• La agrupación se presentó en el Cúsica Fest. Su debut en Venezuela es un reencuentro con sus lugares de origen e inspiración. La ciudad como punto de partida | Foto principal: Javier Cedeño Cáceres

Çantamarta se encontró con el público venezolano, especialmente con el caraqueño, con los habitantes de esa ciudad que tanto ha inspirado a Luis Lozano, criado entre Venezuela y Colombia, y quien le ha contado cómo es el tumbado de estos lares a los españoles Beni Casado y Omar Molina.

Ellos son los integrantes de un proyecto que no repara en indagar en esos sonidos que han sido parte de la vida, y que consolida pasado y presente en una propuesta que gana interés cada vez más.

El sábado 18 de diciembre superaron las expectativas de muchos quienes fueron a verlos por primera vez después de tanta “Lluvia” online, otros los descubrieron en esa ocasión, en el primer día del Cúsica Fest.

“Es muy surreal tocar en Caracas, la ciudad que tanto ha inspirado al proyecto en muchos sentidos, el foco al que hemos apuntado muchas veces en nuestra corta trayectoria. No hemos dejado de estar en Venezuela, ni en Colombia ni en el Caribe, pero ya se dan estas situaciones que materializan nuestro compromiso. Eso es muy, muy lindo.  Han pasado siete años desde que me fui de Caracas y volver a través de la música es maravilloso. Me fui a finales de octubre de 2015. Antes no había ido por no tener presupuesto”, decía vía telefónica desde Madrid Luis Lozano, también llamado Luislo, poco antes de viajar a Caracas.

Çantamarta, música con necesidad moral entre pasado y presente

Çantamarta es una generación de relevo, como dice Lil Supa, que parte del rap para traerse a su estudio y tarima las pasiones de la ciudad en todas expresiones, esos sonidos en los que el bolero, el porro, el reguetón y la cumbia se coquetean.

Viene a una tarima de las más importantes de la escena musical venezolana

¡Claro! Aparte de ser un honor, es muy surreal. Cuando pienso en regresar a Caracas, imagino ver a mis panas, a mi gente que sigue allá. Pienso en retomar la rutina que dejé hace siete años, pero estoy llegando en una circunstancia diferente, en un contexto que no habría imaginado

Çantamarta se caracteriza por una mezcla de distintos ritmos: latino, caribeño, hispano, elementos que se han reconfigurado por distintos nuevos géneros que se han entremezclado con aquellos establecidos. ¿Cómo describiría ese proceso?

Es difícil de responder. Aunque suene místico, hay muchas sensaciones de por medio. A veces lo que te motiva, ese interés por lo que se denomina nuevo que se mezcla con lo que se llama viejo, no es más que una curiosidad. Creo que va por ahí. A la hora de la verdad, lo que hacemos nosotros, artistas como Irepelusa o aquellos más mainstream como C. Tangana o Rosalía, además de toda la escena alternativa española que mezcla flamenco con sonidos electrónicos, no es más que indagar más allá. Hay una necesidad moral de prestarle atención a lo que se hizo en el pasado para traerlo al presente. Todo eso lo puedes traer al terreno Caribe o latinoamericano. No hay que desmeritar lo que se logró. Creo que eso es lo más sabio que tiene nuestra generación. Hay muchos creativos en Venezuela que tienen una influencia en lo clásico y no se detienen en experimentar con lo que han aprendido, todo ese acceso al mundo a través de Internet. Es un proceso difícil de explicar, pero se mueve por la curiosidad. Hay una palabra que se usa mucho en mi familia: redescubrimiento. Hay cosas que ves desde pequeño, pero cuando estás más grande y la involucras en tu trabajo, las notas diferente y le sacas provecho.

Entonces estaría de acuerdo con lo que dijo Jorge Drexler en la reciente entrega de los Latin Grammy: que la cultura latinoamericana va desde Jorge Luis Borges hasta Bad Bunny

Sin dudas. Cuando se habla de la figura de Benito, de Bad Bunny, muchos de nosotros, especialmente en el mundo de lo alternativo, coincidimos en que es un trendsetter (creador de tendencias). Ha sido alguien que ha visto todo muy claro. Como oyente lo disfruto mucho. Recuerdo la época en la que recién salió, el concepto que tenía no estaba a la par con lo que uno podía consumir entonces dentro del reguetón. Ha sentido una necesidad de estar en su propia tierra. Ha globalizado mucho más su contenido, la esencia del Caribe boricua. La canción “El apagón” es una de las mejores que he escuchado en los últimos cinco años.

Me imagino entonces que en su caso tiene ese interés por ser parte de la cultura caraqueña

Bastante. Tampoco uno intenta imponerse. Uno concibe la cultura caraqueña desde una perspectiva, y a partir de ahí lo que uno hace se sitúa más o se sitúa menos. Claro, es muy bonito cuando se junta la escena caraqueña, caribeña, colombiana y también la andaluza. Recordemos que en Çantamarta hay dos andaluces. Sabes que hay elementos que en algunos temas se perciben más que en otros, pero esa sinergia está.

Çantamarta, música con necesidad moral entre pasado y presente

¿Y en esa sinergia, como testigo de esa caraqueñidad, cómo se la presenta a sus compañeros andaluces?

Todo siempre ha venido a través de mucha conversación. Primero hacemos mucho jamming, pero también hablamos. Y hay una ventaja: así como a los andaluces les gusta echar cuentos, también les gusta escuchar. Hay una similitud con los caribeños. En esa conversación puedes ir definiendo narrativas.  Dibujarlas. Les hablas de algo que sucedió en un sitio, y para poder apoyarte, le muestras un video que sirve para darle esa imagen. Eso se nota mucho en “Cuando los malandros lloran”, que tiene mucha venezolanidad, pero pasa por el prisma de los tres como conjunto. Hay una sensibilidad que ellos tienen que hace que el grupo tenga ese combustible constante.

Estudió en la Universidad Central de Venezuela…

Comencé Derecho. Luego, entre 2014 y 2015, cuando ocurrió la situación de las protestas, en uno de esos largos paros, me enteré por un compañero de unas becas para ir a España. Lo veía como algo imposible de lograr para alguien de mi situación. No tengo familia europea, implicaba un capital que no me podía imaginar. Indagué y se pudieron gestar par de jugadas. Presenté en 2015 la prueba de selectividad, por la que uno accede a las universidades en España. Fue en la Universidad Simón Bolívar. Aquella fue la última vez que estuve allá. Yo me pude preparar en apenas unas tres semanas. Me habían metido un montón de miedo. Y me dijeron que sería imposible si no paraba todo y no pagaba un dineral en academias… Me lancé a la misión y saqué buena nota. Me puse en contacto con las universidades. Típico que uno comete el error de creer que la vuelta solo es en Madrid o Barcelona, pero cuando me cuentan que en el sur de España no solo era más económico, sino que resultaba más accesible buscar trabajo y subsistir, no dudé en tomar la decisión. La Universidad de Granada no solo tenía bastante renombre, sino que daba ayudas, becas. En la UCV estuve tres años. De hecho, si llego a terminar Derecho, será en Venezuela. Acá en España terminé haciendo Sociología y Política, me fui por ese otro rubro.

¿Cómo fueron esos comienzos en España?

Al principio me costó acostumbrarme al frío. Tuve la bendición de llegar a una ciudad con una cultura muy parecida a la nuestra. El andaluz es muy similar en muchos sentidos. Igualmente fue un ejercicio de acostumbrarse a estar lejos de tu gente. En ese entonces había poca comunidad latinoamericana, mucho menos venezolana. El primer año viví en un barrio considerado de migrantes, en Zaidín. Efectivamente había muchos migrantes muy socializados a la cultura española. Se notaba el choque. No es algo malo, sino que te acostumbras a algo nuevo. Llegué con la mentalidad de echarle pichón. No paraba. Creo que no había tiempo de darle a la mente, como cuando empiezas a manejar la bici y estás en una bajada. Tienes que pillarle el flow poco a poco, hasta que te sientes parte. Después de seis años en Granada, me siento vinculado a esa ciudad, así como al sur de España. No hubiese logrado ni la mitad de las cosas que he hecho si no hubiera sido por eso.

Çantamarta, música con necesidad moral entre pasado y presente

Y a pesar de ese tiempo, noto una constante revisión de lo que ocurre en el país. Estos nexos con artistas como Irepelusa, las colaboraciones…

Sin dudas. Eso es muy chévere también. Estando nosotros del otro lado del charco, se ha gestado una relación creativa muy productiva. Pienso en todo lo que hemos hecho con Irepelusa y con todo el combo de Lacosta. Este año 2022 ha sido productivo. Nos sorprende todo eso. Te cuento que nos vamos a desvirtualizar, por decirle de una forma, nos vamos a ver por primera vez en vivo y directo cuando vengan pronto a España y luego coincidamos en Caracas. Nos hemos entendido muy bien en la distancia. Para bien o para mal, eso lo dejó la pandemia, eso de aprender a distancia con otros artistas. Claro, ya eso ocurría antes. Omar y Benito vivían en Málaga y yo en Granada.

Varias personas que siguen el proyecto se sorprenden de lo bien que les ha ido en este tiempo. ¿Qué cree que llame la atención?

Vamos a centrarnos en el público español, que conceptualmente tal vez no tenga tanta cercanía con lo que uno transmite. Creo que siempre hemos intentado compartir la mayor bienvenida posible. No buscamos la manera de imponer nuestra forma de ver la música, sino que insistimos en que nos den la oportunidad. Cuando estamos frente al público, tratamos de que todos se sientan parte del proceso. No es que llegamos, y pensamos que porque estamos ahí se la tienen que calar. Eso es lo que hemos hecho también con las personas con las que hemos colaborado acá en España. Sabemos que siempre habrá una leve distancia cultural o conceptual, pero por la manera en la que vestimos las canciones, que algunas tienen algo de electrónico o un sustrato que tira para el pop, procuramos que las personas puedan acercarse. Por ejemplo, con “Canelita y ron amargo”, que es muy de cumbia, con un concepto navideño que también tiene algo de porro o merecumbé. Tal vez en España no se entiendan tan bien, pero cuando explicas, te das cuenta que no es tan complicado. Solo hay que darle tiempo al tiempo. Hace poco tocamos en Madrid en Sale el Sol, una de las salas más importantes de la capital. Logramos que las entradas se agotaran en apenas dos semanas. Fue un público muy heterogéneo. Así como vinieron venezolanos, hubo españoles y europeos de otros países. Nos hemos encontrado con seguidores que son polacos, estadounidenses, rumanos o alemanes. Es muy chévere ver decir a un rumano “Hora pico pega en Plaza Venezuela”. (Ríe).

Son más de 320.000 oyentes mensuales en Spotify. ¿Qué preparan para 2023? ¿Habrá un LP?

¡Dios te oiga, hermano! Ojalá esa sea una de las cosas que salgan: nuestro primer álbum en toda la regla. Ahorita estamos cerrando dos encargos de producción. Vamos a trabajar en dos discos de un colega mexicano y una colega artista acá en España. Luego iremos soltando detalles. Eso haremos en nuestro primer trimestre de 2023. Nos gusta mucho producir y componer junto y para otros artistas. Es salir de la zona de confort. Nuestro interés también es hacer nuestro primer disco, volver a Venezuela, ir a Colombia. Ahorita, con lo del Cúsica Fest, de chiripa no surgió la posibilidad de ir a Colombia también, pero no dieron los tiempos. Con que se cumpla la mitad de lo que digo, estaremos felices. Hay que tocar madera y que se cumpla. Sabes cómo son los tiempos de los artistas. Hoy sacamos temas con Marlon, un icono para mí. Tener un tema con Lil Supa es parte de lo que queríamos demostrar, que podemos movernos por diferentes aguas.

En Caracas a través de los años siempre han sonado distintos exponentes: La Billo ‘s Caracas Boys, Aldemaro Romero, Los Melódicos, Tito Rojas, Sandy y Papo, Oscar D’ León. ¿Qué sonido cree que encontrará en la ciudad cuando regrese?

Creo que me voy a encontrar con una Caracas muy ecléctica, como dicen los académicos, una ciudad que está mucho más abierta a distintos géneros.  Quizá por la migración, o los cantos de ida y vuelta en estos últimos años, se va a disfrutar mucho el contenido de un grupo establecido como Rawayana, pero también será afín al folclore tradicional con el que crecimos mucho y que nuestra generación está aprendiendo a valorar. En diciembre hay gaitas, pero como mi familia es colombiana, estaré más con el flow de Pastor López. Estaré como a mis 10 añitos con la familia en Guarenas escuchando “Golpe con golpe”. Volver después de tanto tiempo es muy bonito. También tengo miedo, una especie de ansiedad. No sé cómo me voy a sentir. No asumo que voy a volver. Me acostumbré a estar lejos. Sea lo que sea, lo recibiré de la mejor manera. Seguir aprendiendo como buen caraqueño. Uno debe aprender a ver a su ciudad, escucharla y aprender de ella. 

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