• El cineasta venezolano, director de Secuestro express, Manos de piedra y Resistencia, acaba de editar la secuela de su novela Las aventuras de Juan Planchard, que, dice, recrea la vida de los llamados “Hijos de la revolución”. Un best seller que se convertirá en pocos meses en obra teatral y, posiblemente, en superproducción cinematográfica

Jonathan Jakubowicz (Caracas, 1978), el cineasta venezolano, devenido ahora escritor, jura que se ríe cada vez que alguno de sus lectores se acerca para advertirle que ha descubierto la verdadera identidad del protagonista de sus dos novelas: Las aventuras de Juan Planchard (2016) y La venganza de Juan Planchard (2020).

Hubo quien al principio, advierte, se empeñó en que se trataba de Salvador Lairet Sotillo, el agente inmobiliario e inversionista que fuera investigado por su presunta vinculación con una red de empresas que habría participado en el desfalco de la Comisión Nacional de Administración de Divisas (Cadivi). O Santiago Morón, el constructor, sancionado por la Oficina de Control de Activos Extranjeros (OFAC) del Departamento del Tesoro de Estados Unidos por sus vínculos con Nicolás Ernesto Maduro Moros, “Nicolasito”, en la extracción ilegal de oro. O Lairet Sotillo, cuya fotografía al lado de la socialité estadounidense Paris Hilton en un jolgorio de altura despertó no pocos “ayayay” años atrás. 

No los culpa. Jakubowicz, quien alcanzara la fama local gracias a su película Secuestro express (2005), y quien pegara el golpe internacional primero con Manos de piedra (2016) y luego con Resistencia (2020), explica que la vida de los llamados “Hijos de la revolución” es muy parecida a la de Juan Planchard: son comunistas pero solo de la boca para afuera, se enriquecieron de manera fugaz gracias a negocios fraudulentos, les encanta ostentar sus riquezas, adoran las fiestas, y se desviven por Estados Unidos, que sin embargo les sigue la pista de cerca.  

“Hay decenas de ejemplos insólitos. Cada vez son más. Y en el caso de los testaferros, cada vez tienen más oportunidades de gozarse los reales porque los cabecillas del chavismo están sancionados y tienen prohibida la entrada a medio planeta”, dispara una primera ráfaga el realizador. Y no detiene su artillería: “A estas alturas, Juan Planchard se ha convertido en un arquetipo del revolucionario venezolano del siglo XXI. Una especie de oportunista, medio ingenuo, medio maldito, que piensa que el dinero debe fluir porque a los pobres les gusta que los roben, y los ricos también roban a su manera”.

Para más señas, Las aventuras de Juan Planchard sigue la historia de un joven clase media, hijo de profesores universitarios, educado en una universidad privada de Caracas, quien se convierte en millonario gracias al control cambiario impuesto por el fallecido ex presidente Hugo Chávez. Y Google Books la describe literalmente como “un viaje a lo más profundo del robo a Venezuela, el asalto más grande de la historia. La oligarquía bolivariana se revela en su esencia y pasión por el sexo, las drogas y la revolución. Aventura, acción, suspenso, drama, comedia; todos los géneros convergen en esta historia trepidante y sorprendente, con un final completamente inesperado que promete una saga literaria”.

Mientras que La venganza de Juan Planchard es reseñada tambien por Google Books, aunque con palabras mucho más grandilocuentes, como “la segunda parte del best seller que cambió la historia de la literatura venezolana contemporánea”. Una novela que “nos muestra a Juan Planchard saliendo de la cárcel para enfrentar una misión llena de riesgos, que lo llevará a lo más profundo del conglomerado de crimen internacional en el que se convirtió Venezuela.

Acción, política, sexo, drogas, ideología y humor; se combinan de manera desquiciada, en una realidad mucho más dura. A finales de 2017, el hambre se ha apoderado de la nación. La hiperinflación ha convertido en desperdicio a la moneda nacional. Millones de venezolanos escapan del país en busca de una vida mejor. El gobierno lo está vendiendo todo para mantenerse a flote. La mitad de la oposición está comprada y no es fácil distinguir quiénes son los que no están. Solo Juan Planchard tiene la pericia necesaria para navegar los mundos que comparten el infierno creado por los herederos de El Comandante. Caracas, Moscú, París, California, Beirut, Panamá, Teherán; todos miran hacia un hombre. Su lealtad es un enigma y su venganza será completamente inesperada”.

—¿Cuál diría que fue la chispa inicial para crear Las aventuras de Juan Planchard?

—Sentía que el país estaba enfrascado en una falsa discusión entre Chávez como campeón de los pobres, y la oposición como representación de los ricos. La realidad es que los chavistas son la gente más rica de la historia de América del Sur, y eso cuando salió el primer libro no se sabía.

—Se lo pregunto porque cada página pareciera desprender una buena dosis de rabia. ¿Hay algo de ello?

—Siempre hay rabia, pero nunca utilizo el arte para descargarla.

—¿No se puede decir entonces que la de Juan Planchard es igualmente “la venganza de Jonathan Jakubowicz?

—Mi motivación para oponerme al chavismo nunca ha sido personal. El daño que me hicieron a mí es muy pequeño comparado con el que le hicieron a la gran mayoría del país, en especial a sus seguidores.

—Guillermo Arriaga ha dicho que no es un “escritor de brujula” y que él se “interna en el bosque” para ver “a dónde sale”. ¿Cómo ha sido su proceso de escritura? ¿Sabía acaso a dónde se dirigía Juan Planchard?

—Nunca sé lo que va a pasar cuando comienzo a escribir. Por eso lo disfruto tanto. Juan es demasiado entretenido y es impresionante seguirlo en todas las cosas que hace y todas las locuras que le suceden. Pero cuando termino la primera versión, me pongo a reescribirlo todo para que tenga sentido.

—¿Diría que sentía la necesidad de gritarle al mundo lo que sucede en su país? 

—Las novelas están escritas pensando en el lector venezolano. A veces recibo información que siento que la gente debería tener, porque frecuentemente el venezolano se enfrasca en discusiones sin importancia que no les permiten ver la magnitud del peo. Trato de hacer que esa información sea accesible al público en general. Además intento dejar testimonio de lo que sucede, pues lo primero que se pierde en el comunismo es la verdad… y me preocupa mucho que se olvide el crimen que se está cometiendo.

—Ha explicado que la mayoría de los personajes son ficticios, mientras que las situaciones son reales y han llegado a usted en forma de crudos testimonios. 

—La realidad en Venezuela siempre es peor de lo que uno se imagina. Las novelas permiten adentrarse en las profundidades, anestesiadas por un personaje ficticio que nunca va a ser divertido, sin importar lo violentas que son la situacionbes que vive. Cuando salió la primera novela, la tildaban de exagerada, pero después decían que me quedé corto. Y lo mismo está pasando con la segunda. Cuando salió hace un par de meses pensaban que había exagerado con el tema del uranio, pero pronto se anunció que habían capturado a un grupo que vendía uranio en las afueras del CCCT (Centro Ciudad Comercial Tamanaco). Tarde o temprano se revelará que las novelas no tienen nada de exagerado. La realidad venezolana es insólita y lo que está a la vista es un porcentaje mínimo del desastre. Mi ambición es que las novelas acerquen al lector un poco más a lo que está escondido, no solo porque es mucho más interesante sino, sobre todo, porque es mucho más importante y peligroso para el mundo entero.

—Sin embargo, hace referencia directa a Eva Golinger, a Alex Saab, a Óscar Pérez… 

—De esos sólo nombro a Óscar Pérez. Los demás quedan para la interpretación del lector. Cada quien interpreta lo que considera lógico en base a su entendimiento del país. 

—Por cierto, a Óscar Pérez lo termina convirtiendo en una suerte de superhéroe. 

—Oscar Pérez es un superhéroe.  

—¿Cree que Venezuela necesita un superhéroe?

—Muchos.  

—Es inevitable encontrar hechos que han sido registrados en la prensa. Pero que no han sido narrados con tantos detalles. Y es inevitable pensar: “Esto debió haber sucedido de esta manera”.  

—Generalmente cuando el lector piensa eso es porque así sucedió. La mitad del tiempo los venezolanos lo pasamos preguntándonos “qué coño fue lo que pasó en este o el otro caso”, porque nada cuadra. De ahí nacen todas las teorías conspirativas que nos inmovilizan y nos hacen sospechar de todo el mundo. Yo tengo la suerte de que me llega información por varias fuentes, y hago lo que puedo por explicar nuestra realidad a través de una ficción. 

—Hace referencia, por ejemplo, a la prisión que se conoce con el nombre de “La tumba”. Y también a otra mucho más ruín: “La tumbita”.

—Una más horrible que la otra.

—Ambas novelas tienen una columna que las atraviesa verticalmente: la violencia.

—Venezuela es el país más violento del mundo. En plena guerra civil Siria, todo el planeta tenía sus ojos puestos sobre ese país, pero en Venezuela mataban más gente durante el mismo tiempo. Tengo esperanza de que cambie algún día, pero desde hace mucho que no se puede explicar Venezuela sin violencia.   De hecho, en este momento es el más violento… sin competencia.  

—Ya había un fresco de Venezuela en su película Secuestro express. ¿Siente que el país ha cambiado mucho desde entonces?

Secuestro es otra obra que fue tildada de exagerada cuando salió, y después decían que se quedó corta. Sin duda cambió.  En la película los secuestradores piden 40 mil bolívares de los viejos, como recompensa. No sé ni cuánto es eso ahora, menos que cero. 

—¿Las dos novelas son reflejo de los miedos de Jonathan Jakubowicz de lo que ha terminado siendo su país?

—No es miedo, es certeza. Miedo tenía en 1998, pero terminó mucho peor. Cualquier persona sensata sabía que Chávez destruiría el país, pero creo que nadie imaginaba la magnitud de la destrucción. 

—Por cierto, vive usted en estados Unidos, donde el ex presidente Trump intentó incendiar a muchos con un verbo que a muchas personas les recordaba el del ex presidente Chávez. ¿Qué dice usted?  

—Ambos son populistas y el populismo es mucho más antiguo que Chávez. Creo que es incorrecto decir que Trump se parece a Chávez, pero me atrevería a decir que ambos se relacionan con sus seguidores de una manera similar. 

—¿Qué pensó cuando los canales de televisión proclamaron a Biden? ¿No le dio un poco de envidia?

—Siempre que veo un cambio de gobierno, en cualquier país del mundo, me lleno de alegría. No importa cuál sea ese gobierno, pienso que no existe nada peor que una reelección. El poder es adictivo y la sociedad debe tener controles para alejar al adicto de su adicción.  

—Por cierto, habrá quien diga: “La de Jakubowicz es una novela y nada de lo narrado en ella ha ocurrido”. ¿Qué le responde?

—Puede que diga eso en público, pero probablemente en privado dice que me quedé corto. Hace mucho que no le respondo a los chavistas. No vale la pena.

—Recientemente publicó en su cuenta de Twitter una información relacionada con túneles hallados en Venezuela. Túneles que habrían sido construidos como resguardo en caso de una invasión. Y agregaba: “Cuando la novela se empieza a volver realidad”. Otra vez el juego de la realidad versus la ficción…  

 —Mis lectores confían en que yo no les estoy hablando paja, porque el tiempo lo ha demostrado. Sin duda me da satisfacción cuando salen a la luz pública cosas que se habían mencionado en las novelas, porque refuerzan la seriedad de ese pacto que he hecho con la gente que me lee. Juan es una manera de gozarnos nuestra desgracia juntos, y descubrir varias vainas secretas en el proceso. 

—También publicó recién: “En algún momento será necesario echar el cuento de cómo Trump dejó plantada a la oposición en Cúcuta. Parece que quisiera sustituir a Nelson Bocaranda con sus runrunes…

—Nelson es un gran periodista, y me honra la comparación. Creo que lo que pasó en Cúcuta debe ser revelado por sus protagonistas, porque hay muchos venezolanos que idealizaron a Trump, y es urgente que se curen de eso pronto. Trump sin duda apoyó la causa venezolana y existen razones sólidas por las cuales los venezolanos deben estarle agradecidos, y el que lo niegue está desinformado. Pero nunca terminó de lograr lo que prometió, y en el proceso dejó mal parado a los nuestros.   

—Ambas novelas ofrecen una mirada bastante pesimista. ¿Es usted pesimista acerca del futuro?

—Si fuera pesimista no escribiría las novelas. Creo que Venezuela tiene futuro y por eso me parece fundamental poner mi grano de arena para que las cosas cambien.  

—En su película Resistencia, acerca de Marcel Marceau y el nazismo, hay redención. No ocurre lo mismo en las novelas de Juan Planchard…

—La Segunda Guerra Mundial terminó hace 75 años. La desgracia de Venezuela es actual y estamos en el centro de la historia. Tengo fe en que habrá redención. Todos la merecemos. Y si así sucede, sin duda Juan tendrá la suya.  

—El diálogo a quemaropa, la rapidez literaria, el lenguaje cinematográfica. Son algunas características de las novelas. ¿Cómo llegó a ese lenguaje?

—Desde el principio me propuse llegarle a lectores que nunca leen. Los mensajes que más me dan satisfacción son de aquellos lectores que me dicen que nunca antes se habían leído un libro y el mío se lo terminaron en un día. Creo que los cambios sociales no los producen las élites, y trato de que mi obra llegue a las mayorías. Sin duda Juan tiene una manera de hablar muy caraqueña y eso me fascina, porque soy caraqueño y además porque esa voz es muy rara en la literatura. Lamentablemente nuestros mejores escritores tratan de lograr un lenguaje internacional, supongo que para gustar en España, pues es el mercado mayor. Yo vivo del cine y por eso me puedo dar el lujo de escribir literatura local. Y me enorgullece mucho dejar por escrito una manera de hablar tan específica de la ciudad en la que nací. 

—Después de ver Secuestro express, Manos de piedra y Resistencia, encuentra uno referencias a Spielberg, a Tarantino, a Guy Richie. ¿Qué otros?  

—Probablemente Milos Forman y Danny Boyle deban estar ahí metidos, y Oliver Stone antes de que quedara frito. 

—¿Y en cuanto a las referencias literarias?

—En cuando a literatura, para mí Dostoievsky es una especie de deidad. Creo que todos los escritores de la historia vienen después de él. Pero también me gustan Kundera, Tolstoy, Lermontov, Victor Hugo, Stendhal, Dickens, Nabokov, Shteyngart. 

—¿Siempre tuvo en su cabeza la idea de llevar las novelas a la pantalla?    

—No, la escribo como libro y por eso son tan grandes. Costaría mucho dinero adaptarlas. Pero he recibido interés últimamente. Es posible que me anime un día. 

—Claro, viene primero una pieza teatral dirigida por Moisés Kauffman. ¿Cómo fue que lo convenció de llevar su novela al escenario?  

—Moisés es uno de los mejores directores de teatro del mundo. Tuve la enorme suerte de que se enamoró de mi novela y me hizo una propuesta para adaptarla. A mí me parecía una locura, porque sentía que era imposible llevar toda la acción a las tablas. Pero Moisés me convenció de que en el fondo la novela contenía un drama shakesperiano en el que Juan se presenta ante un público para justificarse. Le dije que si alguien podía lograrlo era él y que era un honor para mí que me adaptara. Cuando vi la primera lectura de la obra, me quedé loco. Creo que tendrá mucho éxito cuando se estrene.  

—Al principio le preguntaba si Juan Planchard le había permitifo aprender a convivir con los fantasmas. Ahora le pregunto: ¿Cree que los lectores terminan por experimentar el mismo proceso de catarsis?

—Creo que es una experiencia individual para cada lector. Supongo que algunos sentirán rabia, otros risa, otros satisfacción, y a otros simplemente les dará queso. La experiencia venezolana no es igual para todos, pero siempre es intensa y pienso que Juan le permite a cada quien relacionarse con ella con esa misma intensidad. 

—Al final de la segunda novela introduce un personaje sensible para el régimen: Leopoldo López.   Para unos, un salvador. Para otros, un monigote. 

—Nadie puede negar que Leopoldo ha sido la figura central de la oposición en los últimos años. Creo que sería prematuro formarse una opinión definitiva sobre él hasta que se sepa cómo termina esta historia. Todavía queda mucho camino que recorrer.  

—¿Definitivamente habrá una tercera entrega de Juan Planchard? 

—Ese es el plan.  

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