora? Estoy bien, Lizandro. Estoy serena. Creo que en paz. A pesar de que hay muchos fantasmas, pero es un momento de relativa calma.

Shena, la leyenda de Éxigo, rompe el silencio y se sincera
Shena. Foto: Banda Éxigo

Ah, pero sí sabes lo que es un meme. Lo digo por tu constante rechazo a casi todo lo contemporáneo, con especial énfasis en las nuevas tecnologías.

—Te responderé con mi verso favorito de nuestro catálogo: “Puedes preguntarlo todo, sabes que voy a mentir”. 

Por supuesto que lo sé y por supuesto que sé cómo funciona el mundo contemporáneo, solo que no me gusta, lo evito, no doy la cara.

Pero es inevitable estar familiarizado con lo que se hace, cómo se hace, con todo ese veneno que fluye por estas cosas de las redes sociales. Solo que no estoy ahí, en gerundio, pero por supuesto que lo conozco.

Con los chicos es inevitable que no haya cierta exposición cuando aparecen, sobre todo con todos los escándalos de Daniella: cada borrachera de Daniella, exceso de Daniella, abucheo de Daniella. Quizás no ahora, pero hace unos años era inevitable hacerle seguimiento y rezar al Dios en el que no creo que Daniella no dé un nuevo paso en falso y que las cosas le salieran mejor. Pero bueno, por fortuna fue una etapa que quedó atrás. 

Por supuesto que también me interesa hacerle seguimiento a la situación de Frank y también en estos medios escuchas cosas, lees, te enteras. Es solo que no… es un territorio en el que no me siento cómoda. Me genera mucho desasosiego, estrés, malestar y lo evito.

Discúlpame si me equivoco rotundamente, pero siento una dualidad en tu tono de voz cuando hablas de Daniella: es como que se alternara la admiración/respeto artístico con cierto… no sé, disgusto, quizá.

Amor-odio, sí, por supuesto. No solo yo, si le preguntas a ella encontrarás la misma dualidad. Una maravillosa competencia, pero también una maravillosa compañía. Nadie me ha sacado tanto de mis casillas ni me ha hecho enfurecer tanto como Daniella.

Daniella me ha llevado al límite de la ira, pero creo que a pocas personas he amado tanto como amo a Daniella y ella lo sabe. Lo que Daniella y yo hicimos juntas fue importante, creo que es un legado. Y lo digo con los pies en la tierra. Nuestras canciones dejaron huella. Y prefiero quedarme con eso.

Básicamente la razón por la que Éxigo se separa es porque Daniella y yo no nos soportamos, porque la convivencia era insostenible. Egos. El mío, que fue fuerte, además alimentado por la fama. Yo estaba en un momento profundamente egotista. Y ella también. Porque lo mismo que yo sentía por ella, ella lo sentía por mí: esa sensación de que ella era mejor que yo; ella sentía que yo era mejor que ella. 

La primera vez que me sentí profundamente miserable, compositora mediocre y escritora de poemas malos, es cuando en su casa encuentro un cuaderno escolar con la letra de “Hormigas”. Y yo dije: “Wow, jamás podré escribir una canción así”. A ella no le gustaba, a ella nunca le gustó “Hormigas”, por eso la canto yo. 

Desde que comenzamos existió entre nosotras esa tensión, esa sensación de que en escena éramos únicas, extraordinarias, pero también se estaba cocinando allí una permanente competencia, un celo.

Luego de la separación de Éxigo, Daniella toma decisiones, a mi juicio, desafortunadas. No estoy diciendo nada que no se sepa, ella lo sabe. Y hace cosas con las que yo no estuve de acuerdo, cosas que me avergüenzan. Pero no que me avergüenzan a mí, sino que yo sentía que ella estaba arruinando su imagen, su carrera, su talento. Eso nos separó mucho, nos distanciamos durante mucho tiempo.

Así que sí, Daniella y yo hemos atravesado todos los espectros de los sentimientos humanos y femeninos. Pero yo la amo. Yo amo a Daniella y ella lo sabe y le deseo lo mejor en sus conciertos.

Y luego vino el litigio por las canciones que, seguramente, no ayudó precisamente a que limaran asperezas.

—No, para nada. Pero ya conversamos. La situación de Frank lo cambió todo y lo dejamos atrás. Hoy día no somos cercanas, por supuesto que hemos hablado, pero las personas que somos hoy día son distintas a aquellas niñas que atravesaron América del Sur en una camioneta.

María, discúlpame, pero debo preguntarte por Olivera. No me interesan todas las irresponsabilidades y estupideces que publicaron los medios amarillistas en su momento. Quiero, más bien, ver la situación desde tus ojos: ¿qué pasó realmente?

Luis Miguel y su familia fueron mis padres adoptivos, mi familia adoptiva. Hace unos minutos te dije que no había sido feliz en mi infancia; sin embargo, creo que Luis Miguel y su familia intentaron hacerme feliz. Yo no estaba preparada para eso. Luego, la situación se descontroló un poco. Cuando nos mudamos a Caracas, yo y solo yo tomé muy malas decisiones. Yo era una loquita de 16 o 15 años, no sé. Mis malas decisiones afectaron a esa familia que fue mi familia. Después de eso, perdimos el contacto: los perdí.

La demanda por supuesto plagio de “Alma azul”, que fue mi primera canción y efectivamente la escribí cuando vivía en casa de Oliveira, fue un golpe bajo. Quizá merecido, por alguna de mis insolencias. Pero totalmente falso. Eso hizo que el avispero amarillista hiciera mucho ruido: revisara mi infancia, mi juventud, la China, mi casa, mi gente querida, mi padre. Fue un momento muy desagradable. Por fortuna la investigación judicial demostró que “Alma azul” es mía, solo mía, que Luis Miguel no hizo nada por esa canción.

No sé qué fue de Luis Miguel Oliveira ni quiero saberlo. No quiero saber nada de él ni de su familia. Es un tema que me resulta profundamente desagradable.

Cambiando de tema, es curioso tu rechazo a la música contemporánea. Sobre todo, cuando artistas superpegados como Rosalía, C Tangana, Wos, Ca7riel o Nathy Peluso solo han sabido elogiar el legado de Éxigo.

—Y se los agradezco, aprecio sus testimonios. Éxigo está ahí, es difícil ignorarlo, pero para mí ha sido muy difícil seguirle el ritmo a la industria de la música; cuando decidí dejarla atrás, paré. Me alejé por completo. No sé quién es quién, los confundo y los evito. He oído hablar de estos artistas que mencionas, por supuesto. Sé que son grandes, pero no estoy familiarizada con su música, no sé lo que hacen. No tengo Spotify ni AppleMusic, tengo un viejo reproductor de CD, otro de casetes y un tocadiscos. Voy más al ayer, pero a un ayer remoto. Me interesa lo antiguo. Yo ya puse mi huella, el futuro no me interesa para nada y el presente no lo entiendo.

Pero ha sido muy difícil desaparecer. Somos una especie de leyenda, de mito. Y me ha tocado vivir con eso, somos verdaderos esclavos del juego.

Esta entrevista es una obra de ficción. María Helena Hidalgo, conocida como Shena, es un personaje de la novela Éxigo, del escritor venezolano Eduardo Sánchez Rugeles. A través de este ejercicio periodístico se busca acercar al lector a la historia y al universo emocional de sus personajes. 

Lizandro Samuel
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