- Daniel Márquez es un apasionado del servicio, bar y cocina, con experiencia dentro de la industria hotelera en América del Sur, América Central, Europa y Medio Oriente. Su camino para llegar a donde se encuentra hoy, estuvo lleno de muchos obstáculos
Daniel Márquez es un soñador venezolano desde niño. Las malas situaciones que se presentaron durante su infancia y el hecho de quedar en quiebra y dormir en las calles ya de adulto nunca lo detuvieron. Con más de 14 años de experiencia en la gestión hospitalaria, su pasión por la gastronomía le ha permitido vivir experiencias llenas de crecimiento y superación.
De Mérida, en Venezuela, pasó a Emiratos Árabes Unidos. Gracias a su constancia y evolución, en 2017 comenzó a trabajar como mesonero en la ciudad de Dubai, una de las más lujosas del mundo.
Actualmente es el gerente de dos restaurantes ubicados en el edificio más alto del mundo, el Burj Khalifa. Lo que representa para él y su familia un orgullo muy grande.
Una familia con mucho amor a la cocina
Márquez nació en Barlovento, estado Miranda, pero se crió en la ciudad de Mérida. Es el hijo menor de cuatro hermanos. Su familia se dedicaba al mundo de la gastronomía: su abuela era dueña de restaurantes, su padre era dueño de panaderías y carnicerías, mientras su madre fue cocinera.
Daniel es el único de sus hermanos que siguió los pasos de sus padres. Desde niño empezó a ayudar a su papá en la panadería elaborando panes.
Su vida dio un giro inesperado cuando aún era muy niño, a sus 12 años de edad. En ese momento su familia tuvo un fuerte problema financiero, por lo que todos sus hermanos se tuvieron que separar de sus padres.
“A mí me tocó vivir con mi abuela, así que la ayudaba en sus restaurantes lavando platos y pelando plátanos”, dice Daniel en entrevista para El Diario.
Durante los años siguientes las dificultades económicas continuaron y tuvo que vivir con varios tíos y con otros integrantes de su familia.
Desde ese momento, Daniel comenzó a trabajar como ayudante de cocina. Pelaba papas, lavaba y limpiaba platos. En las mañanas y tardes trabajaba como mesonero. Sin saberlo, era el comienzo de lo que estaba destinado para él.
Un consejo que le cambió la vida
Luego de graduarse como bachiller, siguió trabajando como mesero en restaurantes. A los 19 años de edad empezó a estudiar Estadística en la Universidad de los Andes (ULA). Tenía una novia que estudiaba Economía y Contaduría. Daniel estaba en los primeros semestres y ella ya se estaba graduando.
“Ella se graduó y se fue durante seis meses a España. Cuando regresó me comentó que se había esforzado mucho estudiando las dos carreras y en España solo había podido trabajar de niñera. Como yo trabajaba de mesonero, ella me aconsejó que me dedicara totalmente a eso ya que lo podía hacer en cualquier parte del mundo”, recuerda Daniel como el consejo que dio un giro en su vida.
Después de esa conversación, Daniel no lo dudó y decidió hacerse profesional en lo que había iniciado por necesidad, pero que al final disfrutaba hacer. Empezó a buscar trabajos en restaurantes más lujosos para mejorar y crecer profesionalmente.
A sus 23 años de edad pasaron cosas en su vida personal que lo motivaron a estudiar nuevamente. Iba a ser papá, pero la bebé falleció antes de nacer. Comenzó a estudiar con mucho sacrificio Gestión Hospitalaria en el Hotel Escuela de los Andes Venezolanos.
“Mi universidad no tenía cafetín así que todas las mañanas me levantaba muy temprano para hacer sándwiches y venderlos allá. Después de la universidad me iba al trabajo, llegaba a la una de la madrugada y me ponía a hacer los panes. Me paraba muy temprano, los horneaba y me iba con mis panes frescos a la universidad”, cuenta Márquez.
Durante cuatro años vendió panes en la universidad en la que estudiaba y con ese dinero, más el que ganaba como mesonero, pagó su carrera.
Se graduó en el año 2012 y consiguió trabajo como maître en el Hotel Páramo La Culata, un lugar muy reconocido en Mérida, donde tuvo un buen desempeño profesional.
El comienzo de su carrera lejos de Venezuela
En el año 2014, un socio del Hotel Páramo La Culata le ofreció un trabajo en Panamá. Daniel aceptó el empleo, pero no cumplieron con todo lo que le habían prometido así que decidió renunciar.
Con el dinero que poseía y las personas que conocía en Panamá, construyó un bar y empezaron a trabajar en una feria.
Luego realizó un viaje a Nicaragua, pero perdió todo el dinero que tenía en ese momento. Como pudo volvió a Panamá y empezó a trabajar con la ONG Global Brigades, primero como traductor y luego como coordinador.
Luego empezó a trabajar por su cuenta, vendiendo almuerzos y los famosos panes que vendió durante sus años de universidad. Los hacía y se los dejaba en la bodega de los chinos, a los tres días le pagaban.
Así estuvo ganándose la vida por un tiempo, luego empezó a trabajar nuevamente con su bar en la Feria de las Flores y el Café en el distrito de Boquete, Panamá.
“El bar causó mucha sensación ya que hacíamos mixología (arte de mezclar bebidas). Agarramos frutas panameñas con técnicas internacionales de coctelería y las aplicamos para licores y cócteles panameños. Le colocamos nombres con palabras coloquiales de Panamá para que los panameños se sintieran más identificados con nuestros tragos” comenta.
Gracias a eso el bar salió en un programa de televisión. Les llamaba la atención que un extranjero pudiera realizar esos cócteles. Luego de esa entrevista el bar tomó mucho auge, empezaron a viajar por varias ciudades de Panamá haciendo coctelería en las ferias.
En su segundo año en Panamá, con el dinero que había ganado en la feria, salió la oportunidad de comprar una posada con unos amigos e invirtieron todo su dinero en ese proyecto, pero no tenían la experiencia necesaria para abrir un negocio.
“Yo tenía muchos problemas con licencias, documentos y deudas con la municipalidad. El primer día que abrimos llegó la policía y nos cerró el negocio. Volví a perderlo todo, y regresé nuevamente a las calles. Estuve durmiendo en el terminal de Chiriquí en la ciudad de David”, confiesa.
Daniel empezó a vender jabón con uno de los socios de la posada, quien también lo había perdido todo. Iban tocando timbres de casa en casa y así duraron dos meses.
Al pasar el tiempo, la ONG con la que él había trabajado anteriormente lo llamó porque les había gustado su trabajo y le ofrecieron laborar durante la temporada completa.
“Esa llamada me salvó, y por supuesto que acepté. Ellos me daban mi sueldo, casa y comida, cosas que yo no tenía en ese momento. Estuve seis meses con ellos y pude reunir dinero nuevamente”, comenta.
El precio de vivir ilegalmente en Panamá
Conoció a un panameño que le ofreció ser chef de Panasonic. Aceptó la oferta y allí trabajó por más de un año. Daniel todavía se encontraba de forma ilegal en Panamá, pero en 2017 una orden migratoria aprobada por el Ministerio de Seguridad de ese país determinó que todos los extranjeros que tuvieran más de dos sellos en su pasaporte serían expulsados del país.
“Ya tenía tres años en Panamá y mi último sello estaba por expirar. Si me detenía un policía podría ir preso. En ese mismo momento empecé a perder dinero con el bar con muchos eventos que no se efectuaron, así que ya era la tercera vez que iba a quedar en quiebra, entonces ese mismo año decidí irme a España”, cuenta el venezolano.
España, una nueva oportunidad
A su llegada al país europeo estuvo trabajando como promotor de las fiestas nocturnas en el centro de Madrid y también se desempeñaba en las mañanas como guía turístico de un hostal. Los fines de semana pintaba casas y arreglaba aires acondicionados. Hacía lo que fuera necesario para poder sobrevivir.
Nunca se dio por vencido, envió su curriculum a muchos lugares de Madrid en busca de un mejor trabajo. Un día lo llamaron y le dijeron que habían visto su síntesis curricular y que tenían una oportunidad para él.
“Gasté los últimos 20 euros que tenía para comprarme un pantalón y una camisa para estar lo más presentable posible. El día anterior a la entrevista ya no tenía dinero ni para ir hasta allá, una amiga me prestó sus últimos cinco euros para que pudiera asistir”, comenta muy agradecido por el gran gesto de su amiga.
Llegó el día de la entrevista y pudo apreciar que la mayoría eran españoles, solo habían tres venezolanos, dos con doble nacionalidad, y Daniel, el único que no tenía documentos europeos.
Él repetía en su mente: “Aquí voy a otra entrevista donde me van a rechazar, no me van a contratar por no ser europeo”. En muchas entrevistas lo habían rechazado por ese motivo.
Fueron tres entrevistas en total y en cada una notaron el gran talento que tenía, para su sorpresa, le comunicaron que había quedado seleccionado para trabajar en un hotel nuevo en el centro de Dubai, el Renaissance Downtown Hotel.
Él estaba aplicando por el asilo político, y eso significaba que si se iba a vivir a otro país estaba renunciando a eso. Cuando le enviaron el contrato se dio cuenta de que todo era real y que se iba para Dubai, una de las ciudades más extravagantes y caras del mundo.
La aventura en Dubai comienza
En octubre de 2017, Daniel Márquez empezó su travesía en los Emiratos Árabes Unidos trabajando como mesero en el Renaissance Downtown Hotel.
Lo que más le costó durante los primeros meses fue el idioma y el clima, era su primera vez en un país donde no hablaban español y las personas tienen muchas expresiones en inglés con diferentes acentos que él no entendía. Con respecto al clima, en Dubai la temperatura puede llegar hasta los 55 grados centígrados.
“Durante mi trabajo como mesonero me destaqué mucho. El restaurante tenía una sección especial de Teppanyaki, un estilo de comida japonesa, y como fui el mejor durante la época de los entrenamientos, me nombraron a cargo de esa sección”, cuenta Daniel.
Su ímpetu le permitió llegar a lo más alto del mundo
De todos los clientes del Teppanyaki, había uno en particular, un italoalemán. Daniel comenta que cuando él era mesonero, la primera vez que lo atendió hicieron de inmediato una conexión muy agradable.
“A los meses el cliente regresó y yo tenía un uniforme diferente, me habían ascendido a supervisor y a él le llamó la atención verme vestido de otra manera. Me preguntó: ¿Y eso que ahora tienes un chaleco? Y yo le respondí: me promovieron. Me dio sus felicitaciones”, relata.
En abril del año 2019 lo volvieron a ascender, pero a Assistant Restaurant Manager, que es la segunda persona encargada de un restaurante.
Los meses iban transcurriendo y el cliente que había atendido en varias oportunidades y que lo había felicitado no había ido más. El consumidor volvió a ir a comer al Teppanyaki y en ese momento, Daniel ya había obtenido su segundo ascenso.
Su cliente había visto un potencial en él debido a su crecimiento en el restaurante. Algo increíble estaba por ocurrir.
“Recibí una llamada telefónica y me dicen: probablemente tú no sabes quién soy yo, te conozco desde que eras mesonero y he visto como has crecido en tan poco tiempo y eso me hace sentir que hay algo especial en ti. Yo creo que tengo una oportunidad para ti. Escríbeme, este es mi número personal y si te interesa vamos a tener una reunión”, recuerda con mucha emoción.
Antes de esa llamada Daniel no sabía quién era su cliente. Su gran impresión fue que era el gerente del Hotel Armani, ubicado en el Burj Khalifa, el rascacielos más alto del mundo. Luego lo invitó a comer a ese hotel y le dijo que tenía una oportunidad para él.
“Yo acepté la oferta, pero durante todo ese tiempo yo pensé que iba a tener el mismo puesto de trabajo que tenía anteriormente (Assistant Restaurant Manager). Cuando recibo el contrato, veo que dice: Restaurant Manager. Yo pensaba que era un error y lo llamé, él me dijo que no era ningún error, ese era el puesto que me estaba dando”, dice.
Así fue como Daniel Márquez empezó a trabajar como el encargado principal de un restaurante en el Hotel Armani en diciembre del año 2019.
Actualmente, Márquez está a cargo de dos restaurantes en el Hotel Armani: el restaurante Signature, el más importante de ese hotel y del restaurante Armani Kaf, el primer restaurante kosher certificado en un país musulmán, donde los judíos pueden comer según sus normas religiosas. Un hecho totalmente histórico en los Emiratos Árabes Unidos.
Su futuro y lo que más extraña de Venezuela
En estos momentos se encuentra realizando un entrenamiento para ser director de alimentos y bebidas. Por los siguientes cuatro meses le estará haciendo la suplencia al director de ese cargo. Eso significa que estará a cargo de los ocho restaurantes que tiene el Hotel Armani.
—¿Tu futuro sigue estando en Dubai?
—Por los momentos me sigo viendo acá, pasé de ser mesonero a gerente y siento que aún tengo muchas oportunidades en este país para afianzarme en el mundo de la hospitalidad. Siento que Dubai es un lugar de transición, para crecer profesionalmente y después buscar un lugar donde te quieras quedar definitivamente. Quizás cambie de opinión, pero por los momentos tengo esa mentalidad.
—¿Qué es lo que más extrañas de Venezuela?
—Lo que más extraño de Venezuela es la familia, considero que puedes estar en cualquier lugar, pero si estás con las personas que quieres, vas a estar bien. Extraño mucho el frío de mi ciudad Mérida, extraño la comida de mi mamá y de mi papá. Lo que más me gustaría tener aquí es a mi familia.
—¿Qué le dirías al Daniel que está comenzando a trabajar en Mérida por necesidad?
—Le diría que siga haciéndolo, que siga como va, que de los errores que cometió vendrán cosas muy buenas y que siga disfrutando, que nunca pare de soñar. Yo siempre fui muy soñador, sentía dentro de mí cuando empecé a vivir sin mis padres que había algo grande para mí. No considero que haya hecho algo tan importante, pero cuando lo analizo y estoy al otro lado del mundo, y soy gerente en el edificio más alto del mundo, me siento muy orgulloso de ser venezolano y de haber seguido el camino de mi familia.
—No te preocupes que el trabajo duro tiene recompensa.