Por supuesto que al lector avezado en la canción popular mexicana este título lo remitirá al rey de la música ranchera, el hijo del pueblo, el gran José Alfredo Jiménez.

Y si quieren saber de tu pasado/ di que vienes de allá, de un mundo raro… 

Pero, como en esta columna nos hemos dedicado a trajinar temas lingüísticos, el “mundo raro” al que me referiré de inmediato es el del extraño uso de las palabras y expresiones muy particulares en Venezuela.

Nadie sabe por qué, en nuestro país, blogueros, profesores, periodistas y escribidores diversos, pasando también por la extraña especie de los influencers, están empecinados en el uso de diatriba como “controversia” o “polémica”, incluso como “dilema” o “disyuntiva”, cuando sus únicas acepciones en nuestra lengua son las de ofensa, insulto o crítica violenta. “No quisiera entrar en esta diatriba”, sueltan con pose intelectual muy seria, y cuando usted se dispone a recibir el agravio, o incluso la grosería, se lanzan con una disquisición dialéctica en torno a dos o más posibilidades contrapuestas.

Cuando te hablen de amor y de ilusiones…

¿Alguien sabe por qué los personajes de marras, y el público en general, están negados al uso de los signos de apertura de interrogación y de exclamación? ¡Pero si son tan distintivos de nuestro idioma como la virgulilla de la eñe! Se me dirá que es, nuevamente, por el peso del inglés. O que las redes sociales (o simplemente “las redes”), en virtud de la intrínseca velocidad que imponen, “obligan” a omitirlos. Estos dos elementos son reales, pero no justifican, de ninguna manera, esa omisión, cuyas fuentes parecieran encontrarse en pereza, ignorancia, rebeldía sin causa, o todas a un tiempo.

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¿Por qué tendría que imponerse en castellano el uso de bizarro como “extraño” o “raro”, en otra muestra de la gran fuerza del inglés? Si me apegara a esa absurda acepción, este escrito debió haberse llamado “Un mundo ‘bizarro’” y algo así sería muy extraño, ¡nunca “bizarro”!, porque el Diccionario panhispánico de dudas es muy claro: “debe evitarse su empleo con el sentido de ‘raro o extravagante’, calco semántico censurable del francés o del inglés bizarre”. Y expone de forma rotunda: “en español significa ‘valiente, esforzado’, o  ‘lucido, airoso’”. 

Si te acuerdas de mí/ no me menciones…

Pero el inglés no cesa de perseguirnos y abusa de nosotros, forma correcta de utilizar este verbo intransitivo. El Panhispánico nuevamente acude en nuestro auxilio y nos dice: “debe evitarse su empleo como transitivo, debido posiblemente al influjo del inglés to abuse”. “Es intransitivo y se construye con un complemento introducido por de: «En nuestro medio se ha abusado de la autoridad». “Es asimismo censurable el uso del participio abusado, sea en la pasiva perifrástica, sea como adjetivo: «Fue abusada por su novio y un amigo de este» (País [Col.] 14.10.97); en estos casos deben emplearse otras expresiones, como sufrir abusos o ser víctima de abusos por parte de alguien”. Deberían tomar nota de estas indicaciones psiquiatras, psicólogos, abogados y cualquier integrante de las distintas instituciones judiciales del país. Ningún pederasta abusa a un menor, sino que abusa de él. Sobre estas distorsiones provenientes del inglés o de cualquier otro idioma, el recordado lingüista español Fernando Lázaro Carreter nos ponía sobre aviso: “el extranjerismo nunca es un invasor; acude porque se le llama”.

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Por alguna razón desconocida, aquí se mal utiliza la incomprensible construcción en base a, cuando, precisamente, no tiene ninguna base lingüística que la sustente. En cambio, son completamente lógicas y correctas sobre la base de, o con base en. 

No diré que tu adiós/ me volvió desgraciado…

Por estos lares se dice mucho: “Yo soy de los que creo”, o “yo soy de los que pienso”, en total falta de concordancia de número entre el sujeto y el verbo. Lo apropiado es: “Yo soy de los que creen” o “yo soy de los que piensan”, porque el sujeto no es yo, sino los que creen o piensan.

¿Quién decretó en Venezuela la muerte del condicional —o postpretérito, según Bello— para sustituirlo siempre, o casi siempre, por el subjuntivo, a la hora de indicar potencialidad? “Si lo supiera, te lo dijera”, o “si hubiese estado ahí, te lo contara”, cuando lo correcto sería: “si lo supiera, te lo diría” y “si hubiese estado ahí, te lo contaría”. Se podría —de nuevo, mejor que “pudiera”— alegar que la RAE acepta sin mayores restricciones tal reemplazo, pero los integrantes de esa tan querida como sacrosanta institución no están pensando en los hispanohablantes al momento de aprender otras lenguas: ¡Cuánto le cuesta a un hablante nativo del español entender el uso del condicional en el resto de los idiomas, donde no están permitidas tales estructuras!

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Que no sabes llorar/ que no entiendes de amor…

Para los narradores de las noticias, y para la mayoría de la gente, la enfermedad del coronavirus es el cóvid. Así, trastocando su género al masculino (si una enfermedad es femenina, también debe serlo el artículo que la define) y, de paso, con una fonética errónea, ya que es una palabra aguda. Lo lógico es hablar de la covid, pronunciado como en David. Pero, si por alguna razón, usted persiste en hablar del cóvid, por favor, comience por llamar a los Davides, Dávides. Interesantes los plurales de los nombres, ¿no? 

Porque yo donde voy/ hablaré de tu amor/ como un sueño dorado…

Se ha impuesto la norma de recibir cada mañana mensajes donde se nos desea un “feliz y bendecido día”, cuando es evidente que, en esa estructura, la selección de ese participio de “bendecir” es impropia y es indiscutible el uso de “bendito día”. Por cierto, es muy extraño que el agua sí sea “bendita”, pero el día sea “bendecido”. “¡Ay, bendito!”, dirían, impecablemente, en varios países del Caribe.

¿En serio en nuestro país es forzoso decir “eso es un tema” para hacer alusión a cualquier situación difícil o comprometedora? ¿Desde cuándo quedaron omitidos de nuestro léxico los castizos asunto, punto o materia, para designar un contenido específico de discusión, y hay que usar la palabreja tema, con cara de circunstancia?

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No podría finalizar sin el señalamiento del abuso del valor aproximativo o atenuativo del adverbio como, en circunstancias en las que no se justifica en absoluto. El Panhispánico, caballito de batalla, nos dice: “debe evitarse el uso de este como cuando resulta claramente superfluo, lo que no es infrecuente en el registro coloquial: la comida estaba como muy sabrosa; me siento como muy cansada. En estos casos, el adverbio como no añade nada al enunciado, ni conceptual ni afectivamente”. Pero se sabe de casos peores. En alguna oportunidad alguien comentó en un programa de radio: “El director nos invitó como a una reunión”. Y también he escuchado: “Yo como que choqué el carro”, aunque sí sea válido para quien vuelve de un viaje a la ebriedad: “Es que no sé si choqué o me chocaron”.

Sí. Claro que una ranchera nos puede sacar de aprietos. Cuando me pregunten en el extranjero de dónde soy, de nuevo voy a recordar a José Alfredo:

Es preciso decir otra mentira/ les diré que llegué de un mundo raro/ que no sé del dolor/ que triunfé en el amor/ y que yo nunca, yo nunca he llorado.

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