• La médica infectólogo Patricia Valenzuela aseguró para El Diario que en el país todavía existen las mismas condiciones y errores de los primeros meses de la pandemia en cuanto al sector salud se refiere. Esto, ante la realidad de un rebrote del virus, podría ser incluso más letal. Foto principal: EFE EPA/Ian Langsdon

Fiestas callejeras multitudinarias, medidas de bioseguridad reducidas y locales abiertos para el público. La flexibilización del confinamiento en Venezuela –decretada por el régimen de Nicolás Maduro para todo el mes de diciembre– avanza a la par de la segunda ola del coronavirus. Esto último es, en realidad, una consecuencia del relajamiento de la cuarentena: luego de que los países ordenaran la apertura de las ciudades, Europa atraviesa ahora mismo el pico de un nuevo brote de casos de covid-19. Muchos de ellos registran incluso más muertes que durante la primera ola. En Venezuela, alerta la médico infectóloga Patricia Valenzuela, los efectos de una segunda oleada pueden ser todavía peores. Los resultados se verán, previsiblemente, entre enero y febrero de 2021.

Los números diarios de casos positivos de covid-19 reflejan el nuevo rebrote, que recién comienza, incluso en los cuestionados reportes del régimen –diversas organizaciones de médicos han denunciado un subregistro-. El pasado domingo 13 de diciembre notificaron 609 contagios, cifra a la que no se llegaba desde el 20 de octubre (1.008 casos). Y, aunque hasta el momento las autoridades no hablan de una segunda ola, ya parecen observar esta posibilidad. Recientemente Maduro mencionó que evalúa retomar el esquema 7+7 en el mes de enero, así como imponer 14 días continuos de cuarentena. Esto debido al aumento de casos y desobediencia de las recomendaciones de bioseguridad por parte de la población.

“Las segundas olas u ondas en pandemia son prácticamente inevitables”, explica Valenzuela para El Diario. “Lo que se busca es que la segunda ola u onda no sea con el mismo impacto de la primera”, refirió. Lo que sí es evitable, apunta la médica infectólogo, son las aglomeraciones para evitar que los contagios aumenten en gran medida.

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Con respecto a eso, el pasado mes de septiembre la Academia de Ciencias Físicas, Matemáticas y Naturales (Acfiman) proyectó en un informe que para diciembre Venezuela podría tener entre 7.000 y 14.000 contagios. “No sorprendería que eso llegase a pasar para finales de diciembre y principios de enero. Ahora es cuando hay que cuidarse, y hay que insistir en la práctica de las medidas de prevención”, dijo Valenzuela.

Desde Europa ya avisan sobre las consecuencias de la relajación navideña en pandemia. “Sin dudas”, dijo a El País Marc van Ranst, el virólogo e investigador de la Universidad Católica de Lovaina (Bélgica), las vacaciones de verano europeas han sido un elemento de propagación del virus. Y teme que “se repita durante las navidades en los países que no adopten medidas estrictas”.

Pero la segunda ola avanza dispar por la Unión Europea. El Centro Europeo para la Prevención y Control de Enfermedades (ECDC, por sus siglas en inglés) señala que “hay diferencias sustanciales de unos países a otros”. El organismo añade que el impacto de la pandemia ha dejado, de momento, tres escenarios de tendencias en el continente. “Tenemos países, como Austria, Grecia o Hungría, que han visto más muertes durante el otoño”, indica el ECDC. “Otros donde ha habido más muertes en primavera que en otoño”, como España, entre otros países. Y, por último, “un tercer grupo que han visto un número similar de muertes en primavera y en otoño, como es el caso de Alemania o Bélgica”.

Con la guardia abajo

Incluso para las Academia es difícil hacer una estimación de la cantidad de muertos que dejará la segunda ola de la pandemia en Venezuela, explica Valenzuela. La situación es todavía más incierta debido al subregistro en las cifras que ofrece el régimen de Maduro.

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En este sentido, el espejo más extremista en el continente europeo es Polonia. El país, que superó la primera ola con escasa incidencia (apenas 1.716 fallecidos desde el 1 de marzo al 31 de julio, de los registros más bajos de Europa), afrontó una apertura general. Para septiembre, el número de contagios comenzó la curva ascendente. El gobierno ordenó nuevamente una serie de restricciones para frenar la extensión de la pandemia, que incluyen el cierre temporal de cafeterías, bares, restaurantes, teatros, cines y museos, así como colegios y universidades. Y aunque con la medida logró bajar la cantidad de contagios, desde el 1º de agosto hasta el 6 de diciembre notificaron 18.373 fallecidos.

El confinamiento evita, por lo tanto, la propagación del virus, pero no disminuye la cantidad de muertes de personas ya infectadas durante el levantamiento de las restricciones. Para ello, explica Valenzuela, es necesario otros aspectos que contrario a Venezuela, muchos de los países europeos sí han hecho: la preparación para la segunda ola de la pandemia.

“Tú puedes reactivar sectores, pero debes tener un país preparado para atajar los números de los casos nuevos. Esa es la diferencia. Lo que se busca es que, a lo largo de la primera ola, cuando ejecutas medidas de confinamiento, lo haces con el objetivo de acondicionar tu sistema de salud, equipar tu red de hospitales públicos, y organizar en paralelo las clínicas privadas para optimizar cupos, ventiladores, médicos y enfermeros. Esto te garantiza estar preparado para una segunda ola que no sea tan severa. La otra cosa que se hace es organizar y mejorar la logística de diagnosticar”, dice Valenzuela.

Pero Venezuela tendrá que hacer frente a la segunda ola con los mismos problemas y errores que durante los primeros meses de la pandemia. La crisis humanitaria sigue arreciando en el país, hay pocos centros hospitalarios acondicionados, los médicos y enfermeros siguen sin las herramientas necesarias de bioseguridad, y el país sigue contando con solo un centro para el análisis de las pruebas RT-PCR, el Instituto Nacional de Higiene (INH).

“El panorama en Venezuela no ha cambiado ni es mejor al panorama del sector salud con respecto a los primeros meses de marzo y abril cuando empezamos”, afirma la doctora. “Sin dudas”, dice, eso es “vital” para mejorar las condiciones del país y afrontar la segunda ola.

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Mismo virus, más experiencia

El coronavirus, dice Valenzuela, es el mismo en la primera que en la segunda ola. La diferencia, apunta, es la experiencia de las personas, de la ciencia e incluso de los propios Estados en el tratamiento del covid-19. Los descubrimientos científicos son un punto favorable.

“Hace ya tres meses se describió que hay una variante del virus que es la que ha circulado principalmente en América. Pero este cambio leve no lo hace más letal ni más agresivo. Sigue transmitiéndose de persona a persona a través de las gotas de saliva, y la verdad es que no se ha fortalecido. Seguramente irán apareciendo otras, pero no necesariamente quiere decir que se va a volver más letal. Esas son características propias del virus, y es el mismo que está circulando. Su mortalidad ha variado en líneas generales en el mundo, depende mucho de la pirámide poblacional de cada país. Lo que sí es verdad es que cada vez conocemos más el virus”, dice la médica.

Así, en el mundo la forma en que se trata a los pacientes con coronavirus también ha cambiado. Los ventiladores, tan requeridos en los primeros meses de la pandemia, en Europa y en el resto del mundo ahora se usan menos debido a que los médicos han aprendido más sobre cómo pueden dañar los pulmones de los pacientes con covid-19. Además, también han descubierto que acostar boca abajo a los pacientes ayuda a aumentar la cantidad de oxígeno que ingresa a sus pulmones.

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Y a pesar de que la vacuna todavía no llega a todos los países europeos ni mucho menos a Venezuela –sucederá el próximo año, recuerda Valenzuela-, existen algunas opciones de tratamiento que parecen ayudar a las personas.

El antiviral remdesivir ha sido aprobado por la Administración de Drogas y Alimentos de los EE UU (FDA) para el tratamiento de la infección por coronavirus. Un estudio de EE UU encontró que el medicamento acortó los tiempos de recuperación para algunos pacientes en aproximadamente un tercio. También la dexametasona, un esteroide, es eficaz para aumentar la posibilidad de supervivencia de los pacientes más enfermos de covid-19 que requieren ventilación u oxígeno.

En Venezuela, Maduro se refirió recientemente a las “gotas milagrosas del Doctor José Gregorio Hernández”. El medicamento, según él, cura en su totalidad la enfermedad.

Asimismo, propuso la masificación de la ozonoterapia. Esta modalidad, de acuerdo con una reciente investigación preliminar del Hospital Universitario Umberto I, adscrito a la Universidad La Sapienza de Roma, Italia, puede mejorar algunos parámetros de la inflamación y la coagulación y a disminuir la necesidad de oxígeno en pacientes con covid-19.

Sin embargo, ninguno de los dos métodos ha sido aprobados por la Organización Mundial de la Salud. Tampoco se ha informado cómo sería la distribución de las gotas ni la práctica de la ozonoterapia.

En cualquier caso, el espejo europeo solo puede servir como un aviso de lo que puede suceder si no se toman las medidas adecuadas. Esto es mejorar el servicio de salud, proteger a los médicos y que la población retome las medidas de bioseguridad. “El mundo lo entendió y lo puso en práctica. Eso es lo que hace la diferencia”, concluye Valenzuela.

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