• El emprendimiento dedicado a investigar, recopilar y difundir la música de Venezuela y demás países en Latinoamérica cumplirá siete años en 2022. Osmar Romero conversó con el equipo de El Diario sobre el proyecto que resguarda al menos 130.000 discos de vinilo y que busca que no se olvide la memoria sonora de la región

“Todo tiene su final, nada dura para siempre. Tenemos que recordar que no existe eternidad”, suena la pieza de Héctor Lavoe y Willie Colón. Como esa canción de 1973, hecha por íconos de la música latinoamericana, otras se han hecho a un lado o han quedado en el olvido ante los nuevos ritmos que suenan en la actualidad.

Para Osmar Romero, toda creación tiene un final, tal como se menciona la canción de Lavoe y Colón. Él está a favor del cambio en la cultura, pues como todo en la industria, está destinada a transformarse, y si no es así, está muerta. Considera que enfrentar los sonidos viejos y los nuevos no es necesario. “Al final, es música y se disfruta”, señala Romero.

Él y quien es su socio, Manuel Díaz, decidieron poner a un lado toda discusión al respecto y buscan construir un puente entre el pasado y el presente sonoro latinoamericano, pues creen que la música de antes influencia el futuro. El dibujar la ruta del pasado hacia el presente para rescatar sonidos, anécdotas e historias es la tarea que se planteó El Marchante hace casi siete años, cuando se estrenó como una tienda de discos de vinilo. Pero es más que eso.

El emprendimiento venezolano, dedicado a la investigación, recopilación y difusión de música hecha en el país y la región está liderado por Díaz en Caracas y Romero, quien, desde California, en Estados Unidos, contó para El Diario el breve, pero importante proceso con el que logró no solo tender un puente, sino también conectar a distintas audiencias con el pasado, ese que intenta no ser olvidado.

El Marchante, un proyecto venezolano que le sigue a los pasos a los sonidos latinoamericanos

Un hobbie con historia y propósito

Romero nunca se imaginó estar donde está hoy, dedicándose al resguardo sonoro de la región. Estudió en su natal Caracas, donde egresó de la Universidad Nacional Experimental de las Artes (Unearte), en el área audiovisual. Se especializó en posproducción. Hoy se dedica principalmente a trabajar en el área de montaje de documentales en Estados Unidos.

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Sus papás lo apoyaron desde un principio y, en parte, su amor por las artes lo heredó de ellos. Recuerda de pequeño vivencias en salas de teatro y de arte, sin embargo, un área en específico captó su atención, la música. Con Díaz, surgió un hobbie en sus días como universitarios, dedicarse a la venta de libros.

Este creció y se fueron sumando otra serie de piezas de arte. Se gestaba entre ellos un negocio. La melomanía de ambos los llevó a toparse con los discos de vinilo, los cuales empezaron a comprar y vender. Nació entonces El Marchante, un proyecto que funciona hoy a modo de fundación sin fines de lucro en Caracas y California, y que debe su nombre a los marchantes que comerciaban con arte en la Edad Media.

Empezó como una tienda sin sede, andante, en la capital venezolana y ahora es un proyecto que busca tener mayor alcance. Una oportunidad de trabajo de Romero lo llevó a Norteamérica. Con él se llevó 30.000 discos de vinilo, dejando atrás otras 100.000 piezas que continúan en stock. Así amplió el proyecto, que con la crisis del país pendía de un hilo en los años 2018 y 2019.

El Marchante se convirtió desde aquella travesía en una de las tiendas de discos de vinilo especializadas en música y sonidos latinoamericanos más grandes de la región, y la única en su estilo que se dedica a estudiar la música venezolana. La colección de vinilos que pasó una travesía que incluyó el Canal de Panamá, marcó un antes y un después para Romero y para la empresa. Fue también el momento más complicado e importante.

Funcionó bien porque coincidió con esta fiebre que existe, no solo en Estados Unidos, si no en el planeta entero, con los discos de vinilo como formato. Crecimos hasta convertirnos en una empresa un poco más grande, con personas trabajando para el proyecto”, relata Romero, quien ha comprado colecciones a Argentina, Colombia, México y principalmente a Venezuela.

Bajo la vigilancia de Romero y Díaz están al menos 130.000 discos de vinilo de distintos géneros y formatos, como la salsa, cumbia, rock, música afroamericana, reggae, tango y otros sonidos venezolanos tradicionales, como las gaitas. Las piezas más antiguas datan de la década de 1940, cuando se editaban los frágiles shellac (hechos con goma laca), un material distinto al vinilo (hecho con un tipo de plástico más resistente) que se popularizaría luego. También tienen producciones hechas en la actualidad, promovidas por “la fiebre del vinilo” que existe, comenta Romero.

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Osmar Romero, cofundador de El Marchante.

Compartir el conocimiento y luchar contra el olvido

Aunque de raíz es una tienda, en las redes sociales encontraron plataformas donde compartir todos los conocimientos aprendidos, donde exponen piezas inéditas, que no se consiguen en otro lugar. En El Marchante se trabajan no con discos de vinilo propiamente, se trabajan con obras de arte, pues abarca el ámbito musical, gráfico y de soporte físico.

Después de todos estos años de vender, comprar, almacenar, cuidar, recuperar discos de vinilo y hacer el trabajo de archivología, nosotros nos preguntamos cuál era la mejor manera de devolver todo lo aprendido con los discos. El inicio de la pandemia por covid-19 coincidió con el comienzo del mayor uso de las redes sociales, allí compartimos parte de los discos y material sonoro que hemos venido acumulando”, dice Osmar Romero.

En YouTube, Instagram y otras redes sociales comparten sonidos que no solo reúnen música latinoamericana, sino entrevistas a artistas como Carlos Cruz-Diez y programas de radio como Nuestro Insólito Universo, de Porfirio Torres. Entre los inéditos disponibles en sus cuentas destaca una pieza de una de las primeras bandas de rock venezolano, Los Sharks, En el autocine. También canciones de Los Supremos, una de las primeras orquestas de salsa en el país.

Comparten con la premisa de que, si no hacen eso, los discos se perderían pues no hay una institución pública o privada que una esfuerzos para hacer ese trabajo. Le dan voz y le siguen los pasos a los sonidos del pasado. Tienen resguardo sonoro y físico de artistas como Jesús Soto, Francisco Narváez y Armando Barrios.

El Marchante, un proyecto venezolano que le sigue a los pasos a los sonidos latinoamericanos

“No se trata solo de la música, se trata de nuestra memoria y quienes somos. Esa es la verdadera razón de lo que hacemos. Este es el mejor canal para hacerlo. Es mucho más fácil generar recuerdos con un objeto físico como un disco de vinilo, pero cuando son discos difíciles de conseguir, como se trata de nuestra historia y de algo que deberíamos tener todos los venezolanos y latinoamericanos, lo compartimos en las plataformas digitales”, completa el caraqueño.

El Marchante tiene varias formas de compartir los contenidos que tiene en su resguardo. En sus plataformas exponen Elepé Sessions, donde presentan discos que no se encuentran en otros sitios, como Vick Cortéz Y Sus Estrellas (1974). En Alta Fidelidad, muestran canciones que son difíciles de conseguir. Con Receta latina, elaboran un mix de algún tema específico de salsa erótica, merengue o temas de Simón Díaz. En El Marchante Social Club, presentan listas musicales hechas por melómanos invitados. Otro formato incluye pequeñas reseñas sobre algún disco, expuestas principalmente en Instagram.

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Latinoamérica y su historia los mueven

La región tiene una reserva cultural diversa, comenta Romero, y eso, en parte, ha permitido que año tras año surjan nuevas propuestas en distintas áreas. La acumulación de experiencias en la música ha dado como resultado el reguetón, un género relativamente nuevo, y del que El Marchante tiene un disco del cantante Daddy Yankee, Gasolina. Un antes y un después para la música contemporánea en Latinoamérica.

Aunque tenemos el mismo idioma en la mayoría de la región, la diversidad sonora es muy rica. Lo que nos diferencia de otras regiones del mundo es la diversidad y podría ser también la novedad, pues es algo que sigue vivo. En Latinoamérica se sigue produciendo cultura a un nivel desenfrenado”, expresa Romero.
El Marchante, un proyecto venezolano que le sigue a los pasos a los sonidos latinoamericanos

En Venezuela, explica Osmar, se editaba música de artistas de renombre en Latinoamérica, igual pasaba con venezolanos en otros países. Para él, el disco Tonadas de Simón Díaz es uno de los discos que todo venezolano debe escuchar. El clásico de Díaz, comenta Romero, rescató las tonadas, casi extintas para el momento en que se hizo el disco y las realzó en 1974.

Otro es el de Juan Gabriel en el Palacio de Bellas Artes, en México. El cantante azteca entró al sitial donde solo entraban los considerados “eruditos” de la música, lo que le abrió las puertas a otros cantantes populares latinoamericanos, explica Romero.

La canción que “el cuerpo asimila primero que la razón”, es Las Tumbas, una pieza de salsa de Ismael Rivera. Entre los nuevos exponentes destaca a Gustavo Guerrero, conocido como Augusto Bracho, quien está radicado en México con proyectos en Venezuela, que incluyen el disco Mercado de los corotos. Subraya otros importantes atemporales como, el puertorriqueño Ismael Rivera, el argentino Luis Alberto Spinetta y el venezolano Aldemaro Romero.

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“La música latina se ha querido homogeneizar dentro de un solo cuerpo, sobre todo en Europa o en Estados Unidos, lugares donde se escucha música hecha en la región. Nuestra música es muy diversa, distinta y atiende a diferentes necesidades y estados de ánimo. Hasta dentro de los mismos géneros, las canciones son distintas. Hablar de ´indispensables´, es complicado”, subraya Romero.

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Los próximos pasos de El Marchante

Para 2022, El Marchante tiene pensado compartir seriados de literatura, poesía, así como digitalizar discos de Aquiles Nazoa, Gabriel García Márquez y otros de Alí Primera y Oscar D´León. También busca continuar con su tarea de crear conciencia sobre la importancia del reservorio sonoro y musical latinoamericano y venezolano a través de su trabajo. “Para que personas jóvenes puedan disfrutar música de los años 60, 70 u 80”, completa Romero.

Invita al público joven a tener una postura que promueva la curiosidad, pues juega un papel importante para ver y disfrutar el legado musical que se niega a desaparecer. También quieren lanzar este año un estudio de la salsa y el rock en Venezuela de distintas épocas, a partir de unos sets de vinilo que tienen en su stock.

El Marchante, ahora presente en dos países, quiere apostarle a Venezuela. No busca romantizar el pasado, sino más bien proponer el recuerdo como método para luchar contra el extravío. Osmar Romero comenta que sabe que es una batalla perdida frente a un mundo que consume principalmente lo novedoso. Aun sabiendo eso, continuarán generando memoria.

Para los próximos años, Romero espera que El Marchante tenga una tienda física en Caracas y California. Quiere que su hobbie, ahora emprendimiento, siga creciendo y que tenga un espacio de encuentro para los amantes de la música y la historia. Le gustaría promover encuentros para hablar sobre los discos únicos y difíciles de conseguir. Él vive un día a la vez, y al igual que la música, sigue andando con su proyecto, aun sabiendo que “nada dura para siempre”, como cantan Colón y Lavoe.

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