• Empujados por la situación del país y la falta de ingresos, más de 80 pescadores en tripa o en cápsulas de aire salen a buscar sustento diario. Las ganancias que pueden llegar a percibir, tras la faena, son entre 10 y 20 dólares diarios. Foto: José Daniel Ramos

Desde muy temprano, un grupo de hombres se reúne en Catia La Mar, en el estado Vargas. Se preparan para zarpar a la altamar. El punto de encuentro es una playa que se ha convertido en un puerto improvisado, lleno de cientos de cauchos apilados. Al acercarse, en un punto en el que la luz del sol parece tener menos intensidad, hay un refugio con techo de palmas. Es el centro de operaciones de los pescadores en tripa. Solo faltan pocos minutos para terminar de alistarse. Van a comenzar su faena diaria. 

Triperos Estado La Guaira aire Catia La Mar trabajadores del mar océano pesca playa. Pescar en tripa.
Foto: José Daniel Ramos @danielj2511

Antony Romero tiene 22 años de edad y es uno de los primeros en llegar. Es el más joven del grupo. Vive en Mamo, a unos pocos kilómetros de la playa y se va caminando. En cuanto a su experiencia como pescador en tripa, apenas tiene dos años en el oficio. Él solía trabajar en el malecón, aprovechando la llegada de pequeños bancos de peces. Sin embargo, hubo ocasiones en que regresó a su casa con las manos vacías. Decidió que era mejor salir a buscarlos en mar abierto.

Antony es bachiller y trabajó durante algunos años como encargado de una carnicería en Caracas. Luego, por una opción de tener una vivienda propia, decidió mudarse a Catia La Mar. Al establecerse en el lugar, empezó a buscar trabajo en diferentes zonas, pero lo que ganaría resultaba insuficiente para poder mantener la vivienda que compartía con su pareja. Un día se atrevió a agarrar una tripa y salir a pescar empujado por la corriente. Fue así como ahora, diariamente, en un día bueno puede sacar hasta 10 y 15 kilos de pescado. No todo es para la venta, pues Antony cuenta que muchas veces ayuda a sus vecinos que se les dificulta conseguir comida.

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Foto: José Daniel Ramos @danielj2511

“Aquí uno depende mucho de la cantidad de pescado que se pueda conseguir en la faena. Hay compañeros que tienen familias numerosas y todo lo que pescan lo llevan directamente a la casa, como hay también los que venden una parte y se quedan con la otra. En mi caso, muchas veces pesco especies que son muy poco conocidas, como la gallineta y el lenguado. Yo por lo menos se los regalo a personas de mi comunidad que lo están necesitando”, explicó el joven para El Diario mientras preparaba el cebo. 

La práctica de construir una flota artesanal y pescar sobre una tripa se ha incrementado desde el año 2020, cuando comenzó la pandemia de covid-19. Ya es que es común identificar a estos pescadores desde las avenidas de Catia La Mar. En un brazo cargan la tripa, ya desinflada, y en la otra mano sostienen un tridente con los pescados que ofrecen mientras recorren las calles. 

Salir en tripa era un juego de niños

En Venezuela, desde hace muchos años, el pescar en tripas era una actividad común para los niños y adolescentes. El escenario en el que se han expandido estas prácticas no se puede entender sin antes repasar que anteriormente se pescaba por diversión y ahora es una necesidad. Actualmente, y debido a la crisis del país, pescar en tripa es uno de los emprendimientos que puede ser rentable si se tiene experiencia y algo de suerte.

Víctor Cedeño es uno de los pescadores más experimentados del grupo. Desde hace 26 años hizo del oficio de tripero una profesión que considera que no es para todo el mundo. Estar más de ocho horas bajo el sol y la extrema humedad en mar adentro hacen que las jornadas de trabajo sean extenuantes; además, muchas veces se enfrentan a situaciones de riesgo en las que la tripa puede sufrir daños y que el pescador quede a la deriva. 

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Foto: José Daniel Ramos @danielj2511

Víctor comenta que los hombres se lanzan al mar sin saber a qué hora van a regresar, pues dependen de la corriente para retornar a tierra firme. A muchos de ellos les ha tocado terminar la jornada de noche, hambrientos y con insolación producto de la exposición. No hay horarios específicos de la jornada laboral, pero la ganancia y el mantener a sus familias los empujan a seguir zarpando todos los días. 

La experiencia también los ha llevado a comunicarse y a mejorar sus procesos para garantizar una jornada de trabajo exitosa. Ellos han ideado un sistema de ubicación para conocer los puntos y comederos de pescados. Saben que están en una zona buena cuando en el horizonte logran ubicarse y reconocer las casas de Catia La Mar. Estas estructuras son su guía y sus puntos de orientación. También son conscientes de que no deben moverse de ese lugar si al fondo de la playa están visualizando el aeropuerto. Los pescadores, unos a otros, pasan la voz y así se ayudan entre ellos. 

Triperos Estado La Guaira aire Catia La Mar trabajadores del mar oceano pesca playa
Foto: José Daniel Ramos @danielj2511

En el agua todos son iguales y se consideran una familia a pesar del pasado de cada uno de los hombres del grupo. Víctor relató que vivió muchos años sin tener un trabajo fijo. Su único vicio es el tabaco y conoció de cerca a las pandillas. Hoy en día agradece que fue su esposa quien lo encaminó a luchar por una mejor calidad de vida y es por ella que también decide zarpar al mar.

“Yo pesco desde que tengo 9 años de edad. Aunque yo soy uno de los que tiene más tiempo pescando en tripa, trato de seguir mi trabajo porque me genera más dinero que trabajando en una panadería u otro negocio. A veces llego a conseguir pargo, cojinúa y hasta medregal”, añadió el pescador. 

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Foto: José Daniel Ramos @danielj2511

La logística de un tripero

Alexis es otro de los pescadores que, muchas veces, madruga para preparar todo su equipamiento y comenzar con su faena. Debe inflar con la boca la tripa y picar la cebada para la jornada diaria. Utilizan sardina en pequeños trozos como carnada. Solo lleva puesta una gorra para protegerse del sol y unas chapaletas para ayudarse a nadar. Así es como, todos los días, pesca lo necesario para ganarse entre 10 y 20 dólares para cubrir los gastos de su familia. 

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Foto: José Daniel Ramos @danielj2511

Cuando llega a la orilla no comprueba si el agua está fría. Procede a quitarse las chancletas y sumergir los pies sin pensarlo dos veces. El prepararse implica cuidar todo el cuerpo del desgaste diario que provoca estar tantas horas en el mar. Muchos de ellos deben cubrirse los pies para evitar ampollas. También utilizan medias como una medida de protección. La logística también incluye utilizar tapas de galones de pintura, picadas por la mitad, para nadar. 

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Foto: José Daniel Ramos @danielj2511

La playa y el refugio de palma es un punto de encuentro para ponerse al día, un escenario construido donde se mira y narra el diario vivir y confluyen todos en paz: los que van a buscar el sustento para llevar a casa y los jóvenes que se interesan por aprender a ser triperos.

Día tras días, ante la falta de un sistema que les provea una fuente de ingresos que les permita cubrir sus necesidades, hacen de este arduo oficio una profesión que se alimenta de las historias compartidas por la cotidianidad y la necesidad.

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