No coma en restaurantes. No vaya al cine. No asista a conciertos. No salga de su casa. En fin, lleve la rutina de un venezolano que cobra sueldo mínimo -menos de 4 dólares al mes- en un país que acumula una hiperinflación que supera los 4 millones por ciento desde enero de 2017. Ironías aparte y guardando las debidas distancias, las restricciones que impone el coronavirus agudizan las privaciones que ya venían soportando los habitantes de la sufrida Venezuela.

Mientras el mundo se lleva las manos -bien lavadas- a la cabeza ante el temor de una recesión sin precedentes, la República Bolivariana cumple seis años hundida en una crisis que le ha costado 2/3 de su Producto Interno Bruto (PIB), según las estimaciones del Fondo Monetario Internacional (FMI) y de distintos expertos.

Los venezolanos vienen del futuro que ahora espanta a todo el planeta. Las imágenes de estantes vacíos en los supermercados de Madrid o de largas colas en tiendas de Nueva York, se asemejan a las postales de la Venezuela chavista durante el pico de escasez que se registró entre 2014 y 2017. En ese periodo, los medios internacionales destacaban con una mezcla de perplejidad y sarcasmo las extensas filas que hacían los ciudadanos para comprar un producto ahora muy codiciado en Occidente: el papel higiénico.

Con calles silenciosas, parques desolados y millones encerrados en sus casas, la mayoría del público se siente protagonista de una inédita película de zombis. Sin embargo, para la República Bolivariana se trata de una serie o la segunda parte de una saga de terror. Hace exactamente un año, el 7 de marzo de 2019, ocurrió un apagón que dejó al país a oscuras durante una semana, paralizando las actividades sociales y económicas por completo.

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Como si huyeran de la peste, más de 4,7 millones de venezolanos han emigrado desde 2014 por “la violencia, la inseguridad y las amenazas, así como la falta de alimentos, medicinas y servicios esenciales”, según la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur). “Este es el éxodo más grande en la historia reciente de la región”, sostiene Acnur.

Debe aclararse que Venezuela no ha sido víctima de un desastre natural como un terremoto o tsunami. Tampoco ha padecido el azote de ningún virus en particular, aunque registra 51% de los casos de malaria que se contabilizan en América Latina. Aquí todo ha sido culpa del hombre. Y no de cualquiera. Su nombre es Nicolás Maduro, cuyo régimen socialista ha descarrillado la economía nacional y provocado una emergencia humanitaria compleja.

De mal en peor

Maduro declaró el estado de alarma y ha ordenado una cuarentena total para frenar la propagación de la pandemia. “En Venezuela la mayoría de la gente tiene sueldos miserables, sin contar con servicios públicos precarios, así que ‘encerrarse’ para protegerse es una condena a muerte. Porque si no es el virus es la crisis y el hambre. Así estamos”, comenta el economista Asdrúbal Oliveros, director de la firma Ecoanalítica.

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El analista financiero observa que “un conjunto importante de venezolanos empezó a mejorar sus ingresos trabajando por su cuenta principalmente en oficios, que se pagan en su mayoría en dólares. Eso les dio cierta capacidad de consumo. El aislamiento que el virus exige mata también este ecosistema”.

Oliveros señala que “es cierto que Venezuela vive una depresión económica sin precedentes, pero esta crisis puede profundizarla más, pues afecta enormemente la capacidad de acción del poco sector privado que está de pie”. A su vez, resalta que ante “la desaparición del Estado venezolano como proveedor de bienes y servicios públicos, un segmento importante de la población queda indefenso”.

Los efectos del coronavirus se suman a la drástica caída de los precios del petróleo -casi única fuente de ingresos del país- y las sanciones aplicadas por Estados Unidos contra el régimen chavista. Aunque Maduro afirma que “Venezuela está preparada para afrontar las dificultades económicas, pues la economía ha logrado una autorregulación que nos permite enfrentar esta situación con mayor facilidad”, de inmediato solicitó un préstamo de 5 mil millones de dólares al FMI que le fue negado.

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“Lamentablemente, el Fondo no está en condiciones de considerar esa solicitud (…). El compromiso del FMI con los países miembros se basa en el reconocimiento oficial del gobierno por parte de la comunidad internacional, como se refleja en la membresía del FMI. No hay claridad sobre el reconocimiento en este momento”, respondió el organismo.

Las principales potencias occidentales, encabezadas por Estados Unidos, y la mayoría de América Latina reconoce al jefe del Parlamento, el opositor Juan Guaidó, como presidente encargado de Venezuela, y acusan a Maduro de usurpar el poder tras reelegirse en unas elecciones consideradas fraudulentas que se realizaron en mayo de 2018. En síntesis: antes de la aparición del coronavirus, ya la revolución bolivariana estaba bajo “cuarentena”, resistiendo con el apoyo interno de los militares y el respaldo de China, Rusia, Turquía, Cuba e Irán.

Oliveros apunta que “el déficit del Estado venezolano está en el orden de los seis mil millones de dólares”, y agrega que “el problema de caja es bien grave y cambió porque no es previsible una recuperación de los precios petroleros”. Ecoanalítica calcula que los ingresos de Venezuela pueden desplomarse desde 23.100 millones en 2019 a 13.900 millones de dólares este año.

Contra las cuerdas

Si el coronavirus hace crujir los huesos de las naciones industrializadas, qué consecuencias puede tener sobre el vapuleado y enfermo cuerpo de la República Bolivariana. El índice de la Universidad John Hopkins, de Baltimore, que evalúa la preparación de los sistemas de salud para afrontar una amenaza infecciosa, ubica a Venezuela en el puesto 176 de una lista de 195 naciones, y en el último lugar del continente americano.

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En un artículo publicado en la web Prodavinci, los médicos Julio Castro y Carlos Torres-Viera comentan: “Con una población de 28 millones de personas, el país tiene 25.000 camas de hospitalización disponibles y 10.000 camas operativas de terapia intensiva aproximadamente. Si el 1% de la población llegara a enfermar (280.000 personas), y de ellos un 20% presentara una enfermedad severa (56.000 personas), la capacidad de hospitalización y de atención en terapia intensiva sería ampliamente rebasada”.

Por lo pronto, entre el viernes 13 y el sábado 21 de marzo el régimen de Maduro había informado sobre la existencia de 70 casos de coronavirus en el país. Medios locales reportaron dos saqueos en las últimas horas, hechos recurrentes en los tiempos de la peor escasez. Con el temor y la desconfianza a flor de piel, los venezolanos vuelven a hacer largas colas en supermercados y farmacias para comprar con sus menguados recursos los bienes que necesitan. Igual que en el pasado reciente, pero ahora usando tapabocas.

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