• Las personas que han formado parte de relaciones éticas no monógamas señalaron a El Diario que existen distintos tipos de poliamor, así como también una variedad de acuerdos para sostener estos vínculos. Para comprender la dinámica del poliamor, ocho venezolanos cuentan sus historias de éxitos y fracasos viviendo bajo esta manera de relacionarse sexoafectivamente dentro y fuera del país. Diseño de portada: Mayerlin Perdomo

Para tomar la decisión de involucrarse en una relación poliamorosa con quien fue su amor platónico en Venezuela, Víctor Abache tuvo que atravesar una serie de cuestionamientos. Para él, el poliamor no tiene barreras, no es mezquino, no controla, “te hace libre y te hace ver más allá de un cuerpo”. Sabía que era algo que debía asumir con responsabilidad afectiva y madurez. Con ayuda de su psicóloga pudo navegar en el mar de voces y sentimientos para hallarse a sí mismo. La marea de prejuicios y mitos que giran alrededor del poliamor no lo detuvieron. La pareja con la que se relacionó en Santiago de Chile ya estaba establecida. Luego de unos cuantos encuentros, que dejaron echar rienda suelta al amor en distintos ámbitos, la química entre los tres se consolidó: “Me enamoré desde el primer día”, recuerda Abache. Fue entonces cuando nació la trieja, una relación entre tres personas que apostó por la polifidelidad.

En 2010, el escritor Franklin Veaux recogió en su mapa de la no monogamia los distintos tipos de relaciones poliamorosas. Hizo lo propio en 2014 en su libro Más de dos, donde ahondó sobre el tema con base en distintos testimonios que apostaron a tener relaciones éticas o consensuadas no monógamas. Así como existen variedades de relaciones poliamorosas, hay distintos tipos de acuerdos, que sirven para que todos los involucrados en estas relaciones desarrollen un vínculo saludable. Para las ocho personas consultadas por El Diario y los psicólogos consultados, si bien es cierto que cada relación tiene sus acuerdos y dinámicas, la clave para perdurar y que sea saludable radica en ser transparentes, respetuosos y comunicativos. Y aunque no se suele mencionar, la creatividad, junto con la picardía, también son ingredientes vitales para mantener estos vínculos y no caer en la monotonía.

Para todos existe un tipo de relación poliamorosa. Además de la polifidelidad, el psicólogo Jorge Blanco menciona, por ejemplo, las relaciones jerárquicas, donde tienes una pareja principal y puedes tener otras parejas secundarias; también están las relaciones grupales, que involucran a varias personas; las relaciones mono poliamorosas, donde una persona es monógama y acepta que la otra sea poliamorosa. Están los arreglos geométricos, como en el caso de Abache, que es un triángulo, o la “v”, donde una persona tiene dos relaciones, pero no se conectan entre ellas. Existen otras asociadas al boom hippie de la década de los cincuenta, sesenta y setenta, como los clanes o tribus, donde todos se relacionan sexoafectivamente. También está el amor libre, es decir, que prescinde de las restricciones y en el que todos se aman de igual manera.

En el ámbito sexoafectivo estamos cerrados. Hemos trabajado en cómo sentimos cada uno, cómo disfrutamos del sexo y hemos tratado de quitarnos muchos prejuicios que arrastramos. Aunque podemos conocer a otras personas, no estamos buscando agregar a alguien más. Establecemos límites, porque necesitamos sentirnos estables. Suena un poco mezquino, pero es necesario para poder avanzar los tres. Yo voy más allá de la piel. Las emociones que pueda sentir una persona es lo más valioso, ese es mi límite”, explica Abache sobre parte de sus acuerdos.
Descubriendo el poliamor en Venezuela: testimonios más allá del tabú 
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Así funcionan las relaciones poliamorosas

Al igual que Abache, Michael Hernández, profesor de Inglés de 24 años de edad, tiene una trieja con dos hombres, pero en su caso su relación poliamorosa surgió de una relación monógama que empezó en 2017. Fue a finales de 2020 cuando se topó en redes sociales con el poliamor, en una publicación de Twitter. De allí surgió la curiosidad de saber más al respecto y luego se planteó la posibilidad de tener una. Hernández recuerda que en los primeros intentos con su pareja no funcionó, ya que no existió reciprocidad o no existía claridad con lo que se buscaba.

Luego salimos con otra persona, todo se sentía muy en serio, que podía ser posible, pero debido a la inexperiencia, a no tener claro lo que representa una relación poliamorosa y cómo debería tomarse con seriedad, nuestro comienzo fue inestable, hasta que la otra persona nos enfrentó. Tras unos tropezones nos preguntó: ¿qué somos? ¿Por qué salen conmigo y no me proponen nada? Nos dijo que no podía esperar más, y nosotros quedamos sin saber muy bien qué decir. Fue algo que mi pareja y yo tuvimos que conversar, nos preguntamos si realmente nos veíamos con esa persona. Tras cuestionarnos dijimos que sí lo queríamos, se lo planteamos, le respondimos lo que habíamos pensado y lo demás se fue definiendo con el tiempo”, relata Hernández.

En la conversación de Hernández y sus novios para establecer los acuerdos se tuvo que definir lo que quería cada uno, lo que se esperaba del otro y lo que se ofrecía. Buscaron sentar las bases para evitar cualquier conflicto futuro y disfrutar el proceso. Señala que con el tiempo, cada uno en esa trieja ha aprendido sobre el lenguaje del amor y como se le demuestra a cada uno, ya sea en acciones o en palabras. Él está consciente de que no hay un manual de cómo llevar las relaciones monógamas o poliamorosas, lo que sí destaca es que en cualquier caso debe permanecer a flote la disposición de querer mejorar, ser fiel a la otra persona y no dar todo por sentado. Lo ve como una decisión diaria, constante, de querer reafirmar estar con esas personas.

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La relación de Alexandra Sanabria no fue distinta a la de Abache y Hernández. En su caso, su relación surgió del mismo círculo social. Pero fue ella quien dio el paso de anunciarle a la otra persona que existía atracción, para posteriormente sumergirse en la oportunidad de vivir una trieja. Antes de hablarle, sabían quién era, pero ella está consciente de que hay personas que pueden tomárselo a mal y pueden pensar que “solo queríamos un trío”. En su caso, la atracción fue correspondida y plantearon tener la relación cerrada, una de las formas comunes de relacionarse en el poliamor. Eso sí, accedían a coquetear con otros por vía telefónica, pero no todos respetan esos límites.

“Algo con lo que yo no estaba de acuerdo era con que mi pareja principal tuviera relaciones sexuales con otra persona, porque él no las tenía conmigo. Para mí lo principal es, si se van a marcar límites, saber cuáles son y si las personas están de acuerdo, porque si no todo se va a caer. Es más fácil que una relación poliamorosa se caiga que una relación monógama. Para mí, el mayor problema es que las personas involucradas no mantengan la confianza que tuvieron en el principio y que no estén dispuestos a hablar. Mi pareja se guardaba muchas cosas y me hacía sentir culpable. Yo le preguntaba si todo estaba bien y él me decía que sí, cuando en realidad no era así. Le pedía que habláramos, porque no quería perder mi relación con él, pero eso fue lo que terminó pasando”, recuerda Andrea Chourio.

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Arlette Montilla destaca que, a diferencia del poliamor, en muchos casos existen acuerdos explícitos gracias al matrimonio. En otros, cuando hay acuerdos implícitos, se asume la monogamia y no hay conversaciones o acuerdos sobre lo que se quiere. Señala que estando casada sintió un cuestionamiento hacia sí misma porque pensaba que no era posible ver otras formas de amar. Agrega que su matrimonio no estaba mal, pero le confundió sentir que deseaba estar con otras personas. En un punto, durante su proceso de ser swinger a poliamorosa, aceptó años después que su manera de relacionarse con las personas era distinta a la tradicional, y asumió que esa decisión traería consecuencias.

“No hay una forma de relación ideal. Hay distintas formas de relacionarse y las personas son las que pueden construir relaciones reales, no desde la expectativa, sino entendiendo que el resultado de la relación dependerá de lo que cada una de las partes ponga para que funcione, para que sea de crecimiento, de respeto, cumpla con valores, reglas, parámetros y que se sostenga en lo que cada una de las partes considere importante para su vida”, expresa la psicóloga Layeiré Flores.

Nadie escapa de los prejuicios y los mitos

Tras varios meses de placer, copas de vino, viajes y amor, Víctor Abache continúa emocionado como el primer día en el que emprendió el viaje del poliamor. Su travesía no ha sido fácil, señala que al ser homosexual, migrante y apostar por una forma de amar no monógama, le ha tocado atravesar dificultades y críticas que vienen de distintas tribunas. Considera que existen distintos países con mucho más conocimiento del poliamor y que son más receptivos, también se habla al respecto en podcasts, libros, estudios y en publicaciones en Internet y redes sociales. Dice que la desinformación o la información sesgada, vista desde un solo punto de vista, por ejemplo el religioso, colabora a elevar el rechazo a distintas maneras de amar.

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En Twitter e Insgram, el equipo de El Diario consultó a un grupo de personas qué pensaban cuando se les hablaba sobre poliamor y gran parte de las personas respondió afirmando que son las relaciones en las que hay “comunicación y buen sexo”, donde hay “amor y felicidad”, y también “evolución, reglas y confianza”. Pero no todos los comentarios mostraron aceptación o respeto sobre el tema. Tras publicar la primera entrega del seriado “Descubriendo el poliamor en Venezuela”, distintas personas señalaron entre los más de 1.500 comentarios en una publicación de Instagram que el poliamor era una forma de “montar cachos”, que “es parte del plan progresista para atentar contra la familia y los buenos valores”, o que “atenta contra la palabra de Dios”.

“Los prejuicios más comunes pueden verse desde el punto de vista religioso y social, que restringen moralmente cualquier decisión contraria a esa manera de ver el mundo y cataloga a las personas poliamorosas como ‘personas promiscuas’ o que ‘le tienen miedo al compromiso’ o a la soledad, y que por eso buscan a otras personas. Es algo que también se puede encontrar en relaciones monógamas, que pueden presentar infidelidad”, resalta el psicólogo Jorge Blanco.

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Abache resalta que la gente suele pensar que estar en una relación poliamorosa implica el tener relaciones sexuales constantemente, cuando no es así, ya que pueden existir otros planes o proyectos en común. Hernandez, por su parte, destaca que las personas suelen decir que se desea tener ese tipo de relación para “mantener la llama viva” en una pareja, o como menciona Alexandra Sanabria, para “ser infieles”, cuando en realidad no siempre hay infidelidad si las personas acuerdan o no estar con otros, ya sea sentimentalmente o en el ámbito sexual.

También dicen que es desviarse, que es algo maligno, visto desde el punto de vista religioso. Esa creencia de odio, de juzgar, de simplemente no entender, la carencia del respeto es lo que no comparto, pero lo acepto mientras no superes mis límites. Esa parte en Venezuela siempre ha sido una diatriba diaria, una constante lucha, que todavía ocurre con las personas de 40, 50 o 60 años de edad. Aún vivimos luchando por tener voz para que no nos sintamos juzgados, señalados y menospreciados”, dice Michael Hernández.

El activista LGBTIQ+ Jesús Gutiérrez, de 32 años de edad, resalta desde su experiencia que las personas suelen indicar que el ser poliamoroso es “una etapa” en la que no se ha conseguido a la “persona ideal”. Sanabria agrega que las personas suelen opinar que las personas poliamorosas son propensas a tener infecciones de transmisión sexual (ITS) o son “personas promiscuas”, cuando en realidad cualquiera puede padecerlas. 

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“Si hay una mujer que está en una relación poliamorosa u otro modelo relacional, se le es vista como promiscua y se le juzga mucho más. En Latinoamérica es mucho más marcado este prejuicio. Al hombre se le celebra la infidelidad, por la fantasía del hombre con varias mujeres, que corresponde a la heteronorma”, agrega Dariana Castellano, quien resalta que el poliamor no escapa al machismo y el sexismo, donde la mujer es criticada y que “no se valora o no se respeta” por pertenecer a estas dinámicas.

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El amor evoluciona

Cuando todo parece estar en calma y no existe un problema en las relaciones, más allá de las críticas externas, un intruso puede inmiscuirse en la mente de cualquiera. “¿Qué pasa si uno de los dos se enamora? ¿Qué pasa si hay una conexión con uno y el otro queda por fuera? ¿Qué pasa si estos dos se sienten más atraídos entre ellos dos y se van? Son preguntas dolorosas, pero hay que hacérselas para superarse”, señala Abache. Las inseguridades y los celos no escapan de las relaciones poliamorosas y son manejables en la medida que exista comunicación entre todas las partes. Aun así, no todos los días se desea hablar sobre todo, como toda dinámica humana. Hay momentos en los que las palabras sobran y las acciones deben tomar la delantera. Para él la clave es “dejar fluir” y pensar antes de hablar para poder avanzar como relación.

En cualquier tipo de relación, no solo las poliamorosas, las personas inician con una intención y una forma de ser que pertenece a un determinado momento, a la versión que hace que elijan cierto tipo de relación y con el tiempo se van transformando. Lo que inició en algún momento, puede tener un cierre, porque ya no se quiere lo mismo o porque la relación ya cumplió un ciclo, porque cuando empezó tenía una concepción de relación y se fue transformando en el camino, o porque empezamos a resonar con otras formas de vincularnos. Se sostendrá en la medida de lo que se acuerde entre cada una de las partes”, resaltó la psicóloga Flores.

Para Hernández toda relación tiene sus pro y sus contra, incluyendo las de amistad, de familia o de trabajo. La clave para que cada una sea saludable y duradera, en su opinión, es mantener la comunicación y respetar los acuerdos para que todos se sientan involucrados. Eso genera un espacio de confianza, de cariño, de amor, de confort, de comodidad, lo que hace que se evolucione, que mejoren como personas, tanto individual como grupalmente. 

Esa solidez, expresada en distintas formas y lenguajes, mantiene flotando a estas relaciones en una marea de voces y hace que muchos proyectos, metas, sueños y deseos se materialicen. Y aunque muchos no logren superar esa travesía y sucumban ante las críticas, la infidelidad o el miedo, llevan consigo un aprendizaje que hace que su amor propio crezca y provoca que el cariño que expresan hacia los demás evolucione y los prepare para vivir otras aventuras.

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