- La estudiante de 15 años de edad exhibe en el edificio moderno del museo su instalación Hay que saber mover los pies… ¿Dónde estás?, como parte de su programa Artista Joven del Mes. En entrevista para El Diario, señala que su obra busca representar las inquietudes de la inocencia, cuestionando el concepto de la infancia feliz
La necesidad de crear es natural para las personas sensibles al arte. Ese impulso puede brotar desde la infancia, para ir macerando como el vino con el paso de los años. Tal es el caso de Aylén Montilla Esaá, quien con 15 años de edad, es una de las artistas más jóvenes en exponer una obra en el Museo de Bellas Artes de Caracas (MBA).
Su exposición Hay que saber mover los pies… ¿Dónde estás? se inauguró el 18 de febrero de 2022, y se encuentra en las instalaciones del edificio moderno del museo, ubicado al lado del Parque Los Caobos. Forma parte del proyecto Artista Joven del Mes, desarrollado por la Fundación Museos Nacionales (FMN) en la Galería Nacional de Arte y diferentes espacios culturales de toda Venezuela.
Hasta el momento Montilla es la participante más joven del programa, que busca dar la oportunidad a talentos emergentes de mostrar sus trabajos, muchos de ellos por primera vez. En entrevista a El Diario, resalta la importancia de que artistas en formación puedan expresarse desde sus comienzos en una sala ampliamente reconocida y visitada. “Es importante como estudiantes de arte reclamar y utilizar con honor estos espacios que se nos brindan, porque somos la próxima historia, somos una promesa, y no debemos jamás ignorar para qué nos estamos formando”, apunta.
Juego de niños
Hay que saber mover los pies… ¿Dónde estás? se trata de una instalación de dimensiones variadas compuesta por tres elementos. El primero es un avioncito, o rayuela, que conduce hacia un clóset. En su interior se encuentra el objeto intervenido, que consiste en un par de pies de cerámica y una ilustración donde se ve una figura humana replegada sobre sí misma, como en señal de aflicción, mientras se expande por el interior del armario una serie de líneas que bien pueden ser raíces o alas rotas.
A un lado, en la pared, está escrito a mano un texto de la autora: “El objeto me grita, me abraza y me besa. Me cubre en rojo. Me oculta del todo. Yo lo busco, él me recibe. Seguridad infantil que huye al hueco, yo corro de la horca y me acuesto en sus telas. Cierro las puertas, él se regocija. Reímos ambos y me creo a salvo. A salvo del grito, se que nadie lo oirá si yo no lo oigo. Ya adentro inhalo y creo exhalar un alarido, pero de mí nada sale. Los portones me cosieron la boca, los ojos… Soy ciega, Soy muda, pero me gusta más así, Descanso entonces en rouge comodidad”.
Allí elabora una dinámica entre el movimiento que da título a la obra, representado por la rayuela, con la imagen dentro del clóset y el poema que enuncian una infancia introspectiva, con todas las emociones que surgen durante la etapa crecimiento y se reprimen por la falsa idea de que un niño no puede sentirse triste o agobiado. Es entonces cuando se llega a la adolescencia cargado de pensamientos reprimidos. “Planteo con mi obra la duda: ¿Realmente todos los niños son felices?¿Realmente es válida la frase ‘Eres un niño, ¿qué problema puedes tener tú’? Puede que haya un niño en casa que necesita ser escuchado, que siente que está siendo devorado por el juego que le ha tocado vivir, que cree inválidos sus rencores, sus palabras y sus dudas, y se encierra en sí mismo, cajón de diminutas proporciones, esperando que pase la tormenta, dejando huecos en sus raíces”, explica.
Comenta que, para ella, crear es algo tan natural como comer o respirar. Más que un interés o hobby, es una pasión desbordada, una curiosidad que no se siente saciada hasta tener el material a intervenir en sus manos. “Es transformar conceptos del subconsciente a la vida real. Convertir lo visceral en un hermoso veneno, hacerme sentir a partir de esto, lo que otras cosas no me hacen sentir. Es encontrar en mi propia creación una tregua con la vida, porque sé que si no lo hago me puedo sentir incompleta. Siento que si no lo hago, no soy más que una persona en gris”, completa.
Eterna aprendiz
Montilla Esaá es estudiante de la Escuela Técnica de Artes Visuales Cristóbal Rojas, en Caracas, la cual gestionó su inclusión dentro del programa Artista Joven del Mes. Cuenta que primero tuvo una reunión con la directiva del plantel, donde expuso la idea de su proyecto y lo defendió como en un trabajo de grado. Una vez aprobado, continuó con la labor de creación de la obra, esta vez con el apoyo del MBA.
Inicialmente la joven había sido seleccionada para presentarse el 1° de abril de 2020. Sin embargo, un mes antes Nicolás Maduro decretó el estado de emergencia sanitaria por la pandemia de covid-19. Las restricciones de la cuarentena mantuvieron cerrados los museos y el programa se paralizó, siendo retomado apenas a mediados de 2021. En ese tiempo, Montilla aprovechó para replantear su trabajo y presentar una nueva obra, ajustada a todo lo que aprendió en los últimos dos años.
Es la primera vez que la artista expone su obra. Antes de eso, en octubre de 2021, obtuvo una mención honorífica en la categoría Pintura, dibujo e ilustración del Concurso “Adolescentes desde la casa”, organizado por la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB). Allí ganó una beca para estudiar en un taller de storytelling de la misma casa de estudios.
Señala que su corriente artística favorita es el romanticismo, siendo una influencia en sus obras, teniendo como referentes a pintores del siglo XIX como el español Francisco de Goya o el austríaco Egon Schiele. En sus redes sociales también comparte sus ilustraciones, en las que se puede apreciar con cada post el progreso de su técnica, que va desde el cómic y manga hasta retratos realistas. “Diría que mi ‘estilo’ hasta ahora se caracteriza por ser promesa de fuerza y suerte de deformación: sin embargo, soy eterna aprendiz y evoluciono junto con mi trazo”, afirma.
Espacio en riesgo
Montilla aprovecha para llamar la atención sobre la situación de la Escuela Técnica de Artes Visuales Cristóbal Rojas. Aclara que si bien el nivel de enseñanza es excelente, actualmente las condiciones de estudio han desmejorado debido al deterioro de las instalaciones. Actualmente los estudiantes deben mantener la modalidad de clases virtuales ya que el edificio no cuenta con suministro de agua, pues las bombas están averiadas. Tampoco funciona el ascensor ni los cinco baños que, además de no tener agua, están en malas condiciones.
La escuela, construida en 1982 por los arquitectos Carlos Gómez de Llarena y Moisés Benacerraf, y que forma parte del patrimonio del Paseo Vargas, frente a Parque Carabobo, posee en su techo una gran cúpula de cristal que está parcialmente fracturada y hace que permeen las lluvias. Esto afecta al último piso, donde se encuentran todos los talleres. Los directivos de la institución también denunciaron al diario Vea, las filtraciones también produjeron un bote de aguas residuales en el salón de Dibujo Técnico.
La estudiante agrega que al daño estructural se suma un déficit de personal obrero y de seguridad que mantenga en pie su funcionamiento. Además de la carencia de materiales e insumos para que los docentes puedan enseñar apropiadamente. Una situación que, teme, desmotive a los futuros artistas que se forman allí. “No quisiera que a mi escuela se la trague el tiempo, no quisiera que este pedido de ayuda quedase en el aire”, acota.
Con 15 años de edad, Aylén tiene todavía una larga carrera (y vida) por delante. Está decidida a transitarla por el camino del arte, dedicándole su formación y estudios tanto en el bachillerato, como próximamente en la universidad. Actualmente continúa su proceso de preparación, formando e investigando para sus proyectos futuros. Para ella, esto es apenas el comienzo.