• El filme dirigido por Todd Phillips y protagonizado por Joaquin Phoenix ha generado controversia desde su estreno

Alerta de spoiler

El cuerpo esquelético de Joaquin Phoenix, actor que interpreta al personaje de Arthur Fleck, se arquea mientras estira con sus manos los largos zapatos de payaso. La risa abrasiva ocupa cada rincón de la escena y los huesos de su espalda se mueven a través de la piel hasta (re)presentar la imagen escalofriante de la comedia.

El cine de los superhéroes, aquel que hace gala de sus inmensos efectos especiales, que alimenta su proceso con la naturalidad de los personajes que nunca parecieran ser totalmente humanos, jamás necesitó entrever los recónditos espacios de la psique humana porque, ante todo, es un producto dirigido al entretenimiento.

La épica, por otro lado, entendida como la historia que presenta el viaje de un héroe que resulta victorioso pese a sus altibajos, es un elemento pertinente en las sagas de Marvel y DC Comics. Pero Joker, la nueva película de Todd Phillips, se aleja de la concepción convencional del personaje caricaturesco y se adentra en el poderío psicológico que amplía los espacios narrativos de la historia.

Antes de su estreno mundial, Joker fue galardonada con el León de Oro en el Festival de Venecia, Italia. Desde el principio la relevancia que obtuvo la película en los premios y en la crítica especializada — esa que antepone la calidad estética y narrativa del cine a la venta masiva de boletos y publicidad — fue el primer elemento para entrever un matiz de profundidad en la misma.

La risa que empieza a resonar desde el inicio del filme, que se difumina en el rostro maquillado de Joaquin Phoenix en las entrañas de un recinto para payasos, es un elemento pertinente para denotar una serie de símbolos encerrados en la figura de Arthur Fleck.

El referente más cercano en calidad y personificación del Joker apareció en Batman: The dark knight (Christopher Nolan, 2008). En esta película se introdujo la percepción de un personaje esquizofrénico que, en palabras del mayordomo Alfred, interpretado por Michael Caine, solo quería ver el mundo arder. Heath Ledger ofreció una actuación inolvidable, con el movimiento de los labios y las cicatrices que son maquilladas para simular una risa eterna, indeleble, que permea la relación entre los individuos y recrea una reconfiguración de la comedia.

Batman: The dark knight (Christopher Nolan, 2008)

En la película de Nolan existe la separación entre la locura social, anclada a un proceso de acabose, y la locura individual, un proceso ensimismado de la lectura anárquica de la realidad. La película finaliza con dos barcos, uno habitado por reos y otro por civiles; cada uno tiene la posibilidad de dinamitar al otro, pero ninguno, incluso los reos que tienen una relación naturalizada con el asesinato, decide activar la bomba. El Joker de Heath Ledger se decepciona de la sociedad que, fundamentalmente, interpone su humanidad al caos total.

En cambio, el Joker de Joaquin Phoenix inicia con los dos estratos de la locura— social e individual — y una delimitación pertinente: la locura entendida como parte del status quo, la violencia exacerbada de los habitantes de una ciudad pintarrajeada con latas de espray, con luces tenues en oscuros callejones, que en apariencia son una expresión naturalizada de la relación humana; y por otra parte la risa indetenible de Fleck, un desadaptado social que sufre padecimientos psicológicos que no puede explicar y que duda constantemente de su existencia.

Con el avance de la película, a partir de un hecho que destroza la línea separatoria entre estos dos estadios de la locura, empieza a establecerse una asimilación del trastorno psicológico de Fleck con el resentimiento social.

El personaje Joker, perfecto antagonista de la figura sombría e inexpugnable de Batman, representa la comprensión de la risa como una irrupción en la sociedad, desde su creación en el año 1940 por Jerry Robinson, ilustrador de DC Comics.

El personaje en sus orígenes no revistió mayor importancia en el inmenso mundo de Ciudad Gótica, pero a través del tiempo se ha establecido como un referente invaluable de la locura ficcional. DC Comics, por su parte, no tiene una historia de fondo para el personaje, por lo que fue presentado como un villano más. Por esta razón Todd Phillips, director enfocado en la comedia a través de películas como la trilogía de The Hangover (iniciada en 2009), War Dogs (2016), entre otras, decidió brindarle un inicio a la locura del Joker.

“No seguimos nada de los cómics, con lo que despertaremos el enfado del público. Acabamos de escribir nuestra propia versión de dónde podría venir un tipo como el Joker. Eso es lo que me interesaba”, aseveró en una entrevista a la revista Empire.

Joker (Todd Phillips, 2019)

Claro está, la intención de Todd Phillips y Scott Silver, guionistas de la película, se centra en el punto de quiebre del individuo inestable, no en sus acciones después de la ruptura que sufre, lo que, de cierta manera, es primordial para tratar a un villano. Durante toda la película, Arthur Fleck empieza a mostrar pequeños puntos de quiebre que se van acumulando hasta generar una separación total de los símbolos morales establecidos por la sociedad.

El filósofo Gilles Deleuze y la periodista Claire Parnet escribieron el libro Diálogos (1977), donde establecen que “el protagonista de la distopía es un traidor al mundo de las significaciones dominantes y del orden establecido”. Las significaciones dominantes son aquellas que permiten la relación comunitaria de los individuos y sostienen, tenga la naturaleza que tenga, el orden establecido. Por ejemplo, la fundamental obra de George Orwell, 1984, se presenta como una novela distópica porque el personaje principal Winston Smith logra transformarse en una respuesta ante el orden establecido de la sociedad. Una sociedad totalitaria, donde la verdad se diluye a través del discurso, permeando todas las acciones desde la mirada del Gran Hermano (el dictador).

En el ámbito ficcional, Joker representa al traidor del orden establecido de Ciudad Gótica, un ambiente envuelto en el hedor de desechos que nunca son recogidos, donde la violencia se vuelve una significación dominante, partiendo del término deleuziano, que establece las relaciones entre sus habitantes. En una de las escenas, mientras Joaquin Phoenix desamarra las trenzas de sus zapatos grandes, corroídos por la lluvia y el uso, es llamado por un compañero del oscuro recinto de payasos y recibe una pistola. Un paciente con trastorno psicológico no puede poseer armas, pero el compañero se la da para evitar que lo vuelvan a golpear. Este desliz le brinda a la locura ensimismada de Fleck un poder físico que solo asomaba a través de risas esporádicas e incontrolables en lugares inadecuados.

Joker (Todd Phillips, 2019)

En la cotidianidad la risa está asociada a momentos de júbilo y alegría. Incluso, con perspectivas disímiles, la figura del payaso se presenta como un individuo que traerá la risa a los niños. Estos dos signos están (re)configurados en el personaje del Joker como símbolos de la violencia y de la locura. Este nuevo estado de la risa, como enfermedad y locura, es atractiva para los espectadores y, lo que generó que la película recaudara más de 90 millones de dólares en su primer fin de semana.

¿Cuáles son los límites de la ficción?

El personaje encarnado por un esquelético Joaquin Phoenix, quien adelgazó 23 kilos en cuatro meses para convertirse en el Joker, presenta una evolución desde su locura interna hasta su resolución como símbolo social. Además, la naturaleza de un personaje solitario, rechazado por la sociedad, arrojado a la deriva de las enfermedades mentales y la pobreza, encendió las alarmas de las fuerzas de seguridad de Estados Unidos porque, para estos organismos, dicha representación podría transformarse en un detonante para las personas que podrían sentirse identificadas con el trasfondo del personaje y tratar de emular sus acciones en la vida real.

Joker (Todd Phillips, 2019)

En lo que va de año, Estados Unidos ha sufrido 251 tiroteos masivos protagonizados por individuos psicológicamente inestables, por tanto, la personificación del Joker causó revuelo en la sociedad norteamericana. Pero en este caso es primordial determinar los límites de la ficción y su alcance en la realidad.

La ficción siempre se asemeja, de una u otra manera, a la realidad porque su primer referente para ser creada es lo que ocurre diariamente en el mundo. Pero son estados distintos por el tratamiento estético que interviene en la lectura ficcional. Por ejemplo, Arthur Fleck está semidesnudo en su apartamento, pintando su cara de color blanco, su cabello de verde, mientras mantiene en los labios un titilante cigarrillo. En ese momento tocan la puerta: son dos ex compañeros — uno gordo y otro enano — del recinto de payasos. En este instante ocurre algo que permite entrever el absurdo de la ficción y diferenciarlo de la realidad: Fleck los recibe, habla un rato con ellos y, de repente, apuñala repetidas veces en el rostro al payaso gordo, mientras el otro trata de esconderse. Luego Fleck le pide a su otro amigo que se vaya tranquilo, que no le hará nada, pero la película produce en los espectadores un cambio radical de la tensión a la risa cuando el enano no puede salir porque, simplemente, no alcanza la cerradura.

Joker (Todd Phillips, 2019)

Esa escena es pertinente para el entendimiento de la ficción como un estado estético, porque aunque los padecimientos que se muestran, como en la mayoría de las películas, son verdaderos, el avance de los mismos no se asimila con la realidad.

En una entrevista para Los Angeles Times Phillips explicó que “esta película necesita una cierta participación por parte de la audiencia”. La verosimilitud de la película, que muestra los procesos sociales, la lucha de clases, el poderío de los adinerados y el sufrimiento de los desposeídos, genera una lectura emocional que permite que el espectador forme parte de la interpretación de los sucesos que ocurren en pantalla. Pero dicha participación solo es necesaria para entender la psicología del joker, y su avance como símbolo en la sociedad se queda anclado en la butaca del cine, porque en la realidad los elementos no se configuran a partir de la finalidad estética.

Jacques Aumont, crítico de cine francés, aclara que los límites de la ficción son “una suerte de ideal jamás alcanzado, un valor límite más allá del cual la ficción no puede avanzar”. Es decir, un producto artificial por completo, sin ningún tipo de referente de la realidad, no es pertinente para ningún espectador porque no tendrá la capacidad de mimetizarse o visibilizar el avance de la trama; por tanto, el filme se presenta como un espacio ficcional que se interpreta a partir de la mirada del espectador.

Joker (Todd Phillips, 2019)

“Hace las mismas preguntas todos las semanas. ¿Qué tal el trabajo? ¿Tienes pensamientos negativos? Solo tengo pensamientos negativos”, exclama Arthur Fleck, gracias a la excelsa actuación de Joaquin Phoenix.

La película escarba en la psicología de un personaje que transfigura lo establecido y lo transforma en su versión macabra: la risa, el chiste, el payaso, entre otros. También introduce la emocionalidad del espectador al incluir el matiz de las luchas sociales, la violencia cotidiana y el maltrato normalizado, elementos propios de la cotidianidad del mundo. Pero todos estos elementos pertenecen al universo ficcional de Todd Philipps, tanto la risa exacerbada y enfermiza de Joaquin Phoenix, mientras se mueve por su cuarto, arqueando la espalda y mostrando los huesos de la columna al compás de “Rock ‘N Roll” de Gary Glitter, como la lucha social en las calles de Ciudad Gótica.

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