• A propósito del Día Mundial de Lucha contra el Cáncer de Mama, el equipo de El Diario conversó con sobrevivientes de esta enfermedad para conocer sus testimonios

“Lo primero que pensé fue: ‘me voy a morir’”, confesó Mildred Milano, de 47 años de edad, cuando recibió el diagnóstico positivo de cáncer de mama el 23 de marzo de 2016. A partir de allí, inició un camino lleno de incertidumbre y desconocimiento, marcado por las limitantes económicas y la escasez de medicamentos imprescindibles para su tratamiento en el estado Táchira.

El cáncer de mama es la segunda causa de muerte en el país, según la Sociedad Anticancerosa de Venezuela. Solo en el año 2021 fallecieron 3.128 mujeres como consecuencia de esta enfermedad. De ese número, el 50 % de las detecciones se dieron en etapa avanzada.

Sobre el tema de las barreras económicas, la presidenta de la Fundación de Lucha contra el Cáncer de Mama (Funcamama), Luisa Rodríguez, detalló en julio que las personas diagnosticadas deben esperar más de seis meses para iniciar sus tratamientos y se ven obligadas a invertir al menos 5.000 dólares para ello, sin contar el gasto que implica el diagnóstico.

Mildred Milano

Funcamama divulgó que una mujer debe tener disponibles unos 3.000 dólares para saber si tiene alguna anomalía en sus senos. El monto incluye ecografía, mamografía, punción, estudio patológico, densitometría ósea, tomografías, rayos X de tórax, consulta con el mastólogo y otros exámenes imprescindibles.

En medio de ese panorama y la crisis del sistema sanitario en Venezuela, Mildred comenzó su lucha contra el cáncer.

Al igual que ella, Merbis Orozco, Karla Galvis y Rosalba Ostos tuvieron un diagnóstico positivo de cáncer de mama y cada una superó sus propios obstáculos para superar la enfermedad que, coinciden, “no debe ser sinónimo de muerte”.

“Fue duro saber que tenía cáncer”

Previo a su diagnóstico de cáncer de mama, Mildred Milano se había sometido a una cirugía donde le extrajeron un tumor y el resultado de la biopsia para aquel entonces fue negativo. No obstante, seis meses después regresó a consulta y le dieron la sorpresiva noticia de que ahora sí había resultado positiva para cáncer de mama.

“Fue fuerte porque yo había vivido la muerte de mi madre por cáncer de mama y lo primero que pasaba por mi mente era ese mismo desenlace”, admitió Mildred para El Diario.

Estaba desconcertada, no sabía por dónde iniciar su tratamiento. Sin embargo, Mildred recuerda que en su lucha se topó con personas “de buen corazón” que la guiaron y orientaron sobre todo lo que debía hacer y así se dio cuenta –paso a paso- que superar la enfermedad era una posibilidad.

“Conocí a varias personas que ya tenían dos o tres años en tratamientos, iban mejorando y pensé que si ellos pudieron yo también lo lograría”, enfatizó.

Sin empleo y con diagnóstico positivo

Merbis Orozco es paciente oncológica desde hace cuatro años por un CA de mama. Cuando se enteró de que padecía la enfermedad estaba desempleada y su esposo no tenía un trabajo fijo, así que “sobrevivían” gracias a los ingresos ella que generaba con su emprendimiento como tejedora.

Merbis Orozco

“Mi esposo ayudaba al papá en una venta de repuestos, pero el sueldo que devengaba era muy poquitico y tenemos tres hijos: dos mayores y una de 13 años de edad”, señaló Merbis para El Diario.

Merbis recuerda su reacción cuando se enteró del diagnóstico. Se sorprendió y se asustó porque fue inevitable para ella no relacionar la palabra cáncer con muerte. Sin embargo, comentó que gracias al respaldo de su familia, amigos y personas que fue conociendo, puso toda su fe y esperanza en que saldría adelante.

“Esto nos da a entender que todo nos pasa por un propósito que no es más que cambiar muchas cosas en nuestras vidas”, dijo.

“Sabía que algo estaba mal”

Karla Galvis fue diagnosticada con cáncer de mama en 2016, cuando tenía 38 años de edad. Pero desde 2015 ya tenía el presentimiento de que algo no estaba bien debido a que se había hecho su primera mamografía y le había aparecido un quiste de cinco milímetros en uno de sus senos. En ese momento le dijeron que no era nada de qué preocuparse y que no debía ir al mastólogo porque seguramente era líquido.

“Pero con el pasar de los meses yo me seguí haciendo el autoexamen y noté que eso estaba duro, así que a los siete meses volví y cuando me hicieron el eco, ese quiste ya no medía cinco milímetros sino cuatro centímetros y de inmediato me hicieron una biopsia”,  relató Karla en exclusiva para El Diario.

Fue allí cuando le dieron el diagnóstico y le sugirieron actuar rápido para evitar que avanzara. Para ella fue complicado de digerir todo lo que estaba ocurriendo, pues justamente un primo suyo estaba en proceso de quimioterapias y su padre había fallecido hace dos años por cáncer de pulmón y no hubo manera de optar ningún tratamiento porque cuando se enteraron de la enfermedad había hecho metástasis.

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Karla Galvis

“De todos modos, ver a mi primo que estaba superando todo eso me dio fortaleza. Me pegó mucho el hecho de que me fueran a extraer la mama, pero una prima dijo que me regalaría la prótesis y me hizo muy feliz”, contó Karla.

“Siempre tuve mucha fe”

En diciembre de 2019, Rosalba sintió un bulto en su seno izquierdo pero decidió no darle mucha importancia por dos razones: estaba preocupada por su hija, quien se encontraba delicada de salud y, por temor al diagnóstico.

Llegó la pandemia en marzo de 2020 y no fue sino hasta julio de ese mismo año cuando decidió ir al mastólogo. La doctora Nelly Carrero la examinó y, pese a que era necesaria la biopsia para dar un veredicto, le indicó que existían altas posibilidades de que fuese cáncer de mama.

“Llegó la biopsia y sí, era un cáncer de mama ductal infiltrante grado 3. La doctora me recomendó un oncólogo, fui y me explicó todo el tratamiento a seguir para reducir lo más posible el tumor que ya medía siete centímetros”, explicó Rosalba para El Diario.

El 1° de septiembre de 2020 comenzó con los cuatro ciclos iniciales de quimioterapias, luego otros cuatro ciclos y a la par de estos últimos, 18 ciclos adicionales de mantenimiento.

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Rosalba Ostos

“Nunca pensé que me iba a morir, siempre he creído que con fe y con mi angelito que me cuida desde el cielo, que es mi mamá, todo saldría bien”.

El acceso a medicamentos e insumos

Mildred recuerda que fue frustrante cuando inició sus quimioterapias, pues hubo un medicamento (doxorrubicina) que nunca pudo obtener por las farmacias de alto costo del Instituto Venezolano de los Seguros Sociales (IVSS) y la ausencia del mismo le ocasionó severos dolores de cabeza durante el tratamiento.

Tampoco se conseguían las soluciones y se usaban cinco por cada quimioterapia. Siento que lo más complejo fue el tema de no tener los medicamentos porque cada vez que se acercaba la fecha de la siguiente quimio era un calvario y una zozobra”, recordó Mildred.

Para Merbis el panorama fue similar, pues cuando se enfermó a comienzos de 2018 ninguno de los medicamentos que necesitaba para su tratamiento llegaban al IVSS y su única alternativa era comprarlos en Cúcuta, Colombia.

“Sin trabajo todo se hacía cuesta arriba, gracias a Dios mucha gente nos ayudó y yo todos los fines de semana vendía pastelitos y masato en casa de mis suegros para generar un poco más de dinero”, reveló Merbis.

A Karla la operaron aproximadamente un mes después de su diagnóstico y era necesario iniciar el ciclo de quimioterapias lo antes posible para dar continuidad al tratamiento, pero no tenía cómo pagarlas.

“Mi oncóloga me donó todo para la primera quimio, ya luego metí mi carpeta al Ivss pero solo como dos veces recibí medicamentos por esa vía, de resto nos tocó ingeniárnoslas para generar ingresos”, dijo Karla.

Ya cuando había terminado los ciclos de quimioterapias, debía someterse a las radioterapias en Valencia, estado Carabobo (donde estaba la unidad disponible) y se fue con 500 bolívares que logró recolectar con una rifa. Para su sorpresa, al llegar allá, el precio era de 2.500 bolívares.

“Me puse a llorar pero mis primas me organizaron una campaña en GoFundMe y la gente me ayudó mucho por ahí. Así pagué mis radios”, confesó.

Por otro lado, Rosalba Ostos corrió con un poco más de suerte pues el Ivss le suministró los 8 ciclos de quimioterapia completos y las primeras 15 de mantenimiento.

Las últimas dos me las puse vencidas de seis meses porque ese tratamiento que se llama Trastuzumad es muy costoso (cada uno cuesta unos 1.300 dólares). También hice trámite por Colombia y con un salvoconducto me inscribí en una EPS gracias a la cual accedí a los ciclos de radioterapia allá”, acotó Rosalba.

Afortunadamente cada una de ellas contó con el respaldo de su familia, amigos y vecinos quienes organizaron rifas, vendimias, potazos y campañas de ayuda para obtener dinero que sería destinado a sus tratamientos.

Antes y después del cáncer

Merbis, Mildred, Karla y Rosalba coinciden en que sus vidas dieron un vuelco después del diagnóstico de cáncer de mama. Vivir la enfermedad las hizo ver la existencia de una manera distinta, les permitió detenerse a apreciar a las personas que las rodean y “agradecer a Dios” por la oportunidad de vivir cada mañana un nuevo día.

“Entendemos que esto se puede superar dependiendo de la actitud que tengas”, aseveró Mildred.

Para Karla un diagnóstico a tiempo salva vidas, así que considera indispensable prestar atención a la salud, “caminar de la mano de Dios” para salir adelante y blindarse en el amor que la familia irradia cada día.

Tras la enfermedad, Rosalba también ve la vida diferente. Se toma más tiempo para sí misma, para hacer las actividades que le gustan, como el bordado, y colabora en lo que puede sin estresarse ni preocuparse en exceso.

El papel de Seno y Vida

Todas ellas son miembros activos de la Asociación Civil Seno y Vida, un espacio que brinda apoyo a pacientes con cáncer de mama en el estado Táchira, y consideran que llegar allí fue una bendición para sus vidas así como parte fundamental de su lucha contra esa enfermedad.

“Seno y Vida es una gran familia que te recoge de una manera indescriptible, no hay palabras para decir lo maravillosa que es la asociación en mi vida. Me involucré y desde el día uno me hicieron sentir muy bien”, narró Merbis.

Cada una de ellas tiene su propio testimonio con Seno y Vida. Mildred asegura que ahí les muestran otra perspectiva y les ayudan a entender que sí se puede luchar contra la enfermedad; además del apoyo anímico, siente que consigue personas que más que amigas se convierten en sus hermanas.  

“Es un sitio de apoyo incondicional. Allí te dan charlas, es una bonita familia y me gusta colaborar en lo que pueda con la asociación que me dio tanto a mí mientras más lo necesité durante el proceso”, resaltó Rosalba.

Por fortuna, hoy en día todas estas mujeres luchadoras y optimistas están completamente sanas y con la mayor disposición de seguir dedicando parte de sus vidas, no solo a sus familias y empleos o emprendimientos, sino también a Seno y Vida así como a otras mujeres con cáncer de mama que requieren de acompañamiento y motivación para superar la enfermedad. ¿Quiénes mejor que ellas, vivos ejemplos de que el cáncer de mama no es sinónimo de muerte, para hacerlo?

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