• El locutor, director de cine y humorista venezolano cree que a pesar de la invasión de lo políticamente correcto la comedia siempre vencerá a la tragedia. Habitante de un país de medios de comunicación clausurados deja a “los responsables” el diagnóstico de la radio actual: “Se convirtió en lo que quiso la sociedad que la produce”

“¿Tú sabes quién es Uslar Pietri?”, me preguntó Henrique Lazo –así, en presente– después del saludo y las presentaciones de rigor. “Sí”, le contesté. Y comenzó una avalancha de anécdotas sobre un personaje fundamental en su vida y una época de “Valores humanos” en la televisión nacional. Contó que entonces solía llegar a las 7:00 am al estudio para que el piso estuviera limpio y las cámaras calibradas y así poder dar inicio al programa del que fue productor durante varios años.  

También habló sobre su sensei de karate, ese que lo enseñó a defenderse y a vivir. Habló de fe, política y creencias. De su puntualidad cuando dio clases en la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB). Y sobre un encuentro fortuito que involucró un semáforo caraqueño y una botella de Gatorade. La risa, el escenario, los compañeros del liceo y la educación de sus hijos. Henrique Lazo lo abarca todo en una llamada por WhatsApp, una mañana antes del desayuno y de que comenzara el partido de la Champions. Palabra tras recuerdo como en una carrera hípica. En ocasiones, las entrevistas son más extensas cuando la grabadora está apagada y ninguno de los involucrados asume ningún personaje. Así comenzó. Lo demás sería más pausado. 

La voz de Henrique Lazo es referencia para muchos radioescuchas en el país, desde programas como “El último round”, junto a Ana María Simon; pasando por “A la cuenta de tres”, en el que estuvo con Iván Matta y Érika de la Vega, quien luego fue sustituida por Michelle Dernersissian. Y desde enero de este año comparte micrófono con la cantante Kiara, en el Circuito Onda. El cine, la música y la cotidianidad han sido siempre sus principales nutrientes. 

Antes de formar parte del mundo radial, ¿escuchabas radio? ¿Quiénes eran tus preferidos?

—La radio fue muy importante durante mi adolescencia. Era la única manera de enterarnos por dónde iba la cosa a nivel musical, igual con los eventos deportivos. Los juegos de béisbol no los pasaban por televisión, había que escucharlos por la radio. El rock fue un evento radial.

¿Cómo te pasas al lado de la locución y qué representó para ti ese primer encuentro?

—Fue accidental. De muchacho nunca me imaginé formar parte de la radio o ser locutor. Siempre quise ser deportista o cineasta. Como no podía encontrar trabajo como cineasta, porque la industria estaba arrancando, lo único que conseguí fue un puesto como locutor en Radio Capital de 2:00 am a 6:00am. Así empecé. Horrible. De ese programa tengo anécdotas muy largas, pero te podría decir una cortica: lo único bueno de trabajar de madrugada era, primero, que podías decir groserías porque nadie te escuchaba; y también que a esa hora te escuchaban prostitutas, transformistas, policías de seguridad. Hice grandes amistades en ese sector. 

¿Cuáles crees que han sido los principales cambios que ha sufrido la radio en Venezuela en este siglo?

—Los mismos que en el mundo entero, pero ha sufrido menos que la TV. La televisión, hoy en día, ha pasado a ser contenido de Internet. Esa exclusividad con la que gozaba ha tenido que cederla a las redes sociales y al streaming. En el campo de las noticias, de la información, la gente se entera es por las redes. Es más inmediato  y especializado.

¿Cómo defines al radioescucha venezolano de ahora? ¿Qué busca?

—Es una pregunta muy difícil de responder. Yo creo, en mi ignorancia habitual, que la gente escucha radio para informarse –lo poquito que se permite–, para buscar compañía musical mientras maneja y, en mi caso, algún locutor inteligente que tenga sentido del humor.

¿De qué dirías que carece el locutor actual? ¿Y cuáles serían, por el contrario, sus fortalezas?

—Ni idea. No me siento capacitado para decidir qué tienen o qué les falta a los locutores actuales. Yo soy uno de ellos. Es complicado dar una respuesta. Lo que sí creo es que un locutor debe hablar lo mejor posible, tener buena dicción, tener cultura, estudiar continuamente, no sentir que “ya llegó”. Actualizarse, escuchar música, informarse de lo que está pasando en el mundo. Hablar públicamente es una gran responsabilidad social.

¿Cuál es la labor de un medio como la radio en estos momentos en el país? ¿Cumple con dicha labor?

—“El medio es el mensaje”, decía el maravilloso pensador canadiense Marshall McLuhan. Él tenía la premisa de que lo que modificaba a la sociedad no era el contenido de los medios sino su naturaleza. Lo que modela a la gente no es lo que se dice por las redes sociales sino las redes sociales. Lo que dice la TV no es tan importante como el hecho de que la tienes en tu cuarto. Los medios de comunicación son el reflejo de la sociedad que los produce, eso pienso.

Tras el cierre de emisoras de radio, suspensión de programas, equipos incautados o decomisados a lo largo de casi dos décadas: ¿en qué se convirtió la radio venezolana?

—Esa respuesta se la dejo a los responsables, a los protagonistas. Como te dije en la pregunta anterior: la radio se convirtió en lo que quiso la sociedad que la produce.

¿Existe autocensura actualmente en la radio?

—Imagínate. Tendría que responder por cada uno de los miembros que la componen. En mi caso, trato de ser lo más responsable posible; de “instruir deleitando”, esa es mi propuesta.

La palabra como artificio

De Henrique Lazo se supo primero gracias a la música, cuando lanzó el LP Este es…! (1969), y a temas como  “Sarah”, “Un lugar en el cielo” y “Confesiones de medianoche”.  Luego saltó a la acera de los musicales con Godspell y de la actuación para cine con La bicicleta (1975), cortometraje de Oscar Molinari; experiencia que repitió dos décadas después en Más vale tarde, de Belén Orsini, junto a Elba Escobar. 

Estudió cine en Londres. Ha dirigido videoclips, comerciales para cine –más de 400– y cintas como Borrón y cuenta nueva (2000), protagonizada por su hermana Mimí Lazo; y Tosca, la verdadera historia (2001).

Además, se ha hecho oír en el Stand Up Comedy con rutinas como “Con Lazo y todo (2009)”, “Fíjate tú” (2013) “Más sabe el diablo por viejo que por diablo” (2015) y “Taima” (2016). Al escenario le profesa un enorme respeto. Es su templo. Como en un ritual íntimo, le pide permiso antes de subirse para que lo trate bien. Porque dice que ahí, en esa madera, está el sudor de tantos actores que lo han dado todo. A este amante de Los Beatles le apetece la palabra en todas sus formas. 

Has dicho que priorizas la libertad por sobre la igualdad, ¿en la vida real son posibles esos conceptos?

“To be or not to be”, como decía William Shakespeare. De eso se trata. Conciliar esos dos conceptos es la tarea primordial de nuestros dirigentes para brindar bienestar a sus dirigidos. Cualquier exceso es inestable y no es sustentable. Basta meterse en Google y ver lo que dice la historia al respecto.

Te gusta ser exigente contigo mismo, buscas compromiso en lo que haces e irte a dormir con un buen juicio sobre tu actuación, ¿cuándo consideras que tu trabajo está bien hecho?

Como decía el gran deportista norteamericano Yogi Berra: “El trabajo está bien hecho cuando está bien hecho”. Lo más importante es tu criterio, confiar en él. Cuando conduzco un contenido audiovisual no me voy del set hasta que considere que cumplí con lo que me había propuesto.

—¿Es cierto que dirigiste los videoclips de Wilfrido Vargas en los años 80? ¿Cómo fue esa experiencia? 

Wilfrido Vargas y muchos otros: Franco de Vita, Luis Miguel, Simón Díaz, Un solo Pueblo, Guaco, Daiquirí, Lasso, Yordano, Carlos Mata… En el caso de Wilfrido, fue un placer trabajar con él. Súper responsable y con una calidad humana y musical contagiosa, una experiencia gratificante. Uno de los videclips que hice para él fue el de “Dos rosas”, que era una dura crítica a la tortura de animales: las peleas de gallos, la tauromaquia.

Cuando yo le expliqué de qué se trataba él aceptó, cosa que me dio mucha nota porque salió por toda América y hasta el momento ningún artista había hecho algo así. Otra anécdota que tengo con él es cuando fuimos a filmar al Castillo de Puerto Cabello donde dicen que salen espíritus de todas las cosas horribles que han pasado allí. Entonces, cuando llegamos y tuvimos que pasar la noche ahí le dije: ¿Tú crees en espíritus y esas cosas? Y él me respondió: No. No mucho. Como a las 2:00 am me dice: Mira, yo creo que ahora sí creo.

¿Qué consideras que le falta a la industria de la publicidad actual?

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A lo largo de tu trayectoria artística, ¿cómo ha sido tu relación personal con la risa?

Me gano la vida haciendo reír a mis semejantes. Como dice Sean Connery, protagonista de la película  El nombre de la rosa, basada en la novela de Umberto Eco: “La risa mata el miedo y sin miedo no existe el diablo” (risas). 

En la época de lo políticamente correcto y la llamada “generación de cristal” que se ofende con poco: ¿cómo se hace humor? 

Sí, los tiempos actuales han hecho retroceder la libertad del humor; pero como todo: “Los perros ladran y la caravana pasa”. La comedia vencerá a la tragedia.

¿Cómo miras desde aquí tu LP Este es…!? ¿Lo volverías a hacer?

Haría otro; porque lo que está hecho, hecho está. Haría otro con la premisa de hacer una fusión entre la música del Caribe y del Altiplano, con su toque de música sajona. 

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