• Al menos 50 periodistas foráneos han sido víctimas de la censura y el amedrentamiento desde el año 2015

El timbre sonó a las 6:30 am. Abrió la puerta sin pensar que las horas más angustiantes de su vida estaban por empezar. Seis funcionarios armados vestidos de negro estaban apostados en el umbral. Su mente se nubló, no entendía qué pasaba. Escuchó la voz de uno de ellos que le decía que debían revisar su casa al tiempo que le entregaba un documento. El periodista de origen estadounidense residenciado en Venezuela, Cody Weddle, no imaginó que sería tratado como un delincuente por ejercer su oficio en la época de Nicolás Maduro.

En un momento de claridad, mientras los funcionarios de la Dirección General de Contrainteligencia Militar (Dgcim) revisaban sus pertenencias, leyó de forma pausada la orden de allanamiento. Se sorprendió al conocer los cargos por los cuales era investigado: traición a la patria, extracción de artículos militares y espionaje. Estos cargos fueron emitidos por una corte militar, modus operandi reiterado en los tribunales venezolanos en contra de civiles, lo que constituye una acción ilegal.

Weddle estuvo más de un día bajo custodia policial en la sede del Dgcim en Boleíta. Con una capucha que cubría su rostro, cual delincuente, fue trasladado a un cuarto para ser interrogado. Aclara que nunca sintió miedo de que lo maltrataran o agredieran, pero sí sintió mucha preocupación de que lo dejaran detenido allí, en uno de los centros de tortura más conocidos en el país.

“En el interrogatorio me preguntaron con quién trabajaba, qué hacía en Venezuela, cuánto tiempo tenía en el país, quiénes trabajaban conmigo, dónde vivían y cómo decidía qué tipo de noticias íbamos a cubrir. Me hablaban con un discurso muy político siempre en contra de Estados Unidos. En un momento se pusieron muy agresivos, me preguntaron quiénes eran los cinco generales del Ejército que yo había entrevistado en La Guaira; pero yo nunca entrevisté a ningún militar. Les dije que no sabía de lo que me hablaban y me dijeron ‘¿Te vas a hacer el duro?’, y les repetí que no sabía de lo que me hablaban”, detalla.

El 6 de marzo del año 2019 Weddle se convirtió en uno de los muchos periodistas extranjeros detenidos y deportados de Venezuela durante los primeros seis meses del año.

El Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional (Sebin) en El Helicoide, ubicado al oeste de Caracas, es mundialmente conocido por ser un centro de reclusión para presos políticos y prisioneros comunes donde se practica la tortura y la violación sistemática de los derechos humanos.

A ese edificio, que inicialmente sería un moderno centro comercial en la década de los años 50, fue llevado el periodista español Gonzalo Domínguez Loeda, la editora de video colombiana Mauren Barriga y el fotógrafo colombiano Leonardo Muñoz, todos pertenecientes a la agencia de noticias Efe.

A las 11:30 am desapareció Muñoz mientras cubría las manifestaciones ocurridas en Caracas el 31 de enero. No fue sino hasta las 9:30 pm que la redacción del medio para el que trabajaba se enteró de que el fotógrafo había sido detenido y llevado a El Helicoide. Por su parte, el periodista Gonzalo Domínguez, preocupado por la situación de su compañero, relata que se mantuvo siempre en contacto con sus familiares, sin pensar que horas más tarde correría la misma suerte que el fotógrafo, pues sería detenido y llevado al mismo centro de reclusión por funcionarios del Sebin junto a Mauren Barriga.

“Nos dijeron que debíamos acompañarlos para responder unas preguntas, no nos dijeron para qué”, narra González, quien al entrar a El Helicoide sintió preocupación al ver que lo esposaban como si fuese un delincuente. Al verse en esa situación preguntó si estaba siendo investigado y era acusado de algo, pero le respondieron que no, sin mayor explicación. Así, sin motivo aparente, pasó una noche completa en El Helicoide, lugar donde también se encontraba recluido el periodista alemán Billy Six.

“Por mi mente lo que pasaba era mi familia, mis padres y especialmente mi hermano. Me imaginaba cómo podrían estar recibiendo la noticia. Yo pensaba en las conversaciones que tuve horas antes con la familia de Leo e imaginaba cómo estaban reproduciendo esa misma conversación con mi familia”.

La pauta de ese día era importante: la gran protesta nacional convocada por el presidente interino Juan Guaidó en todo el país. El equipo de corresponsales de la agencia Efe ingresó al país de forma normal. Llegaron al Aeropuerto Internacional Simón Bolívar en Maiquetía el 29 de enero, pasaron por Migración, los agentes revisaron sus pasaportes, se identificaron como periodistas y explicaron que los equipos que llevaban consigo eran para cubrir las manifestaciones del día siguiente. Los oficiales les permitieron la entrada al país sin ningún inconveniente.

Domínguez sintió miedo, un miedo latente por no saber lo que estaba ocurriendo, y por la posibilidad de que lo dejaran detenido. En ese tiempo la detención del periodista alemán Billy Six tuvo un gran despliegue mediático, por lo que el español se imaginaba corriendo la misma suerte de su colega.

“Estar en El Helicoide genera miedo por esa fama tan horrible que tiene, y al estar adentro efectivamente corresponde con un lugar sombrío y tenebroso”, describe Dominguez.

En ese punto coincide Weddle, quien no estuvo preso en El Helicoide pero sí permaneció varias horas en la sede del Dgcim en Boleíta. A pesar de que la mayor parte del tiempo permaneció encapuchado, los pocos momentos en que su rostro estuvo libre se dio cuenta de que no estaba en una prisión normal. Paredes blancas en la mayoría de las habitaciones y oficinas dan cuenta de un lugar también famoso por sus custodios agresivos y torturas constantes, aunque aplicadas principalmente a militares desertores. Mientras esperaba en un cuarto blanco a que lo trasladaran a otra oficina para continuar con el “interrogatorio”, notó un dibujo en la pared que le llamó mucho la atención. Era “Jesús, Dios y María”, dice Weddle.

Al conocer la situación de los periodistas, tanto la del estadounidense como la del equipo de Efe, los medios de comunicación y distintas ONG exigieron vehementemente la liberación de sus colegas, bajo la premisa de la libertad de expresión en Venezuela y el derecho que tiene el mundo de conocer lo que ocurre en el país.

Las organizaciones Espacio Público y Reporteros Sin Fronteras denunciaron la situación en redes sociales y el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Prensa (SNTP) exigió la liberación inmediata de los periodistas.

“Quizá lo más angustiante es no saber qué está pasando afuera. Luego supe que los medios de comunicación se hicieron eco de nuestra detención y que eso fue una acción fundamental para nuestra liberación”, dice Domínguez. La misma situación ocurrió con el estadounidense Weddle, a quien no le permitieron hacer la llamada telefónica de rigor porque no querían que “afuera se enteraran de lo que estaba ocurriendo con él”. Sin embargo, lo liberaron porque en las adyacencias del Dgcim se concentró un grupo de personas conformado por periodistas y ciudadanos.

Al ver la revuelta que había causado el procedimiento “secreto” contra Weddle, los organismos de seguridad del Estado optaron por terminar con su detención y deportarlo. Weddle fue montado en una camioneta y llevado al aeropuerto, donde le devolvieron sus “cuatro peroles”, mientras que en todo momento su pasaporte fue retenido por un custodio. No pasó por Migración, entró por una puerta de seguridad y esperó que tramitaran los documentos necesarios para que, en contra de su voluntad, pudiera abordar un avión con

Durante la era de Nicolás Maduro se han intensificado las agresiones a la prensa y a los periodistas extranjeros. En el primer semestre del 2019, 22 trabajadores de prensa extranjera fueron detenidos o deportados de Venezuela. En marzo de 2019 impactó el caso de Tomek Surdel, corresponsal de Gazeta Wyborcza, quien fue detenido en un punto de control policial por funcionarios enmascarados. Surdel cuenta que fue encapuchado y golpeado, mientras era apuntado con un arma por sus agresores, quienes asegura pertenecen a las Fuerzas de Acciones Especiales de la Policía Nacional Bolivariana.

Desde el año 2015 se han registrado al menos 50 casos de periodistas y trabajadores de la prensa detenidos en el país y deportados. Entre los registros se encuentran periodistas a quienes no le permitieron la entrada al país y que fueron detenidos durante las coberturas de calle.

En 2019 un caso en particular resaltó a nivel internacional y fue prueba de la censura que existe en Venezuela. El 25 de febrero el periodista mexicano Jorge Ramos y su equipo del canal Univision lograron obtener una entrevista con Nicolás Maduro dentro del Palacio de Miraflores. En una parte de la conversación, Ramos insinuó la responsabilidad de Maduro de las muertes ocurridas durante las protestas del año 2017. Estas palabras originaron la confiscación del material, equipos, teléfonos, la detención de los periodistas durante varias horas en un cuarto oscuro y, posteriormente, su deportación del país.

“Esta detención constituye una violación grave a la libertad de prensa y afecta el derecho a la libertad de información en el desarrollo de hechos que son de interés global. Los antecedentes de por lo menos 19 periodistas detenidos en Venezuela en lo que va de 2019 confirman un patrón de desprecio a los valores democráticos por parte de Nicolás Maduro, donde la restricción a la libertad de los periodistas es utilizada como mecanismo de chantaje en el marco de la crisis que atraviesa ese país”, denunció la ONG internacional Reporteros Sin Fronteras mediante un comunicado, al tiempo que pidió a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos medidas de protección cautelar para los periodistas que cubren la crisis de Venezuela.

Reporteros Sin Fronteras ubicó en 2018 a Venezuela en el puesto número 148 de un total de 180 países en la Clasificación Mundial de Libertad de Expresión. Y las denuncias por las agresiones contra los periodistas extranjeros en el país han llegado a instancias internacionales como la ONU y la Corte Internacional de Derechos Humanos, pero estas solicitudes no ha sido atendidas hasta el momento.

El miedo es un compañero constante de los periodistas extranjeros en Venezuela, que se complementa perfectamente con el profesionalismo, la ética y la convicción de seguir informando al mundo sobre la situación del país. Pasar noches en El Helicoide, Ramo Verde o el Dgcim es un riesgo real para los comunicadores, tanto venezolanos como extranjeros; sin embargo, son poca cosa frente al amor por el periodismo y la necesidad de informar, que constituyen una combinación adictiva y enriquecedora que alimenta la pasión de los periodistas noticia tras noticia.

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