• Johnny Benavidez se fue de Caracas para escapar de la delincuencia y en Barranquilla encontró su vocación: el circo. En esa ciudad rehizo su vida, pero en el día a día debe lidiar con los obstáculos de la calle y, ahora, la pandemia le ha dado otro giro a su futuro

Johnny Benavidez tiene 30 años de edad y trabaja en las calles de Barranquilla (Colombia). Se levanta temprano, se viste y guarda las herramientas de trabajo en su morral; llega antes de las 8:00 am al semáforo de siempre.  Pone a girar sobre su cabeza un balón de básquet mientras hace malabares con tres machetes arriba de una cuerda floja, sin caerse. 

Antes de la pandemia, Jhonny era hostigado por la policía solo por dedicarse a hacer malabares bajo un semáforo. Con la llegada del covid-19 ese hostigamiento se agudizó: ahora solo debe salir un día a la semana por el plan Pico y Cédula en Colombia. 

Foto: Davhid Morán
Foto: Davhid Morán 

Pico y cédula

Para evitar las aglomeraciones en las calles de Colombia, el gobierno implementó un plan para organizar a los ciudadanos que necesitan salir a supermercados y entidades bancarias. Este sistema toma como referencia el último dígito del documento de identificación de cada habitante, es decir, cada persona puede salir un solo día a la semana para hacer diligencias.

“Ahora estoy en las calles escondido para poder hacer mis malabares. Si la policía me agarra y me pide la cédula, dependiendo del día, muestro mi cédula venezolana o la colombiana, ambas terminan en números distintos. Esta posibilidad me permite por lo menos trabajar durante dos días. Es por eso que yo llamo a mi trabajo ‘circo ilegal”.

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Pero a Johnny no siempre le funciona esta táctica, hace poco fue inspeccionado dos días seguidos por el mismo policía, lo acusó de manejar doble identificación: “Me llevaron para un centro de reclusión donde debes estar 12 horas, luego me soltaron”.

Foto: Davhid Morán
Foto: Davhid Morán 

Ha estado siete años en un semáforo, en la calle Cúcuta con Olaya Herrera (en la 64 con 46). Ahí, 50 segundos son suficientes para que la luz roja detenga los carros, 35 segundos de actividad y unos 15 segundos para cobrar. 

“Recuerdo cuando discutí con tres chamos que querían el lugar en donde yo hacía malabares, pensaban que el dinero que yo me ganaba era por el lugar y no por mi trabajo. Me atacaron con un palo, un machete y una cadena; uno de ellos me agarró por la espalda y me mordió la oreja. La calle Cúcuta con Olaya Herrera es un lugar muy especial para mí, ahí fue a donde me llevó Nariz Roja, mi maestro. Lamentablemente falleció de un infarto en Medellín, no pudo ver el progreso de mi carrera artística”.  

Foto: Davhid Morán
Foto: Davhid Morán

Las calles de Caracas

Johnny Benavidez tiene 14 años de edad y trabaja en las calles de Caracas (Venezuela). Se levanta tarde, se viste y guarda su herramienta de trabajo: una pistola. Recorre las calles vendiendo crack y heroína, ya estaba empezando a “llevar mandados” de zona en zona, de Cotiza iba a Los Dos Caminos; es decir, ya “estaba sonando en el barrio” y por poco se cae de la cuerda floja.  

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Johnny Benavidez a sus 14 años de edad
Johnny Benavidez en la adolescencia

“Ni mi papá ni mi mamá deseaban ese camino para mí. En ese momento yo quería ser una persona reconocida en el mundo de la delincuencia y opté por ir a las calles a robar. Un día un amigo se roba una gorra, llega a mi casa y me grita: ‘Johnny José, nos van a matar’. Varios tipos armados lo estaban persiguiendo. Cuando mi mamá escuchó el grito y se enteró de toda esa situación, hizo mis maletas”.

Foto: Davhid Morán
Foto: Davhid Morán 

Su madre le dio la vida y también se la salvó 14 años después. Horas más tarde Johnny estaba montado en un autobús camino a Barranquilla, donde lo recibió su tía, a la que él considera como su segunda madre.  

“Cuando llegué aquí, comencé una vida de artista porque conocí otra perspectiva de la sociedad y del mundo, allá en Caracas solo veía  el mundo de la violencia.  Poco a poco fui conociendo el arte del circo y del teatro, me fui uniendo más y más a la  cultura. Conocí a la madre de mi hijo, luego nos separamos, cada uno tomó su futuro. Yo me quedé en los semáforos”.

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Viajó por Suramérica hasta Perú, estuvo un tiempo en Medellín, volvió a Barranquilla y luego se fue a Cali; ahí se enamoró de una italiana, con la que regresó a Barranquilla. 

La despedida

Johnny Benavidez se agacha y besa el vientre de su novia. Él sabe que no la verá en mucho tiempo y que todavía debe esperar siete meses para que la criatura que se está gestando dentro de ella pueda ver la luz. Será padre por segunda vez. Ella partió la semana pasada en un vuelo humanitario rumbo a Cerdeña, su lugar de origen. 

Foto: Davhid Morán
Foto: Davhid Morán

“Nosotros decidimos vivir juntos, Marianne está residenciada en Barcelona (España) y estoy esperando el mes de septiembre para poder viajar. El confinamiento obligatorio me ha jodido, porque yo me hubiera ido con ella si no fuera por la situación que generó la pandemia”. 

En Barcelona, Jhonny quiere probar suerte y encontrar una editorial que se anime a publicar su comics: Super Marimonda. A través de este formato relata sus vivencias en las calles de Barranquilla. Hay un personaje que se llama Sawamura, representa una parte del Waraira Repano, La Zamurera. “Desde que empecé en el semáforo, no solo llegué con la visión de ver sonreír a las personas bajo un intervención cultural, sino que siempre he tenido la visión de crecer como un empresario circense”.

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Foto: cortesía | Copyright
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Marimonda

Según la revista Semana, la Marimonda “en sus inicios definía al barranquillero burlón y de pocos recursos”. Actualmente el concepto ha cambiado y la Marimonda “simboliza al tipo jocoso y ‘mamador de gallo’”. A inicios del siglo XX fue creado por un barranquillero del común con el objetivo de ridiculizar e incomodar a la “alta sociedad”.

Nombró su empresa como Bromas Malabares, con ella quiere elaborar juguetes, ropa e implementos circenses; todo esto bajo la identidad cultural que caracteriza a la ciudad de Barranquilla.

“Cuando llegué a Barranquilla renací en un mundo rodeado de poesía, de arte, de cultura. Crecí y le di toda la razón a mi mamá, ella siempre me dijo que iba a tener un futuro afortunado, porque los niños que nacen enmantillados (placenta intacta) tendrán suerte toda la vida. Hoy en día me he dedicado a sanar a otras personas sanandome a mí, el artista chileno Alejandro Jodorowsky dice que si sanas a otras personas te estás sanando a ti”. 

Foto: Davhid Morán
Foto: Davhid Morán

La calle siempre ha sido la compañera de Jhonny, gracias a ella conoció a sus amigos Raúl Rodríguez Cohen, Luifer Ulloque y Davhid Morán; a quienes les agradece mientras habla de su vida. Se fue de Caracas para dejar una vida ilegítima y ahora, 16 años después, sigue en las calles, pero haciendo arte, un arte que es catalogado como “Circo Ilegal”. 

Foto: Davhid Morán
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