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- La oficina del Saime de La Urbina, Miranda, es una de las sedes que eliminó la atención por terminal de cédula para tramitar este documento de identidad, así lo confirmó Jacqueline Zamora, jefa de ese organismo
Su primer y único sorbo de café guayoyo lo bebió a las 5:00 am del martes 10 de enero, justo antes de salir a tramitar su cédula de identidad. Andrea Arvelo* sabía que, como su documento de identificación termina con el número dos, debía asistir temprano a la sede; de lo contrario, le tocaría esperar a la siguiente semana para poder gestionarlo.
Llegó a la calle 13 de La Urbina (Miranda), donde está ubicada la sede del Servicio Administrativo de Identificación, Migración y Extranjería (Saime) más cercana a su casa. Le preguntó cuál cola debía hacer para tramitar la cédula al hombre que estaba en la puerta, vestido de civil y sin ningún tipo de uniforme ni carnet de identificación, pero sí con tono de voz autoritario que daba indicaciones a quienes se acercaban a preguntar sobre pasaportes, cédulas y estado civil de los documentos.
El portero o vigilante, Andrea nunca supo, la mandó a hacer la fila que estaba en la acera al frente de la sede y le recordó que debía presentar una fotocopia del documento que iba a tramitar. La copia le costó cinco bolívares y la sacó en un kiosko cercano, donde solo aceptan efectivo. Corrió a hacer la cola, pero ya era tarde. El mismo funcionario de la entrada se encontró con ella al finalizar la fila y le dijo que ya había recogido todas las fotocopias de las cédulas por ese día, que debía volver otro día. Eran las 6:39 am y Andrea sentía que ya había perdido la mañana.
Junto a él estaba una mujer de cabello corto, rubia, quien se identificó como jefa de esa oficina y les recordó en voz alta a los que se quedaron por fuera ,como Andrea, que esa sede del Saime eliminó la atención por el terminal de la cédula para tramitar dicho documento de identidad.
“Pueden venir cualquier día, no tienen que esperar a que sea su turno por terminal de cédula. A los que se les recogió la copia se pueden quedar, a los que no, tienen que volver otro día”, expresó.
Terminal de cédula
La imposición de sacar trámites dependiendo del terminal de cédula fue dictada por el régimen de Nicolás Maduro en abril de 2021. Para ese momento, Gustavo Vizcaíno, director general del Saime, explicó que los terminales 0 y 1 deberán asistir a las distintas oficinas del servicio los días lunes; mientras que los mientras que los martes 2 y 3; los miércoles 3 y 4; los jueves 6 y 7; y los viernes los 8 y 9.
Actualmente, el requisito de asistir a la sede del Saime por terminal de cédula es obligatorio en la mayoría de oficinas del organismo en todo el país.
Andrea no tuvo otra opción. Se fue a su casa y volvió tres días después a la misma sede del Saime en La Urbina. Era viernes 13 de enero, día que se suele asociar con la mala suerte. “No te cases ni te embarques, ni de tu casa te apartes”, le repetía su mamá, pero ella estaba segura de que ese sí sería su día de suerte.
A las 6:28 am, el mismo funcionario que la atendió en la puerta la vez pasada le recogió la fotocopia de la cédula y también le pidió que le entregara la copia a color plastificada, solo para identificarla como la última de la fila. El portero se llevó la documentación de aproximadamente 100 personas y luego de dar varios pasos regresó al final de la fila, donde estaba Andrea. La dejó encargada de decirle a quien pretendiera hacer la cola para la cédula que los cupos ya estaban completos.
“Diles que el sistema ya no admite a más nadie, que ya retiramos las copias de las cédulas y que si quieren sacarla, deben venir antes de las 6:30 am”, dijo el hombre, quien miraba de un lado a otro.
Algunas de las personas que se ponían detrás de ella para hacer la cola le preguntaron si ya habían repartido todos los números del día, ella nunca vio que repartieran nada; sin embargo, afirmó con la cabeza, sin decir palabra. Pensó que era una manera de ahorrarles tiempo a quienes llegaron después que ella.
Data mal cargada en el sistema
Casi dos horas después, a las 8:20 am, pasó el primer grupo, pero la fila solo me movió unos cuantos metros. En ese momento Andrea supo que la espera sería larga. Resolvió cuatro sudokus, un crucigrama, leyó un resumen de noticias y la fila no avanzaba. Estableció conversación con la mujer que tenía delante, su nombre era Magdalena.
Magdalena estaba con su hijo, de 25 años de edad, quien también iba a renovar su cédula de identidad. La mujer tenía en la mano la partida de nacimiento del joven, tanto original como la copia. Al ver que Andrea miraba sus papeles, ella elocuentemente le contó que cada vez que su hijo tramita algún documento de identidad debe llevar el registro, debido a que la data de su hijo no fue cargada correctamente.
A las 10:30 am ya había pasado el frío de la mañana y el calor del Sol empezaba a picar. A esa hora pasó el segundo grupo, de unas 20 personas, y aún quedaban en la fila aproximadamente 50. Después de cuatro horas de haber salido de su casa, Andrea empezó a sentir ganas de orinar, pudo contenerse por un rato, hasta que se vio obligada a hacer varias respiraciones para aguantar, logró contenerse hasta que se vio obligada a pedirle el baño prestado a uno de los vigilantes de los edificios cercanos.
“Yo sé que tienes un letrero que dice que no prestas el baño, pero estoy que me hago encima y todavía me quedan muchas horas de cola. Por favor, préstame el baño”, le rogó al vigilante del edificio.
Logró convencer al hombre y Andrea volvió a la fila más aliviada físicamente, pero con la premura de que llegaría tarde a su trabajo. El tiempo en su reloj corría y la cola estaba estática, así que se acercó a la entrada para preguntarle al funcionario que le quitó la copia de la cédula por qué el proceso demoraba tanto. La respuesta que recibió fue que los trabajadores “también tienen derecho a comer”. Se extrañó, así que volvió a ver la hora. Casi las 2:00 pm, solo pensaba en que ella y sus compañeros de fila también tienen derecho a comer y a no pasar horas bajo el Sol.
Ocho horas de cola para tramitar la cédula de identidad
Su grupo, el último, ingresó a la oficina a las 3:32 pm. Confirmó que los cinco puestos donde sacaban las fotos de las cédulas estaban funcionando, entonces, ¿por qué tanto retraso?
Por fin era su turno, a pesar de que madrugó para maquillarse y peinarse el cabello para su foto de la cédula, el calor hizo estragos con su pelo y el sudor le removió todo el maquillaje.
“Siéntate; pon tus huellas, sí, ambas manos; firma. Vuelva en 10 días a buscar su cédula”, le dijo el trabajador que estaba sentado frente a ella, del otro lado del escritorio. No tardó ni cinco minutos, entonces, de nuevo se preguntó por qué la tardanza.
Le pidió al funcionario que le entregara la copia plastificada que entregó ocho horas antes, así tendría un documento que la identificara hasta tener el original. El hombre le dijo que buscara entre un montón de papeles, todas eran fotocopias de documentos que habían sido entregados por sus dueños esa misma mañana. Buscó y rebuscó, pero su identificación no aparecía. Le comentó al trabajador del Saime que su cédula no estaba y que debía irse ya porque su jornada de trabajo había empezado.
El hombre le dijo “busca bien”, ella volvió a revisar una por una, pero no estaba. Andrea le volvió a reclamar al trabajador y solo le respondió “Si no está ahí es que se perdió”. Solo pensaba que estaba indocumentada hasta nuevo aviso. Su mayor miedo era que la detuvieran en una alcabala de efectivos de seguridad del Estado y que al ver que no tenía cédula le pidieran para “los frescos”, frase que usan algunos funcionarios de seguridad para evitar poner multa en caso de no tener los documentos en regla.
Se fue a su casa con media victoria en su bolsillo. Logró tramitar la cédula, pero estaba huérfana de identidad. A pesar de esto, Andrea fue consciente de su alcance en las redes sociales e hizo una queja pública sobre el extravío de su documento. Luego, a los pocos minutos, recibió respuesta de Jacqueline Zamora, jefa de la sede del Saime de La Urbina, quien le pidió que se acercara a la oficina de La Urbina el lunes, antes de lo establecido, para ayudarla con su cédula.
Llegó ese lunes 15 de enero y Andrea fue a la sede del Saime. Esta vez no hizo cola, el portero la reconoció y la dejó pasar hasta donde estaba la funcionaria. Ella se identificó con la jefa de la oficina, quien le pidió su número de cédula y le dijo que esperara. En menos de 10 minutos salió Zamora con la cédula de identidad en la mano, ella misma la plastificó y se la entregó a Andrea.
Ella agradeció tener su identificación original en la mano, pero no pudo evitar preguntarle a la funcionaria “¿Por qué la demora si todos los puestos están trabajando aparentemente rápido?”.
Andrea no tuvo respuesta. Esa pregunta no solo la atormentaba a ella, también se la hacen decenas de personas que día a día deben formarse durante horas en una cola para sacar un documento de identidad que les corresponde por derecho. Pasó de ser una pregunta a ser una realidad cotidiana, un suplicio que no cambia.
*El nombre del entrevistado fue cambiado para proteger su identidad.
